El escaño 82: Caballo de Troya
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Alfonso Fernández Mañueco cumple un año como presidente de la Junta afianzado sobre un pacto que mantuvo el 'status quo' de siempreCon casi todo en contra. Así encaró Alfonso Fernández Mañueco la campaña de las autonómicas de 2019 para presidir la Junta y rendirá cuentas el martes del primer año de gestión afianzado en el despacho que habitó durante 18 Juan Vicente Herrera y ... durante 10 Juan José Lucas, y 4 más que se repartieron Jesús Posada y José María Aznar.
El PSOE de Luis Tudanca jugó sus cartas como nunca y ganó las elecciones, pero acabó donde siempre, en la oposición. Y el PP, que había sufrido una derrota histórica en Castilla y León en las generales de abril, perdió las autonómicas de mayo, pero sigue en la zona noble del Colegio de la Asunción, sede de la Junta, su hábitat político desde 1987. Mañueco es presidente por deseo expreso de Albert Rivera, que cerró a Francisco Igea la puerta para negociar con Tudanca y concertó un matrimonio de conveniencia con el candidato popular que el médico vallisoletano aceptó por imperativo legal, pero que ha fraguado en una convivencia sólida.
Esa relación empezó a encarrilarse mucho antes de que los propios contrayentes tuvieran conciencia de ello. Quizás en aquel domingo de finales de febrero, cuando un colaborador estrechísimo de Rivera pasó un brazo sobre el hombro de Igea y le despidió con un condescendiente 'Paco, tú todavía crees en la paz del mundo'. Había viajado a Madrid para intentar convencer a la dirección nacional de su partido de que fichar a la popular Silvia Clemente para encabezar la candidatura autonómica naranja atentaba contra los principios regeneradores de la formación liberal.
La expresidenta de las Cortes y exconsejera de la Junta había roto su carné del PP tres días antes, tras definir a Mañueco como un dirigente que «no tiene palabra ni capacidad de liderazgo». Fueron días de colapso en el PP por el portazo de Clemente. Con un partido desgastado por los casos de corrupción y el voto de centro-derecha disputado por Vox y Cs, solamente podían mantenerse en el Gobierno de Castilla y León con una coalición y pactar con Clemente se antojaba complicado.
Ese escollo lo solucionó Francisco Igea, que convirtió la utopía política en un severo correctivo para su jefe de filas tras ganar unas primarias trucadas a favor de la expopular, sobre las que la dirección de Cs nunca ha tenido interés en limpiar el tizne que esconde lo que realmente ocurrió.
Pero en la utopía no se puede vivir a diario y la realidad de partido se impuso después de una campaña en la que Igea hizo bandera de la regeneración y censuró la gestión de tres décadas de gobiernos populares en Castilla y León y a quien la personificaba, a Alfonso Fernández Mañueco. «Seremos garantía de que habrá cambio y no de un clientelismo a otro», defendió en uno de los debates electorales. El mismo en el que el popular comparaba a Igea con un «caballo de Troya» que escondía el desembarco del PSOE en la Junta.
El tiempo demostró que los troyanos que perdieron la partida fueron los de Tudanca y el artilugio de conquista lo había preparado Rivera y no Igea. Este último se resistió, cuestionó la idoneidad de Mañueco, llegó a decir que no era el candidato ideal y que le gustaría que fuera otro, pero firmó el pacto con quien decidió Rivera y las partes pasaron página.
El salmantino dirige una Junta a la que llegó en 2001 como savia nueva al primer Gobierno de Herrera, ironías de la vida, junto a Silvia Clemente. Político profesional de derechas, hijo y yerno de alcalde de Salamanca y de presidente de la Diputación charra (cargos que él mismo ha ocupado), en el año de cohabitación con Igea ha demostrado una mano izquierda de temple taurino para una convivencia bicolor en la que ha sabido colocarse a salvo de las salpicaduras molestas de la gestión cotidiana. Del caballo troyano nada se supo. Debió retornar a su ser, en el imaginario de epopeyas legendarias. Lejos de las cuitas políticas.
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