Inés Diez pasa sus ratos con el móvil y su ordenador en el sofá. Ramón Gómez

Eso que hacemos en el sofá y adelgaza

Diario de un confinamiento. Día 39 ·

Transitamos ya por la sexta semana de confinamiento, tal vez sea buen momento para repasar nuestras rutinas e incorporar actividades que las hagan más llevaderas

Jueves, 23 de abril 2020

Don't be too concerned/ I won't ask for nothin' while I'm gone/ But when I want sincerity/ Tell me where else can I turn/ 'Cause you're the one I depend upon/ Honesty is such a lonely word» («No te preocupes demasiado/ ... No pediré nada mientras me vaya/ Pero cuando quiero sinceridad/ Dime a dónde más puedo recurrir/ Porque eres de quien yo dependo/ La honestidad es una palabra tan solitaria»). 'Honesty', Billy Joel. 1978.

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En el ecuador de la sexta semana ya de confinamiento es momento para rendir homenaje al viejo Billy Joel y a su 'Honesty', incluida en su álbum '52nd Street'. El del Bronx reivindicaba el valor de la honestidad, cualidad exigible a todos los humanos y de la que procuramos no apartarnos jamás los periodistas en el ejercicio de nuestra profesión, por mucho que José Félix Tezanos –mejor no averiguar el significado del apellido recurriendo a su partición como palabra– le parezca lo contrario.

Y por honestidad creo que tengo que dar testimonio del cambio de rutinas que puse en práctica la semana pasada. Allá por la entrega... ¡doce! de este diario –es decir, hace un siglo–, este que escribe esto, con el pelo más corto y la barba menos poblada, declaró que sus hábitos de entonces pasaban por severos madrugones y rígidos horarios de trabajo, ejercicio físico, lectura... y al cumplirse un mes de confinamiento decidí que aunque la cosa había ido bien hasta ahí, tenía que introducir algunos cambios para no caer en el aburrimiento.

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Fue entonces, con más pelo y más barba, cuando resolví ponerle un poco más de rock 'n' roll al día a día. Ya antes, desde el inicio de la reclusión, había asumido el reto de no rebajarme la barba hasta ese ansiado día en que todas las teles, radios y versiones digitales de los diarios españoles conecten con la Moncloa para retransmitir en directo esa comparecencia en la que Pedro Sánchez, con traje oscuro, gesto grave y toda la solemnidad de la que sea capaz pronuncie esas tres palabras mágicas que, portadoras de la felicidad colectiva, todos en nuestras casas soñamos con escuchar de sus labios: «Preparaaaaados, listos... ¡YA!» (siento la decepción de muchos, pero no, no era «ya lo dejo»). Momento en que todos y todas saldremos ascensores o escaleras abajo rumbo a nuestros a destinos más añorados, bares, gastrobares, restaurantes de autor, hamburgueserías, colas de las peluquerías, gimnasios, pueblos natales, pistas de padel, parques, teatros, casa de la suegra, hoteles, pensiones, despachos de abogados matrimonialistas, casas de apuestas, autolavados de coche, bibliotecas, cines, agencias de viajes, agencias de la propiedad inmobiliaria, casas de empeño, centros de NaturHouse, pabellones deportivos, montes, ríos, playas, municipios del cinturón metropolitano de Salamanca o templos dedicados al culto de cualquier confesión de un Estado aconfesional como el nuestro (Constitución Española, art. 16). Ya, que no va a ser así, ¿verdad? Pues como Vd. tampoco sabe cómo sí va a ser, me deja soñar.

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Hasta entonces, y como novedades respecto a mis hábitos más ordenados de la primera mitad de la cuarentena, ahora trasnocho más, aunque me despierto a la misma hora de siempre, un poco antes de las siete de la mañana, e que duermo menos. He acabado varios libros desde el que estaba leyendo aquel día 12 del confinamiento, varias raciones de pistachos también; le he sido fiel a la Mahou y al teniente Colombo, pero a este le alterno con películas de terror, siguiendo la descripción del miedo que hace la película de Pixar 'Del revés' (2015), como «la emoción encargada de mantenernos con vida», gracias en parte a las descargas de adrenalina que generan los sustos, causantes de un cansancio físico que ahora, encerrados, es más difícil experimentar. Y, por si fuera poco, pasar miedo adelgaza, algo así como 113 calorías calorías por película de terror de noventa minutos. No está mal, si contamos que ese desgaste energético lo hacemos sentados. Así que ya sabéis, hasta retomar el contacto con vuestro monitor del gym, Freddy Krueger, Leather Face, Alien, Jack Torrance y Norman Bates se ofrecen voluntarios.

Ah, y ¡feliz día de Villalar!

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