

Mariano Merino de la Fuente | Educador, divulgador y autor de 'Smartphone, un laboratorio de bolsillo'
«El que no lee, no escribe bien y si no escribe bien, tampoco habla bien ni se comunica bien»«Si ahora mismo se cayera Internet, sería una catástrofe similar a la de cortar el agua o la luz a una ciudad», dice
He aquí un educador que pese a la jubilación no ha dejado de ejercer como tal. Mariano Merino de la Fuente (Valladolid, 1946). Ha encontrado ... en la divulgación una forma de realizarse en los años posteriores a la actividad laboral plena. Adelantado a su tiempo, cuando nadie aún estaba familiarizado con los ordenadores, a finales de los años 70 del pasado siglo elaboró su tesis doctoral con un ordenador y, ahora que está jubilado, considera que es cuando más puede dedicar tiempo (¡divino tesoro!) a estudiar, a leer y a escribir. Ha publicado 'Smartphone, un laboratorio en el bolsillo' (Ed. Universidad de Valladolid), que llega después de haber visto la luz obras suyas como un libro sobre Cosmología y Epistemología Científica y un tratado de ingeniería medieval.
–Equipara móvil y laboratorio.
–Una posibilidad positiva. Hoy a los móviles todo lo que se les da son connotaciones negativas, porque se les considera adictivos, generadores de conflictos juveniles de todo tipo, desde el bulling, continuando por el acceso a contenidos nada recomendables para los jóvenes. Y no me estoy refiriendo solo a los porno.
–Hay muchos más igual de indeseables.
–Páginas radicalizantes, por ejemplo, que son peligrosísimas.
–Muestra el móvil como herramienta positiva que es, pero orienta su libro a profesores y alumnos universitarios con titulaciones vinculadas a ciencias experimentales e ingenierías. ¿Enseñar al que enseña?
–Este libro está pensado para uso de estudiantes, no principiantes, de Ingeniería o del último año de Bachillerato, y profesores. Contiene montoneras de ideas para que los educadores puedan adaptar propuestas para alumnos de menor nivel.
–Defiende que el teléfono inteligente es el invento que en mayor medida está determinando nuestras vidas.¿Comparable a qué?
–A la invención del sistema decimal, por ejemplo. A la irrupción de la corriente eléctrica en nuestras vidas, por poner otro caso. O al motor de explosión.
«Meto en el teléfono el menor número de datos que puedo»
–En su día, parecía que las 'blackberrys' eran lo más y resulta que para un adolescente de hoy son el pasado.
–¡Prehistoria pura!
–¿Esto va que vuela?
–Va a velocidad casi de la luz. ¡Es una pasada! Tanto, que en el libro advierto de que para cuando esté en manos del lector ha de saber este que en parte se habrá quedado obsoleto.
–¿Tira piedras contra su propio tejado?
–Es asumir una realidad. ¡Va a tal velocidad esto...! Cuando hablo de los sensores que tienen los teléfonos probablemente en este instante haya modelos de teléfonos que incorporen, eso sí, los modelos más caros, el sensor de lectura del iris del ojo.
–Los más caros, porque esto es todo a base de dinero, ¿no?
–Es así. Dinero. Pero, ojo, en el libro advierto de que cabe caer ingenuamente en la tentación de pensar que los teléfonos inteligentes llegarán a desbancar a los instrumentos científicos.
–¿Y nada más lejos?
–Que alguien piense que su teléfono se puede convertir en un espectofotómetro, por ejemplo, y ya como que te puedes ahorrar un espectofotómetro... ¡Quieto, quieto!
–La tentación existe.
–Es atractivo considerar lo barata que resulta la posesión de un buen smartphone o una tableta en comparación con el elevado coste del instrumental de un laboratorio; incluso el material de laboratorio de tipo escolar, que es también muy caro. Pero por encima de todo hay una realidad incontestable: los instrumentos científicos han sido diseñados especialmente para realizar un solo tipo de medidas y observaciones y en ellos lo que prima es la precisión y la fiabilidad.
–¿En el smartphone no?
–En el diseño de los dispositivos móviles priman la portabilidad y la manejabilidad manual. Están concebidos como objetos comerciales y sus prestaciones son reclamos atractivos para ser comprados por más y más usuarios, algo que no sucede con los instrumentos científicos.
–¿Es más de tableta o de móvil?
–Tengo las dos cosas, aunque he trabajado más con el móvil. Ambos sirven para lo mismo. Las tabletas están ampliamente utilizada en el medio escolar y se estiman buenas y sacrosantas, pero el teléfono móvil, no. ¿Cómo es posible que dos instrumentos que valen para lo mismo, uno esté demonizado y la otra, no?
–Eso, ¿cómo es posible?
–La respuesta está en el tamaño.
–¡Ah! Interesante: un caso en el que el tamaño sí importa.
–El móvil se lleva en el bolsillo y es la portabilidad lo que le convierte en problemático. Es una pantalla más pequeña en la que aparece lo mismo que en una tableta. Y si eres joven, prefieres el móvil porque puedes usarlo donde quieras y, sobre todo, fuera del control de padres y educadores. Eso es lo mágico del smartphone para los jóvenes.
–¿La Enseñanza sería hoy imposible sin dispositivos móviles?
–Tengo mis serias dudas de que el abandono total del libro de texto sea lo bueno. Todo aquello que no fomente la lectura no es bueno y lo demuestra el último informe Pisa...
–Ahí iba a parar: con el último informe Pisa aún caliente, no parece que los dispositivos móviles logren mejores alumnos en la escuela.
–Es a pesar de ellos, exactamente. ¿Qué tienen de malo las pantallas en exceso? Pues que se lee poco ya que la pantalla te muestra las ideas en forma de imágenes y siempre es más cómodo el acceso a las ideas vía imagen que vía palabras.
El valor de la imagen
–¿Por eso de que una imagen vale más que mil palabras?
–Es que el que no lee, no escribe bien y si no escribes bien, tampoco hablas bien ni te comunicas bien.
–Toparíamos entonces con los que quieren expulsar las tablets del sistema educativo.
–Ponerle puertas al campo no se puede. Vivimos en el siglo XXI, bien metidos en él. No podemos volver atrás. La tableta está muy bien para aprender, pero es un arma de dos filos: cuando un alumno tiene en sus manos una tableta puede dedicarse a leer, pero habitualmente no lo hace. Hay contenidos nada recomendables y están las redes sociales, que tanto atraen a los estudiantes, pero que tanto les distraen.
–Todo el mundo coincide en que qué habría sido de ser humano en el confinamiento por la covid de no haber existido los móviles y las tabletas.
–Es que la pandemia fue una situación verdaderamente extraordinaria y muchos programas escolares se medio salvaron gracias al ordenador y las tabletas. Pero decir que eso es lo bueno, no. El estudio sin el contacto alumno-profesor no es bueno.
-Otros se jactan de que llevan su vida en el móvil: tarjeras,DNI, informes médicos.
–A finales de los 70 ya hice mi tesis con un ordenador. Toda mi vida he trabajado con ordenadores. Pues aún así, yo meto en el teléfono lo menos que puedo. Donde esté la máquina automática de manejar a mano, que se quite todo esto, porque el día menos pensado te sale un virus ¡y estás perdido!: como te falle el teléfono no eres nadie.
«Entre las muchas cosas que se pueden hacer con un móvil está trabajar en acústica, mecánica, física, astronomía, óptica, metrología y naturalismo»
–A través de los smartphones hemos internetizado tanto nuestras vidas que ya no sabemos vivir sin la red.
–Si ahora mismo se cayera la red, sería una catástrofe. Pero, córtele usted el agua a una ciudad.
–¿Qué quiere decir?
–¿Se imagina el caos que sería una ciudad sin agua? O cortele la corriente eléctrica a una ciudad entera solo 48 horas.
–¿El acabóse?
–Hemos dado una serie de pasos con los que nos hemos creado unas dependencias todas muy grandes.
–Pero el lado oscuro de Internet es espantoso: adicciones, enfermedades... Nomofobia, insomnio tecnológico, pubbing. ¿Qué estamos generando?
–Si los enumeramos y nos recreamos en ello, parece que no hubiera más que problemas. Y no, tampoco todo es malo.
–Sí, pero el lado oscuro existe.
–Por eso he escrito un libro tratando de hablar del lado claro.
–¿Y por eso define las tabletas y móviles como herramientas eficaces de enseñanza y aprendizaje de las ciencias?
–Lo que no vamos a impedir es que la gente tenga móviles. Pues ya que los tienen, lo que trato de explicar es que además de para chatear sirven para ayudarte a aprender las ciencias en general, y lo que más física, química y naturales, tanto biología como geología. Entre las muchas cosas que se pueden hacer está trabajar en acústica, mecánica, física, astronomía, óptica, metrología e, incluso, naturalismo. Con un pequeño artilugio, se puede convertir el teléfono móvil en un microscopio.
–¡Toma ya!
–Y usted en su casa puede hacer el experimento de ver microorganismos en una gota de agua.
–¿Y más cosas por el estilo?
–Por ejemplo, medir la anchura de una capa de estratos. ¡Ver el planeta Júpiter!
–¡¿Con el móvil?!
–Y Saturno... Ojo, no es un telescopio, es un teléfono, con lo cual, volvemos a lo de los aparatos de precisión. Pero con el teléfono se pueden hacer trabajos preciosos.
–El debate sobre la limitación, cuando no la prohibición del uso del móvil en las escuelas e institutos ya está sobre la mesa.
–Eso es para poner remedio a un problema. A pesar de que haya escrito un libro como este, me parece bien ese tipo de reglamentación, pero si un profesor dice a los alumnos que dentro de una semana le lleven cuánto mide el edificio más alto de su ciudad, lo van a poder hacer con el teléfono.
–¡Pero bueno!
–El teléfono tiene un magnetómetro que mide la dirección del campo magnético terrestre y le sirve para orientarse y medir ángulos. Con una aplicación, los alumnos con su móvil pueden medir ángulos y trigonométricamente pueden medir la altura de un edificio. Con ese trabajo consiguen aprender, pero haciendo.
Inteligencuia artificial
–La inteligencia artificial ya está aquí. Y eso sí que da vértigo.
–Que recurras a la inteligencia artificial para que, dando unas ideas, te responda con una redacción entera plantea el reto de que quién se resiste a algo tan cómodo como eso. Pero, claro, en el ámbito escolar si eso no se controla, puede anquilosar completamente la riqueza de expresión y la capacidad de comunicación. La inteligencia artificial usada a lo bestia puede llegar a provocar el anquilosamiento cerebral, en el caso más extremo. Si nosotros en lugar de andar siempre nos deplazásemos, para todo, en bici, coche, acabaríamos con los músculos de las extremidades atrofiados. Con esto lo que quiero es ilustrar, de forma exagerada, que todo tipo de avance es un arma de dos filos porque obra a la larga en contra de nuestras capacidades.
–¿A sus hijos y a sus nietos qué les transmite sobre el uso del móvil y la tableta?
–Les he dedicado a todos el libro expresándoles mi deseo de que en el futuro sepan usar con mesura e inteligencia las poderosas herramientas informáticas.
–¿La jubilación le ha pillado a contrapié?
–Me ha venido muy bien. Tengo mucho tiempo para leer, estudiar y escribir. Y la temática que trato podíamos considerarla alta divulgación. Realmente lo que soy es divulgador. Y no me he visto menoscabado en esa tarea por jubilarme. Sin embargo, un colega mío de la facultad que se dedicara a la investigación pura y dura, en el momento que se jubila, esa faceta investigadora se le acabó. A mí, en la mía, no.
–¿Entre tanta actividad ha tenido tiempo de pararse a pensar qué quiere ser de mayor?
–Me gustaría poder saber casi de todo para poder contárselo a los demás. Esa ha sido siempre la guía y el norte de mi vida como profesor.
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