He aquí un apasionado amante de la Música. Alejandro Puerta Cantalapiedra (Soria, 1994). Ha sido designado recientemente director asistente de la Orquesta Filarmónica y de la Ópera Nacional de Holanda. Desde los 4 años ha compaginado los estudios reglados (Primaria, Secundaria, Bachillerato, Universidad) con la ... Música y fue estudiando Arquitectura cuando se dio cuenta de que la dirección de orquesta era lo suyo, de que le permitía expresarse como ser humano y encontrar pleno sentido a su vida. Con el título de Arquitectura bajo el brazo, y habiendo hecho ya sus primeras incursiones profesionales en este sector, decidió dedicarse por entero a su verdadera vocación, que se empezó a forjar en el Conservatorio de Soria. De ese conservatorio, que ha dado y da grandes músicos, algunos de los cuales se encuentran tocando en las mejores orquestas sinfónicas del mundo, le viene a Alejandro Puerta Cantalapiedra la pasión musical.
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–Porque es pasión, ¿verdad?
–¡Sin duda!
–¿Cuál fue el primer instrumento que tocó?
–El piano. Me apuntó mi madre a una escuela de música cuando iba a cumplir 4 años. Y a los 7, también mi madre me propuso entrar en el Conservatorio; a la hora de elegir instrumento me incliné por el piano. Pero he de decir que no he encontrado que el piano sea mi instrumento; lo toco, pero no me siento cómodo porque no puedo transmitir con el piano todo lo que tengo dentro con la música. De hecho, por eso estudié Arquitectura.
–Pero Música y Arquitectura se parecen lo que una zanahoria y una jirafa.
–Hombre, no dejan de ser carreras artísticas las dos. En la Arquitectura tienes el componente creativo: de un espacio vacío el arquitecto logra que tenga una particularidad; crea, es donde la imaginación y la creatividad salen adelante. En el caso de la música, es lo mismo: tienes el silencio y has de añadir notas, sonidos; es también crear.
–¿Cuándo se impuso en usted la Música a la Arquitectura?
–En mi primer año en Madrid, en Arquitectura, viví en un Colegio Mayor que tenía un piano. Bajaba a tocarlo porque no quería perder práctica, aunque no estaba motivado realmente, ni tenía conciertos; era tocar por continuar.
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–Que no es poco...
–Llegué en verano a casa, vi mi piano y me pregunté qué me estaba pasando, ¡con lo que me gusta la música! Recordé a una profesora que en el Conservatorio siempre me decía que yo como director de orquesta tendría futuro porque me comunicaba bien con todos los instrumentos... Y me planteé que por qué no crear un grupo, allí en Madrid, para tener una motivación con la que seguir tocando, a la vez que estudiaba la otra carrera.
–Y creó la Joven Orquesta de Estudiantes y Colegios Mayores.
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–Eso es.
–Y luego, la Joven Orquesta de la Politécnica de Madrid.
–Fue la siguiente, sí.
–¿De dónde sacó fuerza y energía para crear dos orquestas?
–De mi tiempo de estudiante, Arquitectura me ocupó el 30%; el resto, la Música. Al principio, lo de las orquestas fue un hobby, ¡a ver qué era eso de dirigir!
–¡Y tanto que lo comprobó!
–Acabé la Carrera de Director de Orquesta hace un par de semanas, en Rotterdam. Un profesor decía que la dirección de orquesta son horas de vuelo, horas frente a la orquesta. ¡Llevo 10 años dirigiendo! Creo en las orquestas.
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Alejandro Puerta Cantalapiedra
Arquitecto y director de Orquesta
–De aquella Joven Orquesta de Estudiantes y Colegios Mayores a la Ópera Nacional de Holanda. ¡Casi nada!
–En la Joven Orquesta empezamos siete... ¡Siete! El segundo año ya fuimos 21 y el primer concierto duró 20 minutos: unas bandas sonoras y una danza húngara de Brahms. Tres años después nos vimos con 80 músicos de orquesta y 80 de coro en el Auditorio Nacional, que estaba lleno.
–¡Lleno!
–Molaba. Con 22 años, dirigiendo allí. Entendí que aquello podía ser mi futuro. Seguía con los estudios de Arquitectura, pero empezaba a sentirme a gusto con la Música. Encontraba en la dirección de orquesta mi forma de expresarme, de que realmente todo eso que guardas dentro, que es artístico y que con la Arquitectura y con el piano no se acababa, con la dirección de orquesta llegaba.
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–¿Más que ninguna otra cosa?
–Claro. Lo que tiene de bonito la orquesta son los ojos brillantes: trabajas con 70, 80, 200 músicos con los ojos brillantes. Haces algo conjunto, además no material, como la Música. Eso la diferencia DE la Arquitectura.
–Explíquese.
–En un espacio cualquiera no nos ponemos a contemplar las vigas o los huecos de las ventanas. Pero si tuviéramos al lado a alguien tocando el contrabajo estaríamos con los ojos pegados en él y la boca abierta. ¿Por qué? Porque la música se vive en el momento y no se repite nunca en la vida. Eso le confiere algo muy especial.
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–¿Cuánto de especial?
–Tiene un algo... Bautizos, música; comuniones, música; funerales, música; fiesta, música; estoy de bajón, música; estoy de subidón, música... Tiene algo que nos conecta. De ahí la dirección de orquesta, el tener la capacidad de hacer algo conjunto con tanta gente para transmitirlo al público. ¡¿Qué más puedo pedir?! Vivo por ello. Y estoy convencido de que es algo que nos hace humanos. La música, el arte en general, y el amor nos ponen un punto por encima de los animales.
–¿Llamó a muchas puertas para crear las dos orquestas o se puede hacer eso sin subvenciones?
–Lo que ante todo necesitas para una orquesta es voluntad de la gente que toca y música, y es clave un espacio para ensayar. Los colegios mayores tenían espacio para ensayar; nos lo facilitaron y cada colegio mayor aportó una cantidad para comprar atriles y algún instrumento. Después de eso, eché una convocatoria para una fundación privada, Carasso, que depende de Danone (nació en memoria del hijo del creador de Danone), nos dieron una buena cantidad y pudimos comprar más instrumentos y hacer conciertos más temáticos y con solistas. Sí es necesario tener un presupuesto. Y es algo que echo mucho en falta aquí en España.
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–¿Es distinto en Holanda?
–En Holanda, en cada pueblo, y cuando digo en cada pueblo es que es así, hay coros, hay orquestas... Es un movimiento cultural musical espectacular. Aquí solamente tenemos orquestas jóvenes y orquestas profesionales. En Holanda he llegado a dirigir orquestas con un músico aficionado de 84 años. Tienen esa necesidad de hacer música, que en España nos falta.
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–Pero generalizar... En Levante es otro mundo.
– Claro, claro... A ver, siempre hay oportunidades, pero a nivel cultural en España no nos valoramos a nosotros mismos. Tenemos de los mejores músicos del mundo. La mitad de la plantilla de la Joven Orquesta de Europa es española. Encuentras grandes músicos en orquestas profesionales de todo el mundo. Pero no somos capaces de sacar la cabeza y decir, por ejemplo... ¡Manuel de Falla!, uno de los grandes compositores de la historia. Y estar orgullosos de Picasso, de Velázquez, de Quevedo... No lo estamos.
–Le veo pesimista
–Ahí es donde nos han comido la tostada los franceses, los ingleses, los alemanes... Nos saltan con que tienen a Beethoven o a Debyssi. ¿Y nosotros en España? No valoramos la cultura que tenemos, que es brutal, brutal. ¡Como el flamenco no hay nada en el mundo! Pero salga usted ahora a la calle y pregunte que le digan una pieza de Manuel de Falla.
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–¿Es mucho pedir?
–Pues vaya usted a Alemania y pregunte en la calle que le digan una pieza de Beethoven: le pueden contestar que cuál de las nueve sinfonías quiere que le canten. ¡Esa es la diferencia!
Alejandro Puerta Cantalapiedra
Arquitecto y director de Orquesta
–Si Primaria y Secundaria dieran más valor a la Música, ¿otro gallo nos cantaría?
–¡Desde luego! Es que me acuerdo que en el colegio y en el instituto en mis tiempos las clases de Música eran las de tiempo libre.
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–Cada modelo educativo ha arrinconado más a la Música.
–Efectivamente. Ahora se da solo en dos cursos. ¿A qué optamos entonces? Claro que hay que saber cuánto es 2 más 2, pero ¿quién nos enseña a hacer música? ¿Con qué se hace la música? Y resulta que la música nos hace humanos e interesantes.
–¿Cómo y por qué dio el salto a Holanda?
–Porque e n España no encontraba un sitio en el que me apeteciera estudiar Música, no encontraba un conservatorio atractivo...
–...Defina atractivo.
–Que musicalmente dé oportunidades y vaya a la esencia de la música. Porque, por ejemplo, el Conservatorio de Madrid es un buen conservatorio pero veo a los directores que salen y, estando espléndidamente formados en lo teórico, ¿cuántas veces han dirigido a lo largo de la carrera? Pues igual tres veces. Lo esencial de un director, repito, son las horas de vuelo, las horas ante la orquesta, y en España no tenemos horas de vuelo porque no hay orquestas amateur que te permitan ganar esas horas.
–Se plantó en Holanda a formarse como director, ¿y en solo cuatro años ha llegado a director asistente de la Orquesta Filarmónica de Holanda y de la Ópera Nacional?
–Es una sociedad que si ven que tiras, apuestan por tí. Hace un año, en tercero de carrera allí, ya fui asistente en la Ópera Nacional con la Filarmónica de Rotterdam y con la Orquesta Real de Concertgebouw de Amsterdam.
Alejandro Puerta Cantalapiedra
Arquitecto y director de Orquesta
–Se dice de usted que tiene «una visión estructural de las grandes obras sinfónicas, a las que imprime siempre un sello especial como arquitecto sonoro».
–Me gusta mucho el repertorio de grandes sinfonías, de grandes arquitecturas sonoras: Bruckner, Mahler, Wagner... Ese tipo de música que necesita tiempo.
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–Wagner es para usted...
–¡El artista total!
–¿El músico que más le inspira?
–Anton Bruckner. Encuentro en él la absoluta arquitectura musical, una arquitectura abstracta, que me inspira mucha paz. Cuando dirijo algo de Bruckner me imagino en Soria, en las montañas, viendo el bosque. Es una música muy tranquila, que sin embargo no gusta al gran público porque dura mucho.
–En estos tiempos de mensajes 280 caracteres, como para esperar otra cosa.
–Es que ahora no tenemos paciencia, necesitamos todo para ayer. ¿Qué música triunfa ahora? Pop, rock... ¿Cuánto dura una canción pop? ¿2:15, 2:30? Una sinfonía de Bruckner dura una hora y cuarto. La inmediatez de ahora, para todo, es uno de los grandes problemas para la música clásica, que necesita tiempo, tiempo. Ir a un auditorio es ir a estar una hora y cuarto escuchando música, no a pensar lo que tienes que hacer dos horas después. Bruckner te permite estar una hora y cuarto disfrutando de la música.
–¿Hay un director contemporáneo en el que se mire?
–Mi referente es Claudio Abbado, que falleció en 2014. Es un grandísimo director. Y en España, Juanjo Mena. Y, por supuesto, Manuel de Falla.
–¿Cómo se ve la vida con una batuta en la mano?
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–Cuando cojo una batuta significa que tengo delante un grupo humano con el que trabajar. Significa entonces que tengo la responsabilidad de hacer las cosas bien: tienes a 80 músicos que confían en tí y tienes que ayudarles y liderarles para llegar todos a una idea común, que las 80 ideas que hay ahí confluyan todas en una. Y luego, la magia de los ojos brillantes, ese momento que siempre hay en un concierto por el que doy la vida.
–¿Su periplo en Holanda es con billete de vuelta a España?
–Yo lo tengo claro: quiero vivir en España. La calidad de vida que tenemos en España no existe en el mundo. Me gustaría viajar por todo el mundo dirigiendo orquestas, pero con la base en España.
–A sus 29 años y donde ha llegado ya, ¿se ha parado a pensar qué quiere ser de mayor?
–Músico.
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