El escaño 82: El juego de las diferencias
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«Herrera es un político de salida tras una dilatada carrera como cargo público y dirigente del PP. González Robles, un malogrado aspirante a vivir de la cosa pública»(*Cada semana, Susana Escribano -experta en los entresijos políticos y conocedora de los protagonistas de la actividad parlamentaria en la comunidad- escribe sobre las claves políticas de Castilla y León. Si eres suscriptor, apúntate aquí a esta newsletter.)
La semana política deja dos ... nombres que permiten jugar al juego de las semejanzas, pero sobre todo al de las diferencias, al de los opuestos. Son Juan Vicente Herrera y José Miguel González Robles. El primero, presidente de la Junta durante 18 años, es de sobra conocido. El segundo, diputado electo del PP por León tras ser beneficiario del retoque de las listas del 10-N, una auténtica incógnita fuera (incluso dentro) de esa provincia. Hasta el jueves, cuando los compañeros de Leonoticias confirmaron que había adulterado su currículum con una licenciatura en Derecho que no poseía. Puesto a engordar los méritos con clembuterol curricular, la joven promesa del PP se hizo incluso con un título de pega para acallar dudas a los preguntones. Cualquier parecido del adulterado con los de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, los que se sudan a base de codos, era pura coincidencia.
Juan Vicente Herrera se reenganchará a la vida pública como consejero del Consejo Consultivo, estación final que permite acomodar a los expresidentes de la Junta cuando parece que ya han cruzado la línea de meta. Es un político de salida tras una dilatada carrera como cargo público y dirigente del PP. González Robles, un malogrado aspirante a vivir de la cosa pública que apenas había asomado la patita por debajo de la puerta.
Coinciden los dos en que son hijos políticos del dedazo. Herrera, de los de Juan José Lucas y José María Aznar, que eligieron al burgalés, entonces portavoz del PP en las Cortes, para que se pusiera al frente de la Junta de Castilla y León cuando Lucas marchó de ministro a Madrid pese a que había dos vicepresidentes de la Junta (José Manuel Fernández Santiago y Tomás Villanueva) que habrían sido el relevo natural del soriano. El diputado leonés fue señalado por el dedo de Teodoro García Egea, secretario general del PP, como cabeza de lista al Congreso y en un partido disciplinado como el popular no hubo objeciones de puertas para fuera. Amén y se acabó cuentan en el partido. De puertas para adentro, la tarde noche del jueves, desde la dirección que preside en Castilla y León Alfonso Fernández Mañueco, se instaba al equipo de García Egea a que apechugaran, se hicieran cargo de la gestión de daños y agilizaran la dimisión González Robles.
Este y Herrera difieren, sobre todo, en el recorrido y en la forma de entender la política. La del leonés implica una ración de descaro y osadía, de falta de prudencia y trampolín. El PP que fuera, el nacional, el autonómico o el provincial, entró en las listas de León como elefante en cacharrería tras el trompazo electoral de abril. La foto de los candidatos que deja la campaña del 10-N derrocha aspereza. Puede comprobarlo líneas arriba. Con Antonio Silván acomodado en el número uno al Senado, porque Robles tenía mejor padrino en Génova para encabezar al Congreso. A Silván le ha terminado adelantando en votos Javier Santiago, relegado al número dos. Y al diputado electo, beneficiado a título lucrativo del retoque en la candidatura, le debe apear del escaño su propia caradura. Me pregunto qué pensarán los afiliados de base que dan la cara por el PP de León de cómo han elaborado las candidaturas en las alturas.
Frente a esa manera de entender la política, Juan Vicente Herrera ha ejercitado una prudencia rayana muchas veces con el aburrimiento. Huidizo del foco y del micrófono, podía pasar meses desaparecido del candelero mediático y de la vida de partido (donde dejó hacer a Alfonso Fernández Mañueco), centrado en la labor de despacho en la Junta y los plenos de las Cortes. Presidente autonómico coetáneo de la madrileña Esperanza Aguirre, el valenciano Francisco Camps y el balear Jaime Matas, desde fuera y dentro del partido se le afeó no dar la talla del eje Madrid-Valencia-Palma de Mallorca, que era el que pitaba en el PP.
Herrera les sobrevivió a todos y se va a sobrevivir a sí mismo en el Consejo Consultivo, en Zamora, entre informes jurídicos y dictámenes sobre recursos y reclamaciones. A razón de un pleno a la semana y 74.523 euros brutos anuales. Hasta los 70 años, si quiere. En enero cumplirá 64. No es mal epílogo.
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