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Inés Arrimadas hace hueco en la dirección nacional de Ciudadanos, y en la autonómica, a Francisco Igea con el objetivo de intentar refundar un partido que está bajo mínimos. Es el borrado definitivo de la separación entre oficialistas y críticos. El tratado de paz en ... las guerras internas con el sector igeísta al que ha llevado, de forma natural, el anticipo electoral de diciembre en la comunidad por parte de Alfonso Fernández Mañueco, al que Arrimadas consideraba un socio fiable, y el batacazo de Juan Marín y Cs en Andalucía de hace unas semanas, que ha dejado a Francisco Igea como único superviviente autonómico de Cs en toda España.
«Es una muestra de integración que pone fin a una situación en la que no hubo integración», resume un miembro del partido en la comunidad. El 7 de julio Arrimadas definía a Francisco Igea como un activo del partido y la voz de la sensatez, la libertad y la buena gestión, después de haberse volcado en la campaña autonómica de Castilla y León. Ese día, Arrimadas e Igea reconocían «diferencias importantes en algunas cuestiones de partido», pero menos relevantes que los «valores, proyectos e ideas» con los que aspiran a conquistar el «espacio liberal» desde «el respeto y el compañerismo». Atrás queda un rosario de declaraciones ácidas, reproches y desquites orgánicos entre quienes pugnaron por dirigir Cs. Arrimadas con el empuje del aparato oficial. Igea, como corriente crítica.
Francisco Igea se incorpora a la dirección del partido convencido de que han aprendido de la experiencia y de los errores. «Hay una oportunidad y una necesidad. Yo no podía decir que no, a pesar de las muchas cosas que se han dicho, siempre he demostrado la lealtad al partido», expresa el exvicepresidente de la Junta, único cargo de Cs que sobrevivió al 13-F en el nivel autonómico, tras una campaña en la que reconoce a los compañeros del partido «un comportamiento excepcional».
«Los problemas unen», resume un exdirigente autonómico. Y en Cs hay superávit desde la debacle de las generales de 10 de noviembre de 2019. Albert Ribera cosechó el resultado de la estrategia de hacer «socio preferente» y único al PP en los pactos en comunidades y ayuntamientos y pasó de 57 a 10 escaños. Fue un desastre. Los naranjas perdieron en Castilla y León los 8 diputados que habían logrado en abril. Llegaron las primarias nacionales que enfrentaron a Arrimadas e Igea con momentos de tensión máxima y maniobras internas, en enero de 2020, que acabaron borrando al sector igeísta no ya de la dirección nacional, también de la autonómica.
Arrimadas llegó a decir que Igea quería «su sillita» y que le daba igual «con qué partido» mantenerla. O la visita de la presidenta a Mañueco, en abril de 2021, tras la moción de censura en la que 11 de los 12 procuradores de Cs respaldaron al popular, en la que Arrimadas ninguneó al entonces vicepresidente de la Junta y pasó de reunirse con los consejeros que Cs tenía gestionando la pandemia en Castilla y León. La única foto de esa jornada de Arrimadas e Igea es robada. Eso resume el momento.
La dirección nacional confirmó en septiembre donde quería la vallisoletano. Recompuso el organigrama autonómico situando al frente a la leonesa Gemma Villarroel, que no ha logrado ganar peso en la comunidad, sin sumar a ningún colaborador de Igea. Todos los que había con anterioridad dimitieron en la precampaña de las primarias nacionales en protesta por nombramientos de dirigentes afines a Arrimadas por parte de una gestora del partido que debía ser neutral. Esa desbandada allanó el camino a los oficialistas. «Técnicamente se fueron ellos», explican desde la dirección autonómica. En la práctica, ahorraron el trabajo de purga interna a los oficialistas.
Un viaje por la hemeroteca da idea de la distancia entre el punto de partida, en 2019, y el de llegada, ahora. «Ya no existe ni oficialismo ni igeísmo, queda tan poca gente que el partido corre el riesgo de desaparecer de verdad», apunta un excargo autonómico. La refundación trata de conjurar ese peligro. En el proyecto trabaja un equipo de ocho responsables coordinados por la madrileña Begoña Villacís, a los que asiste otro equipo técnico que ayuda a trazar el rumbo en la organización interna de la formación y las líneas generales de política económica, social, regeneración y Unión Europea. En el proceso participativo que desarrollan estos últimos colabora José Miguel García, que fue secretario general en la Consejería de Transparencia que dirigía Igea.
Cs mantiene, al margen de los diez escaños en el Congreso y el de Igea en las Cortes de Castilla y León, el poder municipal que logró en mayo de 2019. En Castilla y León, Cs tiene alcalde en Palencia y presidente de Diputación en Zamora. Gobierna con el PP en las diputaciones de Valladolid, Burgos o Segovia y en el Ayuntamiento de Salamanca y con el PSOE en el Consistorio de la capital burgalesa. Habrá elecciones en 2023 y esa cita supondrá la definitiva prueba de estrés sobre el efecto del proyecto refundador en la supervivencia del partido. Primero, habrá que ver si hay fugas de ediles a listas del PP. Y luego, el escrutinio.
Francisco Igea valora la capacidad de las personas que están al frente de los grupos de trabajo encargados de sacar adelante el proyecto de la refundación. Reconoce la evidencia: «Es difícil, pero se puede pelear».
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