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Silvia G. Rojo
Sábado, 23 de septiembre 2023, 20:07
Encontrar a 'la Mora' en medio de los comunales de Martiago en estos momentos es cosa sencilla. «Cuando los animales no están bien se quedan ... en las zonas próximas al agua», explica el ganadero Deme González, que en estos momentos tiene dos animales afectados por la enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE) y ya ha visto morir a otros tres.
Así que 'la Mora' aparece junto a una charca, en medio de esta inmensidad salmantina. La cuesta moverse, y los signos más evidentes de la enfermedad se muestran en llagas tanto en el la boca como en la ubres. «El problema de la respiración no quiere decir que venga de tema pulmonar, es más cuestión de la inflamación y le cuesta respirar, la boca segrega mucha saliva porque tiene úlceras, está todo en carne viva», aclara Belén, de profesión veterinaria y hermana de Deme.
«Los animales afectados no quieren ni comer ni beber, pierden 80 kilos de un día para otro, rápido, también la fiebre les hace consumir energía y esto acarrea otros problemas porque la vaca se seca y no cría los terneros, otras abortan ya que del malestar que tienen no aguantan».
Los dos hermanos comparten la preocupación lógica derivada de la situación. Belén por los numerosos casos que se está encontrando «y también de una manera más intensa porque lo vivo en casa», comenta. A Deme no le queda más remedio que recurrir a su hermana en determinados momentos, «aunque si veo que algún animal está mal, directamente le pincho el antinflamatorio ayudado con la garrocha, lo tengo preparado en el coche».
«Parecía que no iba a llegar»
Belén recorre muchos municipios de la comarca de Ciudad Rodrigo tras la llamada de los ganaderos, es la versión clínica de la veterinaria, por la que cada vez optan menos profesionales.
«Al principio te llegaban los problemas que estaban enfrentando otros compañeros, parecía que aquí no iba a llegar, pero a finales de agosto ya me empezaron a llamar ganaderos: tengo una vaca que parece que no puede andar, que no quiere comer, esos son los síntomas y lo único que se puede hacer es tratar con antinflamatorio y antibiótico para enfermedades secundarias y esperar a que responda», aclara. «He tenido semanas en las que había días que tu comida era un bocadillo o nada porque no podías parar para comer, en muchos casos tenías que poner sueros y la gente te necesitaba». «La gente hablaba del bicho, ya lo tengo, me decían». Y todo, como remate a un año más que complicado tras tener que afrontar los problemas generados por la lengua azul o la subida de piensos y, especialmente de la paja. «La gente ahora está especialmente agobiada porque con la lengua azul era cuestión de trabajo, de meterlas en la manga para vacunar, pero a las vacas no las veías nada. Ahora, ves que la vaca se queda en nada, no es lo mismo sacrificar un animal porque no produce que ver que se están quedando, que se muere, y que si sale, tampoco sabes cuándo se recuperará, la gente lo que quiere es que sus animales estén bien», aprecia esta profesional.
Si se busca un rayo de luz, quizás pueda servir la impresión de Belén, «yo creo que ha aflojado un poquillo, tengo que hacer alguna receta, pero nada que ver» y a esta situación puede contribuir el cambio del tiempo. «Lees cosas y dicen que el mosquito está en las charcas, pero no es así, viene con las corrientes de aire y los calores».
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Trato personalizado
Esa misma impresión la tiene Deme, que no deja de escuchar a otros compañeros su deseo de deshacerse del ganado. «La gente se desanima porque una no come, la otra aborta, la otra se muere y así estamos».
En estos momentos, la deducción a la que se llega es que esas vacas enfermas tienen un trato personalizado, «la doy de comer harina porque le duele al masticar y la camperina la echan fuera, la lavo las heridas para que se la curen, así que el trato es personalizado y delicado».
Deme confirma que una de las vacas que estaba bien, «parece que otra vez ha vuelto a recaer, aunque no tiene mocos ni nada, pero verdaderamente no sabemos cuándo desarrollarán la inmunidad, hablan de un año o año y medio».
Este joven ganadero, brillante estudiante que una vez que terminó el bachillerato tenía claro que su futuro estaba con el ganado, destaca también por su carácter alegre, «prefiero no pensarlo mucho» aunque no deja de reconocer que el año está siendo «complicado».
Cuando las vacas están en el campo raro es el día que los ganaderos no pasan lista, «ahora hay que contar a todo el mundo, churros y vacas, ya sabes que si falta alguno es que le pasa algo», sonríe Deme, que más allá del aspecto económico, muestra su sensibilidad: «Te da mucha pena por los animales, verlos así, cuando se me murió una vaca que enganchaba a un carro pensé que ya estaba curado de espanto, pero ahora con esto veo que no, es duro ver cómo tres vacas se mueren en poco tiempo, te afecta».
Los hermanos confiesan que se entienden, se ayudan, a pesar de que «siempre los dejo los horarios en los que ya no puedo ir a otros sitios, las ocho o las nueve de la noche, pero siempre acudo», responde Belén.
En este caso, aunque desde situaciones diferentes, estos dos hermanos están viviendo un problema común, la enfermedad hemorrágica epizoótica, que en tan solo tres semanas, ha provocado que en las zonas donde se han declarado focos haya un 25% más de animales muertos.
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