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He aquí la voz inconfundible y la memoria permanente de la Semana Santa de Zamora. Luis Felipe Delgado de Castro (Zamora, 1947). Periodista hoy jubilado, también fue funcionario durante 28 años, 24 de ellos en puestos de confianza en los gabinetes de las diputaciones de ... Zamora y Salamanca, del Gobierno Civil de Zamora y del Ayuntamiento de Salamanca. De 1967 a 1984 fue jefe de Informativos y redactor jefe de Deportes de Radio Popular de Zamora. Nieto de presidente de la Cofradía de la Vera Cruz de Zamora e hijo de presidente de Jesús Nazareno, es cofrade de nueve hermandades y quien, posiblemente, más ha difundido fuera de Zamora su Semana Santa. La ha pregonado dos veces, es barandales de Honor y ha escrito y coordinado libros como 'La Soledad, cien años', 'María en la Pasión', 'Redención' y 'Pasión de Zamora'. Este año ha pregonado la Semana Santa de Toro, donde de niño estudió en el seminario, y hará la ofrenda del silencio el Miércoles Santo en el atrio de la Catedral de Zamora ante el Cristo de las Injurias, acto semanasantero de fama mundial. Y lo hará justo el año en el que una hija, un nieto y una nieta se incorporan a la Cofradía del Silencio, que organiza esta ofrenda y la posterior procesión.
–¿Cómo se ofrece el silencio hablando? ¡Qué paradoja!
–Y más que lo ofrezca yo, que no me callo ni debajo del agua. Es que hay que hacerlo hablando, no se puede hacer por mímica. Aunque, a veces, la verdad, ante el Cristo de las Injurias de Zamora no hacen falta palabras. Lo miras y fluye un diálogo en el silencio entre la imagen y tú. Pero hay que expresarlo en palabras y lo haré.
–Pero, ¿de qué manera?
–Expresando ese sentimiento de la mirada que le dirija al Cristo. Voy a hablarle en nombre no solo de los cientos de hermanos de la Cofradía sino también de los zamoranos que creen en él.
–La ofrenda cumple 79 años. Antes la hacía el alcalde o la alcaldesa. Pero en 2015 llegó el actual, de Izquierda Unida, y dejó de hacerlo. ¿Salió ganando la sociedad civil? Hay más variedad, ¿no?
–Los alcaldes lo hacían con la mejor voluntad y seguro que les ayudaban en esa tarea de escribir, porque no todos tienen una pluma ágil y fluida. Pero tenía la solemnidad de que lo hacía el alcalde o la alcaldesa. Y ahora es la ofrenda del amor.
–¿De la autoridad al amor?
–Sí, la ofenda del cofrade, del hermano...
–Ver para creer. ¡Algo en lo que los políticos no quieren ser protagonistas!
–No, no, en Zamora las autoridades, en general, desde siempre han venido a ayudar. Todos. Creo que también lo hacen porque saben el caudal de zamoranos que siguen la Semana Santa y no se quieren oponer a ellos.
–El periodista Eugenio Jesús de Ávila ha dicho de usted: «Es y será la mayor voz de la Pasión de Zamora».
–Pero por la cantidad, no por la calidad, de las veces que lo he hecho. Es que me quiere mucho Eugenio... Es verdad que he ido por media España pregonando la Semana Santa de Zamora, mi voz está en infinidad de vídeos, he transmitido procesiones para televisión...
Luis Felipe Delgado de Castro
Periodista
–El director regional de Cope, Luis Jaramillo, se ha referido a usted así: «Pocas personas saben tanto de la Semana Santa de Zamora como Luis Felipe».
–Desde pequeño estoy en un ambiente familiar semanasantero. Mi abuelo, mi padre... Mi madre era camarera de la Virgen más bonita de Zamora, la Soledad. Si luego llegas al mundo de la radio y encuentras la posibilidad de hacer programas dedicados a la Semana Santa, empiezas a estudiar... Me iba muchas tardes a la Casa de Cultura, a ver periódicos y revistas antiguas para enterarme de todo y por eso sí sé de la Semana Santa de Zamora. Lo he vivido en la radio, en las instituciones en las que he trabajado...
–¿Alguna vez soñó con ser la voz de Zamora en la tarde noche del Miércoles Santo?
–Claro, sí; cuando la hizo mi amigo Luis Jaramillo. Y pensé, 'si un día me llaman, la hago'. Aunque también asumí que si no me llamaban, no pasaría nada. Un zamorano no se puede negar a ese acto, tan íntimo y a la vez tan espectacular. ¡Estar ante el Cristo de las Injurias y hablarle de tú a tú!
–¿Y decirle qué?
–Señor aquí nos tienes, échanos una mano, esta ciudad y esta provincia están como están, échanos una mano. En síntesis, esa va a ser la ofrenda.
–¿Pero está el Cristo de las Injurias para escuchar eso y hacerle caso?
–La fe nos dice que sí: que Cristo si puede, si hizo milagros, por qué no va a seguir haciéndolos. Pero, sobre todo, también, aunque no sea el milagro material, ¡nos da ánimo, ilusión, confianza!
–¿Para qué?
–Para seguir esperando que algún día esta ciudad y esta provincia vayan poco a poco para arriba. La ofrenda va a ser una lucha contra la desesperanza, la desilusión, la amargura, la tristeza, el abandono, la impotencia... Tiene que ser la ofrenda un grito de ánimo, de decir, 'Señor, estamos aquí y te queremos, pero ayúdanos'.
–¿Necesita Zamora un milagro?
–¡Muchos! No uno, sino muchos milagros. Nos hemos quedado muy atrás. Se nos ha ido marginando poco a poco, no voy a decir que voluntariamente. No es de ahora, viene de mucho tiempo atrás, lo que pasa es que se ha ido consolidando. A mí me recuerda lo que ha pasado a esas lenguas de lava de los volcanes, que van avanzando poco a poco y van comiendo terreno y casas.... Aquí, no físicamente, sucede en ese plano con Zamora: cada día, nuestros pueblos se van despoblando, nuestras tierras van quedando vacías, y las que podían valer se han ido llenando del agua de los embalses que producen energía para sitios de fuera y poca queda aquí.
–Ha llegado a definir Zamora como 'Tierra de cruces'. Cruz es un símbolo de tortura, de muerte, la parte negativa de algo, un peso, una carga... Como definición para Zamora es durísima.
–La dije en el último pregón, en sentido lírico. Estamos sembrados de cruces, signos de la fe en otros tiempos. Usted sale a cualquier camino en Zamora y hay un crucero. Iglesias y ermitas, ni le cuento. Hay muchas cruces, por desgracia, y esas otras cruces con las que no podemos y necesitamos cirineos. Y el poder a veces ha mirado para otro lado. ¡Es así de claro! Pero también otras muchas cruces que aunque no nos dan pena sí nos producen una cierta sensación de familiaridad y de compañía, que son las de los cementerios.
–Donde más hay.
–Pero los cementerios, con sus cruces, también son lugares para la meditación. En los cementerios muchas veces es cuando te surgen las mejores ideas de futuro.
–¡Qué dice!
–Claro, de esperanza. Desde allí mismo, al lado de la sepultura, te dices que esa gente dio su vida por Zamora y está aquí enterrada, ¡pues vamos a seguir su ejemplo! Y sales hasta con ánimo de decir 'esta gente trabajó por Zamora, sigamos ese camino que siguieron'.
Luis Felipe Delgado de Castro
Periodista
–¿Es esa una manera de vencer el pesimismo que tiene que provocar estar y ser de la ciudad más envejecida de España?
–Es que si encima nos cunde más el desánimo y nos quedamos de brazos cruzados... Nosotros no faltamos, no insultamos, no exigimos de malas maneras, pero sí tenemos que empezar en vez de a pedir limosna, a exigir. Nosotros no podemos pedir ya por favor: tenemos que pedir, que es distinto, debemos pedir. Es lo que tendría que hacer la sociedad de Zamora, que no lo hace tanto por esa mezcla que tenemos de resignación, de conformidad...
–Y contra la resignación, ¿ese grito que usted dice?
–Ese grito lo tendrían que encabezar quienes nos representan, eso está claro: los políticos. Ese grito lo tendrían que dar ellos los primeros, ponerse a la cabeza de la manifestación, que nosotros les seguiríamos. Pero claro, a veces los políticos, ya sabe usted...
–No, no sé.
–Pues miran para otro lado, o piensan que lo que pedimos es inalcanzable, o que también hay otras necesidades en otros muchos lugares, y queda esa idea de que no pueden ayudarnos ahora porque están ayudando a aquella otra provincia... En fin.
Luis Felipe Delgado de Castro
Periodista
–Uno piensa en un joven a estas alturas, para establecer en Zamora su proyecto de vida y...
–¡Es muy difícil! En estos momentos, muy difícil. Les tendrían que ayudar desde los poderes públicos para que se pudieran establecer en Zamora, para desarrollar sus ideas... Nosotros tenemos en Zamora unas posibilidades enormes en el terreno de la agroalimentación y debemos intentar terminar todos los ciclos de la misma. Si aquí nacen los lechones y los corderos, aquí debería continuar todo el proceso y que el valor añadido quede aquí. Eso y lo que para mí sigue siendo una injusticia grave, que a estas provincias que tienen muchas tierras inundadas se les siguiera dando el dinero a mayores que se daba hace muchos años por hectárea inundada para los embalses. Los beneficios de lo que produce ese agua embalsada se va fuera, a los accionistas o a inversiones fuera, pero aquí no queda nada, nada de nada.
–¿Qué o quién hace tan especial a la Semana Santa de Zamora?
–El pueblo, todos. La Semana Santa de Zamora es especial porque los zamoranos, que no nos unimos para muchas cosas, sí lo hacemos en cambio para la Semana Santa: ahí formamos un solo cuerpo. No hay quien nos frene en Semana Santa y todo lo conseguimos. El problema que tenemos es de mentalidad, de intentar que lo que hacemos de unión en Semana Santa se extienda a las otras 51 semanas del año, esa es la clave.
–En tiempos tan alejados de la religión como los que vivimos, que una manifestación como la Semana Santa defina a toda una ciudad, a toda una sociedad, ¿cómo hay que entenderlo?
–Al margen de la religiosidad, que impregna todas y cada una de nuestras procesiones, está ese otro sentimiento también en ese zamoranismo que aflora en estos días y que nos hace poner un caperuz porque queremos representar a quienes nos antecedieron y estar en su puesto. Es una herencia que no podemos dejar estropear. Y esto no es un coto cerrado de familias; esto está abierto a todo el mundo. En los pasos se puede ver cargando a un médico junto a un albañil, un electricista al lado de un ingeniero.
–¿Es la Semana Santa, entonces, lo más democrático porque iguala a todos los zamoranos?
–Claramente. Aquí somos todos hermanos de hachón, hermanos de túnica o hermanos de acera, no hay distinciones. En estos días, somos todos hermanos. Y el Domingo de Resurrección, por desgracia, se nos marchan muchos, pero muchos, más de los que se cree la gente, y que han venido precisamente por esa llamada no solo de su propia devoción sino de su propio pasado familiar. Los que quedamos aquí luchamos por seguir manteniendo viva la llama de la vida de Zamora, pero a veces es muy difícil.
–Del Miércoles Santo en el atrio de la catedral ante el Cristo de las Injurias, ¿al cielo?
–De la Plaza de la Catedral, al día siguiente a seguir trabajando por Zamora.
–De no haber sido de Zamora, ¿de dónde le habría gustado ser?
–Nunca me lo he planteado porque si uno es de Zamora, ama a Zamora.
–¿Entre Semana Santa y Semana Santa ya se ha parado a pensar qué quiere ser de mayor?
–Lo que quiero es vivir feliz, rodeado de mi familia, de la gente que me quiere y de mis amigos.
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