
Ver fotos
Secciones
Servicios
Destacamos
Ver fotos
Demasiada paz. El silencio acompaña los escasos pasos de los castellanos y leoneses que aún resisten en los pueblos. Aquellos más alejados de las ... urbes, más de campo, más arrasados por la crisis y los tiempos, más poblados por quienes colocan sus canas cada día para salir a por el pan, aprovechar el camión de la caja de ahorros –aún la llaman así– que llega solo los viernes, el de la furgoneta con algo de fruta o cuchillos, jabón y orinales que lo hace sin fecha fija pero se anuncia con música. Ahora se llama la España vaciada o reto demográfico o despoblación. Es la España perdida. Y en su quebranto lo arrastra todo. Primero fueron las escuelas –solo el verano devuelve en sonido infantil a sus calles–; luego, la frecuencia del médico y enfermero –que también se debaten en la extinción– ; los bancos cerraron oficinas y los bares o las tiendas bajaron persianas y las farmacias no iban a ser ajenas a esta muerte lenta.
Si algo comparten los habitantes de los más distantes municipios rurales con contados habitantes, junto a una calidad de vida ligada a la naturaleza y a la paz –sin duda– es el saber que sus barros y casas tienen los días contados. Ninguna fe en los políticos, ninguna en nada. «Esto se muere cuando nosotros lo hayamos hecho». Es la contundencia de los jubilados que suman décadas y arraigo. Son 228 las farmacias rurales que en la comunidad están al borde de la quiebra, menos que hace un año, menos que hace dos o cuatro... algunas porque al final han resistido al vincularlas a una residencia asistencial y sobre todo porque, en cuatro años, ya 14 pueblos han perdido este servicio entre 2014 y 2018, ya desaparecieron y bajan la cifra de insostenibles. Este año ya suma un cierre y cinco el 2018. Hay cinco boticas en municipios de menos de cien habitantes. ¿Cómo sobrevivir con tan pocos pacientes?
La situación es especialmente grave en Castilla y León que llega a tener en la cuerda floja al 14,02% de sus farmacias, de sus 1.620 oficinas, y 834 de ellas (51,48%) son rurales. Además, hay ya 262 botiquines, un servicio de recortado horario y días adscrito a una farmacia. Es la comunidad de toda España con mayor proporción de farmacias inviables, las llamadas VEC (viabilidad económica comprometida). Le sigue Navarra con el 11,1% y Canarias es la única sin ningún caso. Tampoco hay muchas en las zonas costeras donde el turismo compensa carencias. Cinco veces más en Castilla y León que en el resto de España, apunta el Consejo General de Colegios Farmacéuticos autonómico.
Cierran o se transforman en botiquines. Una amenaza que se cierne sobre la farmacia de María Ángeles Fernández Alonso, en la vallisoletana Tiedra, o sobre la de María José Alonso Barreda, en la elocuente –aunque su nombre tenga otro origen– Antigüedad, en Palencia, y sobre tantas otras hasta ese fatídico número de 228 que suponen el 25% de las rurales y que afectan a más del doble de pueblos. Las cifras dibujan un oscuro dibujo en el que 441 farmacias están en pueblos de menos de 500 habitantes. Pese a todo, el servicio llega al 94% de los habitantes de la comunidad aunque sea con los recortes de los botiquines e, incluso, con una nueva práctica que se extiende en la Castilla y León rural, la de los buzones normalmente ubicados en el consultorio médico y en el que el paciente deja constancia del pedido y el farmacéutico deposita el medicamento, un sistema con no pocas «dudas legales», apuntan algunos de estos profesionales.
No es la única mala solución en la cuerda floja. Los farmacéuticos de distintas zonas rurales señalan que se ven obligados a, «para ayudar al paciente, cuando sabes que tiene determinada enfermedad crónica pero no tiene actualizada la receta, o se ha quedado sin el sintrom u otros casos similares, le das la medicación sin receta a la espera de que te la lleve otro día. No es la única solución más ilegal que legal; pero las administraciones no nos dan soluciones».
Y medidas adoptadas, pocas. Sí ha resultado efectivo vincular las residencias de menos de cien camas con una farmacia de la zona. Una práctica que, desde la pasada primavera, regula un Decreto para darle mayor impulso y que prevé salvar de la quiebra a 53 oficinas. Desde 2016, contar con un centro sociosanitario, que además sus mayores o personas con discapacidad son polimedicamentados, ha evitado echar el cierre ya a 14 oficinas.
María Ángeles Fernández Alonso aguanta en Tiedra. «Nací aquí, la casa y el local de la farmacia son míos, lo que lo pone más fácil, y estoy muy a gusto en mi pueblo; pero realmente es muy difícil resistir. Mi hija no hizo farmacia, y eso que fue por Ciencias, porque no quería atarse a una oficina rural», explica. Entre el goteo de los pacientes que acuden a la botica, explica que su labor sanitaria en un pueblo «va, aún más que en las ciudades, más allá de dispensar medicamentos. Los primeros auxilios, el decidir si una persona debe o no ir a urgencias... o puede esperar al día de consulta médica es labor mía. Te consultan todo y ayudas en cuanto puedes, el trabajo de prevención es importante y sería importante que nos integraran en los equipos de AtenciónPrimaria, algo que ayudaría a resistir».
Separada y con una hija de 24 años ya fuera de Tiedra, María Ángeles también se ocupa de Castromembibre y Benafarces, lugares a los que no llega la receta electrónica además. Un día a la semana acude a estos botiquines. «Esto es un encaje de bolillos, sobrevivir con poco y querer a este pueblo y a sus gentes porque las dificultades son grandes». Población «envejecida, desprotegida, sin trabajo». Son 300 sus habitantes, algo más en fines de verano o vacaciones... y «soy VEC porque nos han quitado funciones como la de la inspección del agua. Toman decisiones sin estudiar consecuencias» y apunta también a actuaciones sanitarias «como el cribado del cáncer de colon que, en otras comunidades, recogen las oficinas y la cobertura es altísima no como aquí».
Tiedra mira pasar por sus calles solo a María y a Diego, padres del pequeño Beltrán, casi el único niño del pueblo. También dispuestos a resistir y con preferencia por la vida en el campo. Herminia Gato e Isabel Alonso, de 89 y 84 lucidos años, son la otra cara, la más habitual. Apasionadas de su pueblo natal no quisieran abandonarlo nunca; pero «no se pueden perder más cosas, la farmacia tiene que continuar porque el pueblo se queda sin nada. Ya cerró el banco, tiendas, bares...».
«Cundió el pánico cuando cerró el colegio. Necesitamos médico, enfermera, necesitamos desde luego farmacia que nos ayuda mucho», corean varias voces.
La preocupación por la situación de las farmacias rurales es patente para el presidente del Consejo General de Farmacéuticos de Castilla y León, Carlos Treceño Lobato.
El portavoz de los 4.109 colegiados de la comunidad apunta a la potenciación de este servicio sanitario en los pueblos para garantizar su viabilidad. Así Treceño indica «que la cualificación y capacidad de los profesionales hay que aprovecharla. Hay farmacéuticos extraordinarios y muy humanos en los pueblos que pueden hacer una gran labor en prevención. Habría que aprovechar este talento por ejemplo para que gestionaran el cribado el cáncer de colon que cuando se hace desde las farmacias tiene cobertura mucha más alta o su papel en la adherencia a los medicamentos con programas personalizados que sigan a cada paciente. Hay tasas del 50% de abandono de los tratamientos por falta de cultura sanitaria. Hay ejemplos muy buenos en este sentido como el de la Diputación de Soria que ha aprovechado esta red rural y sus conocimientos para lograr mejores resultados y lo ha hecho con mucho éxito. Además en los pueblos la cercanía y conocimiento del paciente es mucho mejor que en la ciudad, también de su situación social y habría que ver esta oportunidad de prevención y remunerarla porque al final se traduce en menos gasto médico, menos viajes al hospital de referencia y menos coste social al faltar un día al trabajo... El problema es que esta oportunidad de ahorro no se evalúa porque no es directo».
Treceño apunta también a la vinculación, que ya se realiza, de la farmacia con centros sociosanitarios como una apuesta positiva y con resultados;pero «hay muchos municipios que carecen de tal oportunidad».
«La labor del farmacéutico va mucho más allá de dispensar medicamentos y su adecuado uso, también hay programas de detección de casos de violencia de género, programas de metadona, del cribado del VIH, alcoholismo, su papel en pacientes que toman mucha medicación es fundamental.... la cuestión es aprovechar todo el potencial asistencial de un profesional», indica.
Para revisar los diferentes temas que afectan al sector y, en particular, el problema de las VEC, el Consejo celebrará el XI Congreso Farmacéutico de Castilla y León, que tendrá lugar en Valladolid, del 16 al 18 de octubre.
A 137 kilómetros, y en la provincia de Palencia, la también farmacéutica María José Alonso pelea en la misma batalla. «Entre los habitantes del pueblo y la residencia tengo unos 200 pacientes y medio centenar del botiquín que llevo de Espinosa del Cerrato. Vivo aquí y el local es del Ayuntamiento aunque me gasté mucho en la reforma; pero aún así esto es inviable. Tenemos problemas de desabastecimiento de medicamentos, este es un servicio muy valorado por el pueblo... pero las administraciones pasan», explica. «El pueblo tiene los días contados», apoya algún cliente. «Bajan los medicamentos de marca cuando pierden la patente y el índice corrector, que se marca según facturación, es de un máximo de 800 euros al mes para mí que, además, cuenta como facturación. Podríamos hacer actividades sanitarias remuneradas de prevención que además estarían bien como el control de medicación con pastilleros.... Gano menos que cuando empecé y entonces no tenía el botiquín. Es muy difícil sobrevivir y llevo 15 años machacando a mi hijo haciéndolo vivir en un pueblo donde no hay gente de su edad y está todo el día en la carretera para el colegio, actividades... No puede ser».
Las farmacias VEC reciben en torno a 2.000 o 3.000 euros al año por el índice corrector de la administración, un capital que «sale de la propia recaudación global de los profesionales. No es una ayuda en realidad».
El bar de Tiedra también recoge las mismas respuestas. Es la hora de la partida después de comer –cartas y dominó llenan las mesas de hombres jubilados, las mujeres tienen su hora, más tarde, y su espacio, junto al castillo del siglo XII–. «Como en todos los pueblos hay vida hasta septiembre, hay mucho ambiente aquí hasta que llega el mal tiempo», explica Gregorio Pérez en la barra del Bar de Román, que regentan Jesús y María, mientras apura su café. La joven pareja tiene un niño de año y medio. Solo hay dos en el pueblo.
Las calles desiertas; solo el bullicio de este establecimiento. A las afueras sobreviven otros dos : «El negocio nos lo repartimos bien porque tenemos diferentes tendencias, uno atiende más por la mañana, desayunos.... es distinto enfoque, otro es restaurante y da banquetes y nosotros tenemos lo que es el bar del pueblo»,explica María que asegura que lo abrieron hace año y medio y «nos va bien, lo suficiente». Ya en la calle, en su terraza, tan solo el contenido alboroto del golpe del dominó y las apuestas a las cartas. «Demasiada paz», repiten.
6 farmacias cerradas entre 2018 y 2019. Este año ha sido una de Burgos y el anterior dos en León y una en Ávila, en Soria y en Zamora.
1.620 farmacias hay en Castilla y León. De ellas, 636 son urbanas (el 39,26%); 150, semiurbanas (9,26%) y 834, rurales (51,48%). Hay además 262 botiquines (Salamanca acapara 90) y 4.109 colegiados en la comunidad.
14,02% son de difícil viabilidad.
Varios bares con un gran letrero de traspaso o cierre acompañan la carretera principal de Antigüedad. La localidad palentina también reúne voces en el único aún abierto; pero por la mañana es Quinito (Joaquín para los desconocidos) quien a sus 88 años defiende la barra y se apaña con los cafés. El silencio ha invadido el pueblo en pleno horario laboral de quienes aún conservan trabajo en el campo, la panadería o la ya única pequeña tienda. Los más, se mueven cada día a Baltanás o a Palencia, también los pequeños para ir al cole. De esta forma, por la mañana reinan en el pueblo solo los más mayores en una rutina que busca a la médico, a su farmacéutica, espera el día que llega el cajero automático ambulatorio o a la furgoneta y tienda de Raquel Julián Miguel que acerca de Sasamón (Burgos) desde zapatillas y cucharas de madera a abrelatas o planchas. Su música atrae, por este y otros pueblos, a sus clientes. «Claro que he visto en los 40 años que llevo con esto cómo se perdían habitantes. Ha desaparecido más de la mitad», asegura mientras atiende a Hermelando y a otros clientes que, incluso, se llevan a casa zapatillas para que los pruebe su futuro usuario y tomar una decisión de compra.
El veraneo atrae familias de Palencia, Burgos y Bilbao; pero el otoño apagará una población que, asegura su alcalde Fernando Cantero (PSOE) desde 2003, «es de 300 empadronados y 195 viviendo». Coincide con el regidor de Tiedra, Nunilo Gato (IU-TIP), en que la base de todo esto «es que haya trabajo, lo importante es crear empleo que es lo que retiene población». «No hay industria. Una pareja joven que quiera vivir aquí, el hombre puede encontrar algo como albañil o en el campo pero una mujer lo tiene más difícil, salvo en ayuda a domicilio y también puede haber algo en hostelería, y además cada vez tienen más formación y los jóvenes quieren trabajar en lo suyo. A las administraciones se les llena la boca en las campañas electorales pero las circunstancias son cada vez más difíciles. No hay ninguna medida que favorezca que la gente se quede, ni siquiera las ayudas de la PAC, que son necesarias, han servido para retener población». Fernando Cantero asegura que en estos años «voy viendo como el pueblo se muere. La residencia da trabajo y algo de vida a la farmacia pero es insuficiente».
Demasiada paz.
Los hay que se resignan y algunos que se resisten. Soria y Zamora son las provincias con servicios farmacéuticos más amenazados (22,56%, ambas); seguidas de Segovia o Burgos. Valladolid la que menos y cerca León; pero aún así alcanza el 9,47% con 27 farmacias casi insostenibles. El caso de la soriana Villar del Río, desde hace ocho meses atendida como botiquín desde San Pedro Manrique, aunque cerrada desde hace casi dos años, ha llevado a sus vecinos a crear una plataforma de defensa del servicio en busca de recuperarlo y no solo porque afecta a 25 municipios de cinco ayuntamientos sino porque a estos vecinos les cuesta entender la causa de que haya hasta 26 farmacéuticos interesados en regentar la desaparecida oficina y no se les permita. El proceso tras un cierre depende de que la Junta valore su viabilidad y autorice el concurso; pero «no quiere –explica Nieves Orte, de dicha plataforma– y no podemos entender que sí ellos quieren arriesgarse, no les dejen abrir».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.