Tenemos que hablar. Esto nuestro ha sido precioso pero ahora necesitamos darnos un tiempo. No es por ti, es por mí, no te merezco… Por muy duras que sean siempre las despedidas, que lo son, miento si te digo que no ansiaba que llegara este ... momento. Te lo he dado todo, me he empleado a fondo día tras día para entregarte lo mejor de mí, por consolarte en tu dolor, por guiarte en tu desamparo, por tratar de hacerte feliz, al tiempo que sentía que esto nuestro, tan exigente, tan absorbente, que al principio solo causaba una fatiguilla de materiales, se ha convertido en huracán que arrasa con todo.
Bueno, bien. Esa sería una forma tan razonable como cualquier otra para escribir el capítulo final de esta historia en 49 entregas. ¡Siete semanas! Mierda, un poco más y habría podido cerrarla con un homenaje a 'Nueve semanas y media', aquel tratado de esencias del ochentismo, mitad largometraje mitad videoclip, que tanto nos impactó a los veinteañeros de por entonces.
WILSON: –¿Y qué más te da? No habrías tenido enfrente a la Kim Bassinger.
–¿Y a ti quién te dice que la Bassinger le alcance al tacón de la bota a la que sí está enfrente, Wilson?
Qué machuno eso de ponerle artículo determinado delante a las actrices, ¿verdad? Descuida, me estoy quitando. Y a Wilson no le voy a tener en cuenta la impertinencia. Anda así así desde que se ha leído de cabo a rabo el plan de desescalada, y no es que le pase como a todos, que no tenemos claro qué día entrará en vigor cada fase y cómo nos afecta, es que él no está, no se encuentra.
Lo que a pesar de sus inconcreciones, ese calendario sin fechas implica es que este diario si es que alguna vez tuvo algún sentido, ha dejado de tenerlo. Si pronto vamos a poder rendir homenaje al clan de los Soprano como ocupantes de la única mesa en la terraza de un bar, como hacían ellos en aquel local de Newark, Nueva Jersey; si ya podemos intentar arrebatarle al keniano Geoffrey Kamworor el récord del mundo de la media maratón, que estableció en septiembre en Valencia con sus 58:18; si desde mañana y previa petición de hora, vamos a poder rebajarnos la altura de este tocado de miembro de la Guardia de Gales –frente a lo que muchos creen, esos no son los beefeater– que nos ha salido en este mes y medio; si poco a poco, en fin, vamos a recuperar todo aquello que perdimos cuando renunciamos a nuestra vida cotidiana para garantizarnos a nosotros, a los nuestros y a los otros, como mínimo, una vida, ¿qué sentido tiene ya la existencia de una sección titulada 'Diario de un confinamiento'?
NOÉ: –Papi, si es el diario de un confinamiento, ¿por qué lo tienes que escribir tú y no lo escribe el confinamiento?
Ahí le has dao. Empieza a parecer misión imposible la que nos hemos impuesto su madre y yo para quitarle de la cabeza eso de que él de mayor quiera ser periodista, como nosotros. Pero tiene sentido lo que dice Noé, si ya por fin va a empezar a acabar el confinamiento, es el momento de dejar de hablar de él en una sección como esta. Así, de paso, amable lector, descansas de esta prosa mía que suele tender al desorden y a la pedantería y que, menos veces de lo que habría podido calcular, ha molestado a algunos lectores más o menos anónimos, con los que aprovecho para disculparme… por perder la tribuna desde la que poder seguir molestándoles. Gracias a Ramón Gómez, que le has puesto imagen a este serial. Muchas gracias a Águeda, mi casera y lectora fiel, por tus mensajes de ánimo. Gracias a todos los que me habéis escrito para decirme que os ha gustado el diario aunque no os cite por el nombre, al fin y al cabo vosotros no tenéis ninguna fianza que devolverme.
Seguid cuidándoos mucho, que tengo cero ganas de que en otoño la bestia vuelva y me vea obligado a retomar el diario, que si esta copa se me rompe nunca en ella beberá, nunca jamás. Pero de otras, sí. ¡Nos vemos en los bares!
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.