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En octubre de 1998 abría sus puertas el colegio Parque Alameda de Valladolid. 120 niños y y un claustro de catorce maestros estrenaban unas instalaciones que se fueron ampliando en los cursos posteriores para dar cabida al aumento en las matrículas.
Hoy son 260 críos, « ... muchos menos que en años anteriores» porque el centro, explica el presidente del Ampa, Moisés Serrano, «a pesar de contar con un excelente equipo docente, tiene un problema serio: la comida se sirve en el gimnasio».
«Cada días desde hace más de una década, a las doce de la mañana, se suspenden las clases de Educación Física para empezar a montar las mesas plegables en las que se sientan una media de 110 alumnos de Infantil y Primaria», relata.
Son las trabajadores de la empresa de cáterin Aramark las encargadas de extender las mesas y de volver a apilarlas antes de las cuatro de la tarde, momento en que hay que despejar la pista para las actividades extraescolares. «Esto provoca que los niños, a la hora de la comida, tengan que soportar el olor corporal que queda en el gimnasio después de las clases de deporte y que los que vienen por la tarde se topen con el aroma de la comida», se lamenta Moisés.
«Pero eso no es lo peor». La Jefa de Estudios del centro, Eloína Muñoz, añade que el centenar de comensales solo dispone de dos baños –con un inodoro y cinco lavabos cada uno– para asearse y lavarse los dientes y que los chavales son los principales sufridores del barullo que se monta a la hora de la comida.
«El griterío se mezcla con el eco del gimnasio y el ruido de la calefacción de aire y se genera un ambiente ensordecedor», asegura esta profesora del Parque Alameda desde hace nueve años.
La Delegación Provincial de Educación, sostienen padres y docentes, tiene constancia de esta situación excepcional convertida con el paso de los años en cotidiana desde el principio. «En el 2011, incluso, se gastaron 27.000 euros en un proyecto para edificar el comedor en un anexo. Pero se ha quedado en un cajón», recuerda Moisés.
moisés serrano | ampa ceip parque alameda
«Somos conscientes de que aquel planteamiento [un edificio independiente] es inviable hoy, pero creemos que sí que es posible unir dos clases de infantil hoy en desuso por la bajada de las matrículas –motivada a su vez por la falta de un lugar decente para comer, afirman– para habilitar una zona adecuada para las comidas».
En marzo de 2017, desde el Ampa decidieron retomar el tema y enviaron una carta a la Dirección Provincial de Educación. La misiva, que iba respaldada con las 711 firmas de todos los miembros de la comunidad educativa, obtuvo como respuesta la visita de la directora provincial, eso sí, un año y pico después.
María Agustina García Muñoz, que ayer aseguraba que esta situación «no es nada anormal» y que «se repite en otros centros de la provincia» de Valladolid, estuvo en el Parque Alameda a finales de junio de 2018.
maría agustina garcía muñoz | directora provincial de educación
«Pero a fecha de hoy –insiste la Jefa de Estudios– lo único que nos han concedido es poder utilizar unas horas las instalaciones del polideportivo Pilar Fernández Valderrama, que está justo enfrente, para no tener que suspender las clases de Educación Física cuando se empiezan a montar las mesas».
«Así, se supone que solucionamos el tema de las clases» pero nada más lejos de la realidad, porque según explica con el calendario en la mano Eloína Muñoz, «nos han designado unas horas que coinciden con las que nosotros tenemos libre el gimnasio y, en cambio, a partir de las doce, que es cuando nos hace falta, solo nos han dado el jueves».
Este aspecto, explica la directora provincial, se va a revisar para el curso que viene. «Yo he negociado con el Ayuntamiento el uso escolar del polideportivo Pilar Fernández, pero estoy sorprendida de que no me hayan informado de que los horarios no se correspondían con las necesidades del centro», reconoce.
«Aunque no nos negamos a nada», la modificación de estos horarios es a lo único que se comprometen a corto plazo en Educación, porque, reitera María Agustina García Muñoz, «el gimnasio del Parque Alameda cumple los requisitos de la Consejería de Sanidad para dar el servicio de comedor a los 95 alumnos habituales del colegio».
La opción de los padres de habilitar las aulas de Infantil «no queda descartada», pero no convence a Educación. «Consideramos que no son suficientemente amplias y conllevaría además mover el 'office'», concluye García Muñoz.
Todo apunta a que los niños seguirán comiendo en el gimnasio, un espacio que no les podemos mostrar porque, minutos después de hablar con la Dirección Provincial de Educación, el fotógrafo de El Norte tuvo que abandonar el colegio por petición expresa del director, Luis Peña.
María del Rosario Carbajo conoce de primera mano todo lo que ocurre en la 'cocina' del colegio Parque Alameda. Cocina entre comillas, porque «únicamente contamos con un 'office' minúsculo y con goteras», un «cuarto diminuto sin taquillas donde nos cambiamos las seis empleadas del Aramark y guardamos el material de limpieza» y un comedor-gimnasio para 120 niños que «cada día, a contrarreloj, nos vemos obligadas a montar y desmontar».
«Tenemos línea fría. La comida nos la sirven dos veces a la semana y nosotras la regeneramos a diario. A las doce comenzamos a montar y a las tres a recoger porque el gimnasio tiene que estar libre para las actividades extraescolares. Los niños tienen una hora justa para comer», explica.
«El techo de chapa –continúa María del Rosario– motiva que en invierno haga mucho frío y cuando llega el calor el gimnasio se convierta en un horno». Pero este no es el aspecto más preocupante.
Esta veterana trabajadora que lleva once cursos a cargo del servicio de comedor en el CEIP Parque Alameda coincide con los padres y los profesores en que lo peor de esta situación que se dilata en el tiempo es el follón que se prepara todos los días. «Los alumnos de infantil son los que más sufren. Los niños de 3 años, que vienen de un ambiente muy tranquilo, se asustan porque el ruido llega a ser insufrible. En ocasiones, tenemos que consolarles porque se echan a llorar».
Y en los días de lluvia, afirma, la situación se complica. «El agua se queda embalsada en los tragaluces del 'office' y va cayendo encima de la trabajadora que está en el fregadero. Han ido a arreglarlo, pero cada vez que llueve se vuelve a filtrar».La solución de este tema, como la reubicación del comedor, parece que tiene que esperar.
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