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He aquí un hombre de Dios con una envidiable visión de la realidad terrenal. Francisco Sánchez Oreja, de apellido religioso 'Del Buen Pastor'. Teólogo, superior de la Comunidad Carmelita de Medina del Campo, donde también dirige el colegio San Juan de la Cruz. Preside la ... Conferencia Diocesana de Valladolid y, además, saca tiempo al reloj para cursar el máster de Doctrina Social de la Iglesia en la Pontificia de Salamanca, su provincia natal (Calvarrasa de Abajo, 1977) aunque ejerce de medinense. Una referencia social (es un auténtico líder para los jóvenes), religiosa (su palabra es escuchada) y cultural (su bagaje intelectual no conoce límites), de las necesarias en momentos de tribulación como este.
–Dará por supuesto que ante el coronavirus hay un montón de gente preguntándose dónde está Dios.
–Por supuesto; esa pregunta brota sin querer plantearla. Dios está sufriendo, estoy seguro; yo también lo he pensado. Y tras mucho tiempo de reflexión estoy seguro que sufre y a la vez se ofrece, se desvela, se entrega. En estas situaciones vemos el rostro de Dios en la entrega, se llama sacrificio.
–Lo que usted llama «ver el rostro de Dios» no tiene pinta de ser fácil en tiempos de quebranto físico y mental como éstos.
–Sin una mínima experiencia de fe es difícil ver el rostro de Dios. Estos momentos piden una seguridad y la buscamos en Dios, le percibimos donde alguien sufre, está en todo pero es más que todo. Permítame unos versos de Gloria Fuertes: «¿Dónde está Dios?... Se ve, o no se ve. Si te tienen que decir dónde está Dios, Dios se marcha.»
–¿Es humano y realista preguntarse estos días dónde está Dios?
–Muy humano y muy realista. Yo lo pienso muchas veces y eso no es dejar de creer. El sentimiento de ausencia de Dios puede llegar a ser una profunda confesión de fe. Como quien dice: '¡Te necesito! ¿Dónde estás?'. El humano que piensa es el humano que busca y se cuestiona interiormente, porque necesita una respuesta y no se conforma con apaños facilones, necesita experimentarlo con una mínima seguridad.
–Son tiempos de reflexión, forzados por el enclaustramiento obligatorio en casa. ¿Aprenderemos algo? De ser así, ¿qué?
–El hombre moderno, a ritmo normal de vida se busca sus propios oasis de paz, sus propios retiros, aunque los llama por otros nombres. No cabe duda de que este 'retiro' nos viene impuesto y gusta menos, pero ofrece una enseñanza de la cual no vamos a escapar ninguno: enfréntate a ti mismo, encárate con lo que no puedes alcanzar, reconócete frágil, ponte en el lugar de los que siempre has calificado como 'pobrecillos', abre una puerta al mundo de lo trascendente que está fuera de tu encierro… Lo digo más claro: busca dentro de ti, date una oportunidad para el encuentro con Dios, deja esa puerta abierta.
–Sabemos de dónde venimos. ¿Dónde cree usted que vamos?
–Muchos sabemos de dónde venimos y hacia dónde vamos, quiero incluirme entre ellos; pero muchos otros no saben de dónde vienen ni a dónde se dirigen o quizá no quieren saberlo porque puede ser más cómodo cerrarse a esa búsqueda. Cada persona irá hacia donde realmente quiera ir, estoy convencido. Es más, irá como quiera ir, solo o acompañado, cada uno decide. Yo quiero ir hacia la plenitud, en todos los sentidos, en el personal, en el social, en el espiritual… Solo no puedo llegar muy lejos, lo sé; pero acompañado quiero llegar lejos y esa meta suena a plenitud y me habla de felicidad, me habla de cielo y, en palabras de creyente y consagrado, se llama santidad. Esto motiva a la persona que se deja guiar o tocar por la mano de quien te puso en este mundo. Huyamos de posturas maniqueas en este momento; lo que pasa no puede ser «un castigo por nuestros pecados», pero tampoco creo eso de «es una venganza de la tierra por nuestra forma de vida».
–¿Se adelanta algo mirando hacia la Iglesia en situaciones de tribulación?
–Se gana mucho, se lo aseguro.
–¡Qué va a decir usted!, ¿verdad?
–Esta respuesta sí que es firme. Se gana tranquilidad de espíritu, sosiego, paz, compañía, fraternidad, aliento… En una palabra, esperanza. La Iglesia es pionera en situaciones de tribulación, echemos un vistazo a la historias; a día de hoy la insuperable entrega de Cáritas como un servicio directo, el acompañamiento personal desde el silencio que hacen muchos sacerdotes, frailes, religiosas... que se dejan la vida sin meter un ruido. La labor de la Iglesia en estos momentos es incuestionable no solo en cifras de inversión económica en caridad; es más amplio el campo de acción pastoral aunque normalmente los medios no se hacen eco de ello.
–Situaciones como esta, que han sucedido en distintos grados a lo largo de la historia, algunos creen que son «pruebas que nos pone Dios».
–No comparto esa interpretación. Eso de las 'pruebas que pone Dios' son imágenes de lo sagrado que pertenecen al pasado, a teologías de otras épocas; no puedo ver la ira de Dios o el 'enfado' de Dios en esta tragedia. Dejemos a Dios ser Dios. Evidentemente que es una situación de prueba muy fuerte, una situación que el creyente vive como presencia de la cruz en su vida y la fe se pone a prueba, ciertamente.
francisco sánchez oreja
–Un hombre de Dios, como usted, ¿tiene más facilidad que el resto para adaptarse a situaciones de tribulación?
–Le agradezco lo de 'hombre de Dios'. ¡Ya me gustaría serlo un poco más! Por la experiencia que uno va teniendo pienso que sí, que las situaciones de acompañamiento en momentos difíciles para familias y comunidades también te van enseñando a enfocar o afrontar de otra manera los acontecimientos trágicos y dolorosos. A veces le digo a mis padres que yo pensaba que la vida de fraile era más cómoda (se suele decir 'vives como un cura') pero la realidad del día a día me demuestra que no, que hay mucha dificultad y necesitas estar preparado y formado para poder aceptar estos retos.
–El virus nos cambiará a todos y del todo. Pero es verdad que antes del virus ya habíamos empezado a cambiar. En relación a la Iglesia, a la religión católica, se estaba en momentos de mínimos en lo que a asistencia a los templos se refiere...
–Desgraciadamente a algunos les cambiará tanto como de la vida a la muerte; vidas segadas sin poder dar el último beso; familias sumidas en la más profunda de las tristezas, corazones tristes y muchos rostros que mirarán a una cruz desnuda que quizá les pueda decir algo. En situaciones como esta 'nos agarramos a un clavo ardiendo' solemos decir. No me gustaría que esta fuera la razón de agarrarse a la fe. No me atrevería yo a decir que estábamos en momento de mínimos en la asistencia a los templos; constatamos un descenso en la práctica sacramental, pero ¿y si lo medimos por la calidad y no por la cantidad? ¿seguimos hablando de mínimos? Dejando ese tema a parte, la Iglesia católica está siempre en jornada de puertas abiertas. ¡Cuánto más en estos momentos!
–Muchos católicos se declaran creyentes pero no practicantes. ¿Se puede ser creyente sin practicar?
–Incompatible. No puedes beber y a la vez no beber. La fe necesita vivencia y expresión, interna y externa. No se puede vivir sin estar vivo. No juguemos al escondite les diría a los jóvenes. No juguemos a la tibieza que eso es muy fácil y cómodo; o somos o no somos. Tendremos más o menos capacidad de práctica pero la experiencia de fe lleva consigo una entrega y un ponerse en marcha hacia el testimonio. Otra cosa es que existan momentos de mayor sequedad o distintos modos de comprometerse. Pero, indudablemente, el creyente o es practicante o no es ninguna de las dos cosas. Fe y vida son una misma experiencia.
FRANCISCO SÁNCHEZ OREJA
–Situaciones como las de los escándalos protagonizados por hombres de la Iglesia con menores, ¿a usted que le producen? ¿La contundencia del Papa Francisco bastará para encauzar el problema hacia una solución?
–Me horroriza ese tema. Me avergüenzan ese tipo de actos que escandalizan nuestras más profundas convicciones morales. Muestro mi más absoluta condena a este tipo de actos y apoyo al máximo las radicales determinaciones del Papa Francisco que piden claridad y justicia para todos. La Iglesia acata la legislación civil sobre este tema como no podría ser de otra manera. Vivo entre niños al trabajar en el colegio y llevo muchos años cuidando de un internado; solo tengo una palabra: los niños son la perla más preciosa del tesoro que las familias tienen. Permítame que no me pronuncie más sobre este asunto, no quiero hacer sufrir a los lectores de esta entrevista con expresiones demasiado radicales. Ese tipo de acciones son lo más parecido a la blasfemia contra el Espíritu (contra Dios) y ya sabe lo que Jesús dijo sobre ello.
–Cada vez tienen los jóvenes ante sí más espacios en los que buscar la felicidad. El último, y podríamos decir que pese a los avances aún en fase embrionaria, el mundo digital. ¿Intuye cómo será el mundo a causa de la red a medio plazo?
–El mundo digital no puede sustituir una mirada directa a los ojos, no es la misma mirada la que pasa por la pantalla que la que va directa a los ojos del otro. El rostro a rostro no lo podemos sustituir por nada. Todo el avance digital que es ya una realidad de vida para todos (mis padres también lo manejan y no nacieron ayer), lo tenemos a nuestro favor, pero el mundo digital puede encerrar todo lo mejor y a la vez todo lo peor. El mundo a causa de la red será como queramos crearlo y utilizarlo. Yo rezo muchos días y acompaño a personas por medio de la red. El ejemplo de estos días de cuarentena: el mundo digital se convierte en un mundo de humanidad y de espiritualidad a la vez.
–¿Intenta usted acercarse a los más jóvenes a través de Internet?
–No soy un 'youtuber', no. Utilizo las redes sociales con normalidad, recomiendo muchas aplicaciones para cultivar la vida interior y momentos de oración que la gente demanda pero no soy de los que se presenta en la red con cientos de seguidores. En esta vida no se puede hacer de todo a cualquier precio y este tipo de cosas debemos hacerlas con dignidad. Me gusta decir que en esta vida cada uno sabe para lo que vale y para lo que no vale. Y lo aplico a este asunto. Estos días, durante el estado de alarma se han lanzado a las redes muchos compañeros sacerdotes o religiosos con múltiples iniciativas virtuales… algunas muy dignas, trabajadas, con mucho sentido; otras, mejor que no aparecieran. A veces el silencio orante desde casa hace más bien que lo que no es digno, aunque se haga con buenas intenciones. Seamos serios. Quizá no es momento de convertirnos todos ahora en 'youtuber' para que nos sigan unas cuantas amigas nuestras. El sentido común a veces funciona.
FRANCISCO SÁNCHEZ OREJA
–«Habla poco, y en cosas que no es preguntado no se meta». Si muchos, con los políticos a la cabeza, hicieran más caso a esta sentencia de San Juan de la Cruz, ¿mejor le iría a esta sociedad?
–Maravillosa enseñanza esta de Juan de la Cruz, no solo para el mundo eclesiástico sino para todos en general. No es buen momento para meternos con los políticos, que imagino lo están pasando peor que nosotros, quiero pensar que están dando todo lo que está en su mano para intentar salvar la situación de alarma nacional. Pero es cierto, hablamos mucho, yo mismo hablo mucho, el diálogo es buen compañero para el desahogo con los amigos en momentos como estos. El problema es cuando no sabemos dónde está el límite porque expresarse es bueno y positivo pero también lo es el guardar silencio, la experiencia de callar, de gustar del silencio o 'escuchar el silencio' como dicen las religiosas contemplativas de clausura. Es de inteligentes saber hablar en el momento oportuno pero también lo es el saber guardar silencio. Se lo comento mucho a mis compañeros sacerdotes 'youtuber': es momento de silencio y de saber estar en el lugar adecuado.
–El carmelita joven, que lleva en Medina del Campo diecisiete años, ¿tiene ya claro qué quiere ser de mayor?
–De mayor me gustaría darlo todo sin mirar a quién, sabiendo que estoy haciendo lo que debo y a la vez soy feliz, sin meter ruido; como solemos decir los curas, médicos del alma. Quiero ser lo que soy, no aspiro a nada más; pulir los muchos defectos que tengo (los que pueda) y seguir camino adelante porque es tiempo de ello. Terminar de formarme en algunas materias que estoy cursando ahora de doctrina social de la Iglesia y como un guiño a mis conciudadanos. Y me gustaría ser medinense, como Teresa, como Juan, como Isabel… que pasaron por aquí haciendo el bien, porque todavía soy salmantino, charro, de corazón noble, hijo de la Virgen de la Vega, nuestra Madre.
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