He aquí una de las mentes más sensatas, doctas y apreciadas de cuantas circulan en España por el ámbito autonómico de la Educación y por el espacio estatal del estudio de los derechos fundamentales de las personas. Fernando Rey Martínez (León, 21 de marzo de ... 1963). Tras años asesorando desde su cátedra vallisoletana de Derecho Constitucional al Gobierno socialista de Zapatero y tras dirigir la política educativa del último Ejecutivo regional del popular Juan Vicente Herrera, ha concluido su descompresión de la política. Y lo ha hecho a lo grande: publicando la obra 'Segregación escolar en España. Marco teórico desde un enfoque de derechos fundamentales y principales ámbitos: socioeconómico, discapacidad, etnia y género'. Su criterio sigue siendo tan tenido en cuenta que el reciente congreso español de constitucionalistas ha contado con él como ponente sobre el ideario educativo constitucional, y el Estado de Chile le ha pedido asesoramiento para el proceso de reforma de su Constitución.
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–Su libro parte de la base de que en España hay segregación escolar. ¿De quién es culpa?
–De toda la sociedad, sin duda. Así como los aciertos del sistema son atribuibles a toda la comunidad escolar y a toda la sociedad, también los fracasos. Esto es un fracaso colectivo, un fracaso de las políticas educativas, un fracaso de los padres que no exigen una educación de calidad para sus hijos...
–Detalla usted la paradoja de que educar, por su etimología, significa a la vez llenar y extraer...
–... Qué bonito es eso, ¿verdad?
–Pero necesita explicación... Llenar y extraer.
–Lo fácil es la educación es llenar. A los niños se les llena de conocimientos, habilidades y competencias, pero la verdadera educación es la que llena para que el propio alumno aprenda por sí mismo y extraiga de sí su mejor versión. Digamos que la educación sencilla es la de llenar, pero la eficaz, la que vale, la verdadera es la de extraer, la de ayudar o acompañar a que cada persona aprenda por sí mismo y mejore, que saque la mejor versión de sí mismo.
–Define segregación como «uno de los antónimos conceptuales de la inclusión». Un poco galimatías sí que parece...
–La educación tiene que ser inclusiva: hay que dar a cada escolar lo que necesita, personalmente, en el momento en el que lo necesita. Lo contrario de incluir es excluir y hay mecanismos en el sistema educativo que excluyen.
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–¿Por ejemplo?
–Un uso abusivo de repeticiones. Cuando utilizamos la repetición escolar no para encauzar al estudiante en su itinerario educativo sino en el fondo para irle desanimando antes de que abandone él por completo. Por ejemplo, hay escolares que son transexuales: pues bien, excluimos a esos escolares si el sistema educativo no les facilita lo que ellos llaman la transición, es decir, el sentirse identificados entre su sexo biológico y el sexo psicológico. Hay comunidades autónomas que sí lo permiten y otras que por desgracia, no. Hay distintas formas en las que podemos ir excluyendo a escolares a lo largo de su vida.
–Exclusión, segregación... Es complicado de entender.
–En España hay exclusión racial, no hay una inclusión perfecta en relación a los escolares con discapacidad y tampoco la hay en los colegios que separan a niños y a niñas.
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–¿Es esta de chicos-chicas una forma evidente de segregación?
–Lo que sostengo en mi libro es que ese tipo de educación diferenciada chicos-chicas no es segregadora en sentido estricto porque la segregación exige dos cosas: la separación física, y aquí es evidente, aulas de niños, aulas de niñas; y también exige una diferencia de resultados, de calidad, significativa entre ambos grupos. Para que hubiera segregación tendríamos que concluir que las chicas sacan peores resultados y aprenden menos que los chicos, o al revés. Lo cual no es así. No hay segregación, aunque haya separación en las escuelas niños-niñas, pero lo que no hay es educación inclusiva. La educación inclusiva tiene que ver con juntar en el mismo aula, socializar a todos: ricos y pobres, niños y niñas, a personas con unas capacidades y otras con otras, de tal manera que vayan aprendiendo a convivir.
FERNANDO REY
–Si la segregación está aceptada socialmente, ¿nunca habrá solución al problema?
–Claro, esa es la cuestión. Todos sabemos que hay colegios e institutos en los que hay un determinado número de escolares gitanos desproporcionadamente mayor que el número de gitanos en ese barrio. Evidentemente, hay segregación escolar porque hay segregación urbana. Las minorías étnicas se concentran en determinados barrios de las ciudades y es lógico que los colegios e institutos de esos barrios tengan mayor número de gitanos, pero claro, cuando ese número de gitanos es alto, y de hecho tenemos colegios e institutos con un 100% de niños gitanos, o niños musulmanes, ahí no se puede dar una educación inclusiva porque no hay convivencia.
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–Y llega la diferencia de notas...
–Lo que sabemos es, y una y otra vez se demuestra, que lo que aprenden estos niños en Primaria es mucho menos que lo que aprenden otros niños de su edad en otras escuelas que no están segregadas. Se va produciendo una especie de camino de doble dirección, de dos líneas que no se cruzan, que lo que va a asegurar es que los ahora niños que van a esa escuela segregada aprendan menos, con lo cual van a encontrar empleos con más dificultad, peor pagados, etcétera. Una educación no inclusiva ahora asegura una sociedad no inclusiva, es decir, segregada y segregadora mañana. Pero claro, ¿qué ocurre? Pues que los padres de los niños que van a escuelas segregadas están más o menos contentos porque agrupan ahí a todos los niños, se protegen de la comunidad mayoritaria; los padres de los otros niños están tan felices de que estos niños gitanos vayan a colegios 'de ellos', como que fueran una especie de reserva india...
fernando rey
–¿Todo con consentimiento de las autoridades educativas?
–La administración educativa está indiferente porque, bueno, nadie plantea problemas; de hecho, si quisiera abordarlo posiblemente se generarían problemas ya que obligaría a todo el mundo a salir de su zona de confort. Y la sociedad entiende que no hay racismo porque está esa idea de que, claro, al final la escuela está abierta para todos y si un niño gitano no va a la escuela y no progresa es culpa del niño gitano y su familia, como si esto fuera tan sencillo, ¿no? Las cosas no funcionan así. Evidentemente la comunidad gitana tendrá que hacer sus deberes y tomarse en serio el ir a la escuela, pero para eso, dado que la comunidad gitana tiene niveles formativos, no solo niveles de recursos, menores que la población en general, hace falta una mediación intercultural que ayude a la propia comunidad gitana a sí misma a tomarse la educación en serio.
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–¡Y también políticas más allá del ámbito educativo!
–¡Por supuesto, claro! La política educativa, la de vivienda, la de empleo, etc. Un poco tenemos esta experiencia en Valladolid con el programa 'Pajarillos Educa', que ha puesto de manifiesto cómo se puede desde la escuela dinamizar la igualdad étnica en el barrio y dinamizarlo. Y tenemos otra iniciativa en las Delicias, en un colegio que a través de la música ha logrado motivar a los alumnos miembros de minorías étnicas para ir a clase, aprender y con buenos resultados. Lo que sabemos es que con los mismos métodos obtenemos los mismos pobres resultados y, por lo tanto, hay que cambiar. No podemos cansarnos, tenemos que cambiar la realidad, porque la realidad no es óptima.
–¿La teleeducación puede segregar? La conectividad en muchos pueblos es utopía.
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–Todos los estudios, sobre todo los de la primera ola, cuando el gran cierre, lo que han revelado es, primero, que provoca un enorme daño que la educación no sea presencial, sobre todo cuanto más pequeño es el escolar. Segundo, que efectivamente la pandemia ha desnudado las importantes brechas de todo tipo que hay: del wi-fi, económicas, de formación de profesorado, sobre qué material se utiliza... La educación a distancia debe complementar en todas las etapas algo la educación presencial. Pero, fundamentalmente la educación tiene que ser presencial; eso, vamos, sin duda.
–Si cada ministro de Educación tiene su ley orgánica, bautizada con su apellido, ¿cómo es que todavía no han dado con la tecla con la que mejorar el sistema?
–Porque el tema de la educación es material político inflamable. Hay cuatro aspectos que provocan la reacción partidista más visceral: lo público-privado, la presencia de la religión, el asunto territorial y la polémica de si debe ser la Administración Central del Estado la que determine el currículum o deben ser las autonomías. Claro, en nuestro país dado el peso tan extraordinario que tienen los partidos independentistas, incluso los nacionalistas, ese es un tema... Y ahí está ligado el tema del idioma vernáculo en relación al castellano... Esta dos cuestiones hacen que el consenso educativo en España sea imposible. Y luego ocurre otra cosa: falta reflexión política de nivel para la acción. No digo que falte reflexión. En España tenemos facultades de Educación, hay teóricos muy buenos, pero luego tenemos a los actores políticos no necesariamente formados en esto. Falta el engarce entre la reflexión y la acción en este campo y en tantos otros.
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FERNANDO REY
–A estas alturas de la entrevista, más de un lector puede estar preguntándose qué hizo usted para luchar contra la segregación escolar en los cuatro años que fue consejero de Educación.
–¡Hice lo que pude, lo que pude! Fui el único que dijo los centros que teníamos en la comunidad autónoma con segregación escolar; eso no lo había hecho antes nadie. Y pusimos en marcha un programa que se llamaba 2030 que podía dar resultados; no me dio tiempo más que a aplicarlo un par de años. Aparte hicimos otras cosas. Un niño gitano entra en la escuela, puede estar muchos años, y en todos ellos no oye ni una sola mención sobre el pueblo gitano en España; pues bien, introdujimos en el currículum la historia cultural del pueblo gitano. También tuve el honor de poner en marcha las primeras clases de religión islámica, lo que suscitó cierta reacción. Pero bueno, en realidad es verdad que cuatro años no da tiempo para poner en marcha muchas cosas. Pero lo intenté, lo intenté.
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–¿Este libro que publica es el fruto de su descompresión de la actividad política temporal que protagonizó de 2015 a 2019?
–Eso es, sí. Ocurre que yo soy un profesor que pasó un tiempo en política y, claro, como profesor soy capaz de reflexionar sobre la actividad política, entre otras cosas porque soy profesor de Derecho Constitucional, es decir, de derechos fundamentales, entre ellos el derecho a la educación. En realidad, estuve esos cuatro años haciendo un máster. He recobrado mi auténtico ser, lo que ocurre es que haber pasado por la realidad me da una visión de la teoría algo diferente.
–Asesoró a un gobierno socialista y fue consejero de un gobierno regional del PP. ¿Cómo lo hace para que su prestigio personal y profesional esté intacto?
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–No sé... No soy tan optimista como dice usted en su pregunta... Lo que he intentado siempre, tanto desde el punto de vista teórico como del práctico, es unir voluntades y hacer cosas sensatas, pero a la vez innovadoras. Todos somos conscientes de que funcionan muchas cosas y hay que mantenerlas, pero que también hay que cambiar otras. Viendo el ejemplo de Finlandia...
–¿Qué pinta aquí Finlandia?
–Allí cada cierto número de años se reúne un grupo de gente que se pone a pensar qué es lo que tienen que aprender los niños cuando acaben los que están en la escuela ahora. Cambian el currículum en función de lo que esos niños van a necesitar. Igualito que aquí que pensamos en términos ideológicos, partidistas, en términos de inercias porque todavía ahora se enseña demasiado contenido inútil a los niños.
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–Qué quiere que le diga: si es así sorprende mucho.
–Le reto a que hable usted con cualquier profesor, sobre todo de Secundaria, y le pregunte lo que se enseña, y le dirán que se enseña, por un lado, cosas que no son necesarias y otras que... No hemos pasado a un sistema de competencias de verdad, seguimos en contenidos y mal, enciclopédico, antiguo... Es una pena. Falta más reflexión y más consenso. Lo que me agota es la lucha esta... Yo en Educación estaba más cerca de Ángel Gabilondo que de algún consejero autonómico del PP.
FERNANDO REY
–Con la perspectiva de casi dos años fuera de la política, ¿repetiría la experiencia?
–No. En el ámbito autonómico en particular, no.
–Dice la dedicatoria de su libro: «No tengo palabras para expresar mi profunda admiración y gratitud hacia la mayoría de los miembros del equipo de la Consejería...». La mayoría no son todos. ¿Tuvo desleales?
–Tuve algunos de los que aprendí y otros de los que no aprendí. Todo el mundo trabajó, pero había algunos del equipo que eran especialmente brillantes.
–Espero no parecerle muy zote: tras leer su libro no me queda claro si la segregación va a seguir habitando una sala del sistema educativo español o si alguien lo arreglará.
–Este libro es una reflexión teórica, pero es también un mensaje en una botella para los gestores de las políticas educativas del país. Es una invitación a que se tomen en serio un problema social tremendo. Yo sí me doy cuenta de que una escuela segregada provoca una sociedad segregada y, por tanto, injusta.
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–Con todo el bagaje personal y profesional que lleva, incluida su experiencia política, ¿tiene ya claro qué quiere ser de mayor?
–¡Lo que quiero es llegar a ser mayor!
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