
El 2 de mayo Fernando Domínguez (34 años) se sentó ante su móvil en Morales de Toro (Zamora) y resumió en nueve minutos ... el mes y medio de encierro. Reflexiona sobre «el miedo que te paraliza por un 'shock' que llega de lejos y no te esperas». Expresa días de temor, de «llorar y entrar en pánico». Seguidos de otros «bonitos cuando podía contactar con alguien». Porque incluso las rutinas de este habitante de lo rural, poco necesitado de relaciones sociales, se cortaron de cuajo. De repente se vio midiendo la distancia hasta el local donde están sus perros («380 metros desde mi casa») para cumplir con el confinamiento.
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Del correr de los días saca bondades como «la solidaridad, ojalá quede para la historia que lo que ha nacido de algo malo se haya convertido en algo bueno». Pero tampoco olvida a «individuos que en el pueblo van de ejemplo y, cuando han visto a alguien con síntomas, se han dedicado a difamarle en las redes sociales». Concluye que «el miedo y la ignorancia han hecho más visibles a los buenos, pero también a los malos».
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