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Es una aventura y no siempre con final feliz, aunque si se trabajan desde el principio algunos aspectos clave, las posibilidades de éxito son muchas. Cabe tener en cuenta que las dos partes que toman la decisión lo hacen después de un proceso de ruptura, ... ya sea un divorcio o la muerte de uno de los dos cónyuges. La reconstitución familiar o unión de dos personas, en la que uno o ambos tienen hijos, para formar un nuevo hogar va a más tras la pérdida de hegemonía del modelo clásico hasta hace unos años: padre y madre con hijos hasta que la muerte los separe. ¿Cuáles son los aspectos que se deben tener en cuenta para afrontar esta experiencia?
El psicólogo infanto-juvenil Jesús Niño aporta dos fundamentales. Por un lado, la decisión firme de ambos miembros de la pareja de que esa unificación les va a beneficiar y va a suponer una mejora afectiva y un bienestar para ambos. Por otro, que esa situación de felicidad va a revertir en el entorno de los dos. Niño utiliza la palabra egoísmo desde un punto de vista positivo. «Más que ser valiente, hay que hacer un ejercicio de egoísmo; si afectivamente me voy a encontrar mejor afectivamente, las consecuencias para los de mi alrededor van a ser buenas seguro», sentencia. La máxima pues: partir desde el optimismo.
«No es nada fácil y hay muchos aspectos que lo condicionan: si uno tiene niños y el otro no; si los dos tienen descendencia, si se llega desde un enviudamiento o, muy importante, la edad de esos vástagos», porque no es lo mismo que esa reunificación se produzca con hijos a una edad muy temprana, cuando siempre será más fácil la adaptación, de que se trate de adolescentes, donde el conflicto puede asomar con más facilidad, según relata este especialista, que trabaja como orientador en un instituto de Valladolid. «Que un chico o una chica con 13 o 14 años tenga que aceptar las formas y las normas de una persona que viene a sustituir a su padre o a su madre es complicado, si ya lo es con el padre o la madre biológica...», señala el experto.
Empatía, afectividad, cercanía y comprensión son las palabras que Jesús Niño desgrana como pócima para que engranaje comience a funcionar. En el caso de que las dos partes de la pareja tengan hijos, es necesario que se abra un proceso de diálogo desde la sinceridad. Que transmitan a los suyos que la unión va a ser positiva y que eso va a beneficiar al resto, aunque las cosas tengan que cambiar.
Dicho o escrito parece fácil. Pero a buen seguro que un adolescente no lo ve así. No se va a lograr que los chavales de estas edades perciban al hombre o a la mujer que va a sustituir, al menos en el hogar, la figura de su padre o de su madre como tal. Ni mucho menos. Aunque, según acota Niño, en algunos casos puede ser así. «Si un joven ha tenido un padre biológico con problemas de violencia o alcoholismo, hay muchas veces en que esa nueva figura es bien recibida», argumenta. Son estos ejemplos parte de una amplia casuística.
Es básica también la anticipación en varios sentidos. «Todo lo que sea trabajo previo rebaja los niveles de ansiedad», apunta Niño. Por ejemplo, a la hora de contar a los hijos que se está saliendo con otra persona, que esta te hace feliz y que tu intención es afianzar la relación. Así, es importante que la descendencia comience de forma paulatina a conocer a esa mujer u hombre, se relacionen, e, incluso, si esa pareja tiene hijos, poder proponer en algún momento planes en común de las dos familias todavía no reconstituidas para ver cómo funciona esa relación entre los chavales de forma distendida.
Niño es siempre partidario de hacer cómplices a los hijos. De imposiciones, nada, porque dan mal resultado en general. De diálogo todo. Es clave que ellos nos aporten su opinión sobre la nueva pareja o sobre sus hijos, que se sientan partícipes de la decisión. «La toman lo adultos, pero no es lo mismo imponer, que trabajarlo con ellos. Lo van a aceptar mejor si han tomado parte en el proceso», explica el psicólogo. Eso supone darles la importancia que se merecen. A eso le sigue la habilidad y el saber hacer para ganarse la empatía de los hijos que no son tuyos y que, sin llegar nunca a ser su padre o su madre, se genere un vínculo de amor y respeto necesario en ambas direcciones.
Este último aspecto también hay que tenerlo en cuenta, una vez la decisión está tomada, a la hora de poner unas reglas comunes en el hogar que se va a compartir. Como en todas las casas, normas tiene que haber y las pone el adulto, pero es beneficioso que ellos tomen parte en ese proceso, insiste el especialista, quien recalca también que hay que ser capaz de reconocer errores si se cometen. Principalmente, por parte de los adultos en esa nueva convivencia porque eso nos dará más credibilidad. «Pedir perdón es de valientes», apunta.
Los celos son otro de los problemas que suelen asomar en las reconstituciones familiares. Se pueden generar bien en la expareja de uno de los dos miembros, porque no se admite que nadie suplante su figura, bien entre la nueva familia reconstituida, tanto entre adultos con los niños del otro, como entre los niños de ambos miembros. «Son situaciones difíciles de gestionar, porque se crean nuevas figuras de referencia y eso conlleva problemas». Pero tienen solución siempre que se trabaje desde el diálogo, según insiste el experto. Aboga Jesús Niño por reforzar la empatía a base de escucha y cambio de pareceres. Eso potenciará una convivencia civilizada y feliz en estos nuevos hogares.
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