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El drama de cientos de familias, el dolor por el que han tenido que pasar los seres queridos de las personas fallecidas por la covid-19, empieza a dejar su trágica huella en la estadística histórica. Abril se convirtió en un mes luctuoso. Hay que ... remontarse al año 1941, justo al final de la Guerra Civil (y al primer ejercicio desde que el Instituto Nacional de Estadística ofrece registros oficiales) para hallar un abril con una cifra tan alta de fallecidos.
Nunca en ochenta años se había vivido un abril con tantas defunciones (4.302 muertos en Castilla y León desde el 1 de abril hasta el 3 de mayo). La tasa de mortalidad (en torno a 12 muertes por cada mil habitantes) y la tendencia al alza de la esperanza de vida (84,2 años) han sufrido en este 2020 un drástico hachazo por culpa del coronavirus. El INE publicó este miércoles más datos para acercarse al alcance de la tragedia.
Por primera vez en su historia, se ofrecieron cifras pormenorizadas, semana a semana, con los fallecidos consignados en los registros civiles. Y la comparativa de los últimos cinco años permite comprobar que el coronavirus ha provocado un exceso de mortalidad que, en el caso de la región, se sitúa, durante las primeras 21 semanas del año (hasta el 24 de mayo) el 33,39% por encima de lo habitual. La media anual era de 12.517 muertos. En este 2020 han sido 16.819. La diferencia es de 4.303. Las personas fallecidas en hospitales y con síntomas compatibles y confirmados en las residencias de la región es de 3.735. Son 568 menos que ese incremento extraordinario.
Castilla y León es la quinta comunidad con un mayor aumento respecto a las defunciones que serían frecuentes para los primeros meses del año. A la cabeza, como la más afectada, si sitúa Madrid (con un exceso de mortalidad del 72,74%). Le siguen Castilla La Mancha (57,97%), Cataluña (40,99%)y Navarra (34,52%). Después, Castilla y León (33,39%). Y a la cola, regiones donde la incidencia del coronavirus no ha sido tan virulenta (como Baleares o Murcia, donde apenas ha habido un incremento del 1% respecto a la mortalidad registrada desde 2016). Pero, si desescalamos a los niveles provinciales, entonces destaca Segovia, que ha sido el territorio porcentualmente más golpeado no solo de la región, sino de toda España, con un 94,73% de muertes por encima de la media de los últimos cinco años. Después, a nivel regional, Soria (65,07%) y Salamanca (55,32%).
El exceso de mortalidad consignado en los registros civiles de la provincia de Valladolid es de 735 personas, según las cifras ofrecidas este miércoles por el INE. Durante las primeras 21 semanas del año (hasta el 24 de mayo) fallecieron en la provincia 2.843 personas, cuando la media desde el año 2016 era de 2.108 (incluidas todas las causas de fallecimiento). La Junta atribuye al coronavirus, desde el 1 de marzo, la muerte de 570 vallisoletanos, una cifra inferior a ese desfase de 735 personas que se registra desde enero. De hecho, debido a la menor incidencia de la gripe estacional, hasta la semana 12 (22 de marzo) la cifra de muertos en Valladolid (1.288) era inferior a la del año pasado hasta esas fechas (1.322). Ha sido en plena pandemia cuando ha subido.
La mayor desviación se ha detectado en la semana 15, entre el 6 y el 12 de abril. Entre esas fechas, que coincidieron además con la Semana Santa, fallecieron en Castilla y León 1.774 personas, cuando la media de los cuatro años anteriores era de 566. Solo en esa semana, murieron en la comunidad 1.208 personas más de lo esperado. Una desviación del 213%.
Aquí se halló el pico de la pandemia, aunque durante la primera semana de abril fallecieron 1.626 personas (la media de los últimos años para esa semana 14 era de 554) y la tercera, del 13 al 19 de abril, 1.424 fallecidos (cuando lo habitual habrían sido 555).
El año pasado, por ejemplo, la cifra media de fallecidos en Castilla y León cada día de abril fue de 75 personas. Un día de ese mes, este año, la media de muertes se ha disparado hasta las 195.
El INE no diferencia la causa de los decesos (aquí se incluyen todos los motivos de fallecimiento, desde enfermedades coronarias a cáncer o accidentes de tráfico), pero la incidencia del coronavirus está claramente detrás de este incremento. Y ojo, porque Fernando Simón apuntó otra posible causa: el miedo de pacientes con otras dolencias a acudir a los hospitales...
Si se escudriñan los datos, semana por semana, se perciben algunas curiosidades. Por ejemplo, que la tendencia al alza ya despuntaba en la comunidad de Madrid en la semana 11 (del 9 al 15 de marzo) y que allí se alcanzó el pico de defunciones en la semana 13, la última de marzo (del 23 al 30). Las provincias más cercanas a la capital (Segovia, Soria y Ávila) también hallaron su mayor cifra de fallecidos esa semana. El máximo en Valladolid, Burgos, Salamanca, Palencia y León se dio días después (la semana 14) y llegó a Zamora en la semana 15. Por edades, se empieza a percibir una mayor incidencia a partir de los 45 años.
Todos estos datos unidos –refrendados además por el Sistema de Vigilancia de Mortalidad Diaria, del instituto Carlos III– sitúan a este abril de 2020 como el más luctuoso desde que se tienen registros en el INE, en 1941. En aquel mes de la inmediata posguerra murieron 4.470 personas en Castilla y León. En abril de 2020 fueron 4.302 (con la salvedad de que aquí se incluyen también los tres primeros días de mayo). En cualquier caso, una cifra ya alejada del siguiente abril con más defunciones (el de 1942, con 3.233 muertes). El tremendo golpe sanitario provocado por el coronavirus se explica mejor si se tienen en cuenta las situaciones sociales y económicas de aquella España de la primera posguerra.
El geógrafo vallisoletano Guillermo Ramírez es el autor de 'Análisis del balance de nacimientos y defunciones a escala municipal y su incidencia en la evolución de la población de Castilla y León', un informe que estudia, entre otras cuestiones, la evolución de las cifras de mortalidad en la comunidad. Recuerda en ese libro que en el año 1900 hubo 63.000 muertes en Castilla y León. Por aquel entonces, vivían en la región 2,3 millones de personas y la tasa bruta de mortalidad era del 31,7 por mil habitantes. En 2019, fallecieron 28.617 castellanos y leoneses (sobre un total de 2,4 millones de personas) y con una tasa de mortalidad de 11,91 por mil.
Roser Nicolau, de la Universidad Autónoma de Barcelona, subraya que la esperanza de vida al nacer en 1900 era de 34,8 años. En Castilla y León, hasta los años 80, siempre estuvo por debajo de la media nacional. En 1930, por ejemplo, la esperanza de vida de los varones era de 45,3 años (48,3 en España) y de 48,2 años para las mujeres (56,1 en España). El fulgurante incremento de la esperanza de vida, explica Nicolau, se debe «fundamentalmente a la disminución de la mortalidad en la infancia».
A principios del siglo XX, sobre una generación de mil niños nacidos vivos, 410 morían antes de cumplir los 15 años. Ahora, la tasa de mortalidad infantil es del 2,89 por mil (datos de 2019). Este ha sido uno de los factores destacados para explicar el descenso continuado de la mortalidad registrado en España desde el siglo XX, «solo interrumpido en dos ocasiones, por la epidemia de gripe 1918 (Segovia y Soria fueron las provincias más afectadas en la región) y por los cuatro años de la Guerra Civil».
Ramírez concluye en su estudio que la gripe de 1918 provocó cerca de 45.000 fallecimientos más de lo habitual y que su incidencia se notó en los años posteriores, con altas cifras también en 1919 y 1920. «Hasta 1921 no se recuperaron las tasas de mortalidad anteriores», explica. La Guerra Civil, consigna Ramírez en su estudio, también tuvo su claro reflejo, con una sobremortalidad de 10.500 personas. «Estas cifras se duplicarían si expandimos el procedimiento hasta 1941 (el primer año analizado por el INE), en el que, al menos contablemente, se registra la mayor mortalidad tanto en la región como en el resto del país».
En Castilla y León, el reflejo de la Guerra Civil en las cifras de muertos fue menor que en otras regiones. y además, la recuperación de las cifras fue también más rápida. «En España, no se rehace la tendencia hasta mediados de los años 40, en Castilla y León, ya llega en 1942». Desde entonces, las cifras de fallecidos no dejaron de crecer, aunque desde 1982 se detecta un incremento de la tasa de mortalidad vinculado con el envejecimiento de la población. Hay menos generaciones jóvenes, lo que eleva los ratios porcentuales de fallecidos si se tiene en cuenta al conjunto de una sociedad cada vez con mayor porcentaje de ancianos (el 25,6% de los vecinos deCastilla y León tienen más de 65 años). Desde este año, los registros históricos (además de la gripe del 18 y de la Guerra Civil) incluirán una nueva salvedad para este descenso continuo de los fallecimientos: el coronavirus de 2020.
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