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He aquí un maestro de la integración europea. Y, como tal, pedagogo, investigador, erudito, instruido e intelectualmente relevante para ayudar a entender el delicado momento de la Unión que concibiera hace 70 años el francés Robert Schuman, padre de la idea de la UE, de ... quien podría decirse que este catedrático universitario es discípulo aventajado. Guillermo Pérez Sánchez, vallisoletano del barrio de La Victoria, español de Europa y europeo del mundo. Dirige el Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Valladolid, un puesto que parecería creado para él, pero que dentro de un año dejará para seguir con lo que parece el late motiv que le trajo a este mundo: hacer pedagogía de que si la Unión Europea no existiera, habría que inventarla. A punto de que los británicos se vayan de la UE dando un portazo, Guillermo Pérez se mantiene en su idea: la Unión es lo mejor que nos ha pasado a los ciudadanos del viejo continente.
–Así que se le puede considerar a usted un europeista como la copa de un pino, ¿verdad?
–Está ante una persona comprometida con el proceso de integración europea sobre todo a la luz de la historia. Es esta una de las cuestiones en las que me gusta hacer hincapié en ese sentido.
–Pues ya dirá usted por qué.
–Hemos vivido épocas nefastas en la historia de Europa y la primera mitad del siglo XX es, con mucho, la peor durante centurias.
–De nefasto recuerdo.
–Aquí tuvieron lugar los ámbitos fundamentales de las dos guerras mundiales, es aquí donde la política del odio ha sido una constante que ha alimentado la persecución del otro y ha hecho imposible durante mucho tiempo que pudiéramos vivir una vida justa, libre y apacible. Por lo tanto, en ese sentido hasta la Segunda Guerra Mundial lo que podemos significar de Europa es que era un continente salvaje.
–¿Salvaje? ¿En qué sentido?
–De hecho, la primera postguerra después de la Segunda Guerra Mundial es lo que mejor lo retrata: esa situación de reconstrucción y, por tanto, un continente salvaje: el 'Sálvese quien pueda y no me importa atropellar lo que sea para poderme salvar'. En estas, llegó la idea de la integración europea y desde entonces no hemos vivido una etapa de paz, democracia y prosperidad como la que hemos vivido a partir de 1950. Me gusta empezar con mis alumnos en clase poniéndoles un cuadro cronológico y decirles: 'Búsquenme otra etapa de la historia de Europa con tan largo periodo de paz entre los europeos como esta'.
GUILLERMO PÉREZ
–¿Y alguno la encuentra?
–Ninguno, porque no la hay. De 1950 a 2020, parafraseando a Robert Schuman, que es el 'primus inter pares' de la idea europeista y de la puesta en marcha de este proceso con la declaración del 9 de mayo de 1950, «a pesar de todos los problemas el balance sigue siendo positivo».
–Para un europeista convencido como usted imagino que un euroescéptico es poco menos que anatema.
–Esas son palabras drásticas y mayores que no me gusta emplear.
–Afinemos pues.
–Lo mejor de lo peor es tener delante a un euroescéptico. Lo malo es cuando tenemos delante a un eurófobo o a un antieuropeista. Un euroescéptico es aquel que piensa y se plantea el proceso de integración y dice que no le sirve y que en vez de ser positivo es negativo para el proceso. Ahora, ya si hablamos de antieuropeos o eurófobos, que los hay...
–Los británicos, ¿qué son?
–Dejaron de ser hace mucho tiempo, sobre todo el grupo duro del partido Tory, euroescépticos y son antieuropeistas, antiUE, es evidente. Además, con viejas fórmulas de reclamaciones de soberanías nacionales obsoletas, que no se compadecen en un mundo global, fórmulas, por otra parte, falsarias de lo que ha sido el proceso de integración y a quién ha favorecido.
–¡Qué va a decir usted!
–Los hechos están ahí. Su propio desastre de la gestión de la pandemia. Y, luego, su obsesión con la ruptura del proceso. Ahora mismo se habla de varios grupos torys más radicales y menos; pues el primer ministro, Boris Johnson, siempre estuvo en los más.
–Fue uno de los que más usó los bulos contra la UE.
–De hecho, se le expulsó de Bruselas por esa práctica.
–En víspera de que se aplique el Brexit, si Robert Schuman (arquitecto de la integración europea en 1950) levantase la cabeza, ¿se caería de espaldas?
–Yo creo que no. Fíjese: en 1963, año en que muere Schuman, escribe un libro póstumo que se titula 'Por Europa'. Y lo cierra diciendo que el balance del proceso de integración en el momento final de su vida es positivo. Ahora bien, tenemos muchas cosas que lograr. Y un aspecto en el que todavía no se hace especial hincapié es que tanto Schuman como Monet, su principal colaborador, estaban atenazados por el hecho de que el proceso de integración europea estaba solo comenzando, con solo seis estados miembros, que era un proceso cuyo objetivo era abarcar a todos los países europeos, que evidentemente exigía las buenas prácticas democráticas y del estado de Derecho, que tanto nos suenan hoy.
–Se refiere a Polonia y Hungría ante el dinero del Plan de Recuperación postpandemia.
–Es que para ser miembro de la Europa comunitaria había que ser una democracia estable, en funcionamiento, respetuosa con el estado de Derecho y con los derechos humanos, que es lo que el artículo 2 del tratado de la Unión Europea actual refleja claramente. En aquel momento, 1963, solo algunos países de Europa occidental podían estar en ese ámbito. Otros, no. Y otros no querían estar, como Reino Unido. Pero estos grandes hombres siempre tuvieron por delante una cuestión: que no podríamos hablar de que el proceso se pudiera cerrar sin tener en cuenta a los países sovietizados de la Europa del Este. Esa es una cuestión trascendental. Y, evidentemente, el proceso de integración solo será pleno cuando toda Europa forme parte de ello.
–Ande, que no queda para que eso llegue a ser posible...
–Schuman y Monet sabían que no lo iban a ver, aunque no lo expresaban públicamente. En aquel momento parecía que el sistema soviético era un gigante plenamente aposentado. Pues fíjese cómo ese proceso se conformó a partir de 2004.
–Schuman, Monet. ¡Ya no quedan líderes europeos como ellos! Y para más inri, se va Merkel...
–Ese es uno de los problemas, en efecto: falta talla.
–¿Y de quién es culpa: de la política, de la ciudadanía...?
–Creo que cuando la situación es de normalidad tampoco es momento para que salgan grandes genios de la política porque no hay que atender a grandes cuestiones, no hay que crear la Unión Europea. En ese sentido, eso se ve muy bien a veces en la historia. Gestionar las cuestiones de la vida pública hace que el tono gris impere. Ahora mismo se va a retirar la última gran personalidad de la Unión Europea, que es la señora Merkel. ¿Por qué lo es? Porque lleva 15 años al pie del cañón y porque ella sufrió la división de Alemania. Como mejor alumna de Helmut Koll que fue, tenía muy claro que había que apostar por estas cuestiones.
GUILLERMO PÉREZ
-Algún 'pero' tendrá...
–Claro, sin olvidar los claroscuros. Este desbarajuste en el que hemos estado con el tema de los fondos europeos de reconstrucción es muy curioso. Quien lo propició fue la propia señora Merkel, que es la que lo ha terminado por arreglar.
–Imagino que por eso usted la indulta...
–Efectivamente, el legado de Merkel ha hecho que no embarrancara todo este proceso. Que es que hay que tenerlo claro: estamos hablando de casi 2 billones de euros.
–Es dinero, ¡vaya si es dinero!
–El 0,4% del presupuesto plurianual 2021-2027 más los 750.000 millones del Fondo de Recuperación Económica. Y casi nadie ha caído en la cuenta de que el propio título de ese fondo recuerda mucho al del famoso Plan Marshall. Aquel se llamó Programa de Recuperación Económica para Europa. Y en aquellas calendas se repartieron 13.000 millones de dólares de la época.
–Ahora se vuelve a llamar Fondo de Recuperación Económica para Europa. ¿Poco originales?
–Evidentemente, dada la catástrofe actual...
–Es complicado hablar de identidad europea. ¿Quién se declara europeo? En su caso, por ejemplo, hasta llegar a llamarse europeo hay que pasar por su barrio de origen, La Victoria, por Valladolid, por Castilla y León, por España... ¡Demasiados escalones!
–Para declararse, no: se es europeo. Lo importante es tener claro lo que significa el proceso de integración europea. Pero, sin embargo, no ha dicho usted algo muy interesante...
-¡Vaya por Dios! Dígame.
–Sin que la escuela ayude mucho al respecto en esos escalones.
–¿Por qué dice eso usted, si es profesor universitario?
–Falta una concienciación mucho más activa de los maestros y los profesores y falta en los planes de estudios.
–Insisto:lo dice usted que ha sido formador de profesores de Enseñanzas Medias.
–Por eso mismo lo digo. La solución está en que todos los planes de estudios, desde la más tierna infancia, recojan aspectos que tienen que ver con la identidad europea y que expliquen claramente lo más positivo que nos ha pasado a los europeos en las últimas centurias que es el proceso de integración, que es lo que nos ha evitado matarnos de nuevo. Esa es la cuestión.
–Impone escuchar eso de «lo que ha evitado matarnos de nuevo».
–A veces, las generaciones que ya tienen lejos los procesos traumáticos tienden a olvidarlos. Y no hay cosa peor que olvidar la historia para repetirla, que dirían los clásicos. Una de mis inquietudes, como miembro del Instituto de Estudios Europeos, siempre ha sido trabajar con los centros de profesores para llevar esa enseñanza complementaria. Porque, curiosamente, ahora mismo en todas las materias que se den transversalmente está el tema de la Unión Europea, pero falta una concienciación previa.
–¿Y eso no se adquiere mejor con la práctica? Ahí están los estudiantes Erasmus.
–Digamos que eso es la guinda. Uno ha de ser consciente de que eso es posible porque hay algo que se llama Unión Europea, pero la labor de la escuela es básica. Schuman, si levantara la cabeza, vería que se ha avanzado mucho pero nos recordaría que no se le ha hecho del todo caso en algo en lo que él más proclamó: el mundo de las ideas y de la escuela.
–¿Y no será por que solo se nos ha enseñado a los españoles que Europa era sinónimo de dinero? Fondos Feder, fondos Feoga, fondos PAC... Si recortaran la PAC, el campo se levantaría en armas.
–Quizá se ha hecho excesivo hincapié solo en las cuestiones económicas y se ha desechado lo otro. ¿Por qué hay alguna corriente en España que incluso va más allá de ser euroescéptica? Los 'anti' no son buenos para nada y la falta de escuela en ese sentido con los valores europeistas nos ha llevado solo a esas cuestiones meramente económicas.
–En Europa usted se ha movido, al margen de España, por Francia, Italia, Hungría y Polonia; y si miramos a Iberoamérica, por Argentina, Uruguay, Chile, México, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica, Honduras y Paraguay. ¿Es de los que puede decir aquello de que solo saliendo de aquí se sabe lo que hay fuera?
–La vida universitaria ha hecho posible todo eso. Yo me di cuenta de que en España, en general, y en Valladolid, en particular, teníamos una laguna importante respecto al mundo iberoamericano estudiando en Florencia.
–¡Florencia! Cuna mundial del arte y la arquitectura.
–Allí, en 2003 me encontré con una profesora belga que me contó que acababa de realizar una estancia en el Instituto de Estudios Europeos de la Pontificia Universidad Católica de Perú, en Lima. ¡Me quedé a cuadros! Se me abrieron los ojos y en 2004 iniciamos aquí un periplo de estudiar los procesos de integración de ambas orillas; comenzamos por aquel centro peruano.
–Kissinger ironizaba en los años 70 diciendo que no sabía qué teléfono había que marcar para hablar con Europa. Después de tantos años, ¿ya lo hay?
–Teóricamente, el Kissinger de ahora tendría menos problemas porque hay un presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y ahí tendría una primera voz. Pero el ámbito europeo no es el de un estado-nación, aunque sea un estado nación federal al uso. Siempre se ha dicho que la Unión Europea es un sistema 'sui géneris'. No hay otro en la historia.
GUILLERMO PÉREZ
–¿Y qué es lo importante entonces de la UE, más allá de sea un polo comercial importantísimo en el mundo, sino el que más?
–Que ha hecho posible la consolidación de los tres pilares de la idea fuerza del europeismo.
–A saber...
–La paz entre los europeos, el buen gobierno democrático y el bienestar socioeconómico de los pueblos. Eso es como se resume el artículo 2 del Tratado de la Unión Europea, pero hasta llegar a ello, fíjese usted que incluso en los límites de la Unión Europea se sufrieron los embates de la guerra en los Balcanes.
–Hasta 2017 usted era autor en solitario de 17 libros y coautor de otros 20. Si añadimos las publicaciones de los últimos tres años, incluidas las de revistas especializadas, la dirección de tesis doctorales, impartir clases, dirigir el Instituto de Estudios Europeos, poner en marcha un máster universitario en Estudios Avanzados sobre la Unión Europea...
–...y estoy terminando un trabajo para el mundo anglosajón, por encargo de la editorial Springel, sobre la Unión Europea en el siglo XXI, los cambios y las oportunidades de la integración.
–...Pues con esa labor editorial y académica tan elevada, ¿no debería usted enseñar al común de los mortales cómo gestionar bien el tiempo?
–Siempre creí conveniente dedicarme a esto en cuerpo y alma. Pero enseñar a los demás a gestionar el tiempo desde mi experiencia... Mi tiempo es esto. Si te metes mucho en la vida universitaria, esta te exige cada vez más. Pero no creo que pudiera dar clases de gestionar el tiempo.
–Toda la vida dedicada a la Universidad y a estudiar sobre Europa e Iberoamérica, ¿tiene ya claro qué quiere ser de mayor?
–Quiero tener menos ocupaciones administrativas para culminar grandes proyectos editoriales como el que tengo pendiente con el hispanista húngaro István Szilagyi sobre la Rusia actual.
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