![Eduardo Perote posa en Piñel de Abajo ante el mural que representa al 'Autobús de la Despoblación'.](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202107/10/media/cortadas/perote1-kE1C-U14097863671000G-624x385@El%20Norte.jpg)
![Eduardo Perote posa en Piñel de Abajo ante el mural que representa al 'Autobús de la Despoblación'.](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202107/10/media/cortadas/perote1-kE1C-U14097863671000G-624x385@El%20Norte.jpg)
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He aquí un entusiasta de los pueblos, de sus gentes y de la tierra que habitan. Tanto lo es que lleva su acción vital a límites pasionales y no duda en autocalificarse como militante de la vida. Eduardo Perote Arranz, 38 años, ingeniero técnico forestal ... y técnico superior en administración y gestión de recursos naturales y paisajísticos. Lleva 13 años como agente medioambiental y desde muy joven desarrolla una actividad frenética por lo que es casi una devoción, íntima y entrañable devoción: el cultivo de especies tradicionales de hortalizas y frutas, que encuentran en el tomate su máxima expresión. Tan elevada, que acumula más de mil especies distintas de tomates. Y no quedará ahí la cosa, porque no está solo: preside la Asociación 'El Prao de Luyas', en Piñel de Abajo (Valladolid), con más de cien socios. Es lo que tiene la militancia de la vida; más aún si la vida se enraíza en lo rural.
–¿De dónde le nació la atracción por el mundo de la producción vegetal?
–Vengo de la rama forestal y cuando estudiaba me llamaba la atención hacer semilleros de todo, de manzanos, de cerezos, de almendros, de nogales, de avellanos, de encinas, de robles... Con 20 años ya tenía un pequeño invernadero con los aros de un camión, de un tío mí que era camionero. Lo fui perfeccionando y con 23 años tenía ya un gran invernadero, con aspersión y todo. Hacía de todo, con esquejes de frutos silvestres y todo lo que salía.
–¿Es usted investigador, científico, simple aficionado, naturalista...? ¿Cómo definirle?
–Ni investigador ni coleccionista: conservacionista. Yo lo llamo militancia de la vida.
–¡¿Militante de la vida?!
–Apasionado. No puedes dejar que toda esta canción se haga cenizas.
EDUARDO PEROTE
–No metaforice mucho, que nos perdemos.
–No puedo dejar que todas esas variedades tradicionales de tomates, lechugas, frutales y demás se pierdan ¡porque son una parte de nosotros! Sería como dejar morir nuestra historia. Hemos sufrido unos procesos de concentración parcelaria salvajes, brutales, en aras de mejorar los rendimientos y aumentar las producciones y lo que hemos hecho ha sido destrozar un paisaje que se ha tardado siglos en tener, se ha provocado un éxodo grandísimo. Se han devaluado nuestros productos agrícolas hasta desaparecer casi el 90% de los agricultores en Castilla y León...
–Pero se nos ha inculcado que ese proceso era imparable.
–En 1990 había en Castilla y León casi 180.000 agricultores. Ahora tenemos menos de 40.000. Y hemos perdido nuestra personalidad, nuestra esencia, nuestras variedades, nuestras costumbres... ¡Hemos perdido absolutamente todo! Y lo hemos reemplazado por nada. Es un poco como huir hacia adelante. Castelao decía que el gallego no protesta, emigra. Pues el castellano huye hacia adelante. Como únicamente se preocupa de sí mismo, mientras a mí me vaya bien... Y no se da cuenta de que cuanto mejor nos vaya a todos, mejor le va a ir a él.
–Alude a algo esencial, el factor humano. Pero muchos pueblos parecen ya prototipos de parques temáticos de la despoblación.
–En los pueblos, el trato humano es delicado. Hablamos mucho de la despoblación , pero lo que dice el refrán: 'Castillo sin aljibe, enemigo dentro'. También los pueblos desde dentro tienen que empoderarse, cuidar a la gente que crea iniciativas, que hace cosas y se preocupa de los demás. Si lo hicieran, desde dentro, esos pueblos seguramente lo de la solución a la despoblación lo llevarían adelantado 10 o 15 años. El problema es que a la gente que hace cosas en los pueblos no se le cuida, todo lo contrario: se le humilla, se le desprecia, es foco de todas las críticas y envidias.
–¿Habla por experiencia propia?
–Estoy hablando por experiencia propia. Ves las conductas más feas que puede tener el ser humano de ningunearte, de despreciarte, de marginarte, de encizañar, de crear bulos para ponerte a la gente en contra. Lo he sufrido, lo sufro y lo sufriré.
–Usted no vive de lo que desarrolla en su pueblo. Pero, ¿hace que alguien pueda vivir de ello?
–Nosotros, con la asociación, ahora mismo podríamos empezar a crear puestos de trabajo en el pueblo. Hacemos cinco ferias al año y unas jornadas de reforestación. En la asociación movemos al año en torno a 20.000 euros con los que además de las ferias, el año pasado compramos una casa para que viniera una familia a vivir al pueblo. Fue una inversión de 18.500 euros: hicimos una especie de 'crowfunding' y en septiembre ya estaba la familia viviendo en el pueblo. Tenemos pocos recursos y estamos centrados en la conservación y en las reforestaciones. Hicimos, por ejemplo, la campaña 'Planta un árbol por una teja' y en dos meses hemos conseguido 4.500 euros y contratado a una persona un mes para la plantación de árboles.
–La fama fuera de Valladolid se la da el proyecto de las más de mil variedades de tomate.
–Tienen mucha aceptación, porque por un lado se valora nuestro trabajo y, por otro, hacemos una cosa muy inteligente: estamos compatibilizando las variedades tradicionales con tomates de vanguardia.
–Y con eso logran...
–Si solo hiciésemos variedades tradicionales, demandarían tomates cuatro personas. Al hacerlo todo junto, esos y los de vanguardia, son ya casi mil variedades de y las sembramos todas en igualdad de importancia. Es como las personas, que a todas hay que tratarlas por igual. Todos los tomates, al igual que todas las personas, tienen su utilidad.
–Conseguidas las variedades, ¿cuál es el siguiente paso?
–Un amigo de la FAO, Pepe Esquinas, me contaba que tiene en Galicia un conocido con una raza de cerdo rarísima, muy antigua y muy rica en Omega 3; le decían que era una pena que se perdiera y le proponían hacer una asociación para mantenerla. Él decía que no era necesaria: bastaba con que le compraran la carne del cerdo para criar más y así no perder esa raza. Si queremos que todo esto se conserve, hemos de hacer el esfuerzo de consumirlo. Esa es la dinámica: nuestra asociación tiene fines que no son lucrativos y todo este tiempo hemos hecho un trabajo muy grande de prospección, de recuperación y de cultivar. Hacemos todo el ciclo: semilleros, plantas... todo. Este año he tenido 16.000 plantas, de más de mil variedades. De cada una planto dos; y de 2.000 que planto hasta las 16.000, las reparto.
–¿A quién?
–A particulares de toda España.
–Usted no se despega de los pueblos: Por vocación y afición, con los tomates; por trabajo, como agente forestal. ¿Ya ha quedado enraizado a la tierra?
–Tengo un vínculo muy estrecho con los pueblos pequeños y con la gente mayor. Siempre he aprovechado en todos los sitios para preguntar a los más mayores por por los cultivos del lugar. Esa dinámica ha sido verdaderamente enriquecedora. Pero Cicerón dijo que si quieres aprender, has de enseñar; por eso empezamos hace 18 años con unas jornadas agroforestales, que servían para hablar de muchas cosas, como por ejemplo de los pistachos, cuando solo había dos plantaciones en Zamora y Palencia. Pues allí fuimos a aprender; y seguimos en Ciudad Real... Lo trajimos y en Piñel de Abajo hicimos la primera plantación de pistachos de Valladolid; y la hemos utilizado para que todo el mundo conozca cómo cultivar pistachos. Luego hemos seguido por todo lo que eran cultivos alternativos, porque veíamos que el cereal da de sí lo que da de sí.
–¿Innovación permanente?
–Una de las cosas por las que han de apostar los pueblos es por la cultura, porque la cultura es capaz de crear. Parece que hoy ya no hay analfabetismo y yo creo que sí porque hoy analfabeto es quien sabe leer y no lee; lo cual es todavía peor. El que no lee, el que no pregunta, el que no quiere saber nada de los demás, el que tiene una opinión sectaria y solo le interesa una cosa se convierte en una persona experta y los expertos son los que saben mucho de pocas cosas y del resto no saben absolutamente nada.
–Organizar cinco ferias al año en un pueblo pequeño, como hacen ustedes, tiene mérito.
–Empezamos con la de Fruticultura, que es la feria más grande de variedades tradicionales de fruta de España. Lo hacemos con los portugueses porque en su país, como no han tenido ese proceso tan grande de concentración parcelaria como aquí, conservan muchas variedades suyas. Ellos también nos reclaman para sus ferias. Luego hacemos la Feria de la Biodiversidad, a mitad de mayo, cuando repartimos todas las plantas de variedades de tomate, y también tenemos pimiento y berenjena. Este año hemos sumado las lechugas de oreja de mulo.
–¡Lo que dan los mulos para bautizar!: que si la lechuga de oreja de mulo, que si el queso de pata de mulo...
–¡Y el pan lechuguino!
–¿También?
–Lo de lechuguino viene por el cogollo de la lechuga oreja de mulo. El dibujo del pan asemeja al corazón del cogollo de esa lechuga, que era una variedad muy importante en la provincia de Valladolid.
–Feria de Fruticultura, Feria de Biodiversidad...
–Y la de la Cereza, que llevamos cuatro años haciéndola y la hemos incorporado la trufa de verano, que se da en todas esas laderas secas, magrosas, pedregosas de las cuestas de la parte oriental y central de los Torozos y de todo lo que sería Cerrato, el Duratón y el Valle del Duero. En esos suelos tan pobres y pésimos se dan y son totalmente desconocidas. Nadie las coge. Tienen un valor grande aunque sí empiezan ya a comercializarse.
–Fruticultura, Biodiversidad, Cereza y Trufa... Van tres ferias.
–La siguiente que hacemos es la Feria de la Chuletilla. Ahí reivindicamos la oveja churra. Y la siguiente y última feria que hacemos es la Feria del Tomate.
EDUARDO PEROTE
–Ustedes rondan las mil variedades de tomate; en la Península Ibérica se asegura que se cultivan 3.000. Cuesta creer que haya tantas clases de tomate.
–Tranquilamente las hay. De lechuga de oreja de mulo de Valladolid se han encontrado hasta 25 variedades distintas. Así que con esto de los tomates no debe extrañar que haya 3.000. Cada pueblo tradicionalmente tenía sus tomates; un hortelano podía tener tres o cuatro variedades. Unos para salsa, los de corazón de buey; otros, para ensalada, los gordos planchados; otros, para sopa de tomate; otros, para frotar el pan... En Valladolid antes de 1940 alrededor de la capital cada hortelano se hacía sus propios semilleros con cinco o seis variedades distintas. De ahí que hayan ido evolucionando y se hayan podido ir conservando.
–A ver si era esa la época en la que los tomates sabían a tomate. Porque de un tiempo acá...
–Hemos empezado con que los tomates no sepan a nada a raíz de que se han ido introduciendo variedades modernas e híbridas, que tiene la función de que ese tomate dure mucho tiempo.
–¿Con qué finalidad?
–Por un lado, para que pueda viajar miles de kilómetros, por toda Europa. Los que nosotros sembramos en Piñel de Abajo son para comerlos en 3 o 4 días. Y para que un tomate dure mucho tiempo ha de ir en detrimento de otra cosa, en este caso del sabor. Luego influye mucho el cultivo: muchos de los tomates que se producen en España vienen de zonas de invernadero y no les da el sol, se recolectan en verde porque tienen que viajar lejos. El abono... Muchos factores, muchos.
–¿Hay una especie que se identifique más con estas tierras?
–Estamos tratando de sacar el tomate castellano que tenían nuestros abuelos. Igual que en Aragón está el Rosa de Barbastro; o en Valencia el Macho, el Masclé o el Muchamiel, o en Andalucía tienen el Plato de Aracena, nosotros buscamos sacar un tomate castellano auténtico.
–Usted aboga por producciones a pequeña escala, tradicionales y ecológicas. Eso, hoy, ante el mercado es como ser voz que clama en el desierto.
–Siempre hemos estado en el desierto.
–Pero los tiempos no estaban tan globalizados e internetizados.
–Sí, pero lo que ves es que cuando haces una cosa buena, salen muchas cosas buenas. Cuando estamos recuperando el tema de las variedades tradicionales, te llama la gente, hay interés, nos preguntan y cada año tenemos que hacer más plantas porque nos piden más y más.
–Con lo que aprecia usted el tomate, ¿qué siente cuando ve el lanzamiento de miles de kilos en la Tomatina de Buñol?
–Sinceramente, no lo comparto. Eso de tirar los alimentos... La FAO nos recuerda constantemente que cada día mueren de hambre en el mundo 40.000 personas y solo se aprovechan una tercera parte de los alimentos.
EDUARDO PEROTE
–¿Hemos necesitado de una pandemia planetaria para darnos cuenta de que el abuso de la naturaleza tiene serias y desastrosas consecuencias?
–Digamos que todas las crisis que pasan son un poco porque abusamos de la naturaleza. Y hacemos eso porque hemos perdido el vínculo con la naturaleza. De tenerlo, la respetaríamos y no haríamos lo que hacemos. Hemos sustituido la naturaleza por el dinero y pensamos que cuanto mejor nos va, perfecto. Y no. Si fuéramos personas respetuosas y valorásemos la vida y al prójimo, valoraríamos también la naturaleza. En el momento en el que la persona es egoísta y solo le interesa su propio status, el resto va fuera.
–¿Hay un Eduardo Perote prepandemia y otro postpandemia?
–No. A mí la pandemia lo que me hizo fue espabilar, que es gratis.
–Tras tantos años cultivando y promoviendo el cultivo de tomates, frutales, etc, ¿de qué logro está más orgulloso?
–Yo lo que veo de todo esto es que como que te vas haciendo mejor persona. Te relacionas con la gente que guarda las semillas de sus abuelos y cuando tratas con ellos ves que son gente verdaderamente encantadora, amigable, humana, afectiva. Cuando te dan las semillas, eso también te lo contagian. Yo intento hacer las cosas lo mejor posible, pero también de la mejor forma humana.
–Y tanto mirar a los antepasados, ¿ha tenido tiempo de proyectar hacia adelante y pensar en qué quiere ser de mayor?
–Quiero seguir creciendo, consolidando las cosas que hago. Quiero afianzar este proyecto de los tomates, las lechugas y los frutales porque creo que tiene la trascendencia de reivindicar mi pueblo y, por extensión, todos los pueblos pequeños.
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