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He aquí un hombre polifacético. Joaquín Gomá (Ceuta, 63 años). Inspector jefe de la Policía Nacional, ejerce como titular de la Comisaría de Aranda de Duero y acaba de publicar 'Cuaderno de la Ribera'. Licenciado en Ciencias Políticas, máster en Comunidades Europeas y doctorado en ... Derechos Fundamentales, ha trabajado en sus muchos años de profesión en la Unidad de Guías Caninos de la Policía Nacional, en la de Protección y Escoltas, en el Equipo de Explosivos, del de Drogas y del las Unidades Motorizadas. y ha estado en China, Sudáfrica, Canadá y Países Bajos encargado de la coordinación de las relaciones internacionales de Inmigración por parte de España. Hace un lustro fue destinado a Aranda: llegó, tuvo un flechazo con esta tierra y hoy está tan mimetizado con ella que la ha estudiado en profundidad. Resultado de ello: 'Cuaderno de la Ribera'.
–¿Qué hace un inspector jefe de Policía metido a escritor?
–Ser policía no es un impedimento para hacer en la vida cualquier otro tipo de cosas. Tenemos policías campeones de remo y de taekwondo, que ganan en Pasapalabra,... ¿Por qué no escribir?
–Con su formación, ¿no habría sido más natural que se hubiera inclinado por la novela negra?
–Para eso hay que tener cierta imaginación y habilidades que yo todavía no he descubierto en mí. Durante muchos años he hecho informes profesionales. Cuando llegué a Aranda, en un entorno tranquilo y en el que me encuentro muy a gusto, me dio por hacer un informe de la Ribera para todos los públicos...
–¿Informe de la Ribera?
–Como llamarlo informe podía parecer un poco cutre, lo llamé Cuaderno de la Ribera.
–¿Por eso es tan descriptivo?
–Precisamente. No deja de haber ahí un defecto profesional.
–¿Leyendo su Cuaderno uno se empapa de todo lo que es la Ribera del Duero?
–Este Cuaderno es lo que a mí me habría gustado que me hubiesen contado antes de haber llegado a trabajar aquí.
–Con solo cinco años de estancia en Aranda se ha atrevido a hacer este Cuaderno...
–Una vez que llegué aquí, hice un curso de enología y me percaté de que mis sentidos no llegaban plenamente a todas las capacidades del vino: olores, sabores, colores... Pero todo lo que tiene la zona asociado de historia, cultura, tradición, impacto en la geografía humana y el espacio geopolítico no había estado planteado de ninguna manera en las publicaciones que se habían editado con anterioridad.
–Dice en el Cuaderno que merece la pena planificar el viaje a la Ribera del Duero. Mójese: sugiera una ruta de fin de semana.
–Partiría desde la capital de la Ribera, Aranda; me iría a Peñaranda y vería el centro de interpretación de los castillos, que para eso estamos en Castilla. De ahí me acercaría a San Esteban de Gormaz, villa medieval que entronca con la historia plena de Castilla y León y, por supuesto, a Atauta, con las bodegas subterráneas. De ahí, viajaría a El Burgo de Osma y regresaría hacia el Monasterio de la Vid y una vez de nuevo en Aranda, iría a Peñafiel, con la primera de la Ribera y su fascinante castillo. Y, luego, suponiendo que hubiera venido desde Madrid, acudiría a una villa de Segovia, como Aldehorno. Todo esto, aderezado con patrimonio, cultura, gastronomía y vino.
–¿Hay que tener dinero para recorrer la Ribera o se puede hacer sin que sangre el bolsillo?
–Hay una ruta fantástica siguiendo el GR 14, el gran camino que va a orillas del Duero desde Soria a Valladolid caminando.
–Dice que ha escrito el Cuaderno para hacer más comprensible la elaboración y la crianza del vino. ¿Tan complicado lo hacen como para que no se entienda?
–Yo entré en la Ribera por primera vez con mi mujer porque nuestros hijos nos regalaron una estancia de fin de semana. Mi sensación fue la de que me acercaba a una bodega y salía sin saber cómo se elaboraba el vino. Este Cuaderno que he escrito, a un señor que se dedica a elaborar vinos se le queda muy cortito, pero no deja de ser de divulgación para que quien por primera vez se aproxima al mundo del vino y visita una bodega sepa cuáles son las funciones, las tareas, los trabajos... Y si tiene que hacer preguntas tenga una base para hacerlas.
JOAQUÍN GOMÁ
Autor de 'Cuaderno de la Ribera'
–¿Merecería calabozo el que empezó en una ca ta a hablar de antocianos, taninos, polifenoles...?
–Eso obedece a una literatura antigua, cuando los vinos tenían taninos, y muchos porque se prensaban los ollejos, las pepitas... El equilibrio del tanino era el top del top. La ciencia y la tecnología avanzan e incluso me parece que se hace mal la visita a las bodegas.
–¿Por?
–Ultimamente hay que reconocer que empiezan en los viñedos, lo cual es importante porque se realza la trascedencencia la uva en sí misma.
–Sin ella, todo lo demás, cero.
–Pero es que llegas a la bodega y te enseñan los depósitos y la sala de crianza... Te dura la visita tres cuartos de hora y al acabar te dan una copa de vino o te invitan a probar dos o tres vinos de la bodega; estás cansado y te acabas yendo. No sabemos vender ni la bodega ni el vino.
–A ver, ¿cómo lo haría usted?
–Empezaría por todo lo contrario: siéntese usted aquí, vamos a tomar una copa de vino, vamos a relajarnos, vamos a disfrutar el día, el momento... ¿Le han gustado a usted nuestros vinos? Pues le voy a enseñar cómo se hacen. Y empezaría la visita a la bodega. De tal manera que la visita acabara en la tienda, no en una cata; en la tienda.
–Para vender vino.
–Claro: usted ha probado el vino, ha conocido como se hace eso que le ha gustado: pues antes de marcharse, pase por la tienda.
–Alguno que le lea va a a pensar que se atreve usted a enseñar a su padre a tener hijos.
–No voy a descubrir el Mediterráneo, pero es mi opinión: yo haría las visitas a las bodegas al revés de como se hacen. Cuando he visto por ahí otras cosas, me da la sensación de que la finalidad de quien va a ver una bodega es disfrutar el momento, claro, pero la del bodeguero es que le compren el vino. Es muy fácil acortar una visita, pero no acortar la cata. Pues empecemos por lo que es fácil de acortar.
–¿No cree que el lenguaje tan almibarado de las catas aleja del vino, especialmente los jóvenes?
–Ese lenguaje tan espeso echa hacia atrás a mucha gente, es verdad. Es un lenguaje de secta, para una secta muy privilegiada. Yo entiendo que los sumilleres, los catadores y los bodegueros cuando van a eso que llaman vinos de alta expresión utilicen esos lenguajes entre ellos, pero para el gran público, donde además es muy difícil distinguir los olores del fruto, de la madera, de la fermentación, el equilibrio entre el alcohol, la acidez y el tanino, y todo ese tipo de cosas...
–Con lo sencillo que es decir: me gusta, o me gusta.
–¡Eh! Es así de claro. El filósofo húngaro Béla Hamvas decía respecto a los vinos de su tierra algo que es universal. ¿Cuál es un buen momento para tomarse un vino? La respuesta que da es: «Como el amor. Con dignidad, en cualquier momento y en cualquier sitio». El vino se trata de eso: lo pruebas, te gusta, lo consumes con moderación y ya está.
JOAQUÍN GOMÁ
Autor de 'Cuaderno de la Ribera'
–Dedica un capítulo al Espíritu Ribera. Leyéndolo uno no encuentra su definición, pero sí concluye que usted la tiene.
–Yo no soy capaz de encontrar una única definición.
–¿La definición Gomá cuál es?
–Es una atmósfera, un ambiente. Una sensación de bienestar, que detiene el correr del tiempo, que invita a abrirse a los demás, a compartir la existencia y a hablar de la vida relajadamente. Y he de confesar que antes de concluir el libro quité de aquí la palabra muerte. Había escrito «hablar de la vida y de la muerte».
–¿Por qué la quitó?
–Porque somos muy poquito dados a hablar de la muerte.
–Pero brindamos con vino para evocar a los que ya no están.
–Claro que sí.
–¿Por qué me temo que no va a decir su vino Ribera preferido?
–Si lo hiciera, podría hacerme amigo de unos, pero enemigo de otros. Es una pregunta trampa.
–Que no, hombre, que no.
–Le puedo responder con algo fácil de comprender: los mejores vinos de la Ribera son los que hacen mis amigos.
–¿Su rincón favorito de la Ribera del Duero?
–La finca y el hotel Torremilanos es uno de ellos. Porque no solo es la bodega, sino también los bodegueros. Y estableces relaciones personales. Es un rincón emblemático en el que se fraguaron y adoptaron muchas decisiones de la Ribera en tiempos de Pablo Peñalba.
–¿Su paisaje inequívoco de la Ribera?
–Por las carreteras interiores. La que sale por La Aguilera y va a Sotillo y de ahí cruza hacia La Horra y la Carretera de Valladolid.
–¿Ribera en el mundo tiene hueco o Burdeos, La Toscana, Jerez y Rioja la eclipsarán ?
–Nada eclipsa. Se complementarían, por ser vinos distintos. Sí que es verdad que cada uno ocupa un segmento de mercado en el que tú has de abrir tu hueco. Ribera tiene que abrirlo. Y volvemos a lo de saber venderte: ¿Puede más la Toscana que la Ribera? Se vende mejor la Toscana que la Ribera. Los italianos son unos genios en diseño y ventas. Francia vende moda, en general, y sus vinos pertenecen a esa cultura de moda, de jet. A mí me sorprende, y mucho, que vinos que no tienen ni el color ni el paladar que tienen los de la Ribera se vendan más caros por su procedencia que los de la Ribera.
–¿Le quedan ganas de hacer otra edición del Cuaderno, actualizada, renovada, ampliada?
–Tengo en la cabeza dos cosas. La primera, hacer una segunda edición del Cuaderno de la Ribera. Como ocurre con los vinos, este libro es de guarda, de fondo de biblioteca, no pasa nada por tenerlo y se puede regalar. Pero también es cierto que una vez hecho esto, tengo un rún-rún con la vida del Cid, que me gustaría novelarla. La vida real, no la que está en el Cantar del Mío Cid.
-¿De la Ribera al cielo?
–Se lo voy a decir de otra manera: no me importaría morirme en la Ribera.
–En tantos años de profesión y sitios en los que ha estado, ¿ha pensado qué quiere ser de mayor?
–Desde mi más tierna infancia he querido ser jubilado.
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