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He aquí un erudito. Jerónimo Hernández Castro, jefe de Protocolo de la Universidad de Salamanca. Jero para millones de personas que le han visto desde 2016 en dos entregas distintas de 'Pasapalabra', el popular concurso de Telecinco, en el que se ha convertido en el ... concursante que ha participado en más programas, 256. Antes estuvo en 'Saber y ganar', en La 2. Y antes, en Quiz, de Cuatro. Es imposible avanzar por las calles de Salamanca cien metros a su lado sin que le paren como mínimo cinco personas distintas para transmitirle palabras de aliento, pedirle una foto, felicitarle, animarle... Y él responde siempre como transmite desde la tele, asentado en una humildad y una modestia dignas de encomio.
–Sin el famoso círculo con las letras del abecedario alrededor de su cara, como que le falta algo....
–Son tantos meses y tantos programas con ese halo... no sé si de santidad (y ríe a carcajada) que se hace raro.
–Comienza por C: relato o narración breve de ficción.
–Uuuuuuuh... Haciendo daño, ¿eeeh?...
–Pero, ¿a que ya no se le olvida la palabra que define un relato o narración breve de ficción?
–Ay, el cuento, el cuento, ¡el cuento!
–¿Por qué dijo 'crónica' y no 'cuento'?
–A ver, cualquiera puede fallar un penalti, cualquiera tiene un momento de debilidad, de distracción. La semana anterior a ese programa había estado algo fastidiado de las muelas, tomando antibióticos. Pasé la semana grabando y aunque estaba un poco flojo pensé que se me había pasado. El lunes de esa grabación empezamos y yo escuché «Relato breve de ficción»; me quedé con ficción, pensé en 'La Guerra de las Galaxias', pensé en Spiderman... Se acababa el tiempo, había que decir algo, y dije crónica. Y, claro, no era. Era cuento.
–¿Todo eso pasó por su cabeza en cinco segundos?
–Claro. Y ese lapsus hizo que me fuera un momento y ya está. Así de sencillo.
–'Fin de la era Jero' tituló un periódico de tirada nacional. ¡La era Jero!
–Es que los titulares tienen poco espacio y hay que poner algo llamativo. La era Jero... Pues según se mire. Yo estoy muy contento y orgulloso, soy el concursante que más programas ha estado en Pasapalabra, 256. Pero todo el que ha estado 100 o más programas se ha llevado el rosco, pero yo no. Aunque esa medida es relativa.
–¿Y cuál es la medida importante?
–La de uno mismo.
–Lo que sí tiene usted es la fórmula de la concentración mental.
–¿Y eso?
–Es que en un plató de televisión lleno de gente que aplaude y habla; la presión de las preguntas, los nervios,... Parece muy difícil contestar y hacerlo bien. ¡Y así durante 256 'pasapalabras'!
–El público y los focos no distraen. El espectador ve un programa de casi una hora, pero allí se pasa mucho más tiempo. Son seis horas por programa. Yo lo comparo con llegar a un trabajo nuevo.
–¡¿Cómo?!
–La primera media hora estás despistado, no sabes a dónde mirar, pero al rato las cámaras se te olvidan, completamente. Son más problemáticas cosas que no se ven...
–Por ejemplo...
–El cansancio, los nervios... En la psicología de los concursantes lo que más te pesa es la ansiedad por fallar algo muy fácil.
–Pues disimula la ansiedad muy bien. A este lado de la pantalla no se le ha notado.
–De naturaleza soy muy nervioso y de entrada sé que tengo que pelear contra eso y mantener la concentración. A lo largo de las grabaciones sé que va a haber momentos de cansancio, de debilidad, de pensar que los otros concursantes son todos más guapos, más listos y mejores que tú. Y muchas veces es así. Pero, vamos, la fórmula de los nervios de acero no la tengo.
–Insisto, lo disimula muy bien.
–En tono de broma siempre digo que a la tele voy a relajarme.
–Ande, ande.
–En mi trabajo en la Oficina de Protocolo de la Universidad de Salamanca tengo que conservar la calma y los nervios en todo momento. Siempre hay imprevistos. Gente que llega tarde, un invitado sorpresa que aparece, un micrófono que falla... Si tú, además de esas sorpresas, incrementas el problema porque no conservas la calma... Eso no puede ser. En la tele, salvando las distancias, es lo mismo.
–Eso, salvando las distancias.
–Cuando nos enfrentamos a cosas difíciles, que creemos que nos superan, aprendemos y a veces no podemos con ello. Cada situación es distinta. A mí me ha escrito gente diciéndome que yo les transmito tranquilidad.
–¿Ve como tengo razón?
–Me parece algo muy bonito porque yo soy una persona muy inquieta, muy nerviosa. Mi hermana lo dice mucho: 'Tendríais que verlo en casa una semana...'.
–¿Qué lleva a todo un licenciado en Ciencias de la Educación y a todo un jefe de Protocolo de la Universidad de Salamanca, como usted, a concursar en la tele?
–La curiosidad. Yo de pequeño quise haber ido al 'Un, dos tres...', pero no se me logró. En el instituto intenté ir a 'Cifras y Letras', y tampoco... Y ya con 42 años estaba yo trabajando en la oficina y José Merino, el jefe de prensa, me dijo que una productora había pedido un aula para hacer un casting. Era un concurso que pusieron en Cuatro, 'El gran quiz', copia de un formato inglés, que te daban en una web 40.000 preguntas con sus respuestas y la gracia del concurso era memorizarlas.
–Y al casting que se fue usted, ¿verdad?
–Me presenté sin haber visto una sola de esas 40.000 preguntas.
–¡Toma!
–Me seleccionaron. Y me vi en Madrid con otras 24 personas. Quedé entre los 10 finalistas. Y eso me animó. Y después fui a 'Saber y Ganar', a 'Pasapalabra', entre otros... Así ha ido mi vida de concursante.
–Ya ha mencionado que no ha ganado el rosco pese a ser el concursante con más programas en Pasapalabra. ¿Tendrá que vivir con ese baldón o no hay dos sin tres?
–No, hombre, no creo que sea un baldón... Empecé en esto en 2008 y de aquel Jero que fue de casualidad a un casting y se quedó al Jero de ahora han pasado once años y ha habido un crecimiento como persona, también intelectual, y me quedaría con las cosas personales que he mejorado desde entonces.
–Detalle alguna.
–He ganado mucho en sensatez, en equilibrio, en saber ver las cosas en su medida.
–¿Tienen los concursos culturales de la tele algo de adictivos?
–Puede ser... Las ganas de aprender y la mente abierta no se pueden eliminar. Hay veces que se hace muy cansado y compatibilizarlo con la vida laboral y familiar es muy complicado, pero ese gusanillo de volver creo que todos lo tenemos. Y muchas veces surge la oportunidad de volver.
–Que se lo digan a usted que ha ido tres veces a Pasapalabra.
–Sí, la primera en 2011, que duré un programa. Lo hice fatal.
–Esta última etapa han sido seis meses de dedicación exclusiva a Pasapalabra.
–Pedí un permiso en el trabajo, sin sueldo. La familia me ha apoyado muchísimo.
–¿Es usted una persona famosa gracias o pese a la televisión?
–Hombre, sin duda gracias a la televisión. La televisión de repente te mete en casa de millones de personas. Yo me di cuenta de la popularidad cuando empecé a salir y siempre alguien me saludaba. Y de repente un día cruzas una terraza y se levanta gente a buscarte. O estás en la cola del médico para pedir cita, la cola se disuelve y te rodean. Una tarde en Vitoria me pararon catorce veces, ¡catorce!
–¿Y usted cómo lo lleva?
–Al principio es una sorpresa y choca mucho. El 99% son cosas maravillosas y recibes mucho cariño. También tiene una parte incómoda porque hay situaciones en las que hay gente que quizás se deja llevar por la emoción y no se da cuenta de que a parte de un personaje popular tú eres una persona normal que tiene que ir al médico, a un velatorio,...
–¿Y el ego, con eso, se indigesta o se ensancha?
–El ego... Debería preguntárselo a mis amigos o a mi familia. Les he dicho que si se me sube algo a la cabeza, que me den un garrotazo y ya está. Tengo clarísimo que soy igual de guapo, de inteligente, de malo o de bueno que era antes de salir en la tele. Creo que no me ha cambiado y espero que sea así. Aunque conocer la fama y la popularidad es una experiencia que te hace comprender a otras personas. Yo no sé los famosos de verdad qué harán en su vida cuando todo el día les están diciendo... A mí me dicen constantemente lo listo y lo sabio que me ven.
–¡Pero eso gusta! ¿Qué les contesta?
–Estaba yo un día en un museo viendo una estatua y uno al lado me preguntó que de qué periodo era aquella escultura ibérica que contemplábamos. Le dije que no tenía ni idea y que en la etiqueta lo pondría. Y en vez de mirarla, va y me salta: «Como tú lo sabes todo...».
–Le toman por un oráculo...
–Me escribió uno una vez preguntándome qué me parecía que su hijo quisiese estudiar Pedagogía.
–¿Qué le aconsejó?
–Le dije que no conocía a su hijo, que no sabía de sus inquietudes.
–Está usted redactando su tesis doctoral sobre ceremonias universitarias. ¿Tan importantes son para merecer una tesis?
–Por supuesto que lo son. El ceremonial de las universidades españolas, y el de la de Salamanca en particular, es algo muy rico. En el contemporáneo, que es del que yo me ocupo por trabajo e interés científico, en el siglo XIX se produjeron una serie de cambios, que fueron paralelos a la creación del sistema educativo español, y describir no solo esas ceremonias, que puede ser relativamente anecdótico, sino detectar esos cambios, en qué momento se producen y cómo los cambios sociales y políticos afectan al protocolo. Y más en una institución que tiene una trayectoria tan larga, porque después de la Iglesia, la universidad es la institución con la trayectoria más amplia.
–¿Cómo conjugar esa imagen suya tranquila, tan calmada, con su afición a la música de Iron Maiden o de Aerosmith? ¡Jero tiene un lado oscuro musical!
–Con la complejidad de grupos que hay ahora, la música heavy se está quedando casi en pop (ríe). Pero vamos, sí que me gustan grupos de rock duro y del heavy. Para mí, el valor de esa música es la fuerza y la energía que transmite. Al mismo tiempo es una fuerza moderada.
–Iron Maiden moderados, lo que se dice moderados, no parecen.
–Las baladas de ese y otros grupos tienen una fuerza y una capacidad de estímulo que no la tienen los cantantes melódicos.
–Siendo tan popular, seguro que recibe propuestas de toda clase y condición.
–Lo de las redes sociales, que es por donde llegan la mayor parte de esas cosas, me han dado alguna que otra sorpresa.
–Cuente, cuente.
–La mayoría de la gente transmite mensajes de cariño, afecto, amistad, admiración, pero peticiones insólitas, alguna ha habido.
–Por ejemplo...
–Gente que te pide un llavero, que te quiere conocer en persona, que quiere que vayas a una celebración familiar... Y es muy curioso en las redes porque el mismo comportamiento es visto de distintas maneras.
–¿Y eso?
–Por ejemplo, este tono sosegado y tranquilo que usted dice que tengo hay personas que escriben rozando el insulto: que si que tío más soso, que si soy un muermo; me han llegado a decir 'viejo, vete a tu casa', y con otras palabras mal sonantes. Y al mismo tiempo, ese sosiego a mucha gente le transmite tranquilidad, calma.
–La tele es lo que tiene, le habrá dicho más de un entendido en la materia...
–Fíjese: un día quise felicitar a un sobrino y le dije que lo haría tocándome una oreja. Lo hice y en las redes sociales surgió todo tipo de comentarios: que si había enviado un mensaje en clave, que si me despedía, que si me iba a llevar el rosco el día después... Todo eso me ha ayudado a relativizar las cosas: tú puedes hacer las cosas con una intención y la gente lo va a interpretar. Por supuesto que hay que escuchar a la gente, pero no te puedes dejar absorber por el qué dirán.
–Usted ha destinado parte de sus ingresos de los concursos a ayudar a Cáritas, a la lucha contra el cáncer en Salamanca...
–Quiero aclarar algo. Han salido por ahí cosas como que yo he dado los premios completos a Cáritas y no es verdad. Todos los proyectos que he apoyado ha sido en cuantías menores a las que se dice. Pero no me gusta hablar de eso, es algo muy personal. Eso sí, no quiero que digan que he dado mucho, cuando no lo he hecho.
–Salmantino de nacimiento y de ejercicio, que trabaja en la Universidad de Salamanca. Es usted el idóneo para contestar si es verdad que lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta.
–Salamanca es una ciudad que te empuja a aprender. Cada monumento, cada rincón, cada historia que se esconde detrás de cada lugar de la ciudad es un estímulo. Lo maravilloso que tenemos en Salamanca no lo ves en otras ciudades y en ellas echas de menos ese manto que te envuelve cuando estás en Salamanca.
–¿Qué quiere ser de mayor?
–Un niño con los ojos abiertos.
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