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He aquí al custodio de uno de los grandes tesoros de Castilla yLeón: la Biblioteca del Monasterio de la Vid. Serafín de la Hoz Veros (Hontangas, Burgos, 83 años). Nació a escasos 25 kilómetros de donde lleva 24 años cuidando de decenas de miles de ... libros que son referencia internacional: por la variedad de materias, por el contenido y por las más que interesantes colecciones de manuscritos, incunables, fácsimiles y material escrito de los siglos XVI al XVIII, con algunos ejemplares únicos en el mundo. Estudió en Palencia, La Vid y Valladolid y hasta llegar a ser nombrado bibliotecario de este singular monasterio burgalés, desempeñó diferentes tareas como sacerdote agustino en España yArgentina. Hoy confiesa que está eternamente agradecido al superior que le trajo hace 24 años a La Vid porque su vida, personal y monacal, adquirió pleno sentido, el que le han transmitido los libros: «Más de uno que ha venido me ha dicho, 'Caramba, ¡cómo lo vive usted!'».
–Los no expertos en la materia seguro que no sabemos ubicar la importancia del Monasterio de La Vid y su biblioteca.
–Fue fundado por los premostratenses, que tenían el doble objetivo de la vida contemplativa y del cultivo,asimilación, difusión y custodia de la cultura. Inmediatamente plantearon aquí un 'armarium'... Aquel dicho latino de que en todo monasterio ha de haber una biblioteca, como en un campamento ha de haber un arsenal. La biblioteca se ha mantenido a lo largo de todos estos siglos, desde el XII hasta la ley de exclaustración de 1835 y pasó el Monasterio 30 años abandonado.
–¿Con la biblioteca dentro?
–Sí, sí, todo dentro. La Ley de Exclaustración expulsó de aquí a los 18 monjes que había. De 1835 a 1842 se mantuvo más o menos en orden por cuanto el que era párroco ejerció sus derechos: como la ley no atacaba a las parroquias, se quedó y aprovechó para custodiar algunos libros especiales y proteger el monasterio, pero al morir en 1842 quedó todo abandonado y en manos del gobierno, a través de un diputado a Cortes por Burgos, Lorenzo Flores, que no se preocupó de nada de lo de aquí. La biblioteca ya había empezado a ser desmantelada a raíz de la exclaustración.
–¿Y qué hicieron con los libros?
–Muchos los llevaron a Madrid, otros muchos a Aranda de Duero. En Madrid se conservan y se pueden estudiar aún hoy.
–¿Y de los de Aranda?
–Ninguna institución pública da hoy razón de ser de ellos.
–¿Y los demás libros?
–Muchos los cogió la gente, fundamentalmente párrocos de alrededor que se enteraron de que estaba esto abierto. Venían y, si les interesaba un libro por ejemplo para sus sermones, lo cogían y se lo llevaban. Esto estuvo de par en par abierto, sin protección ninguna.
–¿Abandonado del todo?
–Incluso de 1852 en adelante estuvo aquí una familia a la que plantearon quedarse para, digamos, poner un poco de orden. Pero debía ser tan indocumentada y tan vaga que utilizó libros para hacer lumbre. Además de libros, la gente se llevó de todo: candelabros, cálices, cruces procesionales. Estatuas e imágenes se conservaron algunas; el retablo también se conservó. La imagen de la Virgen, también. Pero desaparecieron las campanas y el órgano, que lo vendieron a Roa.
Serafín de la Hoz
Bibliotecario del Monasterio de la Vid
–¿Cómo se recondujo todo? Vive el Monasterio desde hace décadas una época de esplendor.
–Después de aquellos 30 años de abandono resulta que el Monasterio de Filipinos de Valladolid había quedado exento de la Ley de Exclaustración por ser uno de los tres colegios de ultramar, con los dominicos de Ocaña y los recoletos de Monteagudo, donde se formaban los sacerdotes como misioneros para Filipinas. La Reina Isabel II concedió a estos tres monasterios uno más para que pudieran aceptar a todos los jóvenes que buscaban ser sacerdotes con visión misionera. Ahí, en 1865 entramos los agustinos filipinos.
–¿E hicieron qué?
–Los agustinos mantenemos de alguna manera esa idea de los premostratenses de custodiar los libros, tratar de transcribir nuestros pensamientos, mantenerlos y difundirlos. Religión y cultura es uno de nuestros lemas; virtud y ciencia. Al hacerse cargo de este Monasterio de la Vid con esa tradición y con el compromiso de que todos los que aquí se formaran fueran destinados a misiones en Filipinas, los agustinos inmediatamente, al pasar a ser esto casa de formación, se dedicaron a organizar una buena biblioteca. Se lo encontraron desmantelado y sucio y hubo que invertir mucho en obras de restauración, limpieza y adecuación a la nueva función. Y se rehizo la biblioteca.
–¿Cómo? ¡Había sido expoliada!
–Recogieron y trataron adecuadamente los pocos libros que quedaban en el monasterio. Después, trajeron en torno a dos mil volúmenes que estaban repetidos en Valladolid por bloques, que eran siete. Consiguieron de inmediato cuatro grandes bibliotecas personales de religiosos que las tenían; eran profesores y auténticos eruditos preocupados por tener una buena documentación. Además, hubo otro acierto de los agustinos, que no tuvieron dificultad ninguna de tipo económico ni de tiempo para conseguir más obras.
–¿De dónde?
–Dos sacerdotes fueron enviados a Francia, Italia y Alemania para adquirir obras: sin restricción de tiempo, de dinero y de materia; cualquier libro interesante del mercado podían comprarlo y no tenían que limitarse solo a libros de formación espiritual.
Serafín de la Hoz
Bibliotecario del Monasterio de la Vid
–En una época en la que no se apretaba una tecla y con un clic se recibían de las novedades.
–Qué va, qué va, había muchas dificultades para estar al tanto de las novedades. Y a todo ello hay que añadir que ha habido generosas donaciones de libros, verdaderamente interesantes la gran mayoría. Y luego ha habido también donaciones masivas.
–¿Cómo de masivas?
–4.000 libros, 5.000 libros... ¡35.000 libros!
–¿35.000 donados de golpe?
–Sí, la última donación que hemos tenido ha sido de 35.000 libros. Es verdad que muy modernos, muy repetidos, a los que cualquier investigador accede en múltiples lugares y que por eso no tienen el valor que la biblioteca mantiene.
–¿Cualquiera puede venir a esta biblioteca a investigar?
–Desde que se ha dispuesto adecuadamente, el Monasterio está abierto al turismo. Todos los catálogos se han transmitido y difundido y esta biblioteca está considerada la primera en importancia de textos mantenidos aquí de toda Castilla y León en los niveles de alta cultura. Por una parte, la biblioteca no está abierta a los turistas; hay un recorrido turístico, con el que se satisface la curiosidad que existe de verla, se concierta un horario, puesto que suelen venir grupos de cierto nivel cultural, sobre todo universitarios, y se enseña.
–¿Y el que quiere investigar?
–A los que vienen a estudiar, a investigar, no se les pone ninguna pega. Al revés. Con la Asociación de Bibliotecarios de la Iglesia se nos inculca un pensamiento de un obispo que decía que el patrimonio artístico cultural es un deber moral tenerlo a disposición de uso de la gente que quiera hacerlo. No pedimos titulaciones especiales ni nada. Se nos presentan, piden estudiar tal libro o tal materia, se concierta también la visita y el periodo de estudio y, eso sí, aunque nos fiamos, quien viene no está en ningún momento solo, estamos alguno con ellos, especialmente yo, mientras tienen el material que han pedido y estudian sobre él.
Serafín de la Hoz
Bibliotecario del Monasterio de la Vid
–¿Cualquier especialista puede saber que aquí guardan la documentación que necesita para su investigación? ¿O lo tienen en Internet?
–Tienen el dato de que aquí está, pero no está expuesto de esa manera. Quien quiere verlo, se haya enterado como se haya enterado, ha de venir aquí.
–Es que donde esté la posibilidad de tener el original en las manos...
–...¡Es algo inigualable!
–Pero el ser humano se ha construido un mundo internetizado que le lleva a pensar que tiene acceso a todo a golpe de clic.
–Parto, no sé si certeramente o no, de que los datos que se ofrecen en Internet no gozan de la garantía de una biblioteca.
–¿Y nunca gozarán de ello?
–A eso no me puesto a pensar.
Serafín de la Hoz
Bibliotecario del Monasterio de la Vid
–¿Cómo enseñar a los jóvenes que el saber de una biblioteca nunca estará en Internet completamente?
–Uffff. La impresión muy personal que tengo es que el libro es un ser vivo. De alguna manera, yo dialogo con el libro, sobre todo esos libros importantes, los otros que son más comunes, no tanto. Pero un libro que es original de hace 500 años, por ejemplo, o es un manuscrito tan divinamente hecho para mí tiene un elemento, un duende, qué se yo cómo decirlo, muy especial. Es algo que dialoga conmigo, que me ofrece todos sus conocimientos, con datos que han sido muy seleccionados por el autor. Todo eso es lo bueno que luego yo no encuentro en el ordenador.
–¿Por que es tecnología?
–El ordenador no me transmite, me da datos muy fríos. Llego a la biblioteca y nada más entrar me siento en un ámbito muy especial, casi sagrado. Me aislo fácilmente de lo de fuera y noto, mis pálpitos van por ahí, lo percibo y lo disfruto con deleite, algo especial, novedoso, único que, por más que uso el ordenador, este no me lo transmite. En la biblioteca noto garantía y autenticidad: el dato que me ofrece el libro es el dato que es. Y tiene el libro el colorido, la vistosidad, el arte, el espíritu del autor, toda una tradición, una cultura, que no solo ha asimilado una persona, sino que refleja la cultura de un pueblo, de una nación concreta.
–Todo esto tan moderno de tener todas las cosas en 'la nube'...
–...yo es que eso... La verdad es que no me manejo en eso. No entro en ese nivel, no me llama la atención.
–¿Pero 'la nube' puede acabar con las bibliotecas tal y como las concebimos y vemos?
–La biblioteca, lo que es ver el ejemplar, tenerlo en las manos, poderlo leer en un ambiente de tranquilidad hoy día es insustituible. Donde disfruto verdaderamente es tocando y contemplando el libro, acariciándolo.
–Si viniera un joven y le pidiera consejo sobre la labor de bibliotecario, ¿qué le diría?
–Que lea mucho, que tome contacto directo con muchos libros y su pensamiento. Que trate por todos los medios de mentalizarse del valor de la cultura, cultura que se ha conservado gracias a los libros. Que reflexione sobre ese pensamiento que se transmite en un libro. Siempre, siempre hay algo en cualquier libro que en un momento dado te impresiona, te afecta, te dice algo. Que trate de aceptar ese impacto, que no lo deje pasar, que lo madure en su interior, que lo incorpore a su propia cultura y a su propio ser y desde ahí, continúe: hoy con un libro, mañana con otro...
–El sacerdote agustino y el bibliotecario que son usted, ¿tendrán relevo?
–De eso estoy seguro. Gente con ilusión, mejor y más que yo, se mantiene, bien integrada, y convencida, y centrada, y con los fundamentos sólidos, muy consistentes, expresión también de tipo religioso.
–¿A sus 83 años se ha planteado ya qué quiere ser de mayor?
–Si bien empiezo a pensar que la meta final está muy cercana, porque soy consciente de todas mis limitaciones corporales, sin embargo eso no me afecta directamente, sino que tengo una trayectoria de normalización y de que esto se continuará. Todos los días tengo sentimientos de novedad, todos.
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