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sara borondo
Miércoles, 4 de diciembre 2019, 07:40
Nos pasamos el día entre pantallas, chateamos, navegamos y jugamos desde el móvil, trabajamos con el ordenador; si usamos el transporte público usamos auriculares para escuchar música o ver películas durante el trayecto, compramos online y, en casa, vemos en la tele alguna serie, programa ... o película. Incluso en los centros de enseñanza se empiezan a utilizar libros digitales, un tiempo de ordenador o tablet que se suma al que los niños tienen en sus ratos de ocio. Estamos siempre pendientes de algún dispositivo electrónicos; es lo que desde que empezó el siglo se denomina hiperconectividad. Según la última Encuesta sobre el Equipamiento y Uso de Tecnologías de Información y Comunicación en los Hogares hecha pública por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el 80,9% de los hogares en los que hay al menos una persona de entre 16 y 74 años dispone de algún tipo de ordenador; 1,4 puntos más que en 2018 debido, sobre todo, a que hay más tablets (están en el 56,8% de los hogares españoles), y en el 98,5% de las casas hay teléfono móvil (0,5 puntos más que el año anterior).
La conexión a Internet ha subido un impresionante 5% respecto a 2018, y ahora están conectados el 91,4% de los hogares españoles, casi todos ellos con acceso por banda ancha. Se hace un uso intensivo de esa conexión: el 74,9 de quienes tienen internet lo utiliza varias veces al día (6,3% más que el año pasado). La tecnología está cada vez más presente en la vida cotidiana y eso entraña consecuencias negativas para la salud mental y física de las personas. En este sentido se pronunció el estudio 'El futuro del bienestar en un mundo saturado de tecnología' publicado en abril del año pasado por el Pew Research Center, un observatorio de tendencias de los Estados Unidos y el resto del mundo. Aunque la mitad de los encuestados coincidieron en señalar que los aspectos positivos de la vida digital eran más que los negativos, un tercio apoyó la idea de que en los próximos diez años la situación se invertirá y serán más los perjuicios que las aportaciones positivas.
Con las nuevas tecnologías se empiezan a detectar algunas dolencias nuevas, como la nomofobia, el miedo irracional a estar sin el teléfono móvil; la cibercondria (la persona busca enfermedades en Internet y cree que las tiene) o el llamado síndrome Facebook, causado por un exceso de amigos en las redes sociales o la carencia de ellos y que genera malestar porque la persona no tiene una vida como la que ve en las imagenes de las redes.
Junto a estos problemas encontramos otros que sí se han estudiado en profundidad:
Las empresas siempre han buscado conseguir la atención de los consumidores, pero con la economía digital esto es más efectivo e intenso que nunca: notificaciones que llegan al móvil, publicidad personalizada, juegos adictivos, titulares atractivos cuyo contenido luego no responde al reclamo… Lo que se traduce en constantes distracciones de la tarea que se esté realizando en cada momento, y luego hay que esforzarse en retomar la concentración.
Los profesores y los psicólogos avisan de que la sociedad está sufriendo una crisis en la capacidad de concentración. La razón está en el conocido como FOMO (Fear of Missing Out o 'miedo a ser excluido' en español), que procede de la gran cantidad de información que llega actualmente, ya sea a través de las redes sociales o en las noticias y que lleva a que no se puedan ignorar esas llamadas. Y no solo afecta a nivel individual: un estudio publicado este año en Nature Communications realizado por la Universidad Técnica de Berlín, el Max Planck Institute y la Universidad Técnica Danesa evidenció que el ciclo de atención colectiva sobre una noticia es ahora más corto que hace años. Si en 2013 un hasthag se mantenía en el top 50 de Twitter varios días, en 2016 ese tiempo se había reducido hasta la 11,9 horas. La cantidad de información constante lleva a que se agote la atención más rápido y la necesidad de ver algo nuevo lleva a cambiar de tema más rápidamente, concluyó el estudio.
El modelo de trabajo está cambiando con las nuevas tecnologías. Ahora el trabajador acaba estando disponible fuera de su horario laboral, porque está siempre localizable y tiene acceso al correo del trabajo, lo que acaba estresándole. La mayoría de los gobiernos y algunas empresas ya reconocen el derecho a la 'desconexión digital', que en España está regulada desde 2018 con la Ley Orgánica de Protección de Datos Personales y Garantía de los Derechos Digitales. Ésta establece ese derecho a proteger de interferencias el tiempo libre, al incluir la no obligación de atender llamadas ni correos fuera de su jornada de trabajo. No obstante, la ley no se cumple demasiado de momento ya que, según una encuesta elaborada este mismo año por la empresa de trabajo temporal Randstad, el 30,3% de los trabajadores ha recibido durante las vacaciones un mensaje de sus jefes por diversos motivos, casi siempre mediante Whatsapp.
El tiempo que se pasa en las redes sociales y navegando es tiempo que se quita a la vida real, incluido el establecimiento de relaciones sociales (un apoyo clave para el desarrollo emocional de las personas). Según afirmó el catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) Enrique Echeburúa en un artículo aparecido en El País en marzo de 2018, «Se trata de relaciones débiles que tan fácilmente se crean como se eliminan porque no reconocen los matices en la comunicación cara a cara. Una persona puede tener muchos amigos en Facebook y, sin embargo, nadie con quien conversar en la vida real o compartir el fin de semana. Por ello, la sobreexposición a las redes ha trastocado las formas de ocio y hasta los modos de relación».
En el mismo artículo Echeburúa afirmaba: «las caricias, las sonrisas, los gestos, el tono de voz o los abrazos no pueden ser reemplazados por los emojis, los selfies o los mensajes de texto. Las emociones complejas se perciben a través de las microexpresiones faciales. La sensación de mirar directamente a los ojos no la igualará nunca un mensaje de 280 caracteres. Una persona puede sentirse sola en medio de un aluvión de emoticonos, selfies y mensajes».
Esto afecta especialmente a los adolescentes. La psicóloga estadounidense Jean Twenge, especializada en estudiar las diferencias generacionales, escribió un artículo en la revista The Atlantic en septiembre de 2017 en el que explicaba que los adolescentes actuales están más aislados y salen menos que sus predecesores porque perciben el mundo sobre todo a través de su móvil, con el que pasan buena parte de su tiempo libre: entre 2000 y 2015 se redujo en más del 40% el número de adolescentes que se reúnen con sus amigos casi todos los días.
Twenge sitúa el cambio en 2012, cuando la proporción de estadounidenses que poseía una teléfono inteligente superó el 50%. «Los millenials también crecieron con la web, pero nunca estuvo presente en sus vidas de forma permanente, día y noche. No es exagerado decir que los iGeneración están a punto de tener la peor crisis de salud mental en décadas. Los teléfonos son la razon de buena parte de este deterioro», afirmaba el experto antes de recordar que en Estados Unidos las tasas de depresión y suicidio en adolescentes han subido desde 2011.
Hoy día hay mucha gente que duerme con el móvil al lado de la cama, o incluso en la almohada, consultándolo si se despiertan por la noche. Esta cercanía de los dispositivos tecnológicos puede generar problemas para dormir, algo que los expertos denominan 'insomnio tecnológico' y que asocian a la luz azul de las pantallas. Ésta afecta a la retina e influye en la secreción de melatonina -la hormona que regula los ciclos de sueño-, además, consultar el móvil o el ordenador justo antes de dormirse activa el cerebro cuando lo mejor en esos minutos previos al sueño es relajarse para predisponer la mente al descanso.
Este año una encuesta elaborada por Common Sense Media revela que el problema no es exclusivo de los adolescentes, ya que en Estados Unidos uno de cada tres chavales duerme con el móvil, pero también lo hacen el 39% de los jóvenes y el 62% de los padres de familia, y todos ellos revisan sus dispositivos por la noche si se despiertan por una notificación o no pueden dormir. En el caso de los adolescentes, el 51% interrumpe el sueño para consultar las redes sociales.
Un uso intensivo de las pantallas puede acabar causando problemas en los ojos de ardor, lagrimeo o enrojecimiento. La luz azul de los LED que hay en la pantalla es parte del problema, ya que afecta a la retina, sobre todo a la mácula. En niños pequeños también puede llegar a producir miopía ya que el ojo está enfocando de cerca.
Otro de los problemas que las pantallas pueden ocasionar en los ojos es fatiga ocular, ya que se disminuye la frecuencia de parpadeo.
Es una vieja conocida de los usuarios de ordenador. Es un síndrome que se produce cuando el nervio que va desde el antebrazo a la mano queda atrapado en el tunel carpiano de la muñeca, lo que provoca entumecimiento en los dedos, dolor, hormigueo y debilidad de la mano. Suele causarlo realizar el mismo movimiento con la mano, ya sea con una herramienta manual, con una bayeta o con el ratón del ordenador.
El uso del móvil obliga a tener una postura del cuello forzada, que está inclinado demasiado tiempo, lo que puede causar una tensión en los músculos de la zona que lleve a dolores de cabeza.
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