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Carla Calvo
Valladolid
Miércoles, 31 de julio 2019, 13:32
Paula y Mario perdieron a su hija Julia a los 32 días de su nacimiento. «No estamos educados ni preparados para afrontar esta situación», comenta Paula, quien considera que el duelo perinatal aún es un tema que tiende a ocultarse, del que no se ... habla. Sin embargo ellos hablan de Julia con la misma naturalidad con la que lo hacen de su segunda hija, Irene, ahora de dos años de edad.
Cuando hablan de Julia lo hacen con un amor y una paz que trasciende, incluso, a la pena. Tienen sus huellas tatuadas y la llevan consigo allá donde van. «Muchas veces la gente te dice que eres muy joven, que ya tendrás más y te olvidarás. Pero yo no quiero olvidarme de mi hija», explica Mario, y añade que lo mejor que pueden hacer en una situación así es admitir que «no sé qué decir» porque nadie sabe como afrontar una situación así. «Como sociedad nos cuesta mucho enfrentarnos al dolor, tanto propio como ajeno, pero sobre todo al ajeno», agrega Paula.
Al hablar del proceso del duelo, explican que algunas de las cosas que les han resultado de mayor ayuda ha sido tener fotos de su hija, haber podido tomarle las huellas antes de morir. Es decir, tener recuerdos de ella. Pero, sobre todo, haber tenido tiempo para despedirse, ya que pasaron un mes con ella en la UCI. Paula agrega que lo principal fue «dejar entrar el dolor» y darse tiempo. El que haga falta, aunque a veces parezca que este no pasa. «Parecía que cada día no era el mismo, sino un día más atrás. El mes de enero no se acababa nunca», relata Mario.
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Además, la terapia en grupo fue de gran ayuda para ellos. Se llaman «grupos de apoyo mutuo» porque acuden familias en distintas etapas del proceso de luto, lo que permite que los integrantes puedan medir su propio proceso. «Al principio estábamos destrozados, no ayudábamos a nadie», pero Mario añade que poco a poco iban dejando más tiempo a las familias cuya pérdida era más reciente, resumiendo su propia historia y avanzando en el proceso.
Paula también fue donante de leche durante el tiempo que Julia estuvo ingresada. Al principio empezó a extraerse la leche con la esperanza de que su hija en algún momento pudiera tomarla, sin embargo, a medida que los congeladores empezaban a llenarse buscó alguna alternativa. Y encontró el Banco de Leche de Castilla y León. Porque tenía claro que no quería tirar aquella leche, ya que para ella era «el legado de su hija». Aunque una vez que su hija falleció decidió recurrir a la medicación para suprimir la producción de leche porque sintió que era la única opción que tenía en el momento. Sin embargo, aquel proceso fue una forma de despedirse de su hija y le resultó de gran ayuda saber que aquella leche, que pasó de ser «para Julia a ser un regalo de Julia para otros niños», podía haber sido de ayuda para alguien.
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