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He aquí un religioso que cree y fomenta el diálogo entre religiones. José Ángel Mozo (Valladolid, 80 años), director del centro ecuménico de Lavinio, en Italia, a escasos 60 kilómetros de Roma, capital de la Cristiandad. Sus 43 años de actividad allí le han convertido ... en un referente mundial sobre la relación y el encuentro entre personas que practican distintos credos. El hecho de que su parroquia esté situada muy cerca de los cementerios militares alemán, estadounidense e inglés ha contribuido sobremanera a que él haya liderado en su vida la acogida a gentes de todo el mundo que han acudido allí a rezar por sus familiares muertos en batallas en la II Guerra Mundial. Y, a la vez, su origen valisoletano y su trabajo desde muy joven con familias gitanas en el barrio de las Delicias le han convertido en uno de los mayores especialistas de la Iglesia Católica sobre esta etnia. Acaba de celebrar sus bodas de oro sacerdotales en la ciudad que le vio nacer, crecer y madurar.
–Tenía por delante un futuro profesional, tras haber estudiado Comercio, y se metió a cura...
–Un poco de culpa tuvieron los Claretianos de la Circular.
–¿Los que se acaban de ir de la Parroquia de la Inmaculada?
–Sí. Trabajé mucho con los claretianos en los poblados gitanos. Íbamos a dar clase a las chabolas, cuando estudiaba yo Comercio. Y logré poner en marcha el Secretariado Gitano de Cáritas. ¡Soy padrino de bautizos y bodas en muchísimas familias gitanas!
–¿Y por qué no entró en los claretianos y se fue el Seminario?
–El padre Isaías, que estaba en los claretianos de la Circular, me quitó la idea. Me hablaron del colegio de Salamanca de vocaciones tardías y fui para allá. Estuve un año.
–¿Y después?
–Como no aguantaba allí, vine a Valladolid y hablé con el arzobispo Goldáraz y me dijo que hiciese aquí la Filosofía, en el Seminario. Con los estudios que tenía yo, tres años se convirtieron en uno, con las materias fundamentales para la Teología. Y seguí en contacto con los proyectos con los gitanos y en la Fraternidad Católica de Enfermos.
–Tres años pasarían rápido...
–Yo había estudiado alemán en Comercio y lo hablaba muy bien, así que me quise ir a un centro de los Jesuitas en Alemania. Al no ser posible, porque me exigían un año entero de alemán, hablé con el arzobispo y le planteé ir a París a otro centro de los Jesuitas. Era 1968, y con el jaleo que había, el obispo me quitó la idea y me recomendó ir a Roma. Y allá me marché, con 28 años.
–Pero uno no se levanta un día en la Plaza Circular de Valladolid y al día siguiente está en Italia creando y dirigiendo un centro ecouménico...
–Huy, hasta llegar a Lavinio... Hice toda la Teología en el Angellicum. Cuatro años. Y un quinto para el doctorado. Nada más llegar me puse en contacto con el mundo gitano de Italia. En una oficina de nómadas del Vaticano se preocupaban de los gitanos y mi tesis doctoral la estaba haciendo sobre los nómadas, con dedicación particular a los gitanos.
JOSÉ ÁNGEL MOZO
–¿De ahí su papel destacado en la acción de la Iglesia hacia ellos?
–Un día me pidieron que fuese a una reunión porque el Papa Pablo VI quería que se hiciese un centro de estudios sobre los gitanos en Roma. Junto a un compañero sacerdote, Gianni, trabajábamos con gitanos, en un barrio de Roma y un obispo nos llevó a Albano, ordenó a Gianni y nos mandó a Champino, a una parroquia. Estuvimos dos años viviendo en Ostia. Tras ese periodo, ese obispo nos envió a Lavinio. No sabíamos ni lo que era ni dónde estaba. Había una igesia pequeña y el obispo nos dijo que había que construir una más grande.
–¿Para qué?
–Es que era una capilla muy pequeña. Nos quedamos allí y los primeros días hasta dormíamos en el coche porque no encontrábamos sitio. Con el tiempo conseguimos que nos regalaran 12.000 metros cuadrados de terreno, de zona de invernaderos. Lo primero que hicimos fue comprar un millón de ladrillos. No sabemos cómo pudimos sacar aquello adelante, además sin un céntimo de la Diócesis.
–De alguna forma lo harían...
–Inventábamos cosas increíbles.
–¿Como cuáles?
–En una fábrica de textil nos confeccionaron toallas, de las de llevar a la playa, para que las vendiéramos. Pagamos por cada una 12.000 liras y las vendíamos a 25.000.
–Negocio redondo.
–Vendimos muchísimas y conseguimos un efecto social curiosísimo.
–Al final, lo que levantaron no fue una parroquia sino un lugar de oración para todo tipo de credos, ¿no?
–Eso es el centro ecuménico. Un lugar para que puedan acudir católicos, protestantes, creyentes de cualquier religión...
–Pero, ¿con qué finalidad?
–Había una presencia allí de gente de otras religiones y por eso al centro ecuménico le hemos añadido después de algunos años un centro de diálogo interrreligioso. Un centro ecuménico era necesario para poder acoger la cantidad de gente que va a los cementerios de guerra, el americano, el inglés, el alemán. Vienen muchas personas que no son católicas, pero que quieren rezar y en nuestro centro, pese a ser de la Iglesia Católica, lo pueden hacer.
–¿Es el único de Italia?
–Con esas características, sí.
–¿Y desde el Vaticano qué opinan? Los tienen tan cerca...
–Nos conocen bien, saben perfectamente que hacemos muchas celebraciones de tipo mixto, en el sentido de que invitamos a protestantes. La Iglesia pequeña tiene un sacerdote rumeno de rito ortodoxo y hace celebraciones para muchos procedentes de Europa del Este. El diálogo interreligioso, como lo hacemos nosotros, es fácil.
JOSÉ ÁNGEL MOZO
–¿Y para qué vale?
–Fraternidad. Nosotros nunca hacemos una propuesta de conversión. Por ejemplo, vienen sijs, entran en nuestra Iglesia y encienden velas a la Virgen. ¿Se ofende la Virgen? No, no, no. Para ellos es otra cosa, pero rezan.
–Esa variedad de religiones, ¿cómo conviven en Lavinio?
–Hay al menos 3.000 indios, de los cuales la mayoría son sij, aunque también hay un grupo grande de hinduistas. Después tenemos otro de africanos, en los que priman los marroquíes, que son musulmanes y tienen también un centro donde se reúnen; yo he entrado allí, claro, y ellos vienen a nuestra iglesia. Todos estos de distintas religiones tienen un trato muy fuerte con nosotros, gentil y amable, porque también tenemos un servicio de Cáritas sin hacer distinción de religiones ni procedencias ni nada.
–¿Da eso sentido a su sacerdocio?
–No podría ser cura de otra forma. ¡No sabría serlo de otra manera!
–Hay que dar por hecho que usted cree en Dios, ¿verdad?
–¡Claro que creo!
–Los años y ver tantas desgracias y necesidades, ¿no le han hecho flaquear en esa creencia?
–Me ha ayudado mucho seguramente el hecho de tener esta relación con los demás de cualquier otra religión. Si yo hubiese sido solo cura como veo muchos curas, habría tenido problemas.
–¿Por qué?
–Porque no habría aceptado imposiciones. Yo no voy contra las leyes de la Iglesia, soy respetuosísimo con el Papa Francisco, he sido consejero de la Embajada de España en el Vaticano 14 años, hasta que llegó Antonio Pelayo, que me sustituyó. Hay dos elementos importantísimos para poder ser cura, la caridad y la misericordia. Si no tienes sentimientos caritativos y de misericordia, el Derecho Canónico te bloquea.
JOSÉ ÁNGEL MOZO
–La juventud se ha internetizado y no parece que esté muy cerca de la Iglesia. ¿De quién es responsabilidad ese alejamiento?
–Cuando hemos formado bien a algunos jóvenes que ahora son padres, logran traer a los chicos a la parroquia. Es fundamental un trabajo con los padres. Los niños de ahora, que vienen con los padres, son los que luego vendrán de jóvenes. Es la semilla. Solo si se ha sembrado se recoge; si no, nada. Hay una diferencia entre la Iglesia como funciona en España y como lo hace en Italia y, sobre todo, cerca de Roma. Pero el problema y la crisis es general y seguramente ha ayudado mucho a ello la publicación de escándalos en la Iglesia y no se ha publicado la cantidad de cosas justas y bien hechas por la Iglesia. Se habla del error de un cura y no se habla de la cantidad de cosas buenas que ha hecho ese cura a favor de la gente.
–En España los feligreses de las parroquias son cada vez de mayor edad. Muchos jóvenes solo ven sentido a la Iglesia a través de la acción social que esta desarrolla.
–Ese problema también lo hay en Italia. No es exclusivo de España. Va a hacer 43 años que estoy en Lavinio y es ahora cuando estamos recogiendo los frutos de todo lo que hemos sembrado.
–¿Frutos que se plasman en qué?
–Uno de los errores que tienen ahora muchas parroquias y muchos obispos es que después de unos años al cura lo cambian de sitio. A veces es necesario, ¿eh?, pero yo soy partidario de que el párroco esté mucho tiempo al frente de la misma parroquia porque si ha sabido sembrar, después recoge. Nosotros estamos recogiendo el trabajo de tantos años, allí en Lavinio, pero sentimos la crisis, no se crea. La pandemia ha asustado mucho a la gente y está ahora empezando a venir de nuevo.
–El obispo Aurelio García Macías, vallisoletano de Pollos, subsecretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, ha dicho que usted merece un reconocimiento...
–¿Yo? ¿Pero por qué? No, no...
–Lo de la Iglesia pobre para los pobres, que quería el Papa Francisco, ¿existe?
–He hablado con el Papa en alguna ocasión. Francisco sabe de mi tarea a través de Aurelio García, en quien el Papa tiene una confianza grandísima. Aurelio ha venido mucho a Lavinio, desde su época de estudiante. Nos ha ayudado mucho allí, mucho. El Papa llegó a llamar al Limosnero del Vaticano, le encargó hablar con Aurelio para que conociera el proyecto de Lavinio y le encargó ir a nuestra parroquia. ¡Y el Limosnero se presentó allí con un furgón enorme de alimentos! Le había encargado el Papa llevarlo.
–¿En 43 años en Lavinio se ha parado a pensar ya en qué quiere ser de mayor?
–Cura.
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