Es una de las preguntas más repetidas en la Sierra de la Culebra. En los aledaños de Ferreras de Abajo, pero también en Tábara. En Losacio y en Ferreruela... En Villardeciervos y Mahíde... «¿Cuándo comenzará la reforestación?». Los plazos, que no están cerrados en ... un calendario al uso, ni con fechas exactas, sí que tienen «algunos topes», explican desde la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León.
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La primera actuación se llevará a cabo en las próximas semanas, con las lluvias del otoño como principales enemigas, aunque fenómenos de gota fría que se esperan a finales de la época estival podrían acelerar los pasos. «Se busca proteger el suelo, que es lo más importante, pese a lo que se pueda creer», explica el coordinador de Servicios de la Dirección General de Medio Ambiente, Javier Ezquerra. «El suelo tarda miles de años en formarse y su pérdida sería una catástrofe, por eso la primera actuación debe ir enfocada a asegurar lo», subraya Ezquerra, ingeniero forestal y con más de 25 años de experiencia en la recuperación de espacios naturales en la comunidad.
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Se trata de evitar la erosión del firme y la sedimentación de la capa terrestre, para lo que se destinará la primera partida de un coste de reforestación y recuperación que podría superar los diez millones de euros, según la primera estimación de los expertos del área de Medio Ambiente.
En esta primera fase en incendios similares, como el de la Sierra de la Cabrera, en León, se utilizó la fijación de paja, lanzada desde helicópteros o a través de vehículos terrestres, que evitan el movimiento de sedimentos, y en la época de flora contribuyen a una mejor implantación de las semillas para la reforestación.
Posteriormente, los trabajadores medioambientales se encargarán de la recogida de los restos que han dejado los incendios. «Es una forma de evitar nuevos incendios, pero sobre todo la manera de evitar la propagación de enfermedades», agregan desde el servicio de gestión forestal. La principal amenaza es el Nematodo de la madera del pino (Bursaphelenchus xylophilus), y que ya ha aparecido tras los grandes incendios que han asolado a Portugal, y al que se quiere frenar antes de que pueda aparecer en los restos de los fuegos de la provincia de Zamora. El Bursaphelenchus es un organismo nocivo que provoca graves daños en los pinos y otras coníferas.
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1. Protección del suelo. Aplicación de técnica para fijar el suelo y evitar corrimientos de este con lluvias u otros elementos erosivos que estropeen las primeras capas de sedimentos. Se utilizan rejillas geotextiles, pero también pueden utilizarse elementos naturales como la paja.
2. Eliminación y recogida. La limpieza de los residuos que dejan tras de si las llamas, con madera quemada u otros elementos naturales –incluso animales– es fundamental en las semanas posteriores al incendio para evitar nuevos conatos de fuego e impedir la posible propagación de enfermedades.
3. Observación. La reforestación puede ser natural o artificial. Para ello, es fundamental la observación y ver qué partes del incendio, que áreas puede recuperarse de forma natural sin la mediación del hombre. Esta fase se aprecia en el momento que llegan las primeras lluvias a las zonas calcinadas.
4. Diseño del plan. En este punto es donde los expertos consideran que hay que comenzar a prevenir. Diseño de planes de reforestación con separación por áreas y búsqueda de barreras naturales para los posibles incendios. Áreas de ganadería, cortafuegos, caminos o plantación de árboles que permitan una explotación sostenible por los lugareños, que favorezcan el cuidado del monte.
5. Plantación. Elección de las especies en base a características ecológicas de la zona o región, teniendo en cuenta además de estos motivos, los de desarrollo o economía de la propia zona, así como el momento histórico que se viva.
Su ataque causa el decaimiento súbito de los árboles afectados, produciendo una sintomatología conocida como seca o marchitamiento de los pinos. En la situación actual complicaría «mucho» la reforestación y afectaría a las especies que se han salvado del fuego. De ahí la importancia de la retirada de la madera quemada, además de que esta también puede convertirse en una fuente de ingresos para los ayuntamientos y entidades locales afectados por la tragedia medioambiental del último mes.
Tras estos pasos, que serían «los más urgentes», Medio Ambiente esperará a las primeras lluvias para saber qué zonas de los incendios se recuperarán de forma natural, y cuáles necesitarán de la intervención del hombre.
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Las áreas menos afectadas por el fuego, en el que a simple vista en la actualidad aún se ven copas de los árboles verdes, se limpiarán y adecuarán, mientras que en las que se necesite plantación, la Junta optará por «criterios ecológicos para la reforestación». «Pese a lo que se pueda creer, una planta autóctona no es la de este metro cuadrado u este otro... Los pinos de la Sierra de la Culebra son autóctonos porque se sabe que se daban en esta zona cuando llegaron por ejemplo los romanos», defiende Javier Ezquerra. «Otra cosa es que las personas que hayan vivido en la zona siempre hayan visto los robles o los castaños... Pero puede que se introdujesen con posterioridad o por necesidad», agrega el especialista del Ejecutivo. «Se tiende a echarle la culpa de los incendios a los pinos, pero los resineros, por ejemplo, tienen una humedad similar a la de la encina», agrega Ezquerra Boticario.
Justo cinco años después, la Sierra de la Culebra, a escasos kilómetros de la Sierra de La Cabrera, ha vivido el peor incendio de la comunidad. Fue en 2017 cuando ya se valoró como «catástrofe natural» las 10.000 hectáreas que fueron calcinadas en la formación geológica que separa las provincias de León y Zamora. Un lustro después, la Consejería de Medio Ambiente asegura que la inversión para la reforestación de esta zona no llegó al millón de euros, al que hubo que sumar la ayuda gubernamental que superó otro millón de euros. En La Cabrera, los robledales «vivieron una regeneración natural», mientras que desde la Junta admiten que hay zonas que se han reforestado «quizá un poco tarde», como la que se acaba de terminar con 220 hectáreas cerca de la zona del Lago de Truchillas.
«Lo más importante son los matorrales, y en la Culebra hay mucha jara, brezo o escobas que son las que permiten alcanzar las copas de los árboles y que el incendio se extienda», indica el jefe del Servicio de Gestión Forestal de la Junta. «Hay que tener la mente abierta, porque además de la repoblación ecológica hay que tener en cuenta factores que favorezcan la implantación de población. Los pinares favorecen la aparición de las setas o también favorecen la caza o la recogida de madera», explican desde Medio Ambiente.
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Desde la Consejería, en la que ya se trabaja en el plan de trabajo para la recuperación de la Sierra de la Culebra, también se incide en que la repoblación deberá hacerse en conjunción con las entidades locales. «Hay montede utilidad pública y privada, y son estos últimos en los que también tienen qué ver qué quieren hacer», concluye.
Javier Ezquerra, jefe de Servicio de Gestión Forestal de la Junta
Después de 25 años de dedicación a la gestión forestal en la Junta de Castilla y León, Javier Ezquerra Benito, jefe de servicio de este área en la comunidad, admite una variación en los incendios que han asolado la región en las últimas tres décadas. «Nos enfrentamos a unos fuegos mucho más voraces para los que hay que utilizar otras herramientas, o potenciar las que ya tenemos», comienza.
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La próxima reforestación de zonas como la Sierra de la Culebra, con más de 60.000 hectáreas calcinadas desde mediados del mes de junio, implica, a su juicio, incluir «medidas contra estos gigantescos incendios».
«Hay que diseñar planes en los que aparezcan áreas destinadas a frenar las llamas y que ejerzan de cortafuegos naturales», afirma. «Crear áreas despejadas destinadas a la ganadería, por ejemplo en los fondos de los valles o estructuras árboreas que se puedan mantener de manera sostenible», añade Ezquerra Boticario, quien explica que, por ejemplo, tras el incendio de Castrocontrigo, en León a principios de la pasada década, se dejaron zonas para el desarrollo de la ganadería, pero que no han sido ocupadas por nadie.
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En el caso de la Sierra de la Culebra, opciones que se valoran para la repoblación es el desarrollo de castañares que puedan atraer la atención de la población local. «Sería una forma de crear zonas con estos árboles cuyos frutos son ahora muy demandados en el mercado y que implicarían un mayor cuidado por la población –de hecho en el incendio de Losacio fueron varias áreas con castaños que aguantaron el paso de las llamas debido al cuidado de matorral que había en las propias parcelas, todas de uso de monte privado–.
«Hay que buscar una reforestación que conjunte la recuperación ecológica con la implantación de población, porque será la mejor manera de prevenir», concluye Ezquerro.
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