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He aquí un motivador que sueña y un soñador que motiva. Javier Ajenjo, coordinador del festival Sonorama Ribera, que agosto tras agosto pone a Castilla yLeón en el cogollo de los mejores festivales de música de España desde Aranda de Duero. En muy pocos años, ... la trayectoria vital de Ajenjo, inmunizada contra el desánimo y cimentada en el trabajo, la imaginación, el esfuerzo, la creatividad, la constancia, la intuición y la insistencia, ha puesto en marcha una iniciativa sin igual en la región.
–¿De profesión, qué es usted?
–Soñador.
–¿Así, de golpe?
–La verdad es que no sé muy bien cuál es mi profesión. Dicen que el que hace muchas cosas no hace nada bien y creo que si hago algo bien es por todo lo que me rodea.
–¿Qué es ese todo?
–Haber sabido rodearme de un equipo increíble en todos los aspectos que tiene mi vida. Cuando viene gente aquí siempre digo que estoy partido por la mitad: hay una mitad que es vino y otra, música. Quizás sean dos de las partes más importantes de mi vida. Pero hay otras muchas. Entonces, si alguien me pregunta qué soy suelo decir que un soñador. Y, en cierto modo, si tengo algo que pueda poner en un currículum en el futuro, además de eso, será también lo de motivador. Hay una cosa que llama la gente ajenjadas...
–¡Tela! ¿Ajendadas? De Ajenjo, claro, su apellido. A ver: Ajenjada, dícese de...
–Conseguir una cosa sea como sea, además con buen talante, con ilusión y sin saber por qué lo estamos haciendo, tanto la gente que lo hace como yo. Vivimos en un mundo que parece grande, pero no lo es. Es un mundo pequeño y cada uno tiene su mundo alrededor. Lo que tenemos que hacer es conectar esos mundos pequeños y tratar de hacerlos mejores, en una labor que tiene que ver con una misión.
–¿Cuál es su misión?
–Que la gente se dé cuenta del enorme valor que tiene.
–¿Es así como mueve usted los equipos?
–Sí, sí, sí. Al final yo soy el más torpe de todos, de largo.
–Hombre, no se flaguele...
–El menos cualificado, el menos preparado. Al final, lo que hago es realmente que la gente se dé cuenta del valor que tiene, porque eso es lo que no suelen hacer otros. A veces la gente no se da cuenta de lo que es capaz de hacer y hay que decírselo, y convencerles poco a poco de que son capaces de hacer muchísimas más cosas de las que ellos creen. Así es como se forman los equipos, así es como realmente se puede poner a cada persona en su puesto.
–¿Usted de niño quería ser soñador?
–¡Ya lo era! Por suerte tengo un padre y una madre maravillosos. Y son absolutamente antagónicos. Mi madre es la soñadora, la luchadora y mi padre es un tipo bastante más pragmático, con los pies pegados al suelo, equilibrado, pero a la vez me ha inculcado quizás todo lo necesario para poder ser un soñador.
–¿Qué es todo lo necesario?
–Uno puede ser un soñador pero si no hay alguien a su lado que controle sus sueños, no sirve de nada. Mi padre se pregunta a veces que de dónde me viene a mí esto.
–¿Y de dónde le viene?
–Desde que tenía 6 años y le cogía a mi madre trastos que había por casa y le montaba un tenderete arriba, en mi barrio, que no tenía ni asfaltadas las calles. Ponía mi caja de cartón y los libros, los tebeos, algún utensilio que la cogía... ¡Las preparaba de todos los colores! Hay una anécdota...
–¡Venga con ella!
–Yo tenía una linterna chiquitita. Me apagaban la luz por la noche, pero yo seguía tapado con la linterna, leyendo hasta que me acababa...
–...¿Durmiendo?
–¡No! Hasta que me acababa el libro. Yo tenía que leerme un libro al día
–¡Un libro al día!
–Si no lo hacía, no era feliz. He sido un chico muy hiperactivo. Y de ahí creo que me viene ese principio de soñador.
–En su primera experiencia organizadora de un concierto perdió usted tres millones de pesetas (18.000 euros de ahora). ¿Cómo es que le quedaron ganas de seguir en esa tarea?
–Porque hubo un equipo aquel día que creyó en una idea y que esa idea podía hacerse realidad.
–Pero les llamarían locos...
–¡Y nos lo siguen llamando! Yo agradezco el magnífco sistema de salud que tenemos en nuestro país porque si no, no sé qué habrías sido de nosotros. Nos llamaron locos, nos llaman locos... ¡y nos seguirán llamando locos!
–¿Por qué?
–Primero, porque creo que lo estamos. Y segundo, bendita locura poder hacer lo que uno quiere hacer. Tengo la suerte de poder trabajar rodeado de lo que amo, el vino, la música y gente a la que quiero. Hay gente que tiene negocios y gente que tiene sueños o planes de futuro, que no sé cómo llamarlo realmente, que aquí los objetivos en todos los aspectos no tienen que ver con un número lo mayor verde posible al final del resultado, sino que tiene que ver con esa motivación. Yo en su momento seguí porque hubo una gente que colaboró en aquel primer festival, con Susana, que es la mamá de Sonorama Ribera, y conmigo y lo único que pudimos hacer fue invitarles a comer al día siguiente. Estuvimos pagando un crédito durante diez años. Veintidós años después, gente que participó en aquella primera experiencia sigue estando a nuestro lado. Es lo más maravilloso de todo esto, lo que realmente tiene valor: que puedas sentirte de una manera normal al lado de una persona con la que estabas hace 22 años y seguir pensando de la misma manera.
–Una máxima de su vida es que si se lucha, se consiguen los sueños. ¿Dónde obtiene la paciencia, que es el condimento esencial para materializar los sueños?
–Pufff... La paciencia es un factor absolutamente fundamental; si no, estás perdido. Nosotros no hemos aprendido aún a correr: estamos dando pasos hacia adelante. Somos esponjas. Nosotros somos unos copiones...¡unos maravillosos copiones! Hay gente que tiene unas ideas brutales y nosotros no dejamos de impregnarnos del talento de los demás. Ahí se genera la paciencia: dándote cuenta de que hay que ir paso a paso, que las cosas no llegan de repente. Yo no conozco los pelotazos...
–Dicen que existen.
–Pero yo no los he visto. Solo conozco gente que trabaja mucho.
–Copiar, copiarán, como dice, pero resulta que ustedes también inventan. Lo habitual es recurrir a las instituciones públicas y los políticos, pero con Sonorama pasa lo contrario: son los políticos los que se han subido al carro de Sonorama.
–Hay un problema endémico en este país y es que no se ha valorado la cultura, que es un valor fundamental para el desarrollo de cualquier territorio. Siempre se ha considerado la cultura como un gasto y la cultura siempre será una inversión, ¡siempre! Es futuro. En segundo lugar, no se ha valorado la cultura en su justa medida porque se ha ofrecido de manera gratuita. Cuando voy a contarles a los chicos...
–¿Le llaman para contar su experiencia?
–Como soy motivador, me llaman para motivar a los chavales. No sé si lo hago o no, pero sí que les intento transmitir. Son chavales que te rejuvenecen y que de lo que se trata es de que se den cuenta de lo que ellos pueden hacer, conseguir. Volviendo a lo que decía de la cultura,...
–Perdón, perdón, que desvié su razonamiento.
–Pues les cuento y les pregunto a los chicos: '¿Conocéis a algún músico que vaya al supermercado y le regalen la compra? ¿Conocéis a un señor que haga teatro, se vaya a comprar un coche y se lo regalen? ¿A que no?'. Pues eso parece que es lo que pasa en este país y debe dejar de parecerlo: se ha regalado mucha cultura. No puede ser que las instituciones subvencionen actividades culturales al 70%, al 80% e incluso al 100%. No puede ser.
–¿Han conseguido que la política no se meta donde no le llaman en Sonorama?
–Acogemos a todo el mundo. No nos mojamos porque no nos tenemos que mojar. Entre otras cosas porque en nuestra asociación, Art de Troya (organizadora de Sonorama), jamás se ha hablado de ideologías: se ha hablado de ideas, de formas de actuar, de valores, cualidades que no están muy asociadas a nuestras instituciones, que ojalá cambien. Hay que empezar por cambiar todo esto. Le cuento un detalle, nimio.
–Cuente, cuente.
–Tenemos en Sonorama Ribera un festival para niños. La labor fundamental en otros festivales es que hagan de guardería. Pero en Sonorama Ribera, el festival de los niños la labor fundamental que tiene es que cojan un euro de su hucha, paguen su entrada, se les ponga su pulsera y empiecen a valorar la cultura desde pequeños. Si consguimos eso desde niños, tendremos una ciudad mejor, una comunidad mejor, un país mejor. Para nosotros el haber tenido solo un 2% o 3% de ayudas públicas se ha convertido en una ventaja con el tiempo: nos ha hecho mejores, nos ha hecho luchar más, ser conscientes del esfuerzo y eso creo que es muy importante.
–Cuando uno organiza un festival que deja en su pueblo un impacto económico de ocho millones de euros en cuatro días, ¿cómo se siente?
–Eso son números. Tenemos que demostrar con el Estudio General de Medios (EGM) tarificando cada palabra que se escribe y que se dice, cada segundo de televisión y eso son once millones de euros que Aranda de Duero se tendría que gastar si quisiera tener esa misma repercusión mediática. Y hacemos una encuesta para saber todo todo de quien viene a Sonoromana. Con todo, hablamos de 17 o 18 millones de euros en lo que se traduce para una ciudad que tiene 25 millones de presupuesto municipal. Y lo que se siente es que los días buenos por los días malos.
–¿Por menos de ese impacto económico hay gente que tiene en su pueblo una calle o un monolito?
–Jajajaja. Los monumentos tendrían que ser compartidos en nuestro caso.
–En fama compite usted ya con el tío Juanillo del cantar del puente de Aranda...
–¡Huy, por Dios! Ya me gustaría caer de pie en el agua como él y permanecer. Bendita competición cuando tantos arandinos hay a mi lado organizando esto.
–¿Ha oído ya aquello de 'Ajenjo for president...' o 'Ajenjo for major (alcalde)'?
–(Vuelve a reír). 'Ajenjo for major' sería una imprudencia por parte de Ajenjo y por parte del pueblo arandino.
–Cuando pensaron en Sonorama, ¿querían hacer lo que al final les salió o pensaban en otra cosa y les salió Sonorama?
–Mi padre me aconsejó, con gran criterio, que no montara una tienda de discos porque el margen de beneficios que tenían esos negocios era ridículo. Y fui y la monté, 'El Planeta Sonoro', que es como se llama nuestra productora. Y aquel sueño se ha convertido en realidad, de otra manera, dando trabajo a mucha gente, haciendo otros festivales, produciendo Sonorama Ribera... Es complicado, pero intentamos montar una tienda de discos, pero no conseguimos salvarla.
–Las denominaciones de origen de vino llevan años estrujándose el cerebro para acertar en cómo atraer a los jóvenes al mundo del vino y resulta que Sonorama Ribera tenía la fórmula.
–Es que estaba ahí. El problema en este país es que nos falta creérnoslo. El castellano es un personaje con un valor enorme, puesto que vive en una tierra con muchas dificultades, pero no las han sabido aprovechar en muchos casos. Hemos de dar la vuelta a la tortilla. La Ribera del Duero, por ejemplo.
–¿Qué pasa con la Ribera del Duero?
–Fíjese qué denominación más brutal: uno de los mejores vinos del mundo, una tierra que tiene de todo, pero seguimos sin un plan a nivel enoturístico, enológico... Nos falta mucho todavía. ¿Cómo hemos de ver esto? No seamos agoreros, esto hay que verlo con una palabra que se llama oportunidad. Tenemos un montón de oportunidades por delante. Lo que hay que hacer es ponerse en marcha cuanto antes.
–Con más 'sonoramas', ¿a Castilla y León le iría mejor?
–Con más cultura, con más festivales bien hechos, sí, claro que sí; absolutamente sí. La gente de esta comunidad está tremendamente implicada, tremendamente arraigada a su tierra, pero nos lastra a veces la envidia. Una envidia absurda porque sumando entre todos, somos todos mejores. Es estupendo que haya unPalencia Sonora, un Ebrovisión en Miranda, es muy bueno que sigan surgiendo festivales con cabeza, con equilibrio, tratando de hacer las cosas con identidad, copiando bien. Eso es bueno para nuestra tierra, fundamental. Pero al castellano también ese ego le lleva a una atomización brutal del esfuerzo. En Aranda ahora mismo hay colectivos absolutamente para todo. ¿Es eso bueno? Sí, pero coordinado. Se trata de saber organizarse, de no solaparse unos a otros, que los esfuerzos sumen y no resten, que no pidamos todos para lo mismo.
–¿Puede Sonorama Ribera morir de éxito?
–Voy a decir que si no lo ha hecho ya, no lo hará. Para nosotros el éxito reside en poder seguir haciendo lo que queremos hacer, poder seguir disfrutando la misma gente que desde hace muchos años luchamos por algo en lo que creemos.
–Sonorama Ribera es un festival que se define como de música alternativa, indi rock, indi pop, electrónica, y uno ve a Raphael, al Dúo Dinámico, a El Cigala y alternativos, lo que se dice alternativos...
–Igual son los más alternativos. Cuando nos dicen que qué hacen aquí Raphael o el Dúo Dinámico decimos que tiene que ver con reconocer de dónde venimos. Tenemos un ADN a nivel musical y se nos olvida. Los más jóvenes tienen la enorme suerte de que llevan en un teléfono miles de canciones; la enorme desgracia de todo eso es que son absolutamente efímeras. Y lo peor de todo esto es que no saben de dónde vienen. Incluso el trap, el rap, el hip hop... todo eso viene de algún lado. Viene de Raphael, de Peret, del Duo Dinámico, de Los Bravos, de Los Brincos, de Camarón... ¡De tantas y tantas cosas! Cuando en un festival como Sonorama Ribera ves a miles de jóvenes en un silencio sepulcral escuchando a Estrella Morente te das cuenta de que ese es el verdadero poder de la música.
–¿Cómo se consigue convencer a Nacho Cano de que vuelva a subirse a un escenario y lo haga en Aranda de Duero?
–Se consigue a Nacho Cano de una manera tremendamente humana. No tiene que ver con cachés, sino con convencer a alguien de que vuelva a hacer lo que hizo durante 22 años y lo haga en un sitio donde vaya a estar cómodo, donde vaya a ser feliz y pueda tener a su lado a la gente que quiere y que le quiere. Y eso solo era posible en Sonorama Ribera. Eso sí, después de muchas reuniones, muchísimo trabajo y con los pies pegados al suelo
–¿Qué quiere ser de mayor?
–Niño.
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