Miguel Gallego posa con parte de los 500 Belenes que cede a su pueblo, Rueda, a partir del día 11 de diciembre. RODRIGO JIMÉNEZ

Miguel Gallego: «Es culpa de todos haber perdido tradiciones navideñas muy nuestras»

El rector de San Felipe Neri de Valladolid y coleccionista de Belenes dona a Rueda, su pueblo, una exposición permanente con más de 500 misterios en dos salas de su casa

J. I. Foces

Valladolid

Sábado, 3 de diciembre 2022, 00:03

He aquí un soñador que está a punto de cumplir un anhelo vital. Miguel Gallego (Rueda, Valladolid, 1943) abrirá el próximo día 11 'La Casa del Belén', una exposición permanente, que ha instalado en dos salas de su casa, en la que se podrá disfrutar ... de 500 belenes que ha ido coleccionando a lo largo de su vida. Este sacerdote rodense ha ido añadiendo año a año, con los esfuerzos económicos que ello conlleva, pero con la ilusión que se necesita, belenes y misterios a una colección única en su género que ahora dona a su pueblo. Por donde ha pasado como sacerdote ha ejercido de belenista. En el Valle de Hornija, donde fue párroco de Gallegos, Villasexmir, San Salvador, Torrecilla de la Torre y San Pelayo; después, casi 15 años en Cabezón de Pisuerga, donde impulsó el nacimiento, desarrollo y expansión del Belén viviente más famoso de Castilla yLeón; posteriormente, en la capital, 26 años y 15 días en Santa Clara y tras ésta y San Pedro Apóstol, en la Congregación de Sacerdotes de San Felipe Neri, de la que es rector. Rueda recibe así un regalo incomparable.

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–Entienda la falta de originalidad en la primera pregunta: ¿Por qué esta, más que afición, vocación por los belenes?

–Desde mi infancia. Mi madre, Natividad, era muy aficionada al belenismo y desde que tengo uso de razón recuerdo que ella nos invitaba a guardar la propina para ir acumulando un dinero; en vísperas de Navidad, iba ella a Valladolid y en los puestos que ponían en Fuente Dorada y la Plaza Mayor adquiría cada año unas figuras. Así, poco a poco se fue conformando el belén de nuestra casa. ¡Ocupaba una habitación! Como éramos cinco hermanos, cada uno tenía su cometido en el belén.

–¿El suyo cuál era?

–Un poco, por así decirlo, el que discurría la forma de llevarlo a cabo y mis otros cuatro hermanos se encargaban de que no faltara carbón, hierba, piedras, el río... Ahí fue donde nació ese amor mío por el belenismo.

–¿Cómo se pasa de esa atracción por el belén familiar a empezar a coleccionar belenes?

–Muy sencillo. Dada mi afición y que se sabía que la tenía, ciertas familias me facilitaron alguno en los primeros años y eso me animó a hacerme con mi propia colección. Poco a poco, cada año fui adquiriendo belenes. Y no solo para mí, sino que creo que siempre en mi cabeza estuvo esto de pensar en los demás, de tener belenes para que un día no anduvieran de un lado a otro, sino que estuvieran concentrados en un sitio.

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–¿Con que intención?

–Que sirvan de catequesis. No solo como algo cultural, sino catequesis de cara a los niños y las personas mayores.

Miguel Gallego posa ante parte de la exposición de belenes que ha instalado en dos salones de su casa en Rueda. R. JIMÉNEZ

–Esta exposición permanente que abrirá el día 11 tuvo preludio en otras más pequeñas en la iglesia de su pueblo...

–Sí, en la parroquia de Rueda un sacerdote que hubo hace años preparaba un concurso de belenes y varias familias montaban los suyos. Podíamos decir que había como un poquito de pugna, sana, sobre todo entre tres familias. También así se fue conformando mi afición, en la que además de ser belenista he sido coleccionista de belenes. Cuando veía en cualquier comercio algo que me llamaba la atención allí que iba a por ello. ¡Aunque lo tuviera que pagar a plazos!

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–¿¡A plazos!? Qué dice...

–Sí, sí, algunos belenes que he coleccionado los he tenido que pagar a plazos.

–¿Cuánto pesó en su afición, hoy vocación, por el belenismo el hecho de ser sacerdote?

–El espíritu sacerdotal está vinculado al nacimiento de Jesús y eso me llevó a mí, precisamente, a hacer presente la figura del Belén, del Misterio, en la gente. No era solo por el afán de coleccionar, sino de darlo a conocer y no quedarme yo con ello. Creo que se puede hacer una buena labor. De hecho, fue eso lo que me llevó a mí a coleccionar y a presentarlo al pueblo. En Cabezón, en Traspinedo, en el Palacio Real... en muchos sitios los he expuesto. Y sigo dispuesto a mostrarlos en más sitios, siempre y cuando haya pueblos que lo soliciten.

«Tenemos la suerte de estar en una sociedad, más o menos creyente, que conserva muchas cosas que debemos seguir potenciando»

–¿Lo del coleccionismo es adictivo? Es decir, uno cuantas más piezas tiene...

–...¡más quiere! Sí, es así, efectivamente. Es más, cuando años atrás gozaba de más salud, iba a Alcobendas y allí había una exposición de belenes de España, Portugal e Italia. ¡Se me iban los ojos detrás de mucho de lo que veía! Y muchas veces me decía a mí mismo que hasta dónde iba a llegar... Eso para el año que viene, me decía, y así iba consiguiendo la adquisición de más piezas.

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–¿La colección trasciende al coleccionista?

–Pretendo que mi pueblo participe, con los visitantes que pueda atraer, de mi colección de belenes. Algo les puedo transmitir. La ilusión de mi vida es no dejar los belenes guardados en una caja, sino exponerlos y que a la gente le pueda hacer bien. Que ellos puedan reflexionar en torno al Misterio de la Navidad, que es el más grande que hay. No pretendo gozar yo de ello; claro que gozo con ello, pero busco que sean los demás los que lo hagan, que participen de las visitas,... Lo que haga falta.

–¿Cómo está preparando ese legado? Porque cede continente y contenido...

–Mi intención es que esto siga. Queremos que una asociación se haga cargo de ello, con el consentimiento de la familia. Esto es propiedad mía, claro, pero estoy tratando de que un pequeño grupo de gente de Rueda se haga cargo de ello. Hemos dado pasos ya para la constitución de la asociación y queremos que todo quede bien atado y bien organizado.

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–¿Alguna vez le han querido comprar la colección?

–Sí, sí. Ha habido gente que me ha preguntado si la vendía. Y siempre les he dicho lo mismo: pedidme cualquier cosa, menos la colección. Nunca la vendería.

Miguel Gallego, durante la entrevista. RODRIGO JIMÉNEZ

–Pregunta obligada: ¿Se ha puesto a calcular el coste conjunto de las piezas?

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–Si tuviera que hablar de valoración... ¡Imposible, imposible! De coste, y en pesetas, varios millones.

–¿Tiene belenes de todo el mundo?

–Tengo un Belén estupendo de los Hermanos Castell, de Barcelona. De Tierra Santa tengo uno monumental y varios misterios pequeños. De Portugal, de Italia, de Horche (Guadalajara), de Bolivia, de Ecuador, de Venezuela, de Colombia, de Paraguay, de Tanzania, de Mozambique, de Zambia, de Guinea Ecuatorial, de Camerún, de Congo... El de Venezuela fue un regalo que me hizo el actual arzobispo de Valladolid cuando estuvo en aquel país hace unos años; un detallazo por su parte. Y tengo de todos los puntos de España, prácticamente. Algunos de ellos con los trajes típicos regionales.

–¿El más antiguo de sus belenes?

–De Tierra Santa. He estado allí tres veces y siempre he vuelto cargado de piezas de belenes.

–¿El más original?

–Uno que tengo de China.

–¿El que más cuidados precisa?

–El de China, también, precisamente.

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–Pregunta al coleccionista y al sacerdote: ¿Qué es un Belén?

–Rememorar el nacimiento de Cristo, una representación que me haga pensar en el acontecimiento tan grandioso que es la Natividad del Señor, que eso pueda ser reflejo en mi vida y que yo sepa también transmitirlo a los demás, no solo con los misterios, sino con mi vida.

–En una sociedad tan internetizada, en la que valores tradicionales, como los de la familia, están tan en cuestión, alguien puede pensar que esa definición es cosa del pasado, cosa de curas...

–Claro, por supuesto. Y se ve el Belén, por parte de quien piensa de esa manera, como un adorno en casa. Lo ven así, igual que ven el árbol de Navidad, algo que respeto, pero que no comparto.

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«¡Claro que me han intentado comprar la colección! Pero siempre les decía lo mismo: pedidme lo que sea, menos eso»

MIGUEL GALLEGO

Coleccionista de belenes

–Un coleccionista de belenes, ¿cómo ve la consolidación de costumbres como la de Papá Noel, el Árbol de Navidad...?

–Hombre, yo no lo veo muy positivo, pero sé que eso es superior a lo que uno pueda pensar y decir. Trato de estar un poco al margen de eso. Bueno, es un adorno y puede estar bien porque da cierta alegría también, pero para mí, ante todo está el Misterio.

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–¿A qué atribuye esa colonización de costumbres extranjeras?

–Yo creo que se debe a que aquí no hacemos valer lo nuestro y que nos dejamos manejar por la cuestión del consumismo.

–Mira su colección, ¿y qué ve?

–Que ese sueño que he tenido toda la vida, ese entusiasmo, esa dedicación, poderlo ver hecho realidad con mis propios ojos y que pueda transmitir a los demás sentimientos, enseñanzas...

–¿Qué hacemos mal en esta sociedad para que algo tan nuestro como los Reyes Magos sucumban a una modernidad extranjera como Papá Noel?

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–Huy, muchas cosas quizá. No estamos dando importancia en nuestro mundo cristiano a lo que debe ser fundamental en nuestra vida. Yo no digo que otras cosas estén mal, no quiero despreciar nada, pero sí hemos de tener un referente grande en lo que realmente nos debe importar y donde se fundamenta la fiesta de la Natividad del Señor: lo fundamental es rememorar el misterio de Jesús hecho niño que nos va a salvar y que nos viene a dar todo lo que puede dar una buena persona de cara a los demás.

Miguel Gllego, durante la entrevista. R. JIMÉNEZ

–¿Cómo vive ese cambio de costumbres sociales navideñas? Si hasta se han perdido las pastoradas de Nochebuena en la Misa del Gallo.

–Creo que ahí tenemos un poco de culpa todos por haberlo dejado perder, que eso nos somete a un pequeño sacrificio... La tradición de las pastoradas en torno a la Navidad no debería dejarse, ni mucho menos. Todos tenemos responsabilidad para conservarlo y todos tenemos culpa porque se pierda. Si en la familia propia te han inculcado desde pequeños y te han explicado todo lo que conlleva el nacimiento de Cristo, eso lo irá asimilando la persona de mayor. Hemos tenido la suerte de estar en una sociedad más o menos creyente, más o menos practicante, y que conserva muchas cosas que debemos seguir potenciando. Sin desmerecer lo demás.

–¿Tiene alguna espina clavada por algún belén que le haya entusiasmado pero que le haya sido imposible hacerse con él?

–Muchos. No le podría decir uno en particular, porque son muchos... Los miraba y pensaba que ojalá tuviera más medios para adquirirlos. Y se han quedado en la tienda, claro. Son muchos años de sacrificios, pero el resultado ha sido esta colección.

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–¿Seguirá mientras tenga fuerzas y ganas?

–Seguiré intentando aumentar la colección. Procuraré que no sean repetitivos. Porque además de estos que se expondrán en Rueda hay otros míos por ahí distribuidos, que yo he regalado: a familiares, al Seminario de Valladolid, a las monjas de Santa Clara... De lo que se trata es de que esto pueda llegar a cuanta más gente, mejor. Y algo aportará, también, creo yo.

–A sus 79 años, ¿se ha parado algún momento, entre belén y belén, a pensar qué quiere ser de mayor?

–Sacerdote.

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