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He aquí un hombre de este tiempo preocupado porque no se olvide el pasado. José Ramón Cid (Ciudad Rodrigo, 1962), que lleva medio siglo recopilando material vinculado con su localidad natal en las invasiones francesa e inglesa en el siglo XIX y a la tradición ... musical, especialmente la de los tamborileros salmantinos. En la planta baja del Palacio de los Águila de Ciudad Rodrigo puede contemplarse buena parte de su patrimonio personal sobre la Guerra de la Independencia en la zona, donde los grabados de Goya o la máscara mortuoria de Napoleón constituyen inexcusables reclamos para visitarla. En la planta superior se muestran instrumentos que recuerdan a los personajes que los interpretaban. Así, es fácil ver desfilar ante uno a insignes nombres del folklore charro como Germán Castaño, Eulogio Carballo, Juan Carambo de Peñaparda, el Tío Manolín de Aceituna, Ismael Álvarez, el Demonio de El Maíllo, Carchena de Aldea del Obispo, Caroco de San Felices, El Guinda de La Alberca, el Tío Frejón de Retortillo, José Tanín de Robleda, Andrés Calles de Guadramiro, Tío Lisardo de La Atalaya, Lorenzo Titón de Mogarraz, Víctor Pavón de Miranda del Castañar y José González de Vilvestre. Acaba de editar 'Charros y Gitanos' y esta tarde participa en la apertura del XXX Aniversario del Centro de Estudios Bejaranos.
–¿De dónde le viene esta afición por recuperar material de la Guerra de la Independencia en Ciudad Rodrigo? ¿O es vocación?
–Es verdad que más que una colección es una recopilación de datos y material. Inicialmente hicimos una exposición en 2007 que titulamos 'Sitios Napoleónicos'. Después, coincidiendo con el bicentenario, en 2010 se hizo 'La ciudad frente a Napoleón', que ocupó todo el Palacio de los Águila. Y luego, en 2012, quedó esta exposición permanente...
–...¿Qué abre la puerta al visitante a qué?
–La exposición tiene una primera parte dedicada al contexto de la época, que es 'Goya, un reportero de excepción'.
–Goya... ¿reportero?
–Goya, además de ser de los pintores más importantes de España, fue el primer reportero de guerra porque fue reflejando las barbaridades que veía, primero con el Ejército francés y después con cómo quedó España con el absolutismo de Fernando VII. Quería difundirlo y el medio de aquella época para hacerlo era el grabado.
–¡Sus famosos grabados!
–Goya realizó planchas en cobre para luego ser grabadas. La técnica del grabado le permitió reflejarlo en lo que denominó 'Los desastres de la Guerra'. Él primeramente no lo pudo publicar porque era una crítica muy grande al Ejército francés, pero cuando llegó Fernando VII, el Deseado, como también defraudó al pueblo, Goya se marchó a Burdeos y siguió haciendo desde allí una crítica al rey, aunque tampoco la pudo publicar en ese momento. En 1850 se hizo la primera tirada de ocho y la que está expuesta en Ciudad Rodrigo es la quinta de esas ocho. 82 grabados. La segunda parte muestra la hambruna, la muerte y las consecuencias de la guerra y la tercera, y última, muestra la crítica a la Iglesia de la época y al régimen de Fernando VII.
–Los grabados son de su propiedad, entiendo.
–Sí y los he cedido a Ciudad Rodrigo para esta exposición.
–Exposición que no vive solo de los grabados de Goya...
–Claro. Puede contemplarse una pieza muy curiosa: la máscara mortuoria de Napoleón.
–¿¡Del mismísimo Napoleón?!
–Napoleón muere desterrado en la isla de Santa Elena en 1821. Su médico de cabecera, Francisco Antonmarchi, sobre el cadáver hizo una colada de la que salió la cara de Napoleón que puede verse en Ciudad Rodrigo.
–¿Qué busca coleccionando todo esto vinculado a la Guerra de la Independencia?
–Soy un aficionado a la historia y al arte y siempre he ido recopilando material de este tipo que tiene que ver con esta zona. Los Desastres de la Guerra representan la situación, pero no de un lugar concreto. Así como otros cuadros concretos de Goya, como los fusilamientos del 2 de mayo, todo el mundo sabe que son escenas de Madrid, los que se ven en Ciudad Rodrigo son aterritoriales. Hay una escena en la que aparece una mujer y algunos quieren ver en ella a Agustina de Aragón , pero también en Ciudad Rodrigo hubo una heroína, de nombre Lorenza Iglesias, que disparó con cañón.
–¿Cuándo surgió en usted esta afición recopiladora?
–He de decir que de siempre. En mi casa... Mi padre era también muy aficionado y yo aprendí de él. He ido siempre recopilando cosas no solamente de historia, sino también de cultura tradicional y folklore, que están expuestas en la planta por encima de la muestra de la Guerra de la Independencia, en Los Águila.
–Pero, ¿cómo todo un procurador de los tribunales tiene esta vocación? ¿Es una válvula de escape al siempre complicado mundo de la Justicia?
–Recopilar en la tradición es mi vocación y lo de procurador de los tribunales es de lo que vivo y como. En vez de tener otra afición, yo tengo esta. Otros se dedican al deporte, al arte... Yo, a esto. A mí me gusta mucho la música tradicional y he hecho el trabajo de investigarla, recopilarla y difundirla. Una manera de hacer esto último es enseñar a las nuevas generaciones para que se siga manteniendo.
–¿Qué es lo que más aprecia de lo que ha ido encontrando?
–Hay muchas piezas, muchas... Algún instrumento musical en especial, como pueden ser dos flautas de hueso de ala de buitre, que pertenecieron a tamborileros y, transmitidas de generación en generación, han llegado a mí. Y respecto a lo de la Guerra de la Independencia... La máscara mortuoria de Napoleón, adquirida para la exposición del bicentenario de 2010.
–Tras medio siglo, ¿qué sigue buscando con ahínco?
–Hay objetos que son muy valiosos, tanto desde el punto de vista artístico como del económico, pero hay otros que para mí por lo que más valen es por su vinculación con esta tierra, por la historia. Puede que su valor económico sea mínimo, pero para mí son de lo más valioso.
–¿Ha tenido alguna oferta, incluso inconfesable, para que se desprenda de alguno de los objetos?
–Yo no me dedico a eso. Nunca he vendido nada, todo lo contrario, siempre me he dedicado a recopilar. Y nunca he visto esto como algo comercial.
–Con lo que recopila, ¿tiene la sensación de ser una especie de guardián de esencias en declive?
–En cierta medida, sí. Sobre todo en música tradicional, hay muchas cosas que se pierden y otras que se desvirtúan. Muchas formas que son esencia de nuestra cultura tradicional se van perdiendo, otras se van modificando... Hay piezas originales que ya están perdidas y nadie se preocupa. Por eso es tan valioso encontrar cosas como esas flautas de hueso de ala de buitre que tocaban los pastores, que para mí su valor económico, que no lo sé, no es importante, pero el valor cultural, sí. El primer instrumento de ese tipo es del Paleolítico y que se hayan conservado en la tradición de aquí hasta hace unos años, hasta el último tamborilero que conocí, es de una importancia tremenda.
–¿Es la despoblación el cáncer de la tradición oral y escrita?
–Claramente. La despoblación, por un lado y luego, que en esta tierra no se ha tenido mucha sensibilidad para mantener esa cultura nuestra popular.
–¿Y de quién es culpa?
–Yo creo que todos somos culpables. Siempre se echa la culpa a los gobernantes, pero es que mientras que en otras zonas la gente, por ejemplo en Cataluña o el País Vasco, ha valorado muchísimo su cultura nosotros hemos ido siempre un poco por detrás. Castilla y León, y esta zona de Salamanca, somos un poco los que menos hemos valorado nuestra identidad. Eso sí, he de decir que últimamente se ha empezado a valorar bastante y hay muchas personas interesadas. Pero se ha perdido mucho. De todo el patrimonio inmaterial de la tradición y la historia hay mucho que se ha dejado de lado.
–¿Y es irrecuperable?
–Hombre...Parte se ha perdido definitivamente.
–Se nos vende que todo está en Internet, ¿usted corrobora o rebate semejante afirmación?
–Hay cosas que no las encuentro en Internet, muchas, porque todavía ni han sido publicadas, ni difundidas, ni siquiera halladas. Lo que pasa es que Internet es una herramienta, o como lo queramos llamar, importantísima. Encontramos ahí muchas cosas para las que antes había que ir a muchas bibliotecas y archivos y ahora lo tenemos ahí, a mano, con mucha facilidad.
–¿Se ha sentido usted apoyado por las instituciones?
–A ver, esta exposición la patrocina el Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo, pero yo la hago de una manera desinteresada, altruista. Nunca he planteado que hubiera que adquirir tal o cual cosa: soy yo quien, con mis medios, voy adquiriendo cosas, no las adquiere nadie por mí.
–¿Somos conscientes de que estamos en una situación un tanto peligrosa respecto a la transmisión de un patrimonio inmaterial tan rico?
–Creo que ahora, en general, en Castilla y León y en Salamanca se ha generado mucho interés, se ha puesto en valor la cultura propia, cosa que hasta hace unos años no se valoraba tanto. Ahora hay mucha gente investigando, recopilando... Y hay archivos con grabaciones antiguas y actuales y creo que sí se va a mantener. Precisamente por ese interés que detecto.
–¿La tecnología moderna puede darle la puntilla a la tradición oral y escrita?
–¡Al revés! Está favoreciendo mucho, vía grabaciones, por ejemplo, y está al alcance de cualquiera. Además, gracias a la tecnología ahora incluso puedes aprender a tocar un instrumento tradicional o canciones tradicionales con un programa de Internet, de una app, de vídeos. Claro, pero por otro lado se está estandarizando, se pierde también esa identidad y esa personalidad. Ahora mismo, por ejemplo, un habitante de otro país muy distante de Salamanca puede aprender a tocar el tambor sin haber pisado estas tierras y hacerlo tan bien como un salmantino.
–¿Qué enseñanzas saca usted de la historia?
–Todo sobre nuestros antepasados: cómo vivían, cómo se vestían, qué música interpretaban y también la lección para saber que las cosas malas no deben volver a repetirse porque adquieres dimensión de hasta dónde puede llegar la barbaridad humana, hasta qué punto el ser humano puede ser tan brutal.
–Tanto investigar y recuperar del pasado, ¿ha pensado ya en el futuro para descubrir qué quiere ser de mayor?
–Lo que soy. Lo importante es llegar a ser mayor para culminar los proyectos de toda una vida.
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