En el albergue La Morena, de la localidad palentina de Ledigos, el coronavirus empezó a encender las luces de alarma en diciembre de 2019, con el aluvión de cancelaciones de peregrinos extranjeros que hacen ruta hacia Santiago de Compostela y que son «más del ... 90%» de la clientela. Luego llegó el estado de alarma y el cierre de meses, la apertura de la desescalada con actividad bajo mínimos y la actual clausura de la hostelería.
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El mismo día que la Junta tomó esta última decisión, 3 de noviembre, había pleno en las Cortes y Alba Bermejo Santos, cotitular del establecimiento palentino y procuradora de Cs en el parlamento autonómico, describió durante la sesión, en una intervención en la que no pudo contener las lágrimas, la desazón de los empresarios del ramo, aquellos que desde ese momento no iban «a poder van a poder levantar la reja, como por ejemplo yo», concluyó desbordada. «Ese día me emocioné, fue muy duro», reconoce.
La parlamentaria de la bancada naranja valora el Plan de Choque autonómico como «muy positivo, salvo en el caso de cese completo de la actividad». También esgrime que es «insuficiente» y que hace falta un plan estatal contundente.
Bermejo tomó posesión de su escaño a principios de junio, en sustitución de Juan Pablo Izquierdo, nombrado director general de Economía Social y Autónomos. «El mismo día que reabríamos el negocio tras el confinamiento», relata. Apenas cinco meses de ten con ten entre la actividad privada y el hemiciclo le llevan a expresar perplejidad por la «realidad que se vive allí dentro» y el grado de «anestesia del marco político», que «hace que no se humanice en muchos temas, entre ellos el medio rural».
La Morena rinde honores a la abuela de la procuradora. Por ese nombre la conocían en la comarca y así se referían al bar que regentó durante décadas. «Una mujer con mucha fuerza», rememora la nieta, que lleva como segundo nombre Priscila, por esa antepasada. «Nadie me llama Priscila, solo en las Cortes Luis Fuentes (el presidente). A mi abuela tampoco», afirma. De ella aún se acuerdan clientes que desde 2015 recalan de nuevo donde la Morena.
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Fue aquel verano cuando entre tres hermanos formaron una sociedad para poner en marcha un negocio que se asomaba al Camino de Santiago. Habían arreglado la vieja casa castellana de la familia y el adobe dio cobijo a los peregrinos. Alba comenta que hubo un tiempo en el que «en los pueblos no estaban muy bien vistos los peregrinos y yo siempre recuerdo a mi abuela sentarles a la mesa a comer o ponerles un café en la trébede. Para nosotros era habitual». De la Morena primigenia han heredado los nietos la casa, el gen emprendedor y la receta de los callos y el rabo de toro, además del gusto por el puchero.
El nuevo negocio fue «de inicio fue un proyecto modesto», relata Alba. La buena acogida, el ir y venir de peregrinos, vecinos y turistas fue pidiendo más y al albergue se unieron habitaciones con baño, el restaurante y el bar. «Hemos llegado a contar con once empleados», apunta. Con la pandemia llegó el ERTE. «Lo tramitamos el mismo 13 de marzo y no hemos tenido problema». Eso fue a las puertas de la Semana Santa, que abre la temporada jacobea. Desde entonces viven en situación de excepcionalidad.
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«La ventaja del medio rural es que no pagamos alquiler, pero la situación se agrava respecto a las ciudades por la falta de clientes tras un verano en el que los pueblos han estado más abarrotados que nunca, pero con la gente en sus casas», explica Alba Bermejo.
La Morena mantiene un mínimo de actividad con la filosofía del 'take away', el servir para llevar, en mitad del campo castellano en un pueblo de 62 habitantes. «Hay una persona por una contratación temporal que hice en verano, que no se puede acoger al ERTE», asegura la regente de La Morena. Del confinamiento duro aprendieron que no compensa el cierre total. «Apagas cámaras, cafetera, tienes productos perecederos, y solo la puesta a punto de la reapertura nos costó en verano 3.000 euros. Mantenemos ese sueldo por eso y por el problema que hay en el medio rural para encontrar personal», subraya Alba Bermejo. Encontrar vivienda para asentar trabajadores, dice, es una odisea.
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Con un 10% de las pernoctaciones habituales en verano y sin peregrinos australianos ni canadienses ni de media Europa ni chinos, el proyecto tira con un préstamo ICO que pidieron en marzo, subvencionado por la Diputación. Tramitaron también la ayuda regional para equipos de protección. «Me perdía un poco en el portal, pero llame y me resolvieron las dudas y pude solicitarlo». De los apoyos convocados por la Junta han recibido una subvención de 1.975 euros.
Las esperanzas puestas en el 2021, año jacobeo, con las Edades del Hombre a caballo entre Burgos y Sahagún que les pilla en la etapa, se han trocado en incertidumbre. «Vamos a hacer un esfuerzo por mantenerlo abierto, porque además, en el medio rural el bar cumple una función social. Debería tener tratamiento de servicio esencial. Quiero ser optimista, los españoles somos muy de bar, de terraza, y creo que la sociedad nos va a apoyar a los hosteleros en la medida que esté en sus manos cuando podamos abrir en condiciones», confía Alba desde Ledigos.
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