![Avi Cuñado: «Las mujeres somos esenciales para garantizar el futuro de los pueblos»](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202106/12/media/cortadas/avi3-kgBB-U1406766898138iD-1248x770@El%20Norte.jpg)
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He aquí una emprendedora. O, mejor, habría que escribir Emprendedora, con mayúscula. Avi Cuñado. Joven y mujer llegó a Puebla de Sanabria desde su leonesa Valderas, junto a su marido, el mayorgano Virgilio Castro, y decidió, poco después de asentarse en esta villa zamorana, lanzarse ... a crear una empresa de producción artesana de jabones y cosmética. Más de dos décadas después, y aunque insiste en que no se ve ejemplo de nada ni para nadie, su labor es un espejo en el que pueden mirarse muchos: ella ha creado una marca, que se ha hecho con un espacio reconocido en el mundo de la cosmética, desde el medio rural, sin ayuda de nadie, a base de un único secreto: trabajo, trabajo y trabajo.
–Abandonó su Valderas natal, en zona rural, para irse a otra zona rural, Puebla de Sanabria.
–De mi marido fui novia nueve años, en Valderas. Y a él lo destinaron a Puebla de Sanabria como veterinario. Ya vinimos casados y aquí nos instalamos.
–¿Por qué jabones? ¡Con la cantidad de materias sanabresas que podía haber elegido para crear su empresa!
–De pequeña, me gustaba ver a mis abuelos cómo hacían las matanzas y los jabones. Estando ya en Puebla de Sanabria llegó un momento en el que empecé a pensar a qué me podía dedicar. Un día me puse en bromas a hacer jabones, tal y como recordaba que los hacían mis abuelos.
–Hay cosas que no se olvidan...
–Y otro día pensé que por qué no echar naranja u otras cosas. Me salían bien, todo hay que decirlo, y se los regalaba a los amigos y vecinos. Fue en ese ambiente donde comenzaron a animarme: me decían que los jabones eran buenos y que me tenía que lanzar a hacer algo más. Un día me los pusieron a la venta unos amigos y los vendieron todos. Y así, un poco en bromas, en bromas, nos fuimos lanzando algo más. Mis dos hijos me animaban también, me ayudaban y nos pusimos en una ocasión en el mercado medieval de Puebla. Salió todo fenomenal y a raíz de ahí, empezamos un poco más a lo grande.
–Con la tranquilidad que debe dar que uno de los dos miembros de la pareja sea funcionario, la seguridad de un sueldo público, ¿por qué decidió lanzarse a la aventura?
–Era eso, una aventura total. Además, mi marido decía que debíamos dedicarnos a algo que nos llenase. Fue entonces cuando yo decidí ser empresaria, montar una fábrica, y como tuve el apoyo de mi marido desde el primer minuto, empecé.
–¿Le impulsó alguien? ¿Le alentaron, le animaron...?
–No, no; nosotros solos fuimos madurando poco a poco la idea. Incluso en casa, nuestros padres nos decían 'pero qué ganas tenéis de meteros ahora en líos', 'con lo bien que estáis...'. Fue el impulso: nos dijimos vamos a hacerlo y lo hicimos.
–¿Y cómo venció el miedo que siempre provoca montar una empresa?
–Nunca he tenido miedo a nada. Mire, me han operado del corazón hace poco y fui supervaliente. Nunca me habían operado de nada y me dije que iba a entrar por la puerta grande, nada menos que una operación de corazón. Así que lo del miedo...
AVI CUÑADO
–¿Cuánto hubo de impulso, pese a arriesgar dinero?
–Puede que sí lo hubiera, que existiera esa sensación de impulso hacia esto. Otros se dedican a otras actividades porque las han vivido en casa, porque les viene de familia... Yo había visto a mis abuelos de pequeña cómo fabricaban el jabón y tenía esa idea.
–De la época de sus abuelos a la suya hay un cambio radical, el del desarrollo tecnológico. ¿Por qué optaron por lo artesanal?
–Sí, nosotros nos fuimos hacia atrás, a lo manual, a lo artesano. Todo manual, todo manual. Queríamos que lo que montásemos llamase la atención y creo que con nuestra fábrica de jabones superamos con creces esa intención.
–¿Sanabria da suficiente materia prima para lo que hacen?
–No, no. Todo lo tenemos que traer de fuera, porque viene etiquetado, con el número de registro. Todo eso aquí no lo puedes conseguir.
–Excepción hecha de la leche de burra de los jabones que llevan ese componente, imagino...
–La leche de burra de nuestros jabones es lo único que podemos conseguir aquí.
–¿De verdad un jabón llamado de leche de burra lleva leche de burra, tal cual?
–¡Claro! Totalmente. Leche de burra zamorana, para más señas.
–Lo ecológico, lo artesano, lo manual son cualidades que están al alza. Es más, ha tenido que venir una pandemia para ponernos sobreaviso de ciertos abusos tecnológicos. ¿Se ve en posesión de cierta razón al haberse inclinado hace 20 años por lo natural y artesano para su fábrica?
–Creo que sí. El esfuerzo ha merecido la pena. Además, a mis hijos también les gusta este mundo. En su momento les planteé que, aunque tuvieran sus estudios, si les apetecía yo me lanzaba a montar este proyecto. Para mí y para mi marido teníamos bastante con su sueldo para vivir. Fueron mis hijos los que nos dijeron que si montábamos la fábrica ellos se quedaban con nosotros.
AVI CUÑADO
–Garantizada, entonces, la segunda generación de D'avi.
–¡Totalmente!
–Y eso que sus hijos tienen sus carreras universitarias.
–Están independizados cada uno, en su casa, cada uno con su pareja. Ellos trabajan en la fábrica, obtienen de ella sus ingresos y están muy contentos. Y, a la vez, como yo les digo, son jefes: tienen la libertad de disponer de su tiempo.
–¿Cómo se cruzan fronteras desde Sanabria en el mundo comercial para poner sus productos fuera de España?
–Exportamos a Francia...
–...¡¿A Francia?! Pero si es la cuna de la cosmética.
–Pues sí, ya ve, nosotros exportamos a Francia; a Italia, muchísimo y allí hemos estado en varias ferias; a Rusia, donde tenemos clientes. Llega a salir más caro el porte que lo que cuesta el jabón, pero en Rusia están nuestros productos; en Portugal tenemos muchísimos clientes. Hemos ganado muchos clientes en bastantes sitios porque acudimos a bastantes mercados medievales y cuando estás en la calle se presenta mucha gente, extranjeros también, y hace funcionar el boca a boca, que tiene su efectividad. Alguien que te ha comprado un producto, le comenta a otro que le ha ido bien, por ejemplo para el pelo, y así te llegan a llamar y ampliamos la clientela.
–Cuando oye a los políticos, incluso a profesores universitarios, hablar de emprendimiento empresarial, ¿qué piensa?
–Pues que nosotros nos hemos esforzado y lo hemos conseguido. Hemos dado empleo a nuestros hijos. También en los momentos críticos de mayor producción contratamos personal de fuera y, la verdad, yo me siento muy realizada. Y veo que mis hijos, también.
–¿Autodidacta cien por cien? Entiendo que nadie le regaló nada.
–Absolutamente nada. Lo hemos hecho todo nosotros y lo hacemos todo nosotros, desde el producto hasta el diseño, la comercialización... Todo, todo.
–¿Se ve ejemplo para los demás?
–Es nuestra fábrica, nuestro trabajo y no tenemos ninguna mira relativa a eso de ser ejemplo para nadie.
AVI CUÑADO
–Pero ha conseguido poner en marcha un proyecto empresarial. Y encima en el medio rural. Y además siendo mujer, joven...
–Eso sí: se puede hacer y se llega a hacer. Es verdad que hay que disponer de medios y de alguien que te apoye financieramente. Si nadie te ayuda... Ojo, que en los pueblos hay muy pocas ayudas, ¿eh? Mis hijos quieren hacerse una casa y quedarse en el pueblo, como les pasa a otros muchos jóvenes en muchísimos pueblos: ¡Qué menos que les den facilidades! Pues no, resulta que no se las dan. Muy pocas. Si me apura, diría que ninguna.
–Lo que hicieron su marido y usted en su día, ¿lo podrían hacer ahora de nuevo, partiendo como partieron ustedes de cero?
–Sería una odisea. Por eso casi toda la juventud se marcha de los pueblos. Aquí en Puebla de Sanabria hay muy poca juventud. Casi todo el mundo es mayor, jubilados.
–Y, aún así, ustedes siguen en el pueblo, con su proyecto, con su trabajo...
–Y en el buen tiempo estamos aquí trabajando los seis, nosotros y nuestros cuatro hijos.
–¿Hay lugar para el desánimo?
–¿Desánimo? Huy, ¡qué va, qué va! Estamos muy orgullosos de lo que hemos hecho y de lo que hacemos y cada vez más contentos, porque cada día que pasa veo más ilusionados a mis hijos. Siempre pensando en hacer algo nuevo, en innovar, en mejorar las instalaciones.
–Porque además, para ustedes desde Sanabria la venta por internet es esencial, ¿verdad? ¿Cómo anda la conectividad a la red por esta comarca?
–En Sanabria la conectividad es mala-mala de verdad. Muy mala. Es peor de lo que nos imaginamos. Muchas veces tratas de resolver cosas con el ordenador y no funciona la conexión a la red... Pero vamos saliendo del paso, no nos queda otra.
–¿Repetiría usted la experiencia de montar una fábrica si la vida le pusiese en esa tesitura?
–Esta experiencia me gustaría muchísimo repetirla. Y no lo digo porque me pase aquí todo el tiempo metida, sino porque me ha dado la satisfacción de ver mucho mundo. Recorremos toda España con nuestros jabones.
–¿Nunca se les pasó por la cabeza el haberse ido a la ciudad o a otro pueblo más grande?
–Al principio sí pensamos en irnos. De hecho nos planteamos si estábamos aquí un año probando y luego irnos a Valladolid, por ejemplo. Ojo, veníamos de haber estado estudiando en ciudades. Pero llegamos a Puebla de Sanabria, nos instalamos, nació nuestro primer hijo y nos acoplamos aquí bien. Estuvimos muy a gusto. Y es verdad que alguien podía haber dicho que nos ponía como ejemplo de que en el medio rural es factible emprender y trabajar.
–Pero no lo hubo, ¿verdad?
–Ni el Ayuntamiento, ni la Diputación, ni la Junta... De vez en cuando, de la Diputación vienen porque quieren conseguir votos, te hacen una entrevista, pero nada de ponernos como ejemplo, o facilitar una subvención, nada de nada.
–Pero contar la experiencia a otro muchas veces hace mucho bien, ayuda el mirarse en el ejemplo de otro que haya salido adelante, como ustedes.
–Nosotros estamos en una zona que pertenece a una reserva de la biosfera, la Meseta Atlántica. Una vez vinieron para ver si queríamos participar en alguna de su actividades. Lo hicimos, pero nunca más han vuelto, ni siquiera nos han llamado. Por eso estamos como estamos en el medio rural... Con esto del covid lo hemos visto muy claro: no hay fabricantes en el medio rural, es todo servicios, que sí hacen falta, pero ¿quién fabrica? Aquí en Puebla de Sanabria somos tres: nosotros, una fábrica de chorizos y una planta de agua. Y vas a Zamora... El sector de fabricación no existe. Esperemos que esto del covid sirva para que la gente se de cuenta de que en los pueblos hace falta que alguien produzca, que alguien fabrique.
–Si se fabrica, se crea empleo; si se crea empleo, se asienta población; si se asienta población, los pueblos tienen futuro...
–Así es. Y, además, para gente joven, que es muy importante. Si se pudiera emplear la gente joven y la mujer... Es importantísimo el empleo para las mujeres. De aquí se han ido las mujeres, cuando resulta que lo esencial en el medio rural son las mujeres.
–Mira hacia atrás, ve la película de su vida hasta este momento y ¿encuentra motivos para sonreir?
–Cómo empezamos, dónde hemos llegado y, lo más bonito de todo, que nuestros hijos quieren seguir con ello. Es una satisfacción muy grande. Yo me siento contentísima. Muchas veces lo hablo con mi marido y no puedo por menos que exclamar que qué bien: tenemos aquí a nuestros hijos, cerca, ellos trabajan satisfechos y contentos. Más que eso, ¿qué vamos a pedir?
–Y después de ver y analizar lo hecho y vivido hasta ahora, ¿ya sabe qué quiere ser de mayor?
–Quiero seguir siendo como soy y hacer lo que estoy haciendo.
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