Diego Fernández Magdaleno posa para la entrevista en la librería Oletum de Valladolid. RODRIGO JIMÉNEZ

Diego Fernández Magdaleno: «La vocación es lo que uno no puede dejar de ser»

El músico y escritor riosecano considera «inexplicable» el escaso valor que los programas escolares conceden hoy a la enseñanza musical

J. I. Foces

Valladolid

Sábado, 17 de septiembre 2022, 00:01

He aquí un hombre dotado de un don. Diego Fernández Magdaleno (Medina de Rioseco, 1971), pianista, escritor y profesor del Conservatorio de Música de Valladolid. Nació con una sensibilidad especial, por encima de la del común de los mortales, que le ha convertido ya, gracias ... a una tan intensa como prolífica labor, en una referencia que trasciende su Ciudad de los Almirantes, su Tierra de Campos y su provincia de Valladolid para otorgarle un carácter global que traspasa las fronteras europeas. Su próximo trabajo musical, que estrenará el 30 de este mes, estará dedicado a José Jiménez Lozano.

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–Le podía haber dado por otro instrumento más fácil de transportar que el piano... ¿O es que los de Rioseco genio y figura también en esto?

–Quería estudiar violín, pero no había nadie que diera clases en Rioseco y empecé a estudiar piano con Carmen García, mi primera profesora, y un poco después Antonio Novo, una persona absolutamente imprescindible para mí, tanto que lo sigue siendo en el recuerdo...

–¡El de los pasteles de Marina!

–Nació en 1910. Le enseñó música mi bisabuelo. Y era íntimo amigo de mi abuelo.

–¿Lo suyo por la música viajó en los genes?

–Toda mi familia ha sido música genealógicamente en lo que yo recuerdo. En casa de mi abuela había instrumentos, partituras... De hecho a mí me parecía lo más normal del mundo. Tanto que me extrañaba ir a una casa y que no hubiera partituras, libros de música, violonchelos, pianos...

–Los músicos tienen un plus de sensibilidad del que no dispone el común de los mortales. ¿Se adquiere, viene en el ADN,...?

–Hay personas que sin tener ninguna tradición en su familia son músicos absolutamente extraordinarios y hay muchas otras que con una tradición enorme no tienen vinculación con la música.

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–La música a todo ser humano le entra por el oído. Sin embargo, ¿a los músicos qué otro resorte corporal se les activa para componer e interpretar?

–A mis alumnos de Estética Musical les digo habitualmente que si van a un parque con un botánico, donde ellos ven solo una flor, el botánico verá un millón de cosas más. Luis Rosales decía que para ver hay que mirar y hay que saber. Esa es la clave.

Diego Fernández Magdaleno. R. JIMÉNEZ

–¿Y el componente vocacional? ¿Y el don? ¿Dónde quedan?

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–Hay una predisposición hacia algo, sea la música, la arquitectura, la medicina... Uno cuanto más estudia más sabe de algo y mejor lo conoce. Pero por otro lado cuando decidimos lo que queremos estudiar no sabemos nada. La primera vez que Rodin vio arcilla dijo que había experimentado lo mismo que si hubiera visto el cielo. Eso mismo pasa cuando uno se adhiere a un material, sea formas, sonidos, colores: uno lo que ama es esa materia, que es la que le lleva de la mano a seguir. Porque la vocación no es lo que uno quiere ser, lo que uno ama, sino que la vocación es lo que no puedes dejar de ser, lo que si no haces tu vida no tendría sentido. A mí me encantaría hacer montones de cosas, muchísimas, pero si no toco y si no escribo, no puedo estar, no funciona nada, nada. Eso tiene que estar en su sitio para que el resto de mi vida funcione.

–¿Y con la vocación se nace?

–Vas creciendo, vas aprendiendo y vas conociendo mejor algo. Pero en el momento en el que decides, lo haces por cosas que no conoces bien. Y cuando uno quiere decidir lo que quiere hacer lo hace con los materiales que ya le han dado. Yo, por ejemplo, voy a la Semana Santa de Rioseco, oigo un golpe en un tablero y eso me conmueve de una manera que no soy capaz de racionalizar. Pero porque eso entró en mí antes de que yo pudiera filtrar, antes de que yo fuera consciente de lo que filtraba y lo que no. Eso es previo a mi capacidad de decidir. Yo oigo las horquillas por la Calle Mayor y me produce una emoción indescriptible.

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–¿Superior a la propia imagen que portan los de las horquillas?

–Es que el sonido tiene una importancia enorme. De hecho, tengo un amigo riosecano, Manolo Asensio, que es ciego y va a las procesiones. Que haya un hombre ciego en la Calle Mayor de Medina de Rioseco esperando a que pasen los pasos es porque todo lo que está percibiendo a través del olor de la cera, de los sonidos y demás para él tiene un sentido.

–Si los músicos están dotados de un don y encima son capaces de vivir de la música, como es su caso, es que lo que va en sus genes es lo sobrenatural...

–Es una suerte, una suerte. Guillermo González, catedrático con el que estudié en el Conservatorio Superior de Madrid, siempre decía que teníamos que levantarnos cada día y dar las gracias por poder dedicarnos profesionalmente a esto. Y yo creo que tiene razón. Es un privilegio poder hacerlo. Yo al menos lo vivo así. Sé que es extraordinario poder dedicarme a esto.

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«Nunca como hoy ha habido tantos recursos para escuchar música. Las posibilidades son infinitas»

DIEGO FERNÁNDEZ MAGDALENO

Pianista y escritor

–Bono, el vocalista de U2, dijo en su día que la música puede cambiar el mundo porque puede cambiar a las personas. Uno reflexiona sobre esto y, tal y como está todo hoy, ni con todos los músicos del mundo tocando a la vez se podría ordenar un poco el caos que nos rodea.

–Claro. Pero es un modo de hablar, en este caso de Bono. Desde la antigüedad se habla del efecto que produce la música en las personas; muchísimos textos históricos se refieren a eso...

–Sí, pero si colegimos que la música es el lenguaje universal por excelencia...

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–Es que si me estuviera usted entrevistando, le daría otras contestaciones a esto, pero...

–¡Que esto es la entrevista!

–Por eso no se lo digo.

–¡El mundo al revés! ¿Por qué si la música es el lenguaje universal no se utiliza en todos los sitios y siempre?

–¡Pero eso no es verdad!

–¡Ahora sí que me ha matado!

–A ver, la música no significa lo mismo en todos los sitios. La música es asemántica, no puedes decir con la música 'trae un café'. Hay un código convencional que sin el tronco cultural al que está adherido la música, esta no es universalmente inteligible. Cuando se dice lenguaje universal... Es que si alguien le habla en alemán y usted no sabe alemán, no entiende nada. Sin embargo, un alemán y un español, que no sabe el alemán español y viceversa, oyen unos sonidos y les puede producir unas reacciones determinadas, pero esas reacciones no tienen nada que ver unos con otros.

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Diego Fernández Magdaleno muestra su último libro. R. JIMÉNEZ

–¿Para usted qué es la música?

–Las definiciones de la música, para que pueda caber el fenómeno sonoro hasta el punto de que no se le pueda poner un pero, se limitan tanto que casi no significan nada porque la síntesis es, que dicen muchos ahora, la ordenación de lo audioperceptible. Pero esto también puede ser ordenar las sirenas de alarma de un hospital... La música es un fenómeno cultural que es universal en una cosa: no se conoce ninguna comunidad humana en la que no haya música. En ese aspecto, si usted entra en una tribu de Papúa-Nueva Guinea lo que ellos llaman música para nosotros es otra cosa. Pero en todos hay un fenómeno asociado, además, a determinados ritos, que pueden ser fiestas, entierros, bodas... Están asociados a fenómenos, también, de la vida cotidiana de las personas. En un músico, la música es el material del que está hecha su vida.

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–Entonces, define la música...

–Para mí la música es algo que ocupa, junto a la escritura, parte del día. Para mí tienen la misma importancia la escritura y la música, son las dos vocaciones a las que dedico toda mi vida, todo el día. El fenómeno musical en Occidente es de una riqueza que está unida a su historia y que complementa la explicación general que muchas veces está olvidada.

–Ahí quería llegar. Si tan importante es la música para el ser humano, ¿cómo explica el valor secundario tiene en los currículums escolares?

–Es difícil de explicar. Y es que es un error porque la música desempeña un papel importantísimo en la Educación. Pero no ahora. En Grecia, en Roma, en la Edad Media... Hay un conocimiento al que se accede a través de la música y es absolutamente necesario. Es inexplicable que tenga tan poca presencia, tanto los elementos musicales del aprendizaje como de la historia de la música.

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Diego Fernández Magdaleno. R. J.

–¿Cómo animaría hoy a un niño que apunte maneras hacia la música, si resulta que los padres en vez de ponerle música cuando juega o come le conectan a la pantalla del móvil y, hala, que no de más la lata?

–Nunca ha habido tantos recursos como ahora para escuchar música. Antes era difícil acceder a ella, ahora las posibilidades son infinitas...

–¡Y muchas gratis!

–Sí. Creo que sobre todo en la formación del niño y ahí es donde va a entrar en contacto con la propia música, es donde él va a continuar el camino.

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«No se conoce ninguna comunidad humana en la que no haya música»

DIEGO FERNÁNDEZ MAGDALENO

–Usted enseña música, la compone y la interpreta. ¿En qué faceta está más cómodo?

–Realmente las facetas que más desarrollo son la interpretación y la enseñanza. Y las vivo siempre muy unidas porque pensar la música es un ejercicio que puede hacer uno solo, pero también se hace en la clase. Lo veo muy unido. Son dos facetas que se pueden separar, pero no disociar. Son parte de un mismo trabajo que es tocar y pensar. Cuando doy clase estoy pensando la obra con las manos, el cuerpo, la inteligencia y la capacidad del alumno.

–Su libro más reciente está dedicado a Pedro Aizpurúa; el anterior, a Joaquín Díaz. Próximamente, un concierto sobre Jiménez Lozano. ¡Alguien que resalta los valores de sus paisanos!

–A lo largo de los años, y ya he cumplido 50, el sentimiento que se ha ido decantando por encima de todos en mi vida es el de la gratitud. Tengo muchos motivos para dar las gracias a muchas personas que han sido muy generosas conmigo, he aprendido muchísimo de ellas, sigo aprendiendo de ellas incluso pese a haber fallecido algunas hace tiempo; descubro ahora cosas que me enseñaron. Ese aprendizaje, el afecto con el que me trataron... Ese sentimiento de gratitud me lleva a hacer muchas cosas sobre los que están vinculados a mi vida. Filtro todo ello sobre la música.

–En esos 50 años, ¿se ha parado a pensar qué quiere ser de mayor?

–Quiero ser como me ven mis amigos.

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