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Mañueco sale de la sala de prensa y de reuniones de la sede regional del PP, en Valladolid. CARLOS ESPESO
El laberinto de Mañueco: la negociación más dura y con el partido en llamas

El laberinto de Mañueco: la negociación más dura y con el partido en llamas

Vox teje desde hace tiempo sus redes locales para propagar la marca según un modelo que imita al del PP, una amenaza relevante para 2023

Antonio G. Encinas

Valladolid

Sábado, 19 de febrero 2022

La aritmética es tozuda. 31 del PP más 13 de Vox es casi igual a 29 del PP y 12 de Ciudadanos. En números, claro. Los decimales que complican la operación se sitúan aquí en los adjetivos: centro derecha o extrema derecha. Y aún hay otros factores que alteran el producto. Alfonso Fernández Mañueco convocó elecciones anticipadas para pasar de 433.812 votos a 378.896. Que son dos escaños más, pero con el peor resultado histórico del partido en Castilla y León. Convocó, dicen fuentes populares, sin que Génova diera el visto bueno al cómo y al cuándo. Les habría parecido adecuado tras la moción de censura del PSOE, en la que la mayoría de PP-Cs se quedó en una minoría parlamentaria. Lo habrían considerado igualmente idóneo en otoño, cuando se produjo esa votación en las Cortes en las que el PP reprobó la reforma sanitaria impulsada, con su aprobación inicial, por su socio naranja. Ahora no.

«Estabilidad». Era la palabra clave. La idea-fuerza esgrimida por Mañueco para acudir a un llamamiento electoral extemporáneo. No la tenía con Ciudadanos y esa suma de 40 procuradores que le hacían perder votaciones en las Cortes y buscaba un resultado en la órbita de los 37 procuradores que le permitieran alcanzar un pacto con alguna fuerza minoritaria sin tener que ceder medio Consejo de Gobierno a un socio incómodo.

Los 31 cosechados están muy lejos de garantizar esa estabilidad, por más que públicamente se empeñe en proclamar la intención de gobernar en solitario durante cuatro años. Vox no facilitará ese relato. Los de Santiago Abascal, que es quien decidirá en última instancia, tienen en la mano la justificación de un adelanto electoral: las reticencias de José María Aznar y otros popes del PP a incluir a Vox en el Gobierno autonómico tendrían la culpa de una repetición de los comicios.

Y eso es mucho apostar.

Las dobles elecciones generales de 2019 muestran claramente cuáles son los riesgos de esta repetición, al margen de la parálisis institucional en tiempos de fondos europeos post pandemia. En noviembre de aquel año la participación fue del 66,2%, frente al 75,7% que votó seis meses antes. Uno de los partidos en liza fue considerado culpable de la repetición: Ciudadanos y su teoría del socio preferente. La consecuencia fue demoledora. De un 15,86% de votos y 57 escaños a un 6,86% y 10 diputados. Repetir elecciones, con un rival del mismo espectro y al alza, y sin poder aferrarse a un relato sólido supondría, aseguran las fuentes del PP consultadas, un desastre de consecuencias imprevisibles. Sin contar con la eventual movilización de una izquierda que podría crecer. En 2019, la posible entrada en el Gobierno de Unidas Podemos y el hundimiento de Ciudadanos favorecieron el crecimiento de Vox en la 'segunda vuelta', del 10,26% de votos y 24 escaños a un 15,21% y 52 diputados.

Calendario electoral en bucle

La encrucijada se complica con el calendario electoral en bucle que se ha instalado en la política española. En mayo de 2023 habrá elecciones municipales (y autonómicas en el resto de España). La operación de arrastre de Vox en muchas localidades empezó ya tiempo atrás. Han experimentado un crecimiento de afiliados en Castilla y León que coincide con la bajada que ha sufrido el PP en algunas provincias. Hay quien, al leer los resultados del 13-F como extrapolación para las municipales, quiere creer que podría haber pinza PP-Vox en muchas localidades, e incluso en alguna capital. Otros, desde dentro de la formación popular, advierten: alcaldes populares pueden acabar por presentarse por el lado de Vox. Más aún si el partido de Abascal consigue hacerse en el Gobierno de la Junta con herramientas tan apetitosas como la Consejería de Agricultura o las delegaciones territoriales.

Gran parte del organigrama de Vox procede del PP y su estrategia de crecimiento no se limita tanto a lo urbanita como en su día Podemos o incluso Ciudadanos, sino que trata de propagarse con redes municipales por todo el territorio. «Siembra», era el lema de campaña nada casual.

Mañueco avisó de que habrá cambios con vistas a 2023: el PP se juega el poder urbano, en manos del PSOE, y su hegemonía en el mundo rural

Tan consciente es el PP de esta realidad, corroborada por el crecimiento de Vox en el voto rural, que en la última Ejecutiva autonómica, ya con los resultados electorales pasados por el tamiz, Alfonso Fernández Mañueco avisó de que habrá cambios con vistas a 2023. «Vamos a reaccionar de cara a las municipales, todos juntos llegaremos mejor a esa meta. Tomaremos las medidas adecuadas para seguir subiendo en expectativas electorales en 2023». Con Vox como amenaza en el medio rural -y con poder de atraer voto urbano-, cinco capitales en manos del PSOE (Valladolid, León, Burgos, Segovia, Soria), otra de Izquierda Unida (Zamora) y otra de Por Ávila, el PP se jugará buena parte de su poder territorial, otrora invulnerable.

Escasa alternativa

En esta tesitura, Mañueco pretende aparecer en posición de ventaja negociadora, pero lo cierto es que tiene pocas alternativas. En Génova, tras los comicios de 2019, estaban decididos a darle un vuelco al organigrama del partido en Castilla y León, cambiar presidentes provinciales, imponer secretarios generales y abrir un socavón bajo el poder de Alfonso Fernández Mañueco. Dejarle sostenido sobre una estructura hueca, frágil. Todo eso se frenó cuando Isabel Díaz Ayuso logró la mayoría absoluta en la comunidad de Madrid y abrió la esperanza en el PP nacional de un camino de baldosas azules hacia la Moncloa: Castilla y León, Andalucía, municipales y autonómicas y generales.

Mañueco recibe el aplauso de sus compañeros del PP autonómico en su análisis del resultado electoral. CARLOS ESPESO

La revolución se detuvo y Mañueco decidió continuar con lo conocido. Francisco Vázquez como secretario general, Raúl de la Hoz como mano derecha en las Cortes, los consejeros como números 1 de las candidaturas (Jesús Julio Carnero, Carlos Fernández Carriedo, Rocío Lucas, Isabel Blanco, Juan Carlos Suárez-Quiñones, Ángel Ibáñez). Presidencias provinciales continuístas en Zamora, Ávila, Palencia y Segovia. En Valladolid, Soria y Burgos se alcanzaron listas consensuadas con intervención de Madrid en algunos cargos relevantes. En León hubo dos listas, pero finalmente Javier Santiago fue elegido por abrumadora mayoría. Aunque con voz propia, se le impulsó desde Génova ya en 2019 como parte de la renovación del partido en la comunidad autónoma. Y en Salamanca, pendiente aún de qué ocurre en los tribunales con el caso de las primarias y la posible financiación ilegal del partido, ni siquiera se ha celebrado congreso y Javier Iglesias, metido de lleno en ese barro judicial, sigue como presidente pese a rebasar todos los plazos que fijan los estatutos.

La guinda de la guerra interna

Por si le faltaba poco, la guerra interna sitúa al presidente de la Junta y del PP autonómico en un lugar incómodo. No fue de los que apoyaron a Pablo Casado en su momento, en aquel proceso interno de primarias en el que el PP de Castilla y León se inclinó por Soraya Sáenz de Santamaría, que obtuvo un 50,2% de los votos de los militantes por el 36% que sacó de media en el resto de España. Su relación con Teodoro García Egea no es buena, pese a que el secretario general decretara la paz tras el triunfo del PP en Madrid. Con Isabel Díaz Ayuso tampoco ha habido una relación excepcional, aunque Mañueco haya tratado de adherirse a la presidenta madrileña en la segunda fase de su campaña. «Me dicen que me parezco a Isabel Díaz Ayuso», llegó a presumir en sus últimas intervenciones, en Burgos o Segovia.

La gestión de la pandemia, con los 'ciudadanos' Igea y Casado al frente, fue por momentos opuesta a la de Madrid. Incluso con un toque de queda a las 20:00 horas que Mañueco defendió por su utilidad, aunque no pudo aportar cifras que corroboraran esa intuición: «Insistimos en que el toque de queda ha sido uno de los elementos fundamentales para frenar la pandemia», justificó tras su suspensión por parte del Tribunal Supremo. Fue hace apenas un año, a mediados de febrero de 2021. El viraje llegó, curiosamente, después del triunfo de Isabel Díaz Ayuso el 4 de mayo. A los dos días, Mañueco, que se había pronunciado a favor de la prórroga del estado de alarma, decidió readaptar la estrategia a la doctrina Ayuso.

Alfonso Fernández Mañueco se da la mano con Alberto Núñez Feijóo en presencia de Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso, en el cierre de campaña en Valladolid. ALBERTO MINGUEZA

Externamente, la pelea interna tampoco le deja en una posición negociadora holgada. Vox sabe que puede presionar porque en estas circunstancias el adelanto electoral es una auténtica amenaza con un partido roto. Para muestra, lo ocurrido en las redes sociales el pasado jueves. Mercedes Cantalapiedra, senadora y afín al tándem Casado-Egea, publicó un mensaje de apoyo, al igual que muchos de los diputados y senadores, según algunas fuentes por orden directa de Génova de cerrar filas. «Me siento orgullosa del PP. Me siento orgullosa de Pablo Casado. Me siento orgullosa de Teodoro García Egea. Este partido va a recuperar la unidad», escribió. Acumuló 380 respuestas en tres horas, gran parte de ellas en sentido contrario, a favor de Isabel Díaz Ayuso.

Mañueco echa cuentas. Y tiene claro que 31+13 es la suma que le permite gobernar cuatro años. Con el partido enredado en cuitas de poder, la decisión dependerá más que nunca de él, sin que Génova pueda imponer más tutelas si quiere evitar más rotos en su estructura. El jueves pasado ya comenzó el acercamiento a Vox, con el que se reunirá oficialmente el miércoles, dentro de esa ronda de contactos con todos los grupos. Para el día 10 de marzo tendrán que tener claro, al menos, quién preside las Cortes. Vox reclamará un puesto que ya fue de Ciudadanos en una situación aritmética similar. Si eso se produce, al presidente autonómico del PP solo le quedará saber cuál será el coste total de su ansiado Gobierno «estable».

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