Secciones
Servicios
Destacamos
He aquí al hospitalero por excelencia del Camino de Santiago. Julián Barrio Barrio, arzobispo de Santiago de Compostela desde hace 25 años. Zamorano de Galicia y gallego de Zamora, este hombre de Dios, natural de Manganeses de la Polvorosa, al lado de Benavente, recibe cada ... día a los peregrinos que llegan hasta la tumba del Apóstol. Es el único prelado en la historia de la Iglesia Católica que ha vivido como máximo responsable de la sede de Santiago todos los ciclos de los años santos y acaba de iniciar el que es el último de su historia vital, ya que en agosto cumplirá 75 años y deberá presentar su renuncia al Papa (aunque se prevé que culmine el Jacobeo como arzobispo titular), y el más atípico, porque se extenderá a todo el 2022 a causa de la pandemia.
–Un zamorano de Manganeses de la Polvorosa, que fue ordenado sacerdote en Astorga, ¿era inevitable que acabase en una diócesis de Galicia?
–Es cuestión de la Providencia porque en ningún momento pensé yo, cuando estaba de rector del Seminario de Astorga, venir en primer lugar como obispo auxiliar de Santiago y, posteriormente, ser nombrado arzobispo. Es una gracia que, y lo digo con toda humildad y sinceridad, no la esperaba. Porque en el fondo, tampoco la merecía.
–¡Qué dice!
–El Señor, a la vez que nos da la misión, nos da la gracia para realizar esa misión. En esa confianza acepté y en esa confianza he tratado de vivir en estos años de mi labor en Santiago de Compostela.
–¿Cómo es su relación con su tierra zamorana?
–Frecuento poco el pueblo. Me encanta ir a Manganeses, ver a mis paisanos, hablar con ellos, cambiar impresiones y agradecerles el afecto que me tienen que, ciertamente, sé que me lo tienen, ¡y mucho! Pero, claro, las ocupaciones pastorales en Santiago no es que me lo impidan, aunque realmente...
–...Vamos, que se lo impiden.
–Mi padre siempre decía: «Quien tiene hacienda, que la atienda y, si no, que la venda». En tiempo de vacaciones, por ejemplo, en agosto, Santiago es muy frecuentado por tantos y tantos peregrinos que de una u otra forma buena parte de los quieren hablar con el arzobispo o verlo. Eso me impide que pueda ir a ver a mis paisanos y estar con ellos.
JULIÁN BARRIO
–Residió hasta los 11 años en Manganeses de la Polvorosa. ¿Qué le quedó de aquella etapa?
–La infancia estuve en el pueblo y después, cuando estudiaba tanto en Astorga como en Salamanca o en Roma, las vacaciones venía a casa. Era una satisfacción encontrarme con mis padres y ayudarles cada temporada en las tareas del campo.
–¿Un futuro obispo haciendo de joven agricultor?
–Mis padres eran una familia rural y recibí de ellos la formación religiosa y humana en los años en que estuve con ellos. Viví ese contacto con la cultura rural que, tengo la impresión, ahora la estamos perdiendo un poco. La cultura rural es una forma sencilla y eficaz no solamente de amueblar la cabeza sino sobre todo para conseguir o ver el sentido de la vida de cada persona. Tenemos que valorarla sin menospreciar otro tipo de culturas, como la urbana, la tecnológica... Pero no se trata de comparar; intento subrayar algo: yo viví en contacto con esa cultura y, ciertamente, me ayudó mucho en el proceso de formación.
–¿Un manganesino con 28 años de estancia en Galicia es ya más gallego que zamorano?
–La verdad es que aquí en Galicia he aprendido mucho y me ha ayudado no solo a comprender a quienes pastoralmente tenía que dirigir, sino también a comprenderme a mí. Inicialmente yo veía que nuestra actitud castellana es muy fuerte y me di cuenta de que de otras maneras se podía conseguir lo mismo. En este sentido, entrar en el alma gallega ha sido fundamental a la hora de realizar el ministerio pastoral.
–No obstante, se le ha tenido que pegar mucho de los gallegos porque le hicieron hijo adoptivo de Santiago de Compostela. ¿Qué cree que vieron en usted que no hayan visto en su tierra natal?
–Creo que eso es más bien fruto de la generosidad y la amabilidad de los gallegos. Ciertamente, tengo mucho que agradecerles y espero que en algo les haya podido también ayudar a través del ministerio episcopal que se me encomendó aquí.
–¡Es el prelado más experto en años santos!
–Gracias a Dios y al patrocinio del apóstol Santiago he sido el arzobispo, hasta ahora, que ha vivido todos los ciclos de los años santos: 1993 como auxiliar y los de 1999, 2004, 2010 y este de 2021, que acaba de empezar y seguirá hasta 2022 por la pandemia. Ha sido como una urdimbre a través de la cual poder conocer y tejer, diríamos, esa alfombra con la que he querido recibir a tantos y tantos peregrinos que llegan a venerar la tumba del apóstol Santiago. Es una riqueza que no es fácil explicar con palabras pero sí es una realidad que cuando uno vive este encuentro con la peregrinación y los peregrinos sale muy enriquecido. Uno percibe que el peregrino de manera especial está buscando constantemente.
–¿Qué se busca en el Camino?
–Unos, a lo mejor reafirmar la fe; otros, tratar de encontrar esa fe porque por distintas circunstancias se alejaron silenciosamente de la Iglesia tal vez sin saber por qué ni por qué no y ahora sienten la necesidad de nuevo de buscar sentido a su vida. El Camino es una realidad que sin duda ayuda y da la posibilidad al peregrino de encontrarse consigo mismo, que no es fácil hoy en las circunstancias en las que nos encontramos, de encontrarse con los demás y de encontrarse con Dios. Ahí vemos la urdimbre de lo que es la espiritualidad del Camino de Santiago.
JULIÁN BARRIO
–Para unos el Camino es fe, como dice; para otros, introspección, magia, fascinación, formación humanística, formación cultural, preparación... Para el arzobispo de Santiago, ¿qué es?
–Un camino de fe y una realidad espiritual. Hasta el punto de que yo desde el primer momento me di cuenta de lo que significaba el Camino y he tratado en todo momento de ayudar, acompañar e iluminar en la medida de mis posibilidades a los peregrinos para indicarles que el Camino es una realidad espiritual.
–Que en las últimas ediciones se lanzó por derroteros turísticos que... ¿lo desnaturalizan?
–Si en algún momento el Camino llegara a perder esa dimensión espiritual, estoy seguro de que se convertiría en una realidad inerte. Porque el Camino es una forma de relacionarse del hombre con Dios; es una forma también de buscar el sentido de la vida, es una forma a través de la cual el peregrino trata lógicamente de transformar la realidad de su vida y eso lo vemos desde el primer momento en el Códice Calixtino ya que es, podríamos decir, la primera guía de los peregrinos. Me he encontrado con no pocos que me dicen: «No he hallado aquello que buscaba, pero voy a seguir buscando». Y yo les respondo: «Usted ya ha dado con lo que buscaba: el seguir buscando».
–El ser humano, abocado a una casi eterna tarea de búsqueda...
–Nuestra condición como personas es una búsqueda constante. Si uno no pierde ese interés, esa preocupación, esa inquietud de buscar ha conseguido realmente lo que pretendía.
–¿Hasta dónde cree que la dimensión turística del Camino puede dar al traste con su autenticidad espiritual e intimista?
–Tenemos que estar muy atentos. Ese riesgo lo hay, lo tenemos, por eso la preocupación... Yo veo una diferencia clara entre lo que es el peregrino y lo que es el turista.
–¿Cómo distinguir uno de otro?
–Cuando somos turistas nos programan las cosas que tenemos que ver, nos llevan de un lado a otro, nos dicen a tal hora aquí, a tal otra allí... A lo mejor tiene que ser así, no digo que no, pero al turista se le programa un poco la vida. Al peregrino, no. El peregrino es una persona que día a día va descubriendo esa novedad que le alimenta la esperanza, de forma que para el peregrino la búsqueda de la novedad de hoy se le convierte en una espera del mañana. Y de ahí lógicamente que el peregrino vaya seducido por esa realidad de encontrar esa novedad que es lo que le hace superar las dificultades que tiene el Camino.
–Que son muchas y duras.
–Pero no solo de tipo geográfico, sino espirituales. Por ejemplo, en el contacto con los jóvenes a mí me dicen muchos que a los dos o tres días de haber empezado el Camino se habrían vuelto a casa. Y les pregunto que por qué: «¡Es que no aguantaba el silencio!», me dicen. El silencio forma parte de la peregrinación y es necesario para entrar uno dentro de sí mismo y, claro, en esta situación cultural en la que estamos, que a veces parecemos más fugitivos que peregrinos, realmente el silencio nos puede agobiar porque no queremos enfrentarnos a nosotros mismos, no queremos tratar de oír esas penúltimas preguntas que cada uno de nosotros llevamos dentro y a las que hay que darles respuesta.
–¿Cuáles son esas preguntas?
–¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Qué estoy haciendo en mi vida y con mi vida? Porque a veces tenemos la impresión de que la vida la estamos viviendo superficialmente, sin entrar a fondo en lo que significa este don hermoso que el Señor nos ha concedido, no solo para la realización personal, sino también como esa ayuda que podemos prestar a los demás y esa inquietud de dar gloria a Dios en todo aquello que vayamos realizando.
julián barrio
–Se dice 'Año Santo Compostelano', pero también 'Jacobeo', 'Xacobeo'... ¿La primera es la denominación católica y las otras dos las laicas?
–No, no. Yo utilizo también en la nomenclatura de Iglesia la de Año Santo Jacobeo. Porque Jacobeo viene de Santiago, es el Año Santo de Santiago.
–En este inicio tan convulso del tercer decenio del siglo XXI, ¿qué puede ofrecer llegar a la tumba del Apóstol para que alguien decida echarse al Camino?
–La pandemia nos está agobiando y está trayendo una crisis social y económica. Pero no debemos olvidar que previamente a esta crisis nosotros estábamos también con una crisis antropológica y cultural y la impresión que damos a veces es la de un poco de desorientación, un poco de desconcierto. ¿Qué ofrece el Camino de Santiago, la meta del peregrino? Animar y avivar la esperanza. La esperanza es lo que nos hace mirar al pasado con agradecimiento, al presente con responsabilidad y al futuro con confianza, porque el futuro está en manos de Dios. Esto lo percibió perfectamente Dante.
–¡¿Dante?!
–Estamos celebrando ahora su 700 aniversario. Dante lo percibió cuando puso esa oración en boca de Beatriz dirigida al apóstol Santiago que le dice: «Haz que desde aquí resuene la esperanza». Es una oración preciosa que responde a lo que es y significa la peregrinación jacobea, a lo que es y significa la veneración de la tumba del Apóstol Santiago. De hecho, Dante dice que la peregrinación a Santiago es la más hermosa que puede hacer un cristiano antes de morir.
–¡Qué gran publicista del Camino este Dante!
–Es más, dice que el peregrino de verdad es el que va a Santiago, porque el que va a Roma es un romero y el que va a Jerusalém es un palmero, pero el peregrino como tal es aquel que va a Santiago.
–Usted, que anima a hacer el Camino, ¿cree que la Iglesia se lo pone fácil a quienes quieran mirar al Camino como medio para revitalizar la fe? Todos los escándalos de pederastia en el seno de la Iglesia, de las finanzas vaticanas, de las guerras internas en la Curia...
–La iglesia es consciente de que el único camino que tiene que recorrer es el hombre. Es decir, acompañar a la persona en cualquiera de las circunstancias de la vida. La Iglesia no ignora las fragilidades propias que podemos tener cada uno de nosotros, pero en este sentido el Papa nos dice que no nos enredemos en la red de las nostalgias del pasado. No significa eso que haya que ignorarlo; ni mucho menos. Lo que significa es que tenemos que tratar con todas nuestras fuerzas de vivir esa conversión que de manera especial se pone de relieve en el Camino de Santiago: ese convertirnos para que aquello que se ha hecho mal hay que pedir perdón y tratar de no volver a hacerlo. Y esa preocupación es la que estamos viviendo con nuestras luces y nuestras sombras. Pero, lógicamente, siempre fiándonos a la Providencia del Señor.
–Cumple usted este 2021 los 75 años. A esa edad los prelados tienen que presentar su renuncia al Papa.
–Lo que a mí me toca al cumplir el 15 de agosto los 75 años es presentar la renuncia a la Diócesis y enviársela al Papa. Después lo que el Papa quiera hacer es cuestión suya. (Y ríe a carcajada)
JULIÁN BARRIO
–¿Dónde ubica usted su particular Finisterre pastoral?
–Ahora, la verdad, es que son tantas las preocupaciones que conlleva el inicio del Año Santo, en unas circunstancias tan especiales como las que estamos viviendo con motivo de la pandemia, que no he parado yo a ver cuál puede ser mi Finisterre.
–Está usted siendo muy gallego.
–(Ríe y ríe como respuesta)
–¿Tiene ya claro qué quiere ser de mayor?
–La verdad es que, después de ver el proceso de mi vida, no lo tendría yo tan claro. La Providencia, en ese sentido, es la que nos hace percibir aquello que realmente creemos, no que queramos ser, sino lo que en el proyecto de Dios debemos ser.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.