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Van a cumplirse dos meses desde que Leoncia Hidalgo García (Pobladura del Valle, Zamora, 1929) reingresó en la residencia Parquesol, de titularidad de la ... Junta de Castilla y León, después de pasar el confinamiento con sus hijas y el verano en su pueblo natal. En lo peor de la epidemia, la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades permitió a las familias llevarse a casa a sus mayores, que solo podrían regresar a su plaza en buen estado de salud y con PCR negativa, como así ha sido en el caso de la nonagenaria zamorana, que salió del centro de Parquesol el 3 de abril y es la primera vez que pasa tanto tiempo fuera del establecimiento desde que hace 13 años ingresó allí con su marido, ya fallecido.
Esta semana, una de las dos hijas que viven en Valladolid fue a buscar a su madre, que tenía pendiente una revisión médica (que fue aplazada hace 15 días) y este martes la pequeña, Clara, fue a hacerle una visita. Esta residencia lleva semanas libre de coronavirus, tras el «susto» motivado por el positivo de una trabajadora, que había regresado de vacaciones y obligó a un aislamiento preventivo de una decena de residentes asintomáticos que habían estado en contacto con ella. Finalmente todos dieron negativo.
En la zona covid de la residencia, con habitaciones para cuarentena –que aún no se había creado cuando Leoncia se marchó para pasar el estado de alarma en casa de sus hijas–, no hay nadie aislado estos días, aunque el riesgo cero no existe, como reconocen fuentes del centro. Otra novedad organizativa es que 17 habitaciones que están desocupadas han pasado a ser vestuarios improvisados para que el personal pueda cambiarse y ducharse con el fin de evitar la arriesgada masificación que antes se producía en el vestuario de las mujeres. También la sala de día tuvo que ser fumigada recientemente porque una usuaria había dado positivo, aunque no hubo que lamentar contagios. Pero Leoncia dice que de esas cosas no sabe nada, aunque reconoce que algo ha oído de rebrotes en otros sitios.
Explica que lleva «muy bien» su rutina, con mascarilla y todo, porque «tenemos casi todas las actividades que teníamos antes, como gimnasia o juegos de memoria y podemos salir de nuestras habitaciones». Lo mejor de todo, señala, es que se ha reencontrado con «las mismas vecinas», Margarita y Trini, y las visitas de familiares se mantienen, aunque más restringidas: solo un familiar por semana y media hora como mucho. Los encuentros se de residentes y familiares se realizan en el salón de actos.
Ella señala que la gente que toda la gente que conoce en la residencia, donde viven unos 75 mayores, no tiene secuelas a pesar del duro confinamiento de la primera ola y, por suerte, dice, todas están bien de salud. «Todos los días nos toman la temperatura y yo siempre pregunto si todos están bien», indica la mujer, que asegura que, aunque se han reducido algunas actividades (las manualidades, por ejemplo) ellas está «muy bien aquí, muy contenta». Lo único que echa de menos es salir a comer con sus hijas los fines de semana.
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