Tengo que hablar más conmigo
Diario de un confinamiento. Día 34 ·
Antonio Machado estaba en lo cierto y Rafa Vega me lo ha ratificado, la clave es conversar con el ser que llevamos dentro, un soliloquio que nos permite tirar hacia adelanteDiario de un confinamiento. Día 34 ·
Antonio Machado estaba en lo cierto y Rafa Vega me lo ha ratificado, la clave es conversar con el ser que llevamos dentro, un soliloquio que nos permite tirar hacia adelanteConverso con el hombre que siempre va conmigo/ –quien habla solo espera hablar a Dios un día–;/ mi soliloquio es plática con ese buen amigo/ que me enseñó el secreto de la filantropía./ (...) A distinguir me paro las voces de los ecos,/ y escucho solamente, ... entre las voces, una». Antonio Machado. 'Retrato'. 1906.
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¡Más Machado! ¡Es la guerra!, remedando la frase de Groucho en el doblaje al castellano (no en el original) de 'Los hermanos Marx en el Oeste' (1940), una decisión, según parece, de Miguel Mihura. Y la invocación, segunda en una semana, del poeta que le cantó al campo castellano obedece a que uno nota que le fallan las fuerzas tras 34 entregas –siempre y cuando acabe yo con esta y no esta conmigo– de este diario. Rendirse no es una opción, trato de evitar una pájara como la de Perico Delgado en el Tour de 1983, cuando en la etapa de Morzine, ideal para asestar un golpe definitivo a la ronda gala, perdió 25 minutos y llegó a pedir bicarbonato antes del ascenso a la Madeleine. «Tengo el estómago embarazado», declaró el segoviano en meta.
Yo más que la preñez estomacal de Perico lo que empiezo a notar es pesadez de piernas, que se traduce en ritmo lento de pedalada (en la estática, claro), esta entrega del diario se me hace cuesta arriba y eso que estoy en terreno llano, el de debajo de la foto. ¡A ver cómo encaro el ascenso de la quinta columna de la página!, ese Anglirú de la maquetación. Recurro a medidas desesperadas.
Me pongo en manos de uno de mis grandes referentes, Rafa Vega, Sansón, 25 años de cita diaria ininterrumpida de su viñeta con los lectores de El Norte –con los del resto de diarios regionales de Vocento algunos menos–. Rafa al que en este cuarto de siglo de amistad sobria pero sincera no le he visto jamás abandonar su templanza, me comenta: «la viñeta diaria tiene una característica dual exquisita: caduca en 24 horas, ya haya sido la mejor viñeta concebida por cerebro humano o una auténtica porquería a la altura de los memes de trinchera política que tanto abundan».
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–Quieres decir que saltas a la cancha más veces que un jugador de la NBA, lo que te permite 'tapar' el bajonazo de un día con la viñeta del día siguiente. Pero por ese mismo proceso, cuando acabas esa segunda empieza la angustia por una tercera...
–Cuando me enfrento a la viñeta diaria y presiento que voy a caer en la tentación de quejarme por esa circunstancia de caducidad inmediata, de esfuerzo efímero, recuerdo a las madres y padres que se enfrentan diariamente a la pregunta «¿Y qué pongo hoy de cena?» o a las mujeres del tiempo (no a los hombres) que, por lo visto, tienen prohibido repetir vestimenta; yugo incomprensible del que hasta la reina Letizia se ha liberado.
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–Es decir, al ser diaria se trata de incorporarla al resto de rutinas cotidianas...
–Es como el sueño diario, como la ducha diaria, como el almuerzo diario: acaba formando parte de la rutina orgánica, incluso fisiológica. Recuerdo días de boda, de natalicio, de funeral, de accidente, de quirófano, de festejo, de viaje, de enfermedad… y a todos ellos les rondó la comida, el sueño, la ducha, las necesidades fisiológicas y, por supuesto, la viñeta. Así que una de las claves debe de ser esta: la viñeta diaria deja de ser una tarea para convertirse en una necesidad básica del equilibrio metabólico. Digo yo…
–Vale, tío. Lo pillo, pero también tendrás tus crisis, ¿no?
–Por supuesto, la hoja en blanco, y el pánico que despierta, están ahí. Hay que vivir con ello. Pero yo casi siempre lo afronto gracias a esa insufrible, inacabable e impertinente conversación interior que todos mantenemos en nuestro fuero interno, a no ser que seamos capaces de cruzar las piernas y colocar los bordes de los pies sobre nuestros muslos. Los yoguis no lo entienden, pero bien utilizada, esa conversación interior es una mina. Al menos en mi caso, he de reconocer que no hay dos frases seguidas sin que una de ellas sea una majadería.
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Una de cada dos frases de Rafa una majadería... Bah, me tranquilizo, eso lo doblo yo. Y reconforta ver que también conversa con el hombre que siempre va consigo. Esa es la clave, he de hablarme más. Ya si además soy capaz de escucharme...
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