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He aquí una joven 'echada p'alante'. Mercedes Vázquez (Cogeces del Monte, Valladolid, 37 años). Titulada en Psicología, con especialidad en Perfilamento Psicológico Criminal, estuvo varios años preparando oposiciones, pero como la Administración fue dando largas a la convocatoria de plazas, eso le llevó a ... perder la motivación. Sin embargo, como nunca le ha dado miedo dar el salto a lo que tuviera que hacer en cada momento, se inclinó en su vida por el plan B que había diseñado y decidió estudiar el Grado Superior en Gestión de Alojamientos Turísticos. Su primera experiencia laboral con el enoturismo en una bodega le impulsó a seguir formándose y estudió para sumiller y el Máster en Gestión y Dirección de Bodegas. Hoy trabaja en Lavinia, uno de los líderes de venta de vino, con casi cinco mil referencias de treinta países. Y sentencia: «Estoy segura de que si hubiera sabido desde mi juventud lo que es el mundo vitivinícola, me habría metido antes». Es Premio Pascual Herrera 2022 a la Mejor Sumiller por la Escuela Internacional de Cocina Fernando Pérez.
–¿A la hora de entrar en el mundo del vino no le frenó el hecho de que tradicionalmente fuese algo de hombres, en el que primaban propietarios y profesionales masculinos?
–No era consciente de ello. Tanto que ni fue una barrera ni fue un inconveniente. No me dio ningún miedo.
–¿Está cambiando eso?
–Ya ha cambiado, de hecho. Somos muchas más mujeres. Y muy formadas.
–Es imposible no preguntarse qué hace una sumiller?
–Nos lo preguntan muchas veces. Se piensa que un sumiller es alguien que está todo el día probando vinos y realmente, no. Una sumiller es una profesional especializada en el mundo del vino, con conocimientos de todas las regiones en cuanto a uvas, suelos, clima, elaboradores, marcas... Y, con toda esa formación, es como una enciclopedia mental para que con cuatro pistas que nos de un consumidor, un cliente, intentar que nuestra recomendación encaje con lo que esa persona busca. En una conversación de un minuto le hemos hecho ese análisis, un 'checking', y hemos de ser capaces de recomendarle.
–¿Le aporta un plus en ello el hecho de ser psicóloga?
–No lo sé, pero creo que analizo bien. Desconozco si es innato o es algo adquirido por la carrera...
–¿Por qué cree que hay tanto esnobismo en torno al vino?
–Esnobismo y..., cómo decirlo...
–¿Parafernalia?
–Sí, parafernalia. No sé cómo se originó todo eso pero sumiller es una titulación no reglada, como sí lo es una carrera universitaria o una escuela oficial. Entonces, resulta que cualquiera puede ser sumiller.
–Cualquiera, cualquiera...
–De repente una persona que tiene mucha afición se convierte en el mayor prescriptor, en alguien muy influyente, y resulta que a lo mejor no ha desarrollado los estudios mínimos que un sumiller debe tener. El tema de cómo nos comunicamos ahora a través de las redes sociales y la imagen que queremos transmitir, si utilizas el vino da sensación de caché, de diversión, de moverte siempre en un ambiente muy distendido... Es una buena herramienta para el esnobismo, pero creo que deberíamos ser más serios con nuestra profesión: que sea una base y que luego cada uno desarrolle su carrera. Pero tendría que ser algo oficial, con título homologado, porque nos encontramos con mucha disparidad y desigualdad en cuanto a los profesionales.
Mercedes Vázquez
Sumiller
–¿El sistema educativo debería mirar más al vino?
–Totalmente. ¿No hay profesionales de otros ámbitos con títulos avalados por el Ministerio de Educación? Pues en el vino también debería hacerse. Y más en España, donde la cultura del vino no es de anteayer y está totalmente arraigada, genera un peso muy importante en el Producto Interior Bruto, fija población... ¿Por qué no nos lo tomamos más en serio?
–¿Cuánto estorba o cuánto ayuda, precisamente, Internet en su profesión?
–Un aficionado al vino, alguien que se interese por el vino va a saber en quién puede confiar en las redes y quién le está contando cuentos o está utilizando el vino para hacerse la foto, pero no tiene ni idea de dónde viene ese vino, la historia que hay detrás... ¡Cuesta muchísimo producir vino! Muchísimo. Y hay mucho sacrificio en el campo y en la elaboración. Los pequeños productores lo tienen complicadísimo para llegar al mercado. Eso hay que ponerlo en valor y no vale con llegar y hacerse la foto con este o aquel vino porque se hayan puesto de moda; o en esta o en aquella zona. Un consumidor puede tener cierta relación con los intrusos, pero se dará cuenta rápido de que no le aportan nada.
–¿Esnobismo, lenguaje barroco, liturgia y ritos cuánto cree que espantan del vino a la gente y, en especial, a los jóvenes?
–En España, los jóvenes se inician tarde en el consumo de vino, ya que no hay una cultura arraigada en la juventud en lo que al vino se refiere. Quizá porque lo complicamos demasiado a veces. O se crea la sensación de que hay que tener un determinado nivel adquisitivo para acceder al mundo del vino. ¡Y para nada es así! Es verdad que una parte del vino es inaccesible, pero para muchísima gente; sin embargo, la mayoría son accesibles a todo el mundo. Me gustaría que los jóvenes entendieran lo que supone la elaboración del vino y que lo disfrutasen. Es importante que se le de otro aire, que lo tenga para los jóvenes y a la vez un consumidor tradicional se encuentre también a gusto.
–¿Quien encuentre la fórmula para atraer a los jóvenes al mundo del vino tendrá un tesoro?
–¡Claro! No quiero echar por tierra el trabajo de nadie, pero en España hay que pelear contra la cerveza. De Madrid para abajo por las temperaturas el consumo del vino es complicado más de la mitad del año. La cerveza está muy instaurada en nuestra cultura y si se consiguiera eso con el vino se tocaría una tecla esencial.
–Algunos echan hielo al vino blanco...
–¿Y qué pasa?
–Otros Coca-cola.
–Me parece estupendo mientras que quien lo tome es como lo disfruta. Cuando estoy en reuniones con amigos alguno hasta como que me pide permiso para echar Coca-cola a un vino.
–¿Y qué les dice?
–Que claro, que por qué no. Que a ver si me voy a enfadar, insisten. Y a mí me parece estupendo que hagan lo que quieran para disfrutar el vino como quieran disfrutarlo. ¿Pero por qué no?
–¿Lo haría usted? Lo de echar Coca-cola o hielo, me refiero.
–Pues quizá no, pero también me gusta tomarme un tinto de verano. Eso sí, antes de echar un hielo lo que sugiero es tener en el frigorífico uvas congeladas y, cuando queramos enfriar un vino echemos esas uvas congeladas y no pasa nada: el vino sigue teniendo el mismo sabor y hemos conseguido que se enfríe.
–Muchos empiezan a defender el vino en lata.
–¡Y en brick! Me parece bien. Antes de verano fui a la costa de Levante y en un supermercado vi unos minibricks que parecían de zumos, pero eran vino de uva chardonnay. Los compré por curiosidad y me parece que cumplen perfectamente la función que tienen. No hay un solo tipo de vino ni para un solo tipo de consumidor.
–¡Pero nos habían enseñado unos cánones!
–Si planteamos el mundo del vino como algo rígido, que si el vino así, que si se bebe de esta o aquella manera, nos estamos cerrando todas las puertas. Si queremos abrir la mente y expandir y llegar a los jóvenes, primero hay que preguntarles cómo les gustaría beber el vino. Eso, lo primero.
–¿Y después?
–Es que a lo mejor llevarse unas copas de cristal a la playa, con una botella, no les parece y prefieren unas latas de vino metidas en una nevera. En la diversidad está el éxito: el que quiera beber en lata va a tener latas y el que quiera en copa, también las va a tener. Pero si seguimos encerrados en ideas de que esto sea sota, caballo y rey, nos quedaremos ahí encerrados.
Mercedes Vázquez
Sumiller
–Muchos han hecho del precio alto de la botella de vino la medida para decidir sus preferencias, que cuanto más caro sea el vino, mejor. ¿Error de bulto?
–Es que no existe eso de que el mejor vino sea el más caro. Es muy complicado decir cuál es el mejor vino. Ahora mismo hay muchas personas que puntúan, que son profesionales y que han unificado criterios para dar a la población unas directrices. ¿Qué ocurre con eso? Que algunos vinos que tenían un precio bajo o medio, de repente se disparan. El tema de la relación calidad/precio es muy importante. Mucho. Pero el mejor vino es aquel que más nos va a gustar a cada uno. Hay que catar mucho para tener un registro sensorial y en nuestra memoria, pero el tema del precio se asocia mucho al estatus. Mucha gente con posibles puede ver que un vino de 40 euros es bueno, pero se va a comprar el de 4.000 euros porque puede.
–Pablo Martín, referencia mundial indiscutible de la sumillería, dice que no hay vino malo.
–¡Claro! Salvo que tenga defecto, que ahí entraríamos en otro debate, vino malo no hay. Te puede gustar más o menos, tendrá más acidez o menos, más madera o menos, pero ahí está esa diversidad que ofrecen los vinos. A cada persona nos puede gustar un vino diferente. Y eso es bueno.
–¿Qué le ha abierto el mundo del vino que en su anterior vida no hubiera encontrado?
–Soy una persona muy inquieta y el mundo del vino es muy dinámico. Así que el mundo del vino y yo hemos encajado muy bien. Me permite conocer a gente muy interesante, de los que aportan a nivel profesional y personal, gente que te da oportunidades , que te abre la mente, que cree que puedes tener un desarrollo de carrera y que te ayuda. En el mundo del vino he encontrado mi futuro y eso es porque siento que me puedo realizar a nivel intelectual.
–¿Cuál es su mayor anhelo profesional?
–Siempre quiero mejorar, soy muy exigente. Parece que nunca estoy conforme, pero no es así. Siempre tengo el anhelo de seguir formándome Para mí lo más importante va a ser poder estudiar el Diploma de WSET. Si lo consigo, podré dar otro salto profesional. Lo mejor siempre está por llegar.
–Si una joven le pide consejo para dedicarse a la sumillería...
–Mi experiencia es muy buena y, por tanto, le diría que adelante. Pero mi reivindicación está en el mensaje de dedícate al vino de manera profesional, fórmate. Lo que pasa es que esto en el mundo del vino es todo privado, cuesta mucho dinero. Muchas veces el tema del vino se pierde en la hostelería y ahí también reivindico que sea profesional y que al profesional del vino en hostelería se le de el puesto que merece, pero siempre con la formación que avale su papel.
–¿Nos llevan ventaja otros países?
–Ahí está Estados Unidos, que son casi los últimos en llegar al mundo del vino, que nosotros les llevamos nuestras cepas, y nos han adelantado por la derecha en enoturismo, exportaciones, en consumo interno y en la profesionalización de todas las áreas implicadas en el mundo del vino. Se ve muy claro los países que invierten en el sector y los que no.
–¡Ah!, ¿sí? Un ejemplo.
–Un país como Grecia, que históricamente ha sido muy importante en el vino, se está cayendo del cartel por su situación... Invierten muy poco en el sector vitivinícola, han arrancado cepas para otro tipo de plantaciones que les van a repercutir más ingresos y...
–¿Han matado la gallina de los huevos de oro?
–No sé si esa, pero sí una muy buena y con identidad propia.
–Con lo que lleva vivido, ¿se ha planteado ya lo que quiere ser de mayor?
–Feliz, muy feliz. El mundo del vino me garantiza esa felicidad, aunque tengo que alinear todos los astros: vida personal, vida profesional, vida familiar y vida laboral.
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