MIRARI ARTIME
Miércoles, 28 de octubre 2020, 08:08
Como reza un dicho muy antiguo; «aquel que busca a un amigo sin errores nunca tendrá uno». A medida que los hijos crecen, la amistad adquiere un nuevo significado. Al tener más actividades y una mayor variedad de intereses, comienzan a aumentar el ... tiempo que pasan fuera en compañía de otras personas que poco a poco tienen más protagonismo.
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Son muchos los padres que intentan 'escoger' a los amigos de los más jóvenes de la casa. En esos casos, lo que no se tiene en cuenta es que son los niños los que tienen que realizar esa elección. De hecho, nunca pensamos que las malas amistades pueder ser nuestros propios hijos. Por eso, antes de apresurarnos a juzgar a los de fuera, pensemos que los de casa tampoco son completamente perfectos.
Hay que estar presente. Pero de una manera muy sútil, aprovechando a conocerlos en aquellos momentos en los que coincidáis y estén abiertos a conversar. Una buena manera es asistir a aquellos eventos -escolares, deportivos, culturales…- en los que participan. Siempre que se pueda es bueno acudir, son una buena oportunidad para saber más de ellos y conocer sus gustos e inquietudes.
La comunicación, que los expertos citan últimamente como receta para todos los problemas familiares, constituye en este caso un recurso fundamental. Hay chicos y chicas que tienen predisposición a contar todo (o casi), pero no es lo habitual. Por eso es importante tomar la iniciativa.
Puede que te enteres de que tu hija tiene una amiga que fuma y otra que dice palabrotas. Así, de entrada, pinta mal porque se trata de hábitos no muy buenos. Pero en estos casos, los especialistas, aconsejan en un primer momento, rascar un poco, hurgar. Hoy en día, los 'piercings' o una forma de vestir extraña o diferente al de nuestro hijo ya no dicen nada de su calidad humana.
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Si pese a todo pensamos que en el grupo hay uno que no es muy buena compañía, los psicólogos recomiendan evitar las críticas a esa persona delante de nuestros hijos, ya que así sólo se consigue fortalecer el vínculo entre ellos. Pero tampoco podemos callarnos. Así que, con todo el cariño del mundo, debemos hablar con nuestro hijo sobre lo que está bien y mal hecho, más allá de quién lo haga.
También es cierto que, en algunos casos, hay que ser drásticos. No podemos confiar en que los hijos se impondrán en un ambiente en que, por ejemplo, gusten algunas formas de ocio poco saludables o demasiado transgesoras para su edad. Si resulta necesario, habrá que tomar decisiones.
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Con un comportamiento activo de los padres se busca que el menor no se deje anular por el grupo. Como en cualquier relación, a veces debemos ceder, mientras que en otras ocasiones hay que imponer el criterio propio, aunque no se acierta siempre.
¿Debemos ser los padres amigos de los hijos? La confianza debe ser mutua, ganada por las dos partes. Los mayores no necesitan saber todo lo que hablan y hacen con los amigos, pero se esforzarán por detectar en qué aspectos pueden y deben ayudarles. Pero nunca, deben sustuir a los 'colegas'.
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Los pedagogos resaltan que la relación con los iguales es fundamental para el desarrollo emocional del menor. El contacto con los amigos ayuda a los niños y jóvenes a encontrar su lugar en la sociedad. No hay que tener pudor para buscarles amigos en el barrio, en la zona de veraneo o en cualquier otro ambiente. De hecho, es en ese entorno donde pueden surgir complejos y desajustes emocionales que le confunden y preocupan.
Además, los amigos vienen y van. Son pocos los que te acompañan a lo largo de toda la vida. Muchos no serán más que buenos recuerdos de la infancia o de la adolescencia. Los padres debemos estar al tanto. Algunas veces para recordarles lo positivo de comunicarse con una vieja amistad y en otras ocasiones para animarles a que tengan nuevas compañías.
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A la hora de consolidar una buena amistad, la lealtad se da por supuesta. También es especialmente importante recalcar al hijo el respeto al otro, a su forma de ser y actuar, pero destacando que no se confunda con una adhesión incondicional a todo lo que el otro hace o piensa.
Las malas compañías son casi casi inevitables. Pero lo importante son las buenas, las que aportan a nuestro hijo. En algún momento, se encontrarán sólos o incluso decepecionados en sus relaciones de amistad. Pero deben saber, que los padres estarán ahí.
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Tal vez no siempre estemos de acuerdo con las amistades pero si lo educamos en valores, ten por seguro que tendrá las herramientas necesarias para elegir aquellos que son verdaderos y que lo ayudarán a ser una mejor persona día a día.
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