Escuchar la voz de la experiencia

Diario de un confinamiento. Día 35 ·
Tras los sabios consejos de Rafa Vega le he pillado gusto a esto de dejarme asesorar por mis mayores. En el Oráculo de Delfos no lo cogen, recurro a toda una leyenda local...

Chema Cillero

Domingo, 19 de abril 2020, 09:17 | Actualizado 09:51h.

He de admitir que me vino muy bien compartir con el humorista gráfico de El Norte y de los otros diarios regionales de Vocento Rafa Vega esos episodios de angustia que, muy de vez en cuando, sufro ante la exigencia de narrar con honestidad pero ... también de la forma más amena de la que soy capaz el día a día de mi confinamiento, que hoy cumple ya la entrega 35 –36 días de confinamiento y 35 de diario, el Sábado Santo no hubo, al no publicarse periódico impreso–. Tantos beneficios tuvo esa terapia vegana, que he decidido repetirla con otro de los colaboradores más prestigiosos de este periódico, que tiene su hueco varias veces a la semana en la muy noble y leal sección de Valladolid del decano de la prensa española. Y hablando de decanos, ese ilustre articulista no es otro que Paco Cantalapiedra, periodista de larguísimo recorrido y pluma ágil y afilada al que al menos hasta hoy mismo tengo por amigo, ya veremos si lo sigue siendo después del cuestionario al que voy a someterle. El peligro de esta prolongada, forzosa pero responsable reclusión es el de vivir la espeluznante experiencia de oír voces, de ahí que prefiera oír la voz de la experiencia. ¿Véis? No he empezado mi charla con el Canta y ya me está inspirando.

–Desde tu dilatada carrera como reportero intrépido primero y articulista de fondo después, ¿qué me recomiendas para las crisis de inspiración y el terror ante el folio en blanco?

–Que te dejes de coñas y te pongas a currar, que esto es para un periódico, no para la novela de tu vida ni para complementar los 'Episodios Nacionales'…

–¡Gracias! Rafa Vega contaba que uno de sus secretos para superar la angustia por la exigencia de crear una viñeta diaria es incorporar esta a su cotidianidad, pero supongo que para ti es mejor estímulo aún consultar el exiguo saldo de tu libreta de ahorros.

–No me estimula consultar el saldo de la cartilla; es más, de hecho me deprime porque, lejos de crecer, mengua. Lo que de verdad me agobia al respecto es que pienso con más frecuencia de lo que debería la catástrofe de que las cajas y los bancos se fueran a la quiebra y nos dieran por culo (o como se diga). Eso sí que sería angustioso… [Extremo que confirma que Paco tiene el piso pagado, no gozaría de la ventaja de que con su desaparición, el banco dejase de cobrarle la hipoteca. ¿Eso es así, verdad?]

–Una de las razones de acudir a ti en busca de consejo es tu contrastada experiencia como periodista de extenso recorrido. En este sentido, ¿recuerdas que hubiera tantas dificultades para poder preguntar al gobierno en las ruedas de prensa durante la mal llamada gripe española de 1918?

–Tampoco te creas que nuestros políticos han cambiado tanto desde esa pandemia del 18. En aquel entonces, no era lo mismo meter la alcachofa a don Antonio Maura que al Conde de Romanones, pero era cuestión de echarle jeta, levantar la mano como ahora y preguntar. De todas formas, ¡cómo sois los periodistas jovenzuelos preguntando! Me recuerdas al hermano (pequeño) de Karina. [Paco aprovecha cualquier ocasión para presumir de sus exquisitos gustos musicales].

–Todos, para animarnos, buscamos el lado bueno al confinamiento, pero en tu caso será más difícil. Total, te pagas ahora idéntico número de rondas de vinos que las que apoquinabas con los bares abiertos...

–Le estoy cogiendo el gustillo al confinamiento, hasta el punto de que no sé qué haré cuando se pueda salir de casa..., si llegamos a conocerlo. Y en cuanto al bebercio, tengo mi propio vino. Un Ribera que te cagas…

Gran profesional y mejor persona este Paco Cantalapiedra. Acudes a él por si te presta un par de trucos y se le caen de los bolsillos las lecciones de vida. Gracias, maestro.