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«Todo apunta a que estamos entrando en una guerra fría entre la potencia emergente [China] y la potencia ahora mismo dominante, Estados Unidos». Lo escribía Luis Garicano hace un mundo, en febrero de 2019, antes del Gran Desbarajuste que ha provocado el coronavirus. ... Y reclamaba el ideólogo económico de Ciudadanos que Europa debía encontrar su propia voz en ámbitos estratégicos como la Defensa. Hoy podría añadir la Sanidad, cuando en plena pandemia los gobiernos autonómicos y el Gobierno nacional se ven obligados a comprar aviones de material sanitario a China que llegan tarde, o no llegan, o traen una carga que a veces no resulta del todo satisfactoria.
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España mostró ayer las heridas que va a dejar este coronavirus capaz de contagiar a todos los sectores económicos del mundo globalizado. 300.000 nuevos parados en marzo. Previsiones de la Fundación de Cajas de Ahorro de que en abril caerán las afiliaciones a la Seguridad Social en 750.000 personas, después de que en marzo se han caído ya 834.000 cotizantes. La Asociación de Trabajadores Autónomos advirtiendo de que en las cifras no entran los tres millones de trabajadores afectados por ERTE ni los 360.000 autónomos que han pedido el cese de actividad extraordinario.
Un país detenido. Una economía estampada bruscamente contra un muro imprevisto. Mejor dicho. No 'una' economía. 'La Economía', en mayúsculas globales.
Los expertos
Doménico Chiappe
Ante esas heridas, la Unión Europea empieza a variar la clásica postura de Norte contra Sur, de recelos basados en prejuicios. Quizá también, en buena medida, porque la ola del coronavirus arribó primero a las costas mediterráneas, pero empieza a extenderse con toda su crudeza brutal por el resto del continente. Y eso incluye a los pro-austeros. Los datos de Eurostat, pese a que la recogida de fallecimientos y casos positivos en cada país depende mucho de la metodología empleada, muestran que Bélgica y Países Bajos, por ejemplo, ya alcanzan las 7 muertes por cada cien mil habitantes. Francia, que no incluye a los residentes en centros de mayores en su contabilidad, se encuentra en los seis, mientras que Luxemburgo roza los cinco. Por supuesto, las tasas de España e Italia se disparan, en estos casos hasta los 19 y 21 fallecidos por cada cien mil habitantes, aunque quizá en este caso haya que apuntar un exceso de honestidad a la estadística. Por poner un ejemplo. España y Bélgica cuentan con un caso similar de casos confirmados, en torno a 121 por cada cien mil habitantes. España declara 19,29 fallecimientos y Bélgica, 7,23. Y Austria, con 120 confirmados en la misma proporción, presenta 1,65 fallecidos.
Consejos y recomendaciones
Carmen Barreiro
Con todo, el promedio de la Unión Europea ya está en 2,91 fallecidos y 66,77 casos confirmados por cada 100.000 habitantes, con varios países en plena curva ascendente y con medidas tan laxas como en Suecia, donde al principio decidieron que no hacía falta cerrarlo todo a cal y canto.
Un médico vallisoletano que tiene a su hijo en Estocolmo explicaba que le cuenta que allí «pensaban que España no ha tenido previsión, que era porque somos como somos».
Contra los prejuicios, bofetadas de realidad. El diario sueco 'Aftonbladet' titulaba ayer «Más de cinco mil casos confirmados en Suecia», y el 'fernandosimón' sueco, Anders Tegnell, admitía que la curva «empieza a subir». Y añadía: «La proporción de personas mayores que están infectadas está aumentando y estamos recibiendo señales de que la infección ha alcanzado a los hogares de personas mayores». Lo que deriva, en último caso, en un aumento de la mortalidad. «Alrededor de 25-30 al día».
Preguntas y respuestas
Óscar Chamorro rodrigo parrado
Elena Martín López
«El presupuesto europeo debe ser el Plan Marshall que proponemos juntos para la ciudadanía europea», dijo ayer, ante este nuevo escenario, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen. Y piensa, añadió, en un presupuesto a seis años vista, con un desarrollo entre 2021 y 2027. Que permita combatir la devastación que las cifras españolas dejaron entrever ayer y que todavía no ha alcanzado de lleno a otras economías euopeas.
Y al resto del mundo, claro. Donald Trump, que quiso apostar al principio por un 'primero la economía, después la salud', empieza a darse cuenta de que no hay una sin la otra y que haber desatendido algunos consejos puede costarle caro al país. Esta semana se registraron 6,6 millones de solicitudes de empleo, según el 'New York Times'. El récord anterior, apuntaba el rotativo neoyorquino, eran las 695.000 de 1982. «Muchos desempleados no han podido contactar con las oficinas de desempleo debido a que las web y las líneas telefónicas están colapsadas», abundaba 'The Washington Post'.
En Castilla y León supieron que el Gobierno detraerá 80 millones del presupuesto de formación para dedicarlo, directamente, a prestaciones. Y un día después de que Luis Tudanca presentara su plan anticrisis. «Del presupuesto hay que hablar despacio», valoró Francisco Igea tras agradecer la «contribución». «Está valorado en 3.000 millones, ¿cómo vamos a financiarlo? ¿Cuánto va a aportar el Gobierno de la nación a la financiación?», preguntó entonces. Porque combatir la pandemia cuesta dinero. «Solo en material llevamos gastados 40 millones», dijo el vicepresidente de la Junta. Y el Gobierno había repartido a la región, el miércoles, 17 millones de fondos adicionales para combatir el coronavirus.
Todo dinero es poco. El ejemplo de España es dramático y Europa empieza a ser consciente de que no es un hecho aislado, sino un anuncio de lo que está por venir. De un cambio de paradigma que no se puede abordar desde un ruin 'sálvese quien pueda'.
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