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Teléfonos móviles y tabletas electrónicas se han convertido en las niñeras de recién nacidos e infantes durante la última década. Cual chupetes que uno aproxima a la boca del niño para cortar en seco el llanto, muchos padres recurren a producciones animadas en YouTube (u ... otros servicios de 'streaming') para tener a su hijo entretenido.
La comunidad médica es muy clara al respecto: desaconseja el uso de cualquier tipo de pantalla a menores de dos años. Tan sólo a partir del tercer año se justifica la introducción a las nuevas tecnologías, siempre de forma moderada (nunca más de una hora al día) y para el consumo de contenidos educativos. En declaraciones a 'Saber Vivir', la neuropediatra Montse Pons clarifica que el cerebro de los niños menores de tres años «no está preparado para sacar provecho» a los programas de índole didáctica.
A lo anterior habría que sumar el hecho de que la mayoría de niños consumen contenidos meramente recreativos en smartphones, televisores o tablets. Así las cosas, cabe preguntarse por el papel de estos dispositivos en una actividad fundamental como la lectura. Y es que la afición por los libros surge a edades muy tempranas y por mediación de los padres, quienes a menudo se muestran más preocupados por inculcar habilidades deportivas a sus retoños. Así lo puso de manifiesto un estudio sobre tendencias de lectura en la infancia llevado a cabo por la National Literacy Trust: al preguntar a una muestra representativa de niños, uno de cada cuatro se mostró de acuerdo en que a sus padres no les importaba si leían o no; uno de cada seis nunca había recibido un libro como regalo y uno de cada cinco nunca había pisado una librería.
¿Qué recomiendan los especialistas entonces? Una aproximación a los libros lo más pronta posible, lo que según la italiana Universidad de Padua (fruto del estudio llevado a cabo en 2016) puede conducir a trabajos mejor pagados el día de mañana. De hecho, se concluyó que crecer rodeado de volúmenes juega un papel más importante que la propia formación académica en el acceso a puestos de alto rango.
El quid de la cuestión: ¿Libros en papel o digitales?
Visto lo visto, parece lógico que los primeros devaneos del niño con la lectura acontezcan en formato impreso. Aunque solo fuese por los efectos negativos de las pantallas en menores de dos años. La doctora Pons explica que éstos desarrollan un lenguaje más pobre y de forma más tardía debido a la sobre exposición; se lastra su desarrollo cognitivo y presentan problemas de conducta e hiperactividad (lo que deriva en trastornos del sueño).
Otro factor a considerar es que los cuentos en formato digital minan el vínculo entre padres e hijos. Ésa fue al menos la conclusión de un estudio de JAMA Pediatrics: los padres con hijos de entre 10 y 16 meses tienden a usar menos palabras e interactuar menos con el niño cuando hay un dispositivo digital entremedias. Recordemos si no a nuestros padres, imitando voces de animales entre otras formas de llamar nuestra atención para que reparásemos en lo que relataban las páginas. Este tipo de interjecciones despiertan la curiosidad y promueven una mejor comprensión de los textos.
La teoría se confirma también con niños de mayor edad, entre los siete y los nueve años: la postura que adoptan al leer un libro en formato digital se acerca más a la que muestran con teléfonos móviles o tablets, por lo que acaban asociando la lectura a una actividad solitaria. En cambio, leer con sus padres en papel les conduce a una actitud relajada y afectiva, sentencia la investigación al respecto de Scroll.in.
Lectores de libros electrónicos y tabletas, a partir de cierta edad
Lo anterior no debe llevarnos a demonizar los libros digitales. A partir de los 6 años, el desarrollo mnemotécnico y la comprensión lectora se han demostrado idénticos con ambos formatos. Es más, algunos niños encuentran menos farragoso leer en una pantalla, al brindárseles opciones como incrementar el tamaño de las letras, buscar de inmediato el significado de algunas palabras o colocar infinidad de marcadores.
Dichas opciones fueron introducidas por los lectores de libros electrónicos o 'eReaders', popularizados por Amazon bajo la gama 'Kindle' y de capa caída tras el auge de las tabletas electrónicas. Sea como fuere, aún pueden encontrarse infinidad de modelos en el mercado, a precio económico y con una baza incuestionable: al ser productos especializados, carecen de las funciones adicionales que encontramos en un iPad o similar (navegación por Internet, descarga de juegos y aplicaciones, reproducción de vídeo...). Esto los convierte en la opción ideal durante la preadolescencia (entre los 10 y los 13 años), cuando se debe reafirmar el gusto por sumergirse en las historias y, por ende, no caben distracciones como las mentadas.
Alcanzada la adolescencia propiamente dicha, quien guste de leer seguirá haciéndolo en cualquier soporte, por lo que se acaban los vetos. Es entonces cuando las tablets y su universo de posibilidades resultan idóneas, al permitir integrar la afición por las letras con el resto de la incipiente (e imprescindible en los tiempos que corren) vida digital de nuestro hijo.
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