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He aquí la fuerza de la naturaleza metida en el cuerpo de una mujer. Mari Paz González, coordinadora en Castilla y León de la Asociación Española de Lesionados Medulares. Rostro incuestionable en los cursos de recuperación de los puntos del carnet. Empresaria de Turismo Rural ... y propietaria de una cuadra caballar en Coca. Madre de un hijo ya adolescente. Y, sobre todo, por encima de todo, ejemplo permanente de superación. Hace 25 años y medio, por un accidente de tráfico, quedó parapléjica. Hace un lustro falleció por leucemia su hermano, que viajaba con ella en el coche cuando sucedió aquel trágico siniestro. Hace poco más de un año murió su padre a causa de un cáncer de colon. Desde pequeña ha visto a su madre luchar contra un cáncer de mama. Y pese a todo lo sufrido, cada día se levanta dispuesta a ayudar a que quienes se ponen al volante de un vehículo lo hagan con responsabilidad. (Hoy a las 19:00 estará en Cigales pronunciando una conferencia bajo el sugerente título «¿De verdad necesitas otra copa? Reflexiona sobre tu consumo de alcohol»).
–Dos largas décadas y media en silla de ruedas...
–Más años en silla de ruedas que andando.
–¿Cómo cambia ver la vida con total autonomía a afrontarla desde una silla de ruedas?
–Lo primero que piensas es que eso no te ha pasado a ti. A mi madre le dio tiempo a llegar al lugar del accidente y con lo poco que me dejó el pulmón respirar, porque tenía rotura torácica, le dije que me quedaría en silla de ruedas; mi madre solo decía «no, no, no». Me acuerdo perfectamente de todo.
–Pese a haber pasado 25 años.
–Lo mejor que te puede pasar en un siniestro vial es que pierdas el conocimiento.
–Suena duro.
–Yo no lo perdí y recuerdo perfectamente el accidente: desde que patinó el coche, el golpe tan tremendo que me di contra el asiento de delante, quedar aprisionada, con medio cuerpo fuera, como la gasolina me abrasaba el cuerpo, como me sacaron y oír que decían de mi hermano, Ismael: «Está muerto, está muerto». Me llevaron rápido en un coche; de haber esperado a la ambulancia, no habría llegado viva. Y antes de salir para el hospital logré ver que mi hermano estaba vivo.
–¿A qué se debió el accidente?
–Fue un siniestro por culpa de una carretera en mal estado. En el Camino Viejo de Simancas, en Valladolid. En una curva, con gravilla, el coche patinó, mi hermano no pudo hacerse con el coche, que 'bailó' de atrás, chocamos contra un murete y volcamos.
MARI PAZ GONZÁLEZ
–¿Vuelve mucho a aquel 12 de mayo de 1995?
–A mi familia aquel siniestro le ha destrozado. Conozco gente que ha pasado por siniestros viales y celebran ese día como si fuera un cumpleaños. Yo no puedo. Cuando lo hablo con alguien le digo que si no se da cuenta del cargo de conciencia que tuvo mi hermano toda su vida.
–¿Lo repetía con frecuencia?
–Él se decía y decía que por qué habría ido por allí, que por qué pisó el freno, que por qué pisó el embrague, que por qué no le habría pasado a él en lugar de a mí. La carga emocional y la losa que pegas a tu familia es tal que es imposible que celebres ese día.
–Recuerdos durísimos.
–Aquellos gritos... Los tienes aquí (se señala la cabeza), muchas noches no te permiten dormir.
–La vida le dio hace cinco años otro mazazo, con la muerte de su hermano por leucemia. Hace año y medio, falleció su padre. ¿Cómo hace para estar activa y con ganas de hacer cosas?
–Ni yo lo sé. En mi familia llevamos pasando mucho desde que yo era pequeña. Mi madre, luchando contra un cáncer de mama desde que tenía yo once años... No sé si es el carácter o que también tengo un hijo y tengo que salir adelante por él. Lo de mi hermano fue tremendo... El 24 de enero hará seis años que murió. Dos años antes nos dieron la noticia de que tenía leucemia. 39 años tenía, con salud, se cuidaba. Solo vivía para y por sus hijas... No entiendes que le pudiera pasar tanto. Y mi padre llevaba muchos años luchando contra un cáncer de colon...
MARI PAZ GONZÁLEZ
–Pero usted cada día se repone...
–Es que no te queda otra. He de hacerlo porque tengo a gente detrás: si yo caigo, caen ellos. No me puedo permitir ese lujo. Ellos han hecho todo para que yo no cayera cuando tuve el accidente y gracias a ellos estoy aquí. Tengo que tirar para adelante, aunque es verdad que llevo una mochila considerable y que determinados días no apetece ni respirar... Pero hay que salir adelante. Tengo a mi madre detrás y le tengo que dar el relevo.
–¿Qué le llevó a implicarse en labores de concienciar a la gente para que se practique una conducción responsable?
–Fue una de esas casualidades de la vida. A Mar Cogollo, la presidenta de Aesleme de España, referencia de la educación vial en España, la conocía de la época mía de los caballos. Cuando hace 14 años empezó lo de los puntos del carné en las autoescuelas, me llamaron de Aesleme para ver si impartiría esos cursos. Mar nos juntó a todos los que íbamos a ir a las autoescuelas y nos dijo que tendríamos que reproducir el accidente propio en las charlas cada semana y hacer que llegase a los que recuperasen puntos del carnet, que nos tendríamos que desgarrar cada día, que a ver si íbamos a aguantarlo...
–Y eso de contar un día sí y otro también la tragedia propia a quienes han infringido las normas de circulación, ¿funciona?
–Funciona. Decirle a un chaval que esto no tiene vuelta atrás, que se acabó su libertad si infringen la norma...
–Quizá sea momento de decirle a los lectores que yo tuve que recuperar puntos del carnet y que usted dio una charla la segunda de las cinco jornadas obligatorias del curso. ¿Sabe una cosa?
–Dígame, porque no recordaba que usted estuviera en esas charlas.
–Me pasé las dos horas de la charla pensando que era usted una actriz y que, al final de la clase, se levantaría de la silla de ruedas y se pondría a andar.
–Comprobó usted en directo que no: lo de la silla es de por vida.
–Fue un golpe brutal con la realidad, con lo que uno nunca piensa que le puede pasar al volante.
–Siempre digo a los de los cursos de recuperar puntos que les están dando otra oportunidad. Esa oportunidad tan inmensa es lo que quiero meterle a la gente en la cabeza. Si mi testimonio vale para que de los veinte por sesión les llegue a dos... Pero es que luego la gente es muy reincidente.
MARI PAZ GONZÁLEZ
–¿Se ha vuelto a encontrar con 'alumnos' que vuelven a repetir curso por que siguen perdiendo puntos del carnet?
–¡Claro! Algunos son demasiado repetidores, demasiado. Una persona que me venga haciendo el curso porque por sentencia judicial le han quitado el carnet por consumir alcohol u otras sustancias, no entiendo que esas personas hagan el curso 5 o 6 veces.
–¡Hasta seis veces!
–Y se permiten insultarme. Me han llamado hasta vendida del Gobierno. Y a alguno le he parado los pies por su actitud en las clases de recuperar puntos. ¡Hay repetidores del carnet que ya no sabes qué hacer con ellos!
–Pero, oiga, si alguien va por sexta vez a recuperar puntos del carnet porque los ha perdido otras tantas veces, es que quien falla no es él sino el sistema, ¿no?
–Esa es una de las cosas que hemos recalcado a la Dirección General de Tráfico, que nos viene mucha gente, mucha, a hacer los cursos totales, los que han perdido el carnet por sentencia judicial, y solo tienen que ir al curso, aguantar las charlas y cuando acaban ya tiene el carnet. Algo hay que hacer con esas personas.
–¿Se refiere a...?
–Yo aplicaría mucha más mano dura. No entiendo cómo personas que han dado 1,20 de alcohol (0,5 es el máximo permitido en sangre) no se tienen que examinar y al abuelillo que no se pone el cinturón y le quitan los puntos poco a poco, tiene que examinarse de nuevo. Pues que se examinen todos.
–El ser humano, a más edad, menos reflejos. Pero con 80 y 85 años se está renovando el carné de conducir.
–¡Y con 90! No se entiende. Estamos yendo a los centros de mayores a dar charlas de educación vial. Los accidentes provocados por personas de cierta edad han aumentado. Tendríamos que tener la ayuda de sus familias.
–¿Y eso?
–Un médico de cabecera no puede quitarle el carnet a nadie. Tu vas a un centro psicotécnico y con la protección de datos no pueden entrar en el historial de nadie. Va alguien con ochenta y tantos años y le preguntan que si toma alguna pastilla y este puede decir que ni una aspirina. ¡Y el del centro se lo tiene que creer. Ahí está el problema.
–¿Por qué le dio a usted por la doma vaquera y clásica? Ya estaba en silla de ruedas...
–Monto a caballo desde que tuve dientes. Vengo de familia muy aficionada a los caballos. Mi hermano y yo domábamos caballos desde los 8 años. Tuve el siniestro y me quedé sin mover ni los brazos, pero mi obsesión era volver a montar a caballo. Lo dije en Toledo (Hospital Nacional de Parapléjicos) y allí me decían que si estaba loca, que la yegua me iba a matar. A fin de cuentas, como yo no quería vivir, si la yegua me mataba... Mi hermano era ingeniero agrícola y le dieron trabajo en Gales.
–Gales, tierra de caballos...
–En equitación adaptada arrasan. Como yo insistía en volver a montar, mi hermano hizo allí cursos de equitación adaptada y un día llamó para que buscásemos caballo y se trajo una silla de Gales. Buscamos una yegua tranquila, para que sus movimientos no me afectasen... ¡y no olvido el día en que me subí de nuevo!
–¿Fue duro, fue especial?
–Como no tenía equilibrio, no me sujetaba de ninguna forma. Me puse nerviosísima. Pero en quince días encima de la yegua recuperé lo que no había conseguido en año y medio en un gimnasio solo en equilibrio.
–Tuvo que ser fascinante.
–¡Y muy doloroso! Llevaba año y medio sin que se moviera ni un músculo de la espalda. Me subí a la yegua y ella me obligó a mover todos esos músculos. Para eso has de tener alguien al lado que haga de poli malo; ese papel lo hizo mi hermano. Me decía que lo podía hacer; que como lo podía hacer; y que como lo podía hacer, lo tenía que hacer. Me insistía en que teníamos que salir de ese hoyo por nuestros padres. Yo sentí la libertad encima del caballo, la única libertad que a mi me da es subirme a mis yeguas: sus patas son mis piernas.
–¿Y de ahí a competir y a ser subcampeona de Europa?
–Si quieres llegar a algo en doma vaquera te quedas en España pero yo quería ir a las Paralimpiadas y me tuve que meter en doma clásica. Horas y horas encima de la yegua. Di el salto a la clásica y acabé quedando la primera de España y la segunda de Europa. Y todavía nadie ha llegado a la puntuación que conseguí entonces, en Granada. Luego vino cuando me partí la cadera al caer de la silla de ruedas y tuve que dejarlo.
MARI PAZ GONZÁLEZ
–Después de eso vino la maternidad, y a eso le añadió ser empresaria de turismo rural. ¡Y abrió la casa rural sin ayudas públicas. ¡Eso sí es de titanes!
–Eso es tremendo, porque fue el año que decidieron no dar subvenciones para las casas rurales.
–Con su limitación por la silla de ruedas, ¿por qué quiso ser madre?
–No quería quedarme sola aquí. Puedo parecer egoísta, pero no quería verme sola.
–Y bendita la hora, imagino.
–Claro que sí, claro que sí. Y tiro para adelante.
–¿Cómo cree que le ve su hijo?
–Espero que me vea como una madre igual que las demás. Le tuve que hacer responsable antes de tiempo. De muy pequeñito, mi hijo veía la diferencia, pero desde pequeño me ha ayudado en todo, con la silla, pasándome de la silla al sofá, con responsabilidades que a su edad los demás niños no tienen.
–Llama la atención que conduzca, que con el siniestro de tráfico no cogiera miedo al volante.
–Tenía fobia a conducir, fobia de verdad.Pero mi padre me obligó a sacarme el carnet. Y ahora me gusta conducir. Y no sé ir de pasajera porque el siniestro lo tuve siendo pasajera.
–¿Y le han quitado puntos del carnet alguna vez?
–¡Nunca! Aunque es cierto que una vez me pusieron una multa en Mojados por ir a 100 en una limitación de 80.
–Pues cuando ahora limiten la velocidad en algunos tramos a 30 kilómetros por hora van a caer conductores...
–...¡Como moscas, como moscas! Y no se darán cuenta de que esa limitación de velocidad es por nuestra seguridad. Hasta que en este país exista una educación vial desde pequeñitos y vayamos concienciados de atravesar por el paso de cebra, de cruzar en verde, tendremos que aprender a base de multas y de restringir las velocidades.
–¿Ha maldecido mucho a la vida por no haber podido cumplir el sueño de ser modelo?
–Cumplirlo, lo cumplí. Eso sí, en silla de ruedas. Desfilé un par de veces.
–¿Y?
–¡Me encantó! Me gustó muchísimo ese mundo. La moda me encanta. Pero luego te das cuenta de que qué pena, porque parece que en este país una silla de ruedas no queda bien en una pasarela. Lo que he maldecido es a la silla de ruedas en general.
–Pero en la práctica esa silla es una extremidad de su cuerpo...
–Ya, claro, no tengo otra, pero la maldices. Cuando mi hermano cayó con la leucemia no pude entrar a verlo en el hospital a ayudarle... Eso lo llevaré de por vida porque mi hermano hizo todo por sacarme a mí del hoyo. Y yo no pude ayudarle a él cuando lo necesitó.
–¿Qué quiere ser usted de mayor?
–Quiero escribir un libro. Y ser feliz, aunque sea cinco minutos cada día.
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