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Ana María Prieto e Isabel Núñez, con el pequeño Alberto. Rodrigo Jiménez
Castilla y León

Medio centenar de mujeres vulnerables se convierten en asistentes de discapacitados

Predif forma en la región a personas sin estudios, emigrantes o víctimas de violencia machista para que entren en el mercado de trabajo

Ana Santiago

Valladolid

Lunes, 23 de mayo 2022, 00:19

Tener más de 45 o 50 años, ser mujer, con carencias en formación académica, haber dedicado la vida a la familia y al hogar y sin experiencia laboral por ello, ser inmigrante, víctima de violencia machista... hacen prácticamente imposible encontrar un empleo.

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Y si alguien ... necesita trabajar, ser autónomo y estabilizar su vida son las personas vulnerables. La Plataforma Representativa Estatal de Personas con Discapacidad Física y Orgánica, Predif, desarrolla desde 2019 un proyecto que se financia con el 0,7 % del IRPF estatal, y en el que participan dentro de la confederación de esta plataforma, la estatal, el resto de estas organizaciones autonómicas, salvo Andalucía, tales como son las de Galicia, Asturias, Baleares, Comunidad Valenciana y Región de Murcia.

En el caso de Castilla y León, «es la cuarta edición en la que participamos. Dentro de este proyecto se da formación a mujeres en riesgo de exclusión social y se presta asistencia personal a mujeres con discapacidad; lo que no quita para que personas formadas en el mismo trabajen después con otros usuarios no necesariamente femeninos», precisan fuentes de la plataforma.

En Castilla y León ya se han formado como asistentes personales 50 mujeres. Comenzó el programa en 2019 con 15; en 2020 fueron 20; en el 2021 otras cinco y actualmente se están preparando diez. Los dos primeros años seis usuarios en cada uno accedieron a este recurso y en 2021 la demanda fue de otras tres mujeres con discapacidad. Dentro de la bolsa general de Asistencia Personal de Predif de las 652 profesionales que hay 539 son mujeres.

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Perfil de las usuarias

Según explica Francisco Sardón, presidente de Predif, «el perfil más habitual hasta ahora de personas con riesgo de exclusión social es el de paradas de larga duración y emigrantes». Asimismo, añade, «que son mayores de 45 años, aunque no ponemos ningún límite de edad, y tienen dificultades para acceder al mercado laboral por falta de formación o por haberse dedicado a la casa o familia y actualmente el mundo laboral es tan móvil, exigente y competente que no es nada fácil entrar en él. También tenemos varias que han sido víctimas de malos tratos», añade.

Por otro lado, apunta, «aunque el programa está tanto dirigido a ciudades como a pueblos, en las zonas rurales es aún más difícil encontrar trabajo y la persona con discapacidad no quiere deslocalizarse. Tenemos una casuística con dos vías a las que este proyecto da respuesta. La de personas de difícil empleabilidad y la de las que tienen discapacidad, pero no quieren vivir en una residencia o depender de un centro de día. Además encaja muy bien con nuestro proyecto de desinstitucionalizar a las personas con discapacidad. No tenemos nada en contra de las residencia;pero sí defendemos que las personas puedan elegir dónde y cómo quieren vivir. Y si lo que desean es continuar en su entorno, en su vivienda y pueden hacerlo con este apoyo, hay que respetar eso. En ocasiones, se les ingresa en un centro residencial que ni siquiera está en su pueblo porque no hay plazas. Y no conocen a nadie con quien relacionarse. El asistente personal les permite continuar con su vida, desarrollar sus necesidades personales de estudios, laborales, de ocio, de participación en asociaciones culturales o de cualquier tipo», explica.

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Sardón destaca que «la idea es desarrollar en la comunidad este proyecto con total continuidad. La experiencia es, hasta ahora, muy positiva tanto para usuarios como para asistentes y cumplimos así con un doble objetivo». Una vez que se han formado como asistentes las mujeres de este programa se incluyen en la base de datos general y el usuario cuando contrata y elige lo hace sin saber tal origen. «Así evitamos cualquier posible rechazo y también la estigmatización de las asistentes».

Seis años del servicio

Predif creó en 2016 este servicio y, desde entonces, son 563 los prestados y hay 242 usuarios de la asistencia personal. Hay 168 profesionales contratados –30 hombres y 138 mujeres– y 708 personas formadas para tal función. La bolsa de empleo actual es, por lo tanto, de 652 asistentes; de ellos, 113 varones y 539 féminas.

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«Nos permite resolver una doble vía, la de ayudar a encontrar empleo y la de encontrar asistente en zonas rurales sobre todo»

Francisco Sardón

Presidente de PREDIF

Los cursos forman parte del plan 'La asistencia personal y la inclusión laboral como herramientas de empoderamiento y visibilización de la mujer', subvencionado por el Gobierno de la nación. La formación impartida por profesionales de la asistencia personal en la materia en modalidad 'on line' tiene una duración de 50 horas en las que las participantes adquieren conocimientos en asistencia personal y vida independiente que les permitan obtener la cualificación profesional necesaria para formar parte de la bolsa de empleo de los diferentes SIAP (Servicio Integral de Asistencia Personal) de sus respectivos territorios. Posteriormente, podrán ser contratadas como asistentes para los usuarios que demanden el servicio.

La formación del proyecto mujer sale una vez al año;pero «damos cursos para ser asistente personal a menudo, a lo largo del año. Apuntamos interesados y cuando reunimos un grupo de 15 o 20 personas impartimos la formación. Por lo que los interesados no tienen necesariamente que esperar a la formación específica para el colectivo de exclusión social». Esta formación contempla «desde aspectos de cuidados más físicos como la movilidad o cómo realizar de forma correcta una transferencia de la cama a la silla de ruedas, o al contrario, por ejemplo, al concepto de la asistencia que no es lo mismo que un cuidador, sino un apoyo para llegar a donde la persona con discapacidad por sí sola no puede. Siempre es el beneficiario del recurso el que decide, el que toma les riendas de su vida», destaca Sardón.

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Predif sigue apostando por el desarrollo de acciones en las que se contempla la perspectiva de género ya que la experiencia ha evidenciado que la ayuda mutua entre mujeres en situación de exclusión social y con discapacidad, que además está regulada por un contrato laboral, ha ofrecido a ambas nuevas herramientas de empoderamiento.

La Asistencia Personal es un recurso relativamente nuevo, al menos comienza a conocerse en los últimos años, y poco explotado por desconocido pese a que es idóneo para fomentar la autonomía personal y una buena calidad de vida. Al mismo puede accederse de forma privada pero también la Ley de Dependencia lo contempla como prestación. En este sentido hay dos vías, la de optar directamente por este apoyo concreto o la de elegir la ayuda vinculada a un servicio para contratar asistencia.

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Castilla y León atiende ya a 109.496 personas dependientes que acumulan un total de 150.114 prestaciones. Hay 1.789 beneficiarios, el 1,19%, que optan por este servicio y 49.208, 32,78%, por la ayuda vinculada, en general suele ser para pagar una residencia o centro de día; pero también puede haber casos para este recurso.

«No quiero dar lástima, voy a salir adelante; aunque aún me tiemblan las piernas cuando lo veo»

María sufrió malos tratos psicológicos durante años, muchos más de los que quisiera recordar. «Me casé muy enamorada, tengo que reconocerlo;pero muy joven y me quedé enseguida embarazada. Algo que a él no le gustó». Hace ahora 17 años justos que «decidí separarme. No le di nuevas oportunidades. Cuando tomé la decisión, y con la ayuda de mi familia –mis hermanos siempre han sido fundamentales–, llamé al 010 y todo se puso en marcha. Él me rogó que empezáramos de nuevo sin saber que yo ya estaba en pleno papeleo».

María, ahora con 58 años, sigue luchando. «No quiero dar lástima ni que se apiaden de mí. Quiero salir adelante y lo estoy haciendo. Se puede. Siempre digo tienes dos lindas manos, úsalas para trabajar. Y piensa primero en ti, hazlo por ti», añade esta madre de dos hijos; aunque con uno de los cuales ya no tiene contacto. «A la chica, la he perdido. Su padre la ha vuelto en contra de mí, incluso mintió en el juicio. Al principio estaba conmigo incluso me animaba a separarnos;pero luego algo cambió y llevamos diez años sin hablarnos».

Y para resurgir, para «reconstruirme como persona», se precisa trabajo, la libertad viene también de la mano de la independencia económica y lo primero que hizo cuando ganó el juicio y se divorció fue vender el piso. «Necesitaba dinero y además no quería que se me metieran dentro que habían dicho que era lo que iban a seguir haciendo, mi ex, mi hija y su pareja. Yo estuve pagando facturas, hipoteca... trabajé en todo, en lavandería, como dependienta, limpiando casas... él también trabajaba pero se gastaba buena parte en alcohol y juego. Me engañaba, cuando me entregaba la paga para que la organizara se había quedado con parte. Yo le daba el sábado 50 euros y el domingo ya no tenía nada y me pedía... y no podíamos porque había facturas que pagar».

Ahora «vivo en un piso de alquiler, lejos de él y de su familia que residen en un pueblo a donde me obligaron a ir y en donde todos me vigilaban. He hecho varios cursos, hice de auxiliar de enfermería, empecé uno para víctimas de violencia doméstica pero no pude acabarlo;aunque quiero volver y hacerlo porque creo que las podría ayudar mucho. Haber pasado por ello crea empatía y esperanza. Hace unos meses hice el de PREDIF y ahora trabajo como asistente personal con dos familias, con un anciano de más de 90 años que es un encanto y con una señora con demasiado temperamento. Ya había cuidado antes de enfermos de Alzheimer. Me gusta mucho mi trabajo, me encanta dedicarme a ayudar a otras personas. Es lo mío».

Insultos, presiones emocionales continuas llenaron su vida durante años hasta el punto que «hoy es el día que si lo veo por la calle , me tiemblan las piernas. «Me llamaba inútil, que no servía para nada, me vigilaba, me criticaba... y lo peor llegó, fue cuando en realidad se desató todo, cuando perdí a mi madre de un cáncer y al año y medio a mi hermana de otro. Me hundí y ni me daba cuenta de que no podía con la vida. Pensé en suicidarme y no lo hice por mis hijos y mi padre. Han pasado muchos años y todavía duele. Él me criticaba mientras estaban en el hospital que fuera a verlas, que las atendiera, me acosaba, me insultaba y me machacó durante años.También cuando mi padre tuvo que ingresar. No me dejaba encargarme de la familia; incluso no le gustaban algunos trabajos míos porque aunque le dejaba la comida preparada no se la ponía sobre la mesa porque no estaba a la hora de comer o cenar».

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