Patricia Marín Cepeda: «Google sabe más de nuestra imaginación que la persona que convive con nosotros»
Investigadora de la literatura del Siglo de Oro español y profesora de la Universidad de Burgos, advierte de que «quien desee salvaguardar su intimidad ha de ser consciente de que deja mucho rastro»
He aquí una de las eruditas más importantes del ámbito internacional en la literatura española del Siglo de Oro, en general, y de Miguel de ... Cervantes, muy en particular. Patricia Marín Cepeda, profesora titular de Literatura Española en la Universidad de Burgos. Lleva muchos años investigando sin pausa en todo lo que tiene que ver con el campo literario del más insigne escritor en lengua española. Del autor de El Quijote y del entorno en el que se desenvolvió su vida lo sabe casi todo y lo que pudiera faltar de conocer, de ser descubierto por alguien será por ella. Ultima una obra que lleva por título provisional 'Mujer de amarillo escribiendo una carta. Prácticas epistolares amorosas entre Cortes europeas', fruto de su investigación académica elaborada con una beca Leonardo de la Fundación BBVA entre septiembre de 2018 y septiembre de 2020.
–¿En qué momento de su juventud se despertó el interés por la literatura del Siglo de Oro?
–Más allá de que me gustase leer y escribir, me gustaba todo en el colegio, todas las materias; era muy feliz estudiando. A mí se me daba bien estudiar. Y no solo es que se me diera bien: es que me lo pasaba bien.
–Pero llegó la hora de decidir si ciencias o letras...
–Me decidí por las letras porque pensé: ¿Cuál va a ser el ámbito en el que nunca voy a terminar de aprender, que todo lo que haga va a ser un profundizar más en qué es el hombre? Podía preguntarme qué es la vida, qué es la existencia, qué es el ser humano estudiando Física, mirando al Universo, o podía preguntarme lo mismo mirando algo que estaba más cerca: lo cotidiano, la vida, el hombre en una de sus manifestaciones, que es la Literatura. Eso, que puede sonar un poco pedante, lo vivía con esa naturalidad.
–¿Por qué esa mirada al pasado?
–No es que me interese solo el pasado, sino que como investigadora cuando yo empecé a formarme tenía todas las dudas del mundo, casi como las tengo ahora pero todavía más, me dejaba guiar y pedía consejo en el ámbito de la investigación. La persona que tenía y tengo por maestro, Javier Blasco, catedrático de Literatura Española en la Universidad de Valladolid, me preguntó; le dije que Siglo de Oro o literatura contemporánea. Y no me dejó opción: Siglo de Oro.
–¿Cómo se lo argumentó?
–Dijo: 'Si te formas como investigadora en el Siglo de Oro vas a poder abordar en el futuro cualquier otro aspecto que te propongas'.
–Y se encontró con el tiempo histórico y literario, y con la figura, de Cervantes y se abrió un mundo ante usted que ¿fue...?
–La investigación viene dada por muchos condicionantes: con quién te formas, dónde te formas, en qué momento de la disciplina llegas tú, en qué equipos de investigación te incluyes... En ese momento giraba, o estaba vigente, y lo sigue estando, una serie de preguntas en torno a la Literatura que van más allá de la mirada al texto. Ya no era solo el vamos a estudiar un aspecto muy concreto de la obra de Cervantes sino que una de las posibles maneras de abordar el fenómeno literario era tener en cuenta un poco más los condicionantes externos: políticos, ideológicos, de relaciones... Lo que se llama el campo literario.
–Cervantes aparece en su vida junto a uno de sus mecenas, el cardenal italiano Ascanio Colonna. ¿Cómo llegó a ello?
–Después de muchos años estudiando el campo histórico de Miguel de Cervantes, y de viajes a diversas bibliotecas y archivos, casi en el tercer año de tesis recalé en un archivo italiano, el de la Familia Colonna, y me di de bruces con un bagaje documental de primerísima mano para el estudio del Siglo de Oro español que nunca había sido abordado por ningún investigador del Siglo de Oro y, en el campo que yo trabajaba, por muy pocos historiadores.
«Hay que mostrar al lector que el humor y la ironía no tienen por qué pasar por destruir al otro»
patricia marín cepeda
–¿Fue ahí donde halló esas más de 500 cartas amorosas firmadas por cinco mujeres españolas, ocultas bajo seudónimos, y dirigidas al famoso cardenal?
–Yo peiné desde 1575 hasta 1608, fecha de la muerte de Ascanio. Fui año por año y cuando había terminado la parte que más me había interesado, la de los años que más atañían a la relación con Cervantes, la persona encargada del archivo, un monje benedictino que me trató con total amabilidad y generosidad, de repente me sacó aparte unas carpetas catalogadas diferente: como una especie de cajón de sastre al margen de aquel sistema. Allí no había apellidos ni fechas. Me di cuenta de que eran muy difíciles de leer, porque la letra no tenía nada que ver con la grafía predominante en el resto de documentos. Era una grafía que a mí en ese momento se me hacía imposible y, no exagero, tardé más de diez años en decir 'venga, si el que las recibía podía leerlas, yo también'. Y el cerebro aprende solo a base de leer. Pero tardé muchos años en darme cuenta de lo que eran esas cartas y luego en cotejarlo con el conocimiento del momento, qué se sabía de epistolarios amorosos en Europa en otros archivos.
–Esa investigación de las cartas ha de conducir al trabajo que llevará por título 'Mujer de amarillo escribiendo una carta. Prácticas epistolares amorosas entre Cortes europeas'. ¿Por qué mujer de amarillo?
–El título es el de mi proyecto de investigación y se debió a que me permitía dar una imagen de todos conocida para captar ese instante de la intimidad femenina escribiendo una carta, que es el famoso cuadro de Vermeer 'Mujer de amarillo escribiendo una carta'. Era mostrar qué era aquello de escribir una carta desde la documentación. El título es provisional. El libro está bastante mediado y espero entregarlo a finales de este año, a más tardar.
–A riesgo de parecerle frívolo, ¿ese cardenal era el Pájaro Espino de su época? Tantas mujeres escribiéndole cartas de amor...
–Aun siendo no muy larga su vida, murió con 48 años, no es lo mismo sus relaciones con las mujeres antes de ser nombrado cardenal que después. Después mantiene esa correspondencia amorosa pero está más ceñida por los códigos del amor cortés.
–¿Códigos del amor cortés?
–Es una relación epistolar amorosa, pero muy codificada. Es decir, no tenía encuentros reales, al menos con las mujeres españolas después de ser nombrado cardenal. Otra cosa es en el ámbito italiano donde ya se le empezaban a conocer, después de ser nombrado cardenal, amores y novietas italianas e incluso dice cierta parte de la documentación que tuvo un hijo natural siendo ya cardenal. No digo que fuese lo habitual, pero la parte de juego, la parte de relación epistolar lúdica a imitación del amor cortés eso yo sí creo que fue parte de los juegos nobiliarios de la época.

–Juegos que dan mucho juego.
–Hay que tener en cuenta otro factor importante: hay que leer muchísimas cartas de una misma pareja para tratar de dilucidar hasta qué punto esas cartas van más allá del mero juego galante. Porque ese juego además tenía ciertos modelos epistolares detrás, lo que se llamaba en la época turquesa, la plantilla. No es que las cartas sean plantilla, porque no he visto dos cartas iguales y hay bastantes más de 500 en el epistolario, pero sí hay mucha codificación, mucha frase hecha, a veces cuando el ojo no puede identificar lo que viene a continuación, a base de leer cientos y cientos de cartas el cerebro lo completa y ves que ponía realmente eso. Hay un género de la carta de amor y en ese momento concreto que está detrás a partir de frases hechas, de clichés, de tópicos, y a veces es difícil dilucidar qué cartas corresponden a una expresión sincera de afectos y qué cartas entran más en el mero juego de corte. Y a veces van mezclados: es decir, que una carta esté muy codificada no quiere decir que detrás no haya una relación más o menos concreta.
–Lo que usted investiga en documentos del Siglo de Oro va a ser imposible que alguien pueda llevarlo a cabo dentro de 200 años con lo que nosotros hacemos ahora: los documentos los subimos a la 'nube', los mensajes son en soporte digital y se autodestruyen... ¿Vamos a peor?
–La documentación histórica seguirá dejando testimonio de muchas maneras, se encontrará la forma de acceder imagino, a lo que hoy creemos volátil, como el archivo de correo electrónico, los archivos de Whatsapp. La intimidad está más expuesta que nunca. Mi sensación es que quien desee salvaguardar su intimidad debería ser muy consciente de que estamos dejando mucho rastro. Google sabe más de nuestros procesos de pensamiento, de nuestras asociaciones involuntarias, de nuestra imaginación de lo que sabe a lo mejor la persona que convive con nosotros.
«Cervantes es la inteligencia, es el humor, es la mirada tierna, es la bonhomía»
PATRICIA MARÍN CEPEDA
–¿Y para no dejar esa huella en lo que no queramos?
–No dejarla requiere de cierta voluntad de salvaguardar la intimidad. No creo que los escritores de hoy dejen menos archivos porque imagino que tienen también mucha autoconciencia de aquello que quieren dejar y de lo que no. Los borradores, las correcciones, las pruebas de imprenta y los diversos estados de una obra seguirán formando parte del archivo de los autores. Los historiadores del futuro tengo la impresión de que se van a ver desbordados por la capacidad de documentación.
–Lo que sí está claramente en peligro de extinción es el género epistolar. Ahora casi nadie escribe cartas.
–Hemos perdido ese tiempo que se dedicaba antiguamente a contestar las cartas, que era una parte fundamental de la vida cotidiana. Sí, ya no se escriben cartas. Yo llegué a escribir muchas cartas en mi adolescencia y primera juventud. Me gustaba tener correspondencia epistolar con amigos y amigas. Sobre si hoy se escriben o no cartas a mano imagino que no y por eso cada vez encontramos en las librerías más ediciones de correspondencias privadas, amorosas y no amorosas, de amistad... Escribimos poco a mano.
–La rapidez hoy en la escritura parece más peligro que ventaja.
–En el Siglo de Oro decían 'del corazón a la pluma'. Consideraban que había un nervio que conectaba el corazón con la mano y que por él fluían los afectos... Escribir a mano forma parte esencial del pensamiento, lo mismo que la memoria. Para mí la imaginación y la creatividad derivan de la capacidad de combinar cosas que uno conoce. Y esas cosas se suelen quedar más o menos en función de lo que uno haya sido capaz de guardar en la memoria. Me cuesta mucho imaginar en qué consiste la imaginación si no parte del archivo propio, no del archivo de Google sino del personal: experiencias, lecturas... Se ve mal, también, porque se considera en cierto modo que quien apaga el ordenador para dedicar cuatro horas a la lectura y yo lo hago mucho, quien se distancia de la permanente conectividad es sospechoso de algo en algún sentido. Es como el nuevo lujo.: hay algo de lujo en poder apagar el teléfono, el ordenador, cerrar Google y abrir un libro. Es un gesto creo que muy rebelde también, pero es un lujo.

–Es un lujo que los más jóvenes en estos momentos no son capaces de percibir por sí mismos y que incluso los adultos tampoco estamos sabiendo transmitirles.
–Si fuésemos capaces de explicar a los chavales que están robando lo más valioso que tienes, tu tiempo y tu atención, y que han de intentar dosificar o decidir a qué se lo van a dar... Porque si estás haciendo algo y te salta un sonido en el móvil, y apartas tu atención... Y lo hacemos todos, vale. Pero, ¿eres consciente de todo lo que implica? Ha interrumpido un proceso de pensamiento, te ha quitado la atención de lo que estabas haciendo, esa atención que has dejado de prestar repercute en la nota que vas a sacar en el examen, esta repercute en tu futuro... Es muy complejo, pero no creo que haya que echar la culpa a los chavales, ni a los educadores ni a las familias, sino que entre todos nos tendremos que dar cuenta cuanto antes de que hay una ventaja innegable en las redes y en la sociedad de la información, pero nuestro patrimonio son nuestro tiempo y nuestra atención.
–¿Y qué hacer pues?
–Mi máximo gesto de rebeldía es apagar el ordenador muchas horas y leer y escribir con el ordenador apagado. Dejo de recibir ese disparo continuo de señales.
«Hay que mostrar al lector que el humor y la ironía no tienen por qué pasar por destruir al otro»
PATRICIA MARÍN CEPEDA
–¿Qué le ofrece Cervantes a un joven del siglo XXI?
–Cervantes es la inteligencia, el humor, la mirada tierna, la bonhomía. La comprensión de que se puede pasar por el mundo con un humor, una bonhomía y una inteligencia que no hagan daño al otro. Vivimos en un momento de muchísima violencia explícita en las redes, el acoso en las redes, los insultos, la agresividad, anónima o con nombre y apellidos...

–Demasiada violencia, sí.
–Pero hay que mostrar al lector que el humor y la ironía no tienen por qué pasar por la destrucción del otro. Me parece algo esencial. En Internet hay una agresividad verbal y personal hacia el que piensa diferente, lo que hoy llaman la cancelación del otro, destruir al otro por lo que piensa o dice. Hay una manera de estar en el mundo que pasa por la ternura y que es imprescindible. ¿Cómo vamos a cambiar el mundo si no es desde la inteligencia y la ternura de ver al otro con delicadeza? A un chaval le ofrecería dos maneras de abordar un mismo hecho: las redes sociales, con textos contemporáneos que circulen por ellas, y otra, El Quijote. Y que los chavales sean capaces de percibir diferencias.
–Con su trayectoria docente e investigadora, ¿tiene ya claro qué quiere ser de mayor?
–No. Sinceramente, no. Me cuesta mucho imaginarme en algo que no sea la literatura pero no sé lo que voy a investigar y cuál va a ser mi objeto de estudio.
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