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La de José Javier Salas es una de las historias que habitan en nuestras residencias de mayores. Vive en Vitalia Jardín desde «el 1 de ... agosto de 2019 a las 13:30 horas», como JJ, como le gusta que le llamen, recuerda. Para él este estancia es un «oasis» tras la enfermedad por la que casi pierde la vida. La pandemia ha cambiado mucho la de todos, pero, dice, está «tranquilo, sereno y feliz en la residencia», pese a que «esto no ha hecho más que empezar».
JJ vive esta situación con «paciencia cristiana y espíritu espartano», cuenta entre risas, y se lo pasa muy bien. «Escribo, compongo canciones, leo y charlo con mis compañeros. No nos aburrimos», asegura. Afirma no tener miedo y cuenta que les han hecho «pruebas serológicas con resultado negativo. En la residencia cumplen al detalle las medidas sanitarias», asevera.
El confinamiento de Burgos impide que las familias puedan entrar, algo que, aunque JJ lamenta, no le impide seguir animoso. «Antes de cerrar, mi hijo mayor vino a verme por los cristales, y hacemos videollamadas. Las empleadas van con la tablet y hablamos con las familias. Nos hace ilusión, sobre todo a los más viejecitos», indica.
Una de esas empleadas es Demelsa Casado, que se encarga de que su «familia» esté bien y no le falte de nada. No solo se encarga de las videollamadas; también, junto a sus compañeros, de que los residentes «estén bien, sanos y contentos». «Nuestra preocupación es qeu nos confinen como en marzo y que vuelvan a perder capacidades cognitivas ahora que lo hemos levantado», explica. Su obsesión es que las familias estén tranquilas.
Los residentes asumen no poder verlas con normalidad. «Han vivido tanto que dicen que no pasa nada», indica Demelsa, que señala que muchos usuarios han vivido en Alemania y han pasado años completos con el único contacto con sus familias por vía postal. Asimismo, envía un mensaje de tranquilidad: «Se han visto casos de residencias que no son nuestra realidad. Aquí no abandonamos a nadie y hemos extremado la seguridad hasta la obsesión».
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