El llanto y el dolor van por barrios
Diario de un confinamiento. Día 36 ·
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Diario de un confinamiento. Día 36 ·
Como en todas las tragedias con vocación universal, en los momentos más terribles siempre hay lugares donde lo pasan peor, aunque esa certeza no suponga consueloLet me go/ I don't wanna be your hero/ I don't wanna be a big man/ Just wanna fight like everyone else/ Your masquerade/ I don't wanna be a part of your parade/ Everyone deserves a chance to/ Walk with everyone else». (« ... Déjame ir/ No quiero ser tu héroe/ No quiero ser un hombre grande/ Solo quiero pelear como todos los demás/ Tu mascarada/ No quiero ser parte de tu desfile/ Todos merecen la oportunidad de/ Caminar con todos los demás»). 'Hero', Family of the year (2012). Un temazo el de la banda californiana y una acertada elección incluirla en la banda sonora de 'Boyhood', película de Richard Linklater de 2014 que, rodada en distintos momentos entre 2002 y 2013, cuenta el paso de la vida y la evolución del sentir y del pensar de unos personajes a lo largo de esos doce años.
Mientras en España cumplimos entramos en la sexta semana de confinamiento y lloramos a los muertos, añoramos el contacto con los vivos, cuidamos de los mayores, nos desvelamos por los pequeños, tememos por nuestro empleo, leemos, escuchamos música, asaltamos la nevera, elegimos serie en Netflix, nos aburrimos, celebramos la penúltima ocurrencia en las redes sociales, nos volvemos a aburrir, nos saturamos por el exceso de información, desconectamos a ratos, lamentamos los pocos reflejos ante las señales que nos llegaban y, sin faltar un solo día, aplaudimos cada día a los héroes del sistema sanitario, que compensan con su entrega la escasez de recursos que ha generado una década larga de someter el estado del bienestar a una poda drástica, en Nueva York, que no es la capital de su país pero sí es la capital del mundo, las minorías étnicas de un distrito como Queens, de mayoría latina, se lleva la peor parte de la pandemia. Hospitales públicos desbordados, habitantes sin papeles para los que a menudo el desconocimiento del inglés es una barrera añadida, desempleados como consecuencia del parón económico generado por el confinamiento y sin acceso a ningún tipo de ayuda para alimentar a sus hijos, viviendas sobreocupadas en las que es imposible separar contagiados y sanos, inquilinos que finalizan un ingreso hospitalario o, simplemente, manifiestan síntomas compatibles con la covid-19 a los que sus caseros les exigen desocupar la vivienda tras la delación de otros habitantes del inmueble compartido o de residentes del mismo bloque y, sobre todo, muerte, mucha muerte. Según publicaba estos días The New York Times, los barrios de Corona –sí, toda una ironía–, Elmhurst y Jackson Heights, todos en el distrito de Queens, se han erigido en la zona cero del epicentro de la tragedia en la Gran Manzana, con 7.260 contagios en una población de 600.000 personas, mientras en esas mismas fechas, Manhattan, con casi el triple de habitantes, tenía alrededor 10.860 enfermos, lo que hace más fácil constatar que en una ciudad tan multicultural como Nueva York hay una etnia especialmente castigada por la pandemia, la de los latinos, con el 34% de los fallecimientos.
Miles de muertos entre una gente con la que compartimos lazos, entre ellos el idioma, tan rico que cuenta por decenas las formas de llamar a la muerte –en este apartado, lo de México no tiene parangón, con términos a veces poéticos y otros cargados de humor como tiznada, democrática, cargona, dientona..., además de los más oídos parca, pelona, óbito, deceso, defunción–, y que ofrece también variantes para nombrar esa protección de tanta y tan controvertida relevancia hoy, la mascarilla, que de una punta a otra de aquel continente es conocida como tapaboca, barbijo, cubreboca, nasobuco, barboquejo. Vínculos en fin que justifican por sí mismos tener desde aquí un recuerdo para ellos, que podríamos ser nosotros.
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