Marcelino Fernández, presidente de Promonumenta
«Muchísimas veces nos mordemos la lengua en la defensa del patrimonio»Marcelino Fernández, presidente de Promonumenta
«Muchísimas veces nos mordemos la lengua en la defensa del patrimonio»He aquí un hombre de la tierra que se preocupa por lo que se encontró cuando llegó a este mundo, hace ya 83 años, y heredó de sus antepasados. Marcelino Fernández (León, 1940), presidente de Promonumenta León, la asociación que lleva tres décadas velando por ... el patrimonio histórico, artístico, etnográfico y arqueológico de una provincia que atesora una herencia patrimonial única en el mundo en calidad y cantidad. Modelo de voluntariado, de esfuerzo, de entrega y de bien hacer, Promonumenta lleva treinta años, más de la mitad presididos por Marcelino Fernández, volcada en que los jóvenes reciban una herencia histórica sin igual en las mejores condiciones.
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–Con el inabarcable patrimonio que existe, no sabe uno si mirarles como quijotes, como voz que clama en el desierto, como inasequibles al desaliento...
–La verdad es que a veces te tienes que morder la lengua porque por ganas diríamos lo que no está en los escritos. Es verdad que cuando nació Promonumenta más del 90% de los monumentos de León estaban en ruina todos. Salvo las catedrales de León y Astorga, San Marcos y San Isidoro, en los pueblos los castillos y los monasterios, casi total. El de Santa María de Sandoval, por ejemplo, era una ruina total, salvo la iglesia, y debido a que era la parroquia del pueblo.
–¿Qué tiene ese Monasterio para que sea tan estratégico para Promonumenta León?
–Es del siglo XII, precioso. Está muy cerca de León y merece la pena restaurarlo. Tenía un coro de nogal extraordinario. A alguien se le ocurrió la feliz idea de desmontarlo y lo arrumbaron en las dependencias de la sacristía.
–Para resguardarlo, claro...
–¡Pero si no tenía tejado!
Marcelino Fernández
Presidente de Promonumenta
–Vaya negocio entonces.
–Claro, cada vez que llovía, aquello se empapaba. Se estaba destrozando entero. Cogimos todo, pieza por pieza y, una vez limpio, acudimos a la Junta de Castilla y León, puso dinero y lo restauró. Ahora luce en todo su esplendor. Queda mucho por hacer, pero por lo menos la ruina se ha parado.
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–¿Hasta llegar a qué?
–Somos partidarios de que se restaure y de que se le dé un fin concreto, que se ponga allí algo.
–Por ejemplo...
–Lo mismo que se ha hecho en Santa María la Real, en Palencia, o Valbuena, en Valladolid.
–En estos 30 años, ¿cree que han sembrado suficiente como para crear una conciencia social sobre la necesidad de conservar el patrimonio o la conciencia ya estaba y bastaba con impulsarla?
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–Cuando empezó Promonumenta no había conciencia. Íbamos a los pueblos y en algunos nos decían incluso que lo que tratábamos de proteger poco menos que eran cuatro piedras viejas que no valían para nada. Así, como suena. ¿Por qué hicimos las hacenderas?
–¿Hacenderas?
–Facenderas, en leonés. Es una prestación que hacían en los pueblos antiguamente. Se juntaba todo el vecindario para arreglar las calles para reconstruir una casa si se le quemaba a un vecino. Y cuando acababan, les invitaba el alcalde o el vecino afectado a una merienda con escabeche como pago. Nosotros empezamos en su día poniendo nuestros coches para ir a los pueblos y llevando nuestro bocadillo. La finalidad de la hacendera es que la vegetación no siga comiendo los restos del monumento, lo que queda de él. Digamos que es liberar al monumento de las zarzas, desbrozarlo. ¡Nunca tocamos las piedras!
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–Ah, ¿no?
–Jamás. Quitamos la vegetación para que la ruina no siga avanzando. De esa forma, logramos la segunda finalidad, que es llamar la atención de las administraciones que tienen las competencias para que se conciencien de que merece la pena y que hay que restaurarlo. Y otra más.
Marcelino Fernández
Presidente de Promonumenta
–Venga con ella.
–Concienciar a los habitantes de la zona de que no son cuatro piedras viejas, de que son piedras históricas, de mucho valor y que pueden ayudar a salir a esa zona del olvido e, incluso, de la despoblación.
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–Mucho es eso, ¿no?
–Si conseguimos que se restaure, vendrá turismo y, por ejemplo, el del bar tendrá más clientela y no cerrará. La casa rural no cerrará y la gente se quedará en el pueblo.
–¿Cuánto les cuesta a ustedes sortear el silencio de la mayoría social hacia el patrimonio?
–Cuando empezamos eso era al 90 por ciento o más. Hoy, no. ¡Hoy ya nos llaman de los pueblos!
–¡Pero bueno!
–Hace unas semanas estuvimos en Babia limpiando una torre que tiene mil años de historia.
–¡Un milenio!
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–Estaba devorada por las zarzas. Es de un particular y, al acabar, nos anunció, tras hablar con el alcalde, que va a donar la torre al Ayuntamiento y va a pedir ayudas para restaurarla.
–Pero, por seguir con ese ejemplo, ¿cómo llegan a esa torre de Babia?
–Nos llamó el dueño.
–¿El propio dueño?
–Nos dijo que se había enterado de que hacíamos lo que hacemos y que por qué no íbamos a ver esa torre.
–¿Ahora ya se puede visitar?
–¡Y eso que solo le hemos quitado la vegetación!
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–¿Hay muchos Babia en León?
–El Palacio de Grajal de Campos, ¡chapó por el que era alcalde hasta mayo!, lo hemos limpiado. Era una ruina absoluta: el secretario nuestro fue a Madrid a ver a los propietarios del palacio; le acompañó el alcalde. Les dieron tal turra a los dueños que acabaron llamando al Ayuntamiento para decirles que les vendían el palacio por 6 pesetas, una venta simbólica, y que pasara el palacio al pueblo. Ahora mismo se está haciendo una obra en ese palacio muy importante y, aunque aún queda mucho por hacer, una buena parte está ya muy restaurada.
–¿Cuánto les frena a ustedes a la hora de trabajar por el patrimonio toda esa gran burocracia administrativa que hay en torno a esta materia? Los expedientes, los papeleos, las normas...
–Las competencias las tiene la Junta de Castilla y León; ayuntamientos y diputaciones no tienen. Aunque últimamente la que pone el dinero es la Diputación de León. Los últimos 8 años ha puesto mucho dinero para el patrimonio de la provincia. Quien tiene que autorizar es la Junta.
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–¿Y autoriza?
–Ponen pegas. Y a nuestras hacenderas también se las ponen.
–¿Y eso? ¿Por qué? ¿Les critican el voluntariado y la falta de especialización?
–Cuando fuimos a Babia, fueron con nosotros dos arquitectos que son socios de Promonumenta, y un arqueólogo. Cuando vamos a hacer algo, es que nos han enseñado ya tanto que no hace falta casi que ni nos digan lo que no podemos hacer. No somos unos mindundis que vayamos a los sitios sin saber lo que tenemos que hacer. Lo sabemos y nos acompañan técnicos cualificados.
–Bueno, de hecho les avala la medalla de oro del Colegio de Arquitectos de León.
–¡Y la mostramos en nuestra sede con orgullo!
Marcelino Fernández
Presidente de Promonumenta
–Frente a la incomprensión de parte de la sociedad y de los propietarios de los monumentos privados y a pesar de la burocracia de la Administraciones públicas, ¿dónde tienen el depósito para recargarlo de energía y seguir haciendo? Que lo suyo es vocacional...
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–Hombre, yo tengo esa vocación, de verdad. Soy de León, me gusta León, conozco León... Conozco casi todos los pueblos y en casi todos los pueblos me conocen a mi. Amo a mi tierra y me duele mi tierra. Y como yo hay muchísima gente así en Promonumenta. Muchísima, de verdad. Lo que hacemos, lo que hemos conseguido, son cosas muy importantes. Eso nos mantiene activos; nos cabreamos a veces, pero seguimos para adelante.
–Ustedes se atrevieron a limpiar, descubrir y rescatar nada menos que 600 kilómetros de canales con los que los romanos llevaban el agua a Las Médulas para extraer el oro.
–En La Cabrera y en el Valle de Loza.
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–¡Pero 600 kilómetros!
–Estuvimos yendo 20 años a limpiar los canales. Empezamos en 1996. Es que hemos hecho en torno a 230 hacenderas, algunas en Portugal.
–Ni que tuvieran poco en León...
–Los canales romanos de La Cabrera en aquellos años no los conocían más que los nativos y los arqueólogos. Y la gente se enteró gracias a nosotros de que existían. Íbamos la primera semana de julio. Los primeros años que fuimos no teníamos nada y nos ayudó el Ejército.
–¡Nada menos!
–Hablamos con el general, nos puso al habla con el coronel de Astorga y ellos nos llevaban en un camión tiendas de campaña militares y una cocina de campamento. Así estuvieron ayudándonos cuatro años y, al aumentar de socios, empezamos a comprar tiendas de campaña, herramientas y demás y el Ejército se retiró. Y seguimos nosotros. Así estuvimos hasta 2016. Al año siguiente llamé al alcalde de Llamas de Cabrera para que nos preparase la pradera un año más para poner las tiendas y se extrañó de que fuésemos a ir porque nos dijo que habían colocado un cartel, a la salida del pueblo, con la inscripción de que daban 307.000 euros para que una empresa siguiese haciendo lo que llevábamos 30 años haciendo nosotros gratuitamente. Nos quedamos sorprendidísimos. ¡Nadie nos había dicho nada!
–¿Y qué hicieron con el proyecto de limpieza de esos canales?
–Dejamos de ir. ¿Íbamos a hacer el trabajo a alguien al que iban a pagar por hacerlo? Y hasta tuvimos la mala suerte de que entraron en la nave donde guardábamos las tiendas de campaña y nos las robaron.
–¿Y los canales los acabó limpiando una empresa?
–El año pasado nos llamaron para decirnos que de Llamas hasta el Arroyo Valdecorrales, cinco kilómetros, es el tramo mejor conservado de los canales, una gozada, no hay ningún tipo de mantenimiento y las zarzas se están volviendo a adueñar de esa construcción romana.
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–¿Y entonces?
–¿Ahora vamos otra vez nosotros por el morro? ¿Con estos antecedentes? No hemos vuelto.
–¿Llega Promonumenta a los chavales jóvenes?
–Intentamos llegar, lo intentamos. Hace tres meses hicimos una hacendera en Lancia con el arqueólogo de la Diputación y el nuestro. En el Instituto Lancia estuvimos hablando con el equipo directivo y les propusimos llevar a los chicos a una hacendera, lo aceptaron y en el yacimiento de Lancia les mostramos cómo trabajamos para que supieran qué y por qué lo hacemos. Ellos, los chicos estudiantes, fueron en dos autocares desde el instituto y vieron cómo se obtienen resultados de esta tarea. Han quedado muy contentos y los profesores quieren repetirlo.
–¿Qué haría falta para que los jóvenes les sigan a ustedes?
–Tratamos de concienciarles. Esto lo vamos a repetir, con otros institutos, con otros colegios. Tenemos ya bastantes socios de poco más de 30 años.
–No son muy habituales asociaciones con la veteranía de Promonumenta. ¡30 años! ¿Abunda eso en Europa?
–De Portugal, la Asociación Ribacudana, nos llamó porque allí tienen un castillo, que fue el último bastión que tuvo el Reino de León en Portugal. Nos pidieron ayuda para ir a limpiarlo, porque estaba lleno de zarzas. Allá que fuimos y limpiamos las ruinas y los restos del castillo y el acceso al mismo. Y nos permitieron que durante unas horas volviese a ondear la bandera de León en aquel castillo, ¡800 años después!
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–¿Y de aquí en adelante?
–Nos vamos a meter con el Prerrománico leonés, seguiremos con la ruta de retablos renacentistas desde Sahagún, con diez pueblos. Nos quedan ya solo dos retablos por restaurar en esa ruta. Y también con lo del Camino Olvidado a Santiago para reactivar los albergues... Entra en León por Guardo y va por la montaña; se une al Camino Francés por Villafranca del Bierzo.
–Con todo lo que lleva, ¿entre hacendera y hacendera, en algún momento se ha parado a pensar qué quiere ser de mayor?
–Aunque deje la presidencia de Promonumenta, que el año que viene he de dejarla ahora que hay relevo, no voy a parar.
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