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Cristino Corbella presume de que su pueblo «le corre por las venas». Lo suyo es pura pasión por Villalbarba. Desde que se fue a Durango (Vizcaya) a trabajar en una fundición con tan solo 14 años, regresa siempre que puede. «Por lo menos una ... vez al mes, voy a dar una vuelta a la casa que tenemos allí. Del pueblo me encanta todo. Allí se vive muy bien», dice convencido.
En el puente de los Santos, él y su mujer, Pilar Cifuentes, natural de la localidad vecina de Casasola de Arión, tienen por costumbre juntarse con cuatro parejas de amigos y pasar su tiempo libre en el merendero. «Siempre coincidimos ese fin de semana y lo pasamos bien. Este año no podrá ser», cuenta Cristino.
Cuando en marzo saltó el estado de alarma, le pilló en el pueblo, donde aprovechó para realizar labores de voluntariado y desinfección para ayudar a los vecinos. «Llevamos mal tener que quedarnos este año en Durango y no poder acudir a nuestros pueblos. Echaré de menos juntarme con los amigos de allí, pero somos conscientes de que lo que tenemos que hacer es quedarnos en casa. Es responsabilidad de todos que la pandemia se acabe cuanto antes. Si todos ponemos de nuestra parte estaremos más seguros», concluye.
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