![Juan Vicente Herrera, el jueves pasado, en la sede del Consejo Consultivo, en Zamora.](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202105/28/media/cortadas/herrera-reportaje-kJsH-U140524425272ho-984x608@El%20Norte.jpg)
![Juan Vicente Herrera, el jueves pasado, en la sede del Consejo Consultivo, en Zamora.](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202105/28/media/cortadas/herrera-reportaje-kJsH-U140524425272ho-984x608@El%20Norte.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
«El primer mandamiento que debe cumplir un expresidente, un emérito, es no molestar». Firma la frase Juan Vicente Herrera Campo (Burgos, 1956), presidente de la Junta de Castilla y León desde marzo de 2001 a julio de 2019. Lo decía cuando estaba en activo. El día que pasó los trastos a Alfonso Fernández Mañueco, una vez que el PP logró sortear la derrota en las autonómicas fraguando una coalición con Cs, se empeñó en cumplirlo a rajatabla. Dejó atrás 18 años largos como presidente de Castilla y León –«Quizás fueron demasiados, al menos para mí», ha reflexionado en alguna ocasión–, precedidos de otros diez en los que fue secretario general de la Consejería de Economía (1992) y luego procurador y portavoz del PP en las Cortes (1995). Empezó a deshojar la margarita sobre su salida de la Junta en 2011, pero aguantó hasta 2019.
Van camino de cumplirse dos años de esa entrega de llaves del despacho oficial de la Junta, en los que Juan Vicente Herrera ha optado por permanecer apartado del foco político. Otros presidentes autonómicos han abierto etapas en el Senado. Han buscado hueco en Madrid, seducidos por la política nacional. Herrera, no.
Pasó unos meses con su gente, en Burgos, y luego solicitó incorporarse al Consejo Consultivo de Castilla y León como miembro nato al ser expresidente de la Junta. 224 kilómetros separan la capital burgalesa de Zamora, donde está la sede de esta institución de control jurídico y de asesoramiento a las administraciones de la comunidad. Herrera, como el resto de consejeros, dispone de coche oficial para el desplazamiento y recibe una retribución como consejero que ronda los 75.000 euros brutos anuales. Ha recorrido el trayecto entre Burgos y Zamora asiduamente, mientras no ha habido confinamiento. Con paradas en Valladolid, antes del estallido de la pandemia, para seguir cultivando a los amigos y manteniendo el contacto con sus colaboradores, algo que confía en retomar cuando la covid-19 afloje.
El coronavirus activó el telecontacto. De vez en vez cae algún mensaje en el grupo de whatsapp de su último Gobierno: una felicitación de cumpleaños, recomendaciones de lectura, intercambios de artículos o recordatorios sobre la campaña de vacunación. Como un ciudadano de vida sencilla, sin cosas extraordinarias, pero vida, como traslada Herrera a su círculo cercano. Sin las exigencias de la agenda política. «Estar sin proyección pública supone una liberación personal», remarca un exconsejero suyo.
La tarea que desarrolla el expresidente en el Consultivo es un trabajo que discurre en un plano institucional, que le permite estar alejado de esa línea del debate político y volver a sus orígenes profesionales, desempolvar su experiencia como abogado. El trabajo le posibilita dedicar todas las mañanas a los informes y dictámenes y poner al día sus conocimientos en Derecho (estudió en Navarra, preparó oposiciones a notarías y finalmente trabajo en despachos de Burgos y Madrid) con juristas de primer nivel, como son los letrados del Consultivo. «Está feliz, muy contento y de muy buen humor, que eso, en la época de presidente de la Junta, era complicado que se diera siempre», indica un colaborador estrecho.
Agustín Sánchez de Vega, presidente de la institución, señala que Herrera saca tarea adelante como uno más, como los tres consejeros votados por las Cortes. El expresidente entra en el turno de reparto de informes y dictámenes sin distinción alguna. «Es uno más», insiste Sánchez de Vega, que subraya el valor que aporta la experiencia y la visión práctica de quien ha estado al frente del Gobierno de Castilla y León a los dictámenes sobre normativa y asuntos con aplicación en la comunidad y en sus ciudadanos. Antes que Herrera lo hicieron, en los primeros pasos del Consultivo, los expresidentes socialistas Demetrio Madrid y José Constantino Nalda.
Desde que es consejero en esa institución se ha apartado de la deliberación de cinco asuntos, por entender que podían generarse interferencias con su etapa como presidente de Castilla y León. Uno de ellos fue el dictamen sobre la supresión del Impuesto de Sucesiones y Donaciones para familiares directos. El informe aprobado recientemente sobre el anteproyecto de ley con el que la Junta quiere crear la Oficina de Prevención y Lucha contra el Fraude y la Corrupción, le tocó en suerte al consejero Herrera. Fue un dictamen crítico.
El confinamiento ha empujado al expresidente a aventurarse en la cocina y el trato con los fogones obliga a ir al mercado. Y lo disfruta. Mucho. Herrera ha retornado a una normalidad de la que no desconectó del todo en su etapa de cargo público. Su amarre a su 'normalidad' durante los años de Valladolid fue procurar dedicar parte del fin de semana a su gente de Burgos, a los amigos, a la familia, a Marisol (su pareja), a la librería de siempre (Luz y Vida) y a sus libreros; al café, el vino o la comida en compañía de allegados. «Es que no ha cambiado de amigos, hábitos y costumbres. El círculo de 2019 es el mismo que el de 2001», explica una persona que trabajó codo con codo con él en la Junta.
Paz social, que es más que Diálogo Social, y unos servicios públicos cuya calidad se mantuvo durante la crisis anterior y que han permitido afrontar esta pandemia. Eso destaca del 'herrerismo' quien fuera vicepresidente y portavoz de la Junta. De Santiago-Juárez reconoce que ni entendió ni le gustó que el actual gobierno «en su arranque, culpara de todos sus males a la herencia recibida».
«Herrera marcó una visión progresista que aquí nadie del PP ha ejercido, en una línea muy europea de los años 60 de la socialdemocracia». Ángel Hernández recuerda que el de Herrera fue el primer gobierno del PP en la historia democrática en impulsar el reconocimiento de la memoria histórica, al tiempo que se pregunta «quién gana con la decisión política actual de reventar el Diálogo social»..
El primer presidente de la Junta defiende el equilibrio entre no estorbar y aportar. «Hay momentos en que todas las manos y todas las cabezas pueden ser pocas», apunta, aunque matiza que son los responsables que toman el relevo los que marcan esa toma de opiniones de los 'ex'. Él ha mantenido y mantiene una relación cordial con Herrera: «Con el único que ha sido imposible es con Aznar».
Si el confinamiento ha llevado a un «soltero profesional», como suele definirse, a descubrir sus habilidades con los guisos, también ha desvelado al expresidente que no era tan negado para la informática como transmitía en su etapa en la Junta. El teletrabajo le ha hecho ponerse al día con el ordenador y lo digital, empujado por el sistema que tiene el Consultivo, que ha permitido a la institución desarrollar su actividad sin contratiempos durante la pandemia.
El ordenador le ha mantenido conectado con el mundo y con los medios de comunicación. Con la información política, pero también con la cultural y la deportiva en un año en el que el Burgos Club de Fútbol ha subido a segunda división. A un amigo que le recordó que el equipo burgalés se mediría la próxima temporada con el descendido Valladolid, le matizó que habrá máxima rivalidad regional, pero no solo con el Pucela. Sumó al Mirandés y a la Ponferradina. Es lo que tiene haberse pasado media vida 'vertebrando' la comunidad. Sin dejar el frente deportivo, Juan Vicente Herrera es socio del Club Baloncesto San Pablo, que ha situado a Burgos en el 'top ten' de la ACB, aunque va a la cancha esporádicamente.
El expresidente de la Junta sigue la actualidad política y cuenta a sus allegados que lo hace desde el respeto y empatizando con aquellos que tienen que tomar decisiones en este momento, ante unas circunstancias que han sido y son absolutamente complicadísimas. A quien en una sobremesa o en la calle le pregunta si vive con alivio que la pandemia del coronavirus le haya pillado relevado en la Junta, le responde que no es esa la sensación que tiene. Explica que a él le tocó de lleno la gestión de la anterior crisis económica y social y que Castilla y León retrocedió en términos de empleo de una tasa de paro del 7% al 22% en los peores años. Desde esa experiencia, concluye, entiende lo duro que es gestionar una pandemia.
Quijano fue adversario político de Herrera en las Cortes. Luego este destinó una de las designaciones de las que disponía el PP para proponer consejeros del Consultivo para incorporar al jurista socialista. «La discrepancia puede ser dura, que lo fue, pero mantener un nivel de cordialidad es útil en política», aprecia Jesús Quijano. Amigo de Herrera, el dirigente del PSOE afirma que se han permitido «hablar de todo. Con discreción y en confianza le he dado mi opinión».
«Todos los presidentes han aportado a la comunidad, pero Herrera ha configurado la Castilla y León que conocemos». Fernando Rey, exconsejero de Educación, asegura que Juan Vicente Herrera reúne unas aptitudes y unas actitudes intelectuales y morales «poco comunes en política» y «en una persona que posiblemente no se vea como un político profesional». El ex consejero de Educación (y también del Consejo Consultivo) destaca del expresidente su empeño en buscar el acuerdo, el rigor de la palabra dada y el enfoque social que prima en su gestión.
«La experiencia de un expresidente aporta consideraciones que enriquecen las de los jurista, que son más apegadas a la teoría y la práctica del Derecho». Frente a quienes critican que supone blindar un retiro dorado a estos dirigentes, Agustín Sánchez de Vega, presidente del Consultivo, defiende su incorporación al Consejo y el trabajo, en el caso de Herrera, «a pleno rendimiento diariamente».
El dirigente del PP fue una persona muy cuidadosa respecto a la exposición de su vida privada. Hermética. A temporadas, incluso ha rehuido el protagonismo en su vertiente pública, como presidente. No echa de menos las primeras páginas de los periódicos y declina cualquier propuesta de entrevista o colaboración informativa. «Dejas la Junta y hay que intentar seguir sin estorbar a quienes dirigen el cotarro. Estará observando qué ocurre y cómo se respetan las líneas de su gobierno», apunta Demetrio Madrid.
Si el primer presidente de Castilla y León está en lo cierto, la atalaya de observación de Juan Vicente Herrera se sitúa en su refugio burgalés. Un territorio recogido. En el centro de la ciudad. Delimitado por la Catedral, que ve desde su casa mientras lee o escucha música. Acotado por el Café España, La Cantina y La Favorita para el tentempié de media mañana o la hora del vermú, y La Fábrica o La Tomasa para comer con amigos o con la familia: Marisol Martínez, sus dos hermanos y sus tres sobrinas.
Estas últimas le hacen tomar conciencia del tiempo que ha dedicado a la política y la velocidad a la que va la vida. En 2001, una revoloteaba en su primera toma de posesión y en la campaña electoral siguiente hizo hueco para una primera comunión. Hoy tiene una sobrina abogada y las otras dos, acabando sus estudios.
Si amplía un poco más este refugio personal, llega hasta la Cartuja de Miraflores para la misa del domingo si es invierno. En verano no falta a la cita con el Camino de Santiago. Incluso el pasado pilló una 'ventana' de mejora de indicadores a finales de julio y pudo hacer tres etapas. Este año es Jacobeo y si la evolución sanitaria no se tuerce, piensa reservar varios días para caminar por El Bierzo o la Maragatería y dar el salto a Santiago de Compostela. Con los amigos de siempre y con el recuerdo vivo de su primo Julián Campo, hospitalero de peregrinos y colaborador de la Madre Teresa, en Calcuta, que falleció en agosto de 2006 en un aciago accidente de tren en el municipio palentino de Villada. Juan Vicente Herrera visitará al apóstol como político retirado reencarnado en el jurista que un día quiso ser. Al menos, de momento.
Juan Vicente Herrera afrontó su último Debate de la Región, en junio de 2018, con una política social y de empleo asentada en acuerdos con la patronal, CC OO y UGT, con la Renta Garantizada de Ciudadanía consolidada, los colegios e institutos de la Castilla y León a la cabeza del Informe Pisa y la atención a la Dependencia y los Servicios Sociales aupados a sobresalientes sostenidos en las valoraciones estatales. En el otro plato de la balanza: la pérdida de población. 60.750 habitantes menos en aquel momento, junio de 2018. Los 2.463.479 del padrón de enero de 2001 eran 2.402.729 en julio de 2019. Herrera pasó revista a su gestión con el aval de la parte más social, de los servicios públicos esenciales y del clima de concertación con los agentes sociales que sirvió para respaldar buena parte de sus políticas y desactivar las críticas de la oposición.
Son las grandes pinceladas que resumen un legado con infraestructuras como la Valladolid-Segovia, el Hospital Río Hortega o el de Burgos, este último construido por una concesión administrativa polémica, cuya repercusión aún colea. Hasta el punto de que Cs incorporó al pacto por el que el PP mantuvo la Junta y Alfonso Fernández Mañueco llegó a presidente de Castilla y León el rescate de esa concesión, punto que no ha avanzado en los casi dos años transcurridos.
También pervive una parte más agria, pendiente de proceso judicial, como es la trama eólica, la compra del edificio que hoy aloja en Arroyo de la Encomienda a departamentos de Economía, Empleo y al ICE, o los terrenos del polígono nunca construido en Portillo. Dos viceconsejeros se sentarán en el banquillo.
¿Qué queda del herrerismo? Su sucesor, Alfonso Fernández Mañueco, reivindica la vigencia y el «orgullo» respecto al legado de Herrera desde «el compromiso de superar sus logros». Pero en su gobierno hubo un desapego claro respecto de partes de ese legado. Unas atribuibles a Cs, con el silencio de la parte PP, como es la tensión ejercida sobre el Diálogo Social y sus integrantes que culminó con una crisis de Gobierno al salir el consejero de Empleo, Germán Barrios, en plena crisis laboral por la covid-19. O la que generó la actualización de las cifras sobre las listas de espera sanitarias, con acusaciones de maquillaje de las mismas. O la Ordenación del Territorio. Y otras, en áreas de gobierno del PP, como las cuestiones de personal y Función Pública y la no aplicación de acuerdos firmados como la vuelta a la jornada de 35 horas semanales. Luego, achacaron el exceso de déficit de la Junta en 2019 a la gestión del gobierno saliente, el de Herrera, que había gestionado hasta julio.
Apenas nueve meses después del relevo, llegó la pandemia, que ha reventado el programa de la coalición. Pero hay gestión bajo el coronavirus. Y ahí sale la reforma de la asistencia sanitaria en el medio rural. «Me gusta entre poco y nada el Plan de Aliste, que es anterior a la pandemia. Dejar sin médico ni enfermera los consultorios en los pueblos... Parece que la pandemia lo tapa todo», valora José Antonio de Santiago-Juárez, exportavoz y vicepresidente de la Junta.
Una persona que compartió labores de gobierno con De Santiago-Juárez resume la gestión del legado herreriano de manera contundente: «Queriendo despreciarlo sigue más vivo que nunca».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Leticia Aróstegui, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández y Mikel Labastida
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.