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Rubén Sáez
Valladolid
Miércoles, 4 de septiembre 2019, 07:16
Cada mañana, padres e hijos se despiertan con el teléfono móvil en la mano, desayunan mientras chatean por WhatsApp o emprenden el camino al colegio o el trabajo con una publicación en Instagram. Abren la puerta de su vida al infinito mundo de las redes ... sociales; ese lugar paradisiaco que, en ocasiones, se convierte en un terreno peligroso y hostil. En la actualidad, pequeños y mayores se encuentran expuestos a los innumerables riesgos que se esconden bajo los perfiles de las redes sociales: el cyberbullyuing, el sexting, el grooming o la suplantación de identidad, entre otros.
Aunque la revolución digital salpica a todo el mundo, se pueden observar grandes diferencias en la repercusión según la generación. Mientras que los adultos usan las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), para los más pequeños forman parte de su vida; desde el momento de su nacimiento están expuestos a los peligros que alberga la red. Un perfil de Facebook, la creación de una nueva cuenta en Twitter o un post para presentar al recién nacido puede suponer el primer paso en falso si no se tiene una buena configuración de privacidad y seguridad y un mínimo de concienciación. Así, David Cortejoso, psicólogo sanitario y experto en riesgos de las nuevas tecnologías, afirma que para llegar a disfrutar de una vida más segura en Internet, lo primero es educar a los menores en el buen uso de estos medios.
Asimismo, recalca la importancia de conocer el funcionamiento de las redes sociales, ya que una buena formación puede minimizar los riesgos, y de la utilización de las herramientas que los padres tienen a su alcance. Mediante el control parental se puede gestionar el tiempo que los menores pasan en las redes sociales y los mensajes que reciben a través de ellas, así como evitar los contenidos inapropiados.
Facebook: 14 años.
Instagram: 14 años.
Twitter: 13 años.
Linkedin: 16 años.
YouTube: 14 años., aunque existe una restricción de edad que limita los vídeos según el contenido.
Snapchat: 13 años.
WhatsApp: 16 años.
Comenzar a formar parte de una red social puede significar la pérdida, total o parcial, de la privacidad. En la mayoría de casos, se vierten publicaciones sin tener en cuenta el público al que nos dirigimos y la repercusión que pueden alcanzar. David Cortejoso apela al «sentido común» y explica que con cada post se ofrece información que, quizá, ni nosotros mismos somos conscientes de estar ofreciendo.
Pese a que en España, el acceso a estas plataformas no está regulado. El artículo 13 del Real Decreto 1729/2017, de 21 de diciembre, por el que se aprueba el Reglamento de desarrollo de la Ley Orgánica de protección de datos, dicta que se podrá proceder al tratamiento de los datos de los mayores de catorce años, siempre y cuando exista su consentimiento; en el caso de una edad inferior se requerirá el consentimiento de los padres o tutores. Además, las compañías registradas en otros países pueden hacer variar esta edad.
Asimismo, cada vez son más las empresas que deciden optar por la creación de plataformas dedicadas a los más pequeños con el fin de que jueguen, aprendan o se relacionen. Ante este hecho, David Cortejoso lo tiene claro: «los menores no están a salvo ni en webs específicas, ni en los videojuegos». «La congregación de grupos de una determinada edad entorno a una red social o un videojuego puede favorecer el desarrollo de problemas como el cyberbullying, el sexting o el grooming».
El cyberbullying hace referencia al acoso realizado a través de las tecnologías de la información y comunicación. Así bien, debe ser reiterado en el tiempo y llevado a cabo por menores, en una franja de edad similar. El cyberbullying es una fenómeno silencioso, que puede manifestarse a través de insultos, amenazas o la difusión de informaciones falsas, y que produce graves consecuencias. Al igual que en el bullying se pueden distinguir tres actores: víctima, el acosador y los testigos.
El sexting es una práctica que consiste en enviar vídeos o imágenes de contenido erótico, sexual o pornográfico a otras personas con diversas finalidades, a través de las redes sociales, aplicaciones de mensajería instantánea o correo electrónico. En ocasiones, estos contenidos están creados por aquel que lo envía.
El grooming es el conjunto de acciones que emprende un adulto, a través de la red, para ganarse la confianza de un menor de edad con el fin de obtener un beneficio sexual. Pese a que su principal objetivo es la obtenicón de imágenes y vídeos de la víctima, en ocasiones, puede llegar a perseguir un contacto real. Está íntimamente relacionado con la pederastia y la pornografía infantil.
Son dos de los principales riesgos de internet y, por desgracia, de los más habituales. El robo de contraseñas y la suplantación de identidad están íntimamente ligados, ya que si se hacen con las claves pueden acceder a tu perfil sin restricciones. Por suplantación de identidad se entiende aquel ataque llevado a cabo por una persona que se hace pasar por otra. Habitualmente, con el fin de realizar un fraude o llevar a cabo ciberbullying o grooming. La suplantación de identidad es uno de los males más típicos de las redes sociales.
A estos riesgos hay que sumarles otros menos conocidos, pero no por ello menos importantes, como la aparición de nuevos síndromes relacionados con el uso del teléfono móvil o la involucración en peligrosos retos virales. Asimismo, un uso excesivo de estas plataformas se puede traducir en un aislamiento y reclusión social de la persona, que prefiere invertir más tiempo en el desarrollo de su figura virtual.
Pese a que las redes sociales son todo un mundo por explorar, para David Cortejoso es recomendable sumergirse en ellas, ya que forman parte de nuestra vida cotidiana y permiten desarrollar unas competencias tecnológicas imprescindibles, del mismo modo que facilitan la información, el dinamismo y las competencias sociales.
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