Castilla y León

Así se gestionan los embalses palentinos de Camporredondo y Compuerto

«Los años normales ya no existen, antes lo habitual era que lloviera en otoño, nevara en invierno y deshelara con las lluvias en primavera, pero ahora nos puede llegar cualquier cosa». Esa afirmación la firma el director técnico de la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD), Alejandro Barriuso, para referirse a una climatología cada vez más errática y extrema.

Pronuncia estas palabras en la parte baja del embalse de Camporredondo, próximo a la localidad palentina de Velilla del Río Carrión, en un día de tregua después de varias semanas de lluvias. «Lo que estamos haciendo ahora es aprovechar para subir el nivel del embalse y aumentar las reservas hasta que lleguemos a los niveles de resguardo que se establecen en la Comisión de Desembalse», puntualiza.

Que octubre ha sido un mes «húmedo o muy húmedo» en la mayor parte de la región concuerda con el hecho de que los embalses gestionados por la CHD han recibido aportaciones, entre el 1 de octubre y el 15 de noviembre, un 126% superiores a la media de los últimos 27 años. A pesar de lo llamativo del dato y de que en la cuenca han entrado en ese mes y medio 661,2 hectómetros cúbicos de agua, los embalses no han afrontado situaciones complicadas porque venían de dos años de sequía y tan solo un 31,7% de agua embalsada.

«En principio, no se han dado problemas significativos en la cuenca, en los embalses no ha habido problema porque venimos del punto más bajo, todo lo que llega lo estamos guardando».

Las presas de Camporredondo y Compuerto, en el sistema Carrión, sirven como ejemplo para ilustrar cómo es la gestión del agua y todos sus usos, no todas tienen los mismos. De modo sencillo, se puede resumir que los dos embalses actúan como «hermanos» y sus usos abarcan todos los que se pueden imaginar. «El principal, por volumen, es el regadío, que es el que más demanda tiene. 55.000 hectáreas dependen de este sistema, pero también es importante el uso para el abastecimiento, de aquí se alimenta el Canal de Castilla en su ramal Campos y Sur, y de ahí la ciudad de Palencia, un 70% de Valladolid ciudad, Medina de Rioseco y un montón de pueblos más ribereños del Canal de Castilla», apunta el director.

Otro de los usos es el hidroeléctrico, a través de concesión, y todo ello sin olvidar esa función fundamental en la laminación de avenidas para evitar, sin ir más lejos, «que se inunde la ciudad de Palencia, dentro de sus posibilidades».

En origen, esa gestión hidroeléctrica era de Explosivos Río Tinto y tanto Camporredondo como Requejada servían para abastecer la factoría que la empresa tenía en Guardo. En la actualidad, la mayor parte de al energía resultante se vierte a la red, se da luz a la Confederación y a parte del alumbrado y a un local de Camporredondo de Alba, que es el punto exacto donde se asienta el embalse.

Para garantizar la función de laminación es necesario que siempre existan unos resguardos. «En el Carrión, los resguardos más amplios se establecen si existe una reserva de nieve, hasta 40 hectómetros cúbicos libres, y eso se mantiene desde el principio de año hasta que va avanzando la primavera y van disminuyendo los valores y las probabilidades».

Las hipótesis pueden ser todas las imaginables pero, como resume Barriuso, «si ahora cae la nevada del siglo y hay una subida de temperaturas, si se llega al nivel de resguardo tenemos que laminar esa avenida, aguantar el volumen si podemos, pero después ir soltando poco a poco para hacer hueco para lo que pueda venir en enero, febrero y marzo».

Los encargados de este sistema y los máximos responsables de la CHD recuerdan situaciones complejas vividas en Camporredondo, la peor en 2019. Las actuaciones nunca son al azar y están sujetas a planes de emergencia, que no son públicos y adaptados a cada embalse. En este caso concreto, se juega con el agua que sale de Camporredondo y todavía se puede aguantar en Compuerto, otra cuestión es lo que sucede con los arroyos y las aguas abajo que siguen su curso. Si no existieran esos embalses, «de forma periódica habría daños por inundaciones en multitud de municipios y ciudades, serían mucho más habituales y, en términos económicos, los daños incalculables».

Barriuso llama la atención sobre el hecho de que donde hay una presa, «quizás los municipios aguas abajo se han acostumbrado a que esta infraestructura salve». Pero alguna vez, «a lo largo de la historia, la presa laminará una parte pero otra no podrá. A veces hay que tomar conciencia de que estas cosas pueden pasar, con poca probabilidad, por eso los cauces tienen que ser cauces, no hay que edificar, no se puede ir restringiendo el cauce del río».

Todas estas presas también requieren unos gastos anuales de funcionamiento y conservación, que en el conjunto de Camporredondo y Compuerto se sitúa en el entorno de los 700.000 euros de media en los últimos años. A simple vista, y sin ser experto, se identifica en Camporredondo la pantalla de impemeabilización que que se colocó en el dique y cimiento de la presa hace ocho años, con una inversión de más de 3,8 millones de euros. «El conjunto de la pantalla fuciona bien y quizás no haya que actuar en muchos más años».

En cualquier caso, «las presas requieren bastante mantenimiento, no solo controlar las filtraciones, también se tienen en cuenta otras parámetros», comenta el responsable de la Confederación.

Por ejemplo, existen diferentes elementos de auscultación que miden los movimientos, «las presas no están quietas» y, generalmente, los más importantes responden al nivel de agua, «cuanto más agua hay atrás, más presión existe aguas abajo».

Sobre si las presas tienen un tiempo de uso limitado, Barriuso se muestra contundente: «Deberíamos intentar que fueran eternas, hay presas romanas que siguen en uso, Cervera lleva 100 años en servicio y tiene, como todas, sus problemas y cuestiones a arreglar de vez en cuando, por eso el mantenimiento tiene que ser constante. Eso de que tienen una vida útil no es cierto, si sigue siendo necesaria para el abastecimiento o el regadío no podemos decir que ha alcanzado su vida útil, nunca lo van a hacer, la vida útil es infinita y para eso hay que invertir y poner los medios».

La media de edad de los embalses de la cuenca es de 54 años en explotación, no desde el momento en el que comenzaron a construirse, y van desde Cervera-Ruesga, en 1923, hasta la más nueva en explotación que es Irueña, en 2014. Camporredondo empezó su explotación en 1930 y Compuerto en 1961.

«Los años no incrementan linealmente el gasto en inversión, no tiene relación. Lo que sí es importante es que sea constante, los años de falta de inversión se van a pagar al doble o el triple si no has ido invirtiendo poco a poco. Por ejemplo con las filtraciones, hay que actuar», concluye Alejandro Barriuso.

La gestión de una cuenca como la del Duero es compleja y parece un hecho que se maneja mejor la abundancia que la necesidad. «A veces los usuarios reclaman que se atiendan las demandas, pero si no existe volumen almacenado no es posible, no se puede satisfacer todo lo que se necesita en regadío y es complicado. Pero la otra situación, un volumen mayor del que necesitamos nos lo hace pasar mal, aunque si viene de forma ordenada se puede gestionar y maniobrar sin llegar a situaciones de emergencia. Preferimos eso, pero siempre dentro de un orden».

La Confederación gestiona 52 presas de la cuenca del Estado, 32 son de 'categoría A', lo que quiere decir que tienen «la entidad suficiente para tener una serie de obligaciones». La mayoría de los ríos están regulados en su cabecera con estos embalses y gran parte de ellos tienen la capacidad precisa para laminar avenidas. Además, esa gestión se extiende a 2.000 kilómetros de canales y a varias balsas.

En estos momentos, los embalses de la cuenca se sitúan al 50,5%, más de once puntos por encima de la cifra de hace un año y 6,5 puntos por encima de la media de los últimos diez años.

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